martes, 27 de octubre de 2009

HAMBRE PRISION MUERTE ROSAS TEJADA GOMEZ TAFFETANI PELOTA DE TRAPO ALFREDO GRANDE NIÑOS JOVENES ARGENTINOS Edicion 22/10/09



 

El pan, la rosa y las políticas de Estado
21/10/09

Por Oscar Taffetani

(APe).- Un proverbio árabe (sospechoso de no ser ni árabe ni proverbio) dice que el hombre que tiene dos panes debe vender uno para comprar la rosa. Hay allí una expresión del sentido común. Un sentido común bastante avaro. Y egoísta. Y burgués. Ya que ve en la rosa (es decir, en la cultura) un bien suntuario; algo que uno puede permitirse sólo después de tener la panza llena. León Felipe le respondió a esa verdad egoísta del proverbio con una verdad poética, vale decir, con un profundo deseo: "¿Por qué ese panadero -escribió- no le pone una rosa de pan blanco a ese mendigo hambriento en la solapa?". Entre el pan y la rosa, entonces, un panadero. Es decir, el trabajo humano, embelleciendo y dando sentido a las cosas.

Todo esto formaría parte de una amable conversación si no estuvieran de por medio el hambre real, la pobreza real y el sufrimiento real de nuestros hermanos. Porque cuando hay frío y desabrigo -escribiría Tejada Gómez- el viento no es ninguna canción en las ventanas. Y para un niño en la calle, la niebla (ah, la niebla) es un sapo del aire. Y las manos son dos fardos inútiles. Y el corazón, una mala palabra.

Si algún sentido tiene el contrato social -pensamos- es el poder rescatar al hombre del salvajismo y la barbarie. Si algún sentido tiene el Estado, es el de crear las condiciones para que todos podamos disfrutar a un tiempo, sin proverbios ni excusas, del pan y de la rosa.



Lo que presupone el Presupuesto

"Mientras se negociaba la ley de medios en el Senado -leemos en una nota del diario Crítica- el oficialismo repartió 11.500 millones de pesos en obras públicas que benefician especialmente a cinco provincias, tres de las cuales fueron importantes -Chubut, Tierra del Fuego y Jujuy- para la sanción de la norma que finalmente sancionó la Cámara alta el sábado 10 a la madrugada..."

Sin embargo, los últimos efectos de la repentina asignación y distribución de fondos, no habría que verlos sólo en ese parto -con forceps- de la ley de Medios, sino en un rudo disciplinamiento que le permitirá al Ejecutivo, en los tiempos que vienen, contar con el voto automático de muchos legisladores.

Diputados ya dio media sanción al proyecto de Presupuesto 2010 presentado por el ministro Amado Boudou y es de prever que en el Senado, votos más o votos menos, ocurra lo mismo, con lo cual la asignación y distribución de los recursos de la Nación quedará completamente definida antes de que cambie el balance de fuerzas en el Parlamento. Y si alguna deuda chica -así lo dice el tango- sin querer se les ha olvidado, entonces el Jefe de Gabinete, utilizando sus renovados superpoderes, reasignará los fondos o cambiará de destino las partidas.

Claro que hay algo que esta exitosa táctica del Gobierno no podrá evitar: la responsabilidad por el default y por las crisis de las economías provinciales, será cada vez más su responsabilidad.

¿Es ésa la previsión? ¿Tendremos un Estado bombero, presto a asistir sólo después de que se hayan declarado los incendios, para convertir el derecho en gracia y la coparticipación en dádiva? Si ésa es la previsión -seamos realistas- poco importa qué ley de Presupuesto se vote, y cómo la voten, y quiénes la voten.



Modesta utopía parlamentaria

El economista Rubén Lo Vuolo escribió en su libro Estrategia económica para la Argentina que "la actual situación del mercado laboral, distribución de ingresos y pobreza, vuelve recomendable cambiar dicha tradición (política de sostenimiento de ingresos vinculada con el empleo) y avanzar hacia un sistema institucional que se constituya como una red de sostenimiento de ingresos de las personas, que sea lo más incondicionada posible".

