jueves, 23 de abril de 2009

Desaparecidos en Argentina una costumbre que no cesa Luciano Arruga Daniel Scioli Miguel Bru Ivan Torres Julio López APDH CTA socorro help S.O.S.

foto: Rojas 129 CABA niños de la calle drogados en la vereda ante los transeúntes de Caballito.








La Doctrina de la Inseguridad Nacional
21/04/09

Por Alfredo Grande

“nunca más al nunca más de los gobiernos cómplices, burócratas y cobardes”
(aforismo implicado)

El chico desaparecido tras ser detenido en una comisaría
Carta a la Presidenta por Luciano
“A más de dos meses de su desaparición, continuamos exigiendo: Juicio y castigo a los responsables. Basta de policía represora. Ni un pibe más desaparecido.” De esta manera concluye la “carta abierta” que la familia de Luciano Arruga -el chico de 16 años desaparecido después de haber estado detenido en la comisaría de Lomas del Mirador-, apoyada por organizaciones gremiales, políticas y de derechos humanos, presentó ayer en conferencia de prensa para que “todos los argentinos sepan lo que pasó”.

También presentaron el escrito en la Casa Rosada y solicitaron una reunión con la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y con el gobernador bonaerense, Daniel Scioli. Por el caso, revelado hace diez días por Página/12, la Auditoría General de Asuntos Internos de la Bonaerense les tomó declaración a 25 efectivos del destacamento de Lomas del Mirador para investigar la desaparición, sin resultados hasta ahora.“El pedido más importante que tiene que unificarse en un único grito es el Nunca Más de casos con desaparecidos.

Justo en un país que tuvo 30.000 personas desaparecidas en la dictadura y otros en democracia como Julio López, Miguel Bru e Iván Torres (en Comodoro Rivadavia)”, dijo a este diario Pablo Pimentel, presidente de la APDH de La Matanza y uno de los oradores de la conferencia de prensa realizada ayer en la sede central de la CTA.
(Diario Página/12 15/04/09)

(APe).- No quedan dudas. Tampoco había demasiadas. La inseguridad, definida bajo la normativa del pequeño burgués asustado, es doctrina. Casos de inseguridad se mencionan continuamente, como si la cosa inseguridad fuera algo tangible, medible, tocable, mirable y olible.

En la época clásica, gracias a los aportes siempre intolerantes de la Iglesia Católica, la inseguridad tomaba el ropaje de la brujería. Siempre eran portadoras, sanas o enfermas, las mujeres. Y algunos hombres decentes, como John Proctor (1). Me imagino a los diarios “independientes” de la época titular: “otro caso de inseguridad: una bruja fue quemada viva”.

Pues bien: miles de menores están quemados vivos en los institutos (eufemismo de cárceles) que los aprisionan. La falta de un debido proceso para que las niñas, los niños y adolescentes sean pensados como seres humanos, los convierten en rehenes, cautivos, esclavos, del sistema predador.

Del infierno vienen y al infierno volverán, solamente porque el purgatorio, por no mencionar al paraíso, no está habilitado para los excluidos y marginales del modelo. Como señalamos en varios artículos anteriores, la cultura represora sostiene el Nunca Más, pero sólo para dejar de lado onerosos e impopulares procedimientos, e inventar nuevas formas de exterminio.

El nunca más no es al exterminio. El nunca más es a las formas más visibles, impopulares y costosas de esas políticas. Después que el general majestuoso pretendiera arañar, ya que no morder, las manos del amo, la viabilidad de militares más dóciles que lo necesario, empezó a derrumbarse.

El Menemato completó aquello que la dictadura genocida dejó inconcluso, e hizo desaparecer el patrimonio de varias generaciones, con el artificio de denominarlo “privatización final”. Pero como no hay un “nunca más” fundante, sino apenas su forma más convencional, la inseguridad pretende legitimar el exterminio por otros medios.

Me parece necesario incluir un testimonio que me envió una compañera de lucha: “Cuando denunciamos el avance represivo del gobierno K pareciera que sólo hablamos de los luchadores obreros y populares, o por lo menos eso dejamos de ver durante este tiempo de estar encarcelado con una causa armada con el fin de cerrarnos la boca y destruir nuestras organizaciones por parte del gobierno.

Veo una realidad mucho más tenebrosa que es la de cientos de presos sociales en iguales condiciones que sólo tienen el acompañamiento de sus familias, todos con causas amañadas, armadas por la policía, con la complicidad de fiscales y jueces que avalan cientos de violaciones legales y derechos constitucionales, podría llenar esta página con nombres y casos (.).

Donde fiscales con evidentes aversiones contra los pobres como la fiscal de Mercedes Miriam Rodríguez, que es más conocida como la encarceladora de pobres, u Horacio Chiminelli, el verdugo. José Villalba, secuestrado por el estado, integrante de FUTRADEyO. Bloque Obrero y Popular, 10/9/07”.

Si todos los presos son políticos, no es menos cierto que todos los presos son sociales. La industria de las cárceles privadas, la venta legal e ilegal de armas, y la caja chica y mediana de las policías mejores o peores, son el trípode desde el cual hay que pensar la necesaria amplificación de la doctrina de inseguridad nacional.

La hipótesis de conflicto de un mundo bipolar (en realidad maníaco-depresivo) era la amenaza roja y el comunismo apátrida (otros denominan a eso internacionalismo proletario).

La actualidad post noventa no permite, ni siquiera a los fascistas trasvestidos en demócratas gerenciadores de la vecindad, ese tipo de excusa delirante. Por eso ha surgido con la misma intensidad de la noche de los lápices, pero extendida en el tiempo, la concepción reaccionaria de los “pibes chorros”. Ya no es “el pibe” en la genial creatividad de Chaplin, sino “los pibes” en su degradación social y política. Y para respetar pactos internacionales, mantener el límite de la inimputabilidad en 16 años, entonces se crea un código penal juvenil. La responsabilidad que es la mona vestida de seda, que culpa se queda.

Más allá de las buenas intenciones y mejor argumentaciones de Diana Conti y Eugenio Zaffaroni, hay una cuestión que debe plantearse, y con firmeza. Si la “derecha no puede copar la parada” (al decir de Conti) no es jugando en su propio terreno que los vamos a sacar de la cancha. El código penal es un código represor, y cuando es aplicado a conductas propiciadas por la inequidad económica y social, es un código inquisidor.

La situación actual es mala, pero no se trata de contentarse con una menos mala, porque no alcanza a ser buena.

Asociar lo juvenil con lo penal (de la juventud maravillosa a la minoridad asesina) implica un retroceso cultural análogo a la quema de las bibliotecas. O peor.

Se van a quemar en los pasillos de tribunales decenas de miles de las otras vidas robadas, por las infinitas formas de la trata que destrozan los hogares de los pobres entre los pobres.

La desaparición de Luciano Arruga no se hubiera podido impedir por más código penal juvenil que existiera. Otros códigos no escritos siguen poniendo la vida de los más humildes en las manos de aquellos que tienen y sostienen interpretaciones siniestras del nunca más.

¿Podremos seguir luchando para el nunca más de la segunda y definitiva independencia?

(1) Miller, Arthur. Las Brujas de Salem.