miércoles, 28 de abril de 2010

secuestro, tortura, asesinato, Campo de Mayo y el último dictador, condenados La Arena

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foto- Dr. Mario Gerardo Yacub Cherbín abogado argentino desaparecido.

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EX GENERAL BIGNONE CONDENADO A 25 AÑOS DE PRISIÓN          por   EMILIO MARÍN 

El 20 de abril fue un día de felicidad para los que quieren que los juicios contra los genocidas lleguen hasta el final y haya condena para aquellos cuyos delitos hayan quedado debidamente probados.     Entre esos compatriotas, obvio, no está Eduardo Duhalde.

En una cancha de Fútbol 5, del Club José Hernández, de Florida, Vicente López, debidamente acondicionada para servir como sala de audiencias, el Tribunal Oral Federal 1 de San Martín llevó adelante el juicio y dictó su sentencia.

Hubo seis condenas y una absolución, la del comisario de Bella Vista, lo que no agradó a la querella ni a los fiscales que habían acusado. Menos aún gustó al público, unos 300 familiares de víctimas, sobrevivientes y militantes de derechos humanos, que hubieran querido que el comisario también fuera condenado. Sin embargo, tanto al oír las sentencias como la absolución, el público se comportó correctamente. No fueron necesarios ni vidrios blindados ni el numerosísimo aparato policial que caracteriza en estos eventos a la sala de Tribunales Federales de Avenida Comodoro Py.

Los condenados, de un coraje exiguo, optaron por no estar presentes en la sala al momento de leerse las sentencias. Estaban en otro lugar, dentro del mismo club, tomando mate. De aquí en más tendrán bastante tiempo para conversar y calentar la pava en el penal de Marcos Paz, pues el tribunal, por boca de su presidenta, Marta Milloc, determinó que la pena deberán purgarla en cárcel común. Los otros dos magistrados, Héctor Sagretti y Daniel Cisneros, secundaron a Milloc en una tarde que puede ser histórica.

Es que uno de los condenados fue el general Reynaldo Benito Bignone, ex director del Colegio Militar, ex jefe de Estado Mayor y ex jefe del Comando de Institutos Militares con asiento en Campo de Mayo.

Lo más conocido de su prontuario es que sucedió a Leopoldo F. Galtieri en la “presidencia” de la dictadura militar luego del fracaso de Malvinas; como último jerarca de facto entregó la banda presidencial a Raúl Alfonsín.

En abril de 1985 comenzaba el juicio a las tres primeras juntas de comandantes y allí Bignone se salvó por decisión política de Alfonsín, quien excluyó a la cuarta junta y al último dictador. Ahora le tocó perder a éste, con 25 años de cárcel sobre su cabeza.

Igual pena recibieron los generales Santiago Omar Riveros y Fernando Verplaetsen. Otros dos generales, Jorge García y Eugenio Guañabens Perelló, fueron condenados a 18 y 17 años respectivamente. El coronel Carlos Tepedino, jefe del siniestro Batallón 601, se fue a Marcos Paz por 20 años. La imputación general fue por 56 casos de allanamientos ilegales, secuestros de personas varias de las cuales quedaron desaparecidas, torturas y otros delitos de lesa humanidad cometidos en uno de los dos mayores campos de concentración. Se disputa el número uno con la ESMA del almirante Emilio Massera.

 

El jerarca

Hasta el momento había unos 60 condenados, en el marco de la reapertura y aceleración de las causas en todo el país, tras la anulación de las leyes de impunidad. Con la media docena de militares condenados el 20 de abril, esa estadística se actualizó y es destacable que lo haya hecho con peces gordos. No es por salvar a nadie, pero reconforta que cinco generales y un coronel hayan sido sentados en el banquillo y condenados.

Todos ellos habían actuado en Campo de Mayo, donde funcionaron cuatro centros clandestinos de tortura y exterminio. Por allí pasaron entre 4.000 y 5.000 prisioneros de los que apenas sobrevivió un puñado.

Uno de los pocos que logró escapar fue Juan Carlos Scarpatti, oficial montonero que había llegado al lugar malherido y con nueve balas en su cuerpo. Sobrevivió y cuando pudo fugarse hizo las primeras denuncias bien documentadas sobre ese antro de la dictadura. Desde otro ángulo, el libro de Fernando Almirón, “Campo Santo”, basado en el testimonio del ex sargento Víctor Ibáñez, completó y amplió el conocimiento de lo sucedido allí.

