Respuesta a la hija del represor D´Amico
Al editor de @DIN:
Durante el invierno de 1976, un numeroso grupo de mujeres presas de la dictadura, pudimos presenciar la muerte de un joven médico santiagueño, José René Moukarzel. Los militares lo habían estaqueado desnudo en nuestro patio, para que pudiéramos contemplar su agonía por las ventanas de nuestras celdas. Cada tanto, un soldado le echaba agua encima. Hacían siete grados bajo cero. Finalmente, este joven profesional murió. Los golpes y la baja temperatura le provocaron un paro cardíaco.
Este es sólo uno de los horrendos crímenes cometidos por los militares que usurparon el poder en 1976. No es el peor. Violaron mujeres embarazadas, asesinaron a familias enteras, para robarles luego sus propiedades, torturaron con métodos que ni siquiera conocían los tiranos hasta entonces.
Aún durante la dictadura militar argentina se supo que todos los oficiales del ejército, desde subteniente hasta generales, tenían un "pacto de sangre". Debían participar de asesinatos y torturas. Era el modo como los comandantes en jefe se aseguraban la responsabilidad de todos.
Personalmente fui capturada cuando era estudiante de medicina y estaba a punto de concluir mi carrera. Mi esposo era empleado jerarquizado de una importante fábrica de San Francisco y su salario nos permitía llevar una existencia sin dificultades económicas. Menciono esto pues nuestra lucha, por un mundo mejor, sin niños que se mueran por desnutrición en nuestra Patria, no fue por necesidades personales. Sino por nuestra conciencia política y cristiana.
Nunca la sangrienta represión que instalaron los militares nos dio oportunidad legal para defendernos. Sobrevivimos sólo gracias a nuestra fortaleza y voluntad. Por mi parte fui separada de mi hijita de siete meses, que debió ser criada por su abuela durante seis largos años. Al igual que yo, mi esposo transcurrió siete años en condiciones más duras que las de las cárceles nazis. Mi carrera de medicina quedó tronchada para siempre, pues al salir de la cárcel, las autoridades universitarias de la dictadura en Córdoba no me permitieron continuarla.
Dentro de todo fuimos afortunados. Hubo familias que no sólo perdieron su patrimonio económico y profesional. A la familia Pujadas, incluyendo ancianos, niños, mujeres, los maniataron y volaron su casa, con ellos adentro, poniéndoles bombas. Sólo por ser parientes de un guerrillero (a su vez asesinado ilegalmente por militares, como se demostró con pruebas fehacientes)
La hija de D´Amico se lamenta de que su padre, a quien se sometió a juicio legal, esté ahora preso. Se lamenta que sus nietas tengan que verlo en una cárcel que, comparada con la que pasamos nosotros, es un hotel cinco estrellas.
Por nuestra parte, nunca guardamos odios contra estos cobardes asesinos, que tanto cuando tuvieron que combatir contra la guerrilla como contra un enemigo real demostraron su incapacidad. En efecto:
Nunca quisimos hacer a nuestros criminales enemigos, que defendían los privilegios de los aliados de los norteamericanos, no quisimos hacer lo que ellos nos hicieron a nosotros. Eso nos hubiese convertido en monstruos semejantes a ellos. Por el contrario, hoy miles de causas sobre asesinatos brutales de personas indefensas, horrendos tormentos inferidos, niños robados, etcétera, continúan impunes.
Pero lo que hoy vive D´Amico y decenas de represores como él, es sólo la consecuencia de sus actos.
Debería dar gracias a Dios de poder ver a su familia y estar prácticamente como un "preso VIP". Muchas familias de Santiago del Estero hoy lloran la ausencia de sus seres queridos, a quienes él no dio la oportunidad de que hoy disfruta.
Gloria S. V. Gallegos