Con ese fundamento fueron elaborados, a partir de la década pasada, distintos proyectos de Asignación universal por hijo, luego llevados a las cámaras por los legisladores del ARI, la Coalición Cívica y el Proyecto Sur, entre otros. Con ese fundamento, los Chicos del Pueblo y la Central de los Trabajadores Argentinos (CTA) impulsaron las marchas, las campañas y otras iniciativas orientadas a instalar en la conciencia y en el imaginario social la idea de que sólo una lucha frontal, que deponga intereses sectoriales, podrá detener el cotidiano y atroz crimen del hambre.  

La creación de nuevas fuentes de trabajo y la generación de empleo genuino -se sabe- contribuyen en el mediano y largo plazo a revertir los índices de pobreza. Pero hay una prioridad acuciante, que es el hambre. Sin parar la masacre del hambre, no habrá mediano ni largo plazo para ninguna clase de proyecto. Sencillamente, no habrá futuro.

La Asignación Universal por hijo (también llamado Ingreso Ciudadano para la Niñez), propone acabar con la injusta discriminación de los niños según su procedencia o el nivel socioeconómico de sus padres.

Especialistas de distintas formaciones políticas coinciden en que los recursos necesarios para sostener dicha Asignación podrían ser generados por el Estado direccionando subsidios vigentes (Plan Trabajar, Plan Jefes y Jefas, Plan Familias, etcétera), modificando el Impuesto a las Ganancias y gravando como se debe (y hasta ahora no se ha hecho) la renta financiera.

Sin embargo, como se difundió esta semana, el Gobierno ha elaborado su propia "asignación universal", de 135 pesos, destinada "a los hijos de los trabajadores informales". No sólo la suma es irrisoria (pensemos que los pañales descartables de un mes, para un bebé, cuestan $180), sino que la universalidad se ha perdido por el camino, se facilita el manejo clientelar y se consolida, una vez más, la inequidad entre trabajadores formales, trabajadores informales y desocupados.

¿Es impensable -nos preguntamos- que la Asignación Universal por hijo, con valores de dignidad (no menos de $ 300, para el costo actual de la canasta familiar) sea apoyada con decisión y compromiso por todas las bancadas legislativas? ¿Es impensable que la eliminación del hambre y la extrema pobreza sean política de Estado?

Quien juzgue esta modesta utopía en términos de oficialismo u oposición; quien busque excusas para no debatir y no votar; quien mire hacia otro lado; quien se ausente sin aviso; quien se ausente con aviso, será partícipe necesario, concurrente, responsable, del imprescriptible crimen del hambre.

Su pan (es hora de volver a la poesía) no tendrá sabor a pan. Y habrá perdido para siempre la rosa.

¿Hambre en la Argentina? Yo, apetito
20/10/09

Por Alfredo Grande

"dime qué comes, dónde comes, y cuánto pagas lo que comes. Te diré quién eres"
(aforismo implicado)

 Según relevamientos de institutos privados hay 4 millones de argentinos con hambre
El INDEC realizó por última vez en 2004 una medición nacional sobre la nutrición de niños y mujeres embarazadas. Informes de organismos independientes sostienen que el 10% de la población no come lo suficiente. No alcanzan los planes sociales.
"Cuando uno gasta en comida más del 30% de lo que gana, está pasando hambre. En este país hay más de 4 millones de niños -sólo niños- con necesidades básicas insatisfechas. Hay 45 mil familias miserables", asegura a Crítica de la Argentina Abel Albino, titular de Red Conin, una ONG que lucha contra la desnutrición infantil.
Por fuera del método de medición oficial, cada año la Comisión Técnica del INDEC, integrada por la Junta Interna del gremio ATE, junto al grupo de trabajo del diputado Claudio Lozano, hace un cálculo estimativo de la pobreza, a partir de los números de inflación que aporta la Universidad de Buenos Aires. Los datos de diciembre de 2008 revelaron que 13.414.179 de personas viven en la Argentina en situación de pobreza y 5.918.738 "directamente pasan hambre".
ARGENTINA Y EL MUNDO. Hace menos de un mes el Programa Mundial de Alimentos (PMA) advirtió que el número de personas que pasa hambre en todo el mundo en 2009 llegó a superar los mil millones, por primera vez en la historia. "Este año tenemos más personas hambrientas que nunca", describió Josette Sheeran, directora del PMA, y advirtió: "Muchas personas se despiertan y no cuentan ni con un plato de comida".
(Diario Crítica de la Argentina 13/10/09)