Por ejemplo, los represores disponían en Campo de Mayo de un lugar donde aterrizar y despegar aviones de los “vuelos de la muerte” para arrojar sus prisioneros dopados al mar. A Ibáñez le tocaba limpiar los aviones al regreso de esas misiones.

Según Scarpatti, entrevistado en otro libro por Marisa Sadi, “El caso Lanuscou, La columna Norte, La otra historia”, el Ejército, antes de entregar el poder en 1983, negoció con el presidente electo que el centro de la atención política y jurídica en materia de derechos humanos se pusiera en la ESMA, para apuntar contra la Marina. Campo de Mayo, sinónimo de Ejército, en cambio, no tendría esa publicidad.

Y algo de eso pudo haber sucedido, si se tiene en cuenta que del juicio a los ex comandantes se exceptuó a Bignone y Cristino Nicolaides, y lo de Campo de Mayo se comentó más masivamente a partir de 1985, recién cuando Almirón publicó algunos artículos periodísticos (después vendría el libro).

Bignone se hizo acreedor al veredicto del Tribunal Oral 1 de San Martín. Como director del Colegio Militar de la Nación fue responsable de la desaparición de dos jóvenes colimbas, Luis Pablo Steimberg y Luis Daniel García, como lo documenta el libro “El escuadrón perdido” del ex capitán José Luis D´Andrea Mohr (pág. 227).

 

Robo de bebés

Luego el general fue titular del Comando de Institutos Militares, Comando de Zona 4, donde funcionaban trece centros de exterminio, incluyendo los cuatro de Campo de Mayo. Allí no sólo fue responsable de todos los crímenes cometidos en la jurisdicción de zona norte del conurbano, sino también –y muy especialmente- de los robos de criaturas. Si la ESMA tuvo su “Maternidad Sardá”, según se ufanó el vicealmirante Rubén Jacinto Chamorro, Campo de Mayo tuvo directamente su Hospital Militar para esos partos.

Por esa causa de los bebés, el ex dictador fue denunciado por Abuelas de Plaza de Mayo y estuvo detenido entre 1999 y 2005, claro que como preso VIP. Esa causa fue elevada a juicio en abril de 2007 pero aún las audiencias no comenzaron por la lentitud y en algunos casos complicidad de la justicia. Cuando haya juicio, tendrá otra segura condena.

El militar lo sabe. Por eso en sus últimas palabras antes de ser condenado, el 20 de abril, quiso desmentir que los robos de criaturas fueran 500 como sostienen las Abuelas y organismos de derechos humanos. Dijo que “no llegan a 30 casos y sin intervención de personal militar”. La abundante prueba indica otra cosa.

Otra forma de enterrarse solo fue su afirmación de que los desaparecidos no habrían sido 30.000 sino “solo” 8.000. Miente, pero de cualquier modo, con la cifra que él sostuvo como válida dio credibilidad a las denuncias y juicios contra el terrorismo de Estado y la represión ilegal, que él llamó “guerra”.

Sería bueno que aclare el gobierno, quizás por medio de la Secretaría de Derechos Humanos o directamente Anses, si el general genocida estaba cobrando o no una jubilación de privilegio. Hasta octubre de 2006 la percibía, pese a haber pasado los últimos siete años detenido por supresión de identidad a los menores apropiados. El fiscal Guillermo Marijuán presentó el 12 de octubre de ese año una denuncia para que se le sacara ese beneficio. Fue a raíz del escándalo que se suscitó cuando Bignone mandó una carta pública al acto convocado por Cecilia Pando y los videlistas en Plaza San Martín, instando a los jóvenes a que "terminen lo que nosotros no supimos ni pudimos terminar".

Lo que parece deplorable es que el columnista de Clarín, Julio Blank, comentando la condena a Bignone, con la que dice coincidir, aproveche para retomar la campaña contra el gobierno nacional pese a éste aprueba la materia de derechos humanos.

Escribió el domingo 25: “para ponerlo en palabras de Pino Solanas, que de peronismo y de integridad personal puede dar lecciones a algunos advenedizos y conversos: demasiadas veces parece que "nos encaminamos a una suerte de fascismo disfrazado de progresismo". Blank citaba y se copiaba de Solanas, pero éste había plagiado la última tapa de Noticias y la revista violado el copyright de Elisa Carrió. En suma, ninguno de éstos tuvo nada que ver con el juicio y sentencia al ex dictador. Y en vez de sumarse al alborozo, seguían en su obstinada persecución y calumnia contra el adversario. ¿Algo de eso no es también el fascismo?