viernes, 7 de mayo de 2010

Noche argentina Capitalista exige sacrificar a un joven altar del crimen droga violencia

"Cuando a tu vecino veas afeitar, pon tus barbas a remojar".   recopila Toto

 

ESTO ES CAPITALISMO Y PASA EN ARGENTINA.

 

PROVOCACIÓN EN LA NOCHE

 

Nuevamente hay que lamentar otra víctima de la noche. Doble víctima si puede decirse, víctima contra víctima. Crimen en la callr de un joven a la salida de un boliche nocturno. Crimen de unos contra otros, de adolescentes contra adolescentes.

 

¿Cuántas muertes más habrá que sumar para que la sociedad