(APe).- Según cuenta esa mezcla apasionante de invento e historia que son los mitos populares (que no es lo mismo que una leyenda urbana pero a veces se le parece) el "yo, argentino" tuvo su origen en una de las habituales cacerías de extranjeros, sospechados de anarquistas, comunistas, socialistas. Al ser detenidos, respondían intentando una inútil defensa con esa poco creíble afirmación. El tiempo que borra algunas cosas y a otras simplemente las degrada, terminó haciendo de esa afirmación, el símbolo de la despreocupación, del "nada tengo que ver", del "a mí que me importa", y otras delicias de "el pueblo no quiere saber de qué se trata". O quizá sepa, pero no le importa demasiado. Decimos por estas tierras del otrora virreynato, que sigue sufriendo la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser: "andá a cantarle a Gardel", por la íntima convicción que "al mudo" ningún canto podría conmoverlo. Los sonidos del hambre distan demasiado de ser un canto. Son un grito desgarrador, pero sin volumen. Apagado como mp3 en colectivo. Si el que no llora no mama, al que no come ni fuerzas para llorar, gritar, patalear le quedan. Alberto Morlachetti escribió que el hambre es un "asesino serial". Agregaría que además ha perfeccionado la forma más silenciosa, más sencilla, más cruel y más cobarde de matar: por pura sustracción alimentaria. El hambre es quizá el acto destituyente por excelencia. Pérfida excelencia, desde ya. Porque destituye la organicidad cerebral, el desarrollo corporal, la capacidad simbólica, la trama vincular, el despliegue deseante, la construcción de la esperanza y la alegría y apenas permite que, a empujones y sopapos, algunas necesidades básicas puedan ser eternamente no satisfechas. Porque esa forma acotada, estéril, miserable, indigna, de no ganar el pan a pesar del sudor de la frente, ha desarrollado una escala industrial de la beneficencia, la limosa, la caridad, la piedad como el revés de la más brutal indiferencia. Un psicoanalista diría que es la más formidable formación reactiva jamás construida. La maldita maldad del hambre engendra a diferentes super héroes, patronos del choripán y el tintillo, diáconos del mate cocido y los refrescos no aptos para consumo humano, lores de las leches contaminadas. Y los más importantes: los capitalistas que han visto que la pobreza es un tremendo negocio. En vez de la conmovedora lucha de la "pelota de trapo", se amasijan por el "balón de oro". Con seguridad, el niño deprimido superará la melancolía que la sombra del Diego arrojó sobre su deportivo Yo. De la misma forma saldará las pesadillas de Fiorito en las lujosas habitaciones de un spa. El hambre da vergüenza, porque no permite pensar en nada más. El frío tiene la defensa del abrazo, de tiritar en grupo, de cubrirse con todo lo que se encuentra y con lo que no se encuentra. Claro, hay gente que muere de frío, o intoxicada por un dióxido de carbono de un brasero, pero como dios es argentino, el frío-frío dura poco. Y hablando de formaciones reactivas: las pocas veces que nieva es una fiesta. Al menos en la reina del plata. Pero la eternidad del hambre ha creado una grieta donde antes había un sendero peligroso. Los Quilapayún cantaban: "es peligroso ser pobre, amigo" en la inolvidable Cantata Santa María de Iquique. Ha dejado de ser peligroso. Ahora ser pobre es una sentencia de muerte. A mediano o corto plazo. Muerte real. Muerte simbólica. La patética discusión sobre porcentajes de pobreza y de indigencia es quizá el rostro más sombrío de esta democracia. Expertos estableciendo una frontera que divida al pobre del indigente, frontera débil como los cuerpos de aquellos que se amontonan de uno y otro lado. En una de esas, uno se levanta pobre y se duerma indigente. O ni siquiera se levante, como el pobre Benito de la canción de Serrat. El sargento Cabral, el soldado heroico: ¿habría muerto contento si el enemigo a batir hubiera sido el porcentaje de niños pobres y de pobres niños? Podemos suponer que hubiera muerto con la inmensa tristeza de no poder batir a ese enemigo burocratizado, de uñas limpias y culo sucio, que embarra la cancha para que ni siquiera una pelota de trapo ruede, y que se empeña en ningunear trabajadores que reclaman personería jurídica. Paradoja total: los mismos burócratas que reinan en la columna vertebral del movimiento obrero organizado, han sido bautizados hace décadas como "los gordos". Obviamente, no es justamente hambre lo que tienen. No es justamente el hambre lo que podrían llegar a entender. No es justamente el hambre lo que les puede llegar a importar. Aunque seis millones de personas padezcan hambre, los millones que no lo sufren, no desarrollan ninguna empatía con aquellos que sufren y son desgarrados por el flagelo de los hambreadores. El hambre, el asesino serial, es una construcción social y política de una jauría brutal de administradores y productores de la carencia y la miseria. O sea: el hambre no implica una carencia, una falta, una pura negatividad. El hambre es la resultante necesaria del sobrante, del exceso, de la pura positividad de lo que se llama generosamente "el agro negocio". Algo así como una mafia de los garbanzos. La misma ayuda social, que supuestamente debería enfrentar, paliar, atemperar al terrible flagelo, está impregnada de otros mecanismos sustitutivos para sostener y ampliar poder mirando bien a quien. El Hambre (de alimentos, educación, salud, vivienda, justicia, amor)es una espada de Damocles que no está encima de la cabeza, sino que con frecuencia las corta. Me parece que tendremos que empezar a pensar en los hambreadores, verdaderos simuladores de la abundancia. No hay hambre ni hambrientos, sin la presencia cuasi invisible de esta casta saqueadora. Hambreadores que legitimados por la democracia representativa, son deslegitimados por la cotidianeidad del desgarro. Pero a no dudarlo, si enfrentáramos a los hambreadorescon la realidad real o incluso con la realidad estadística, nos mirarían con cara de ángel sorprendido y dirían: "¿hambre en la argentina? Yo, apetito."

Costumbres argentinas
22/10/09

Por Claudia Cesaroni

(APe).- El 20 de octubre de 2004, hace exactamente cinco años,  la Comisaría 1ra. de Quilmes, al igual que decenas de otras dependencias policiales de la provincia de Buenos Aires y de cada una de las provincias argentinas, estaba repleta de adolescentes presos.

Como de costumbre, recibían golpes, malos tratos y amenazas. Algunos decidieron protestar, del modo desesperado en que acostumbran protestar los presos cuando nadie los escucha: quemando colchones. No solo no les abrieron las celdas, sino que los dejaron quemarse vivos, y después los sacaron a los palazos. Así, quemados y golpeados, murieron Miguel Aranda (17), Manuel Figueroa (17), Diego Maldonado (16) y Elías Jiménez (15). A sus nombres se suman los de otros cuatro chicos quemados y golpeados en la Comisaría 20 de Orán, Salta, en octubre de 2006; y los de otros seis quemados y golpeados en la misma Comisaría 20, en la Navidad de 2008. El último de la lista es un adolescente de 16 años, "demorado por generar disturbios en la vía pública" en un barrio de Posadas, Misiones, el 1 de octubre de este año. La policía lo llevó a una comisaría, de donde salió muerto. Se llamaba Esteban Leiva y apareció ahorcado en un calabozo donde nunca tendría que haber estado.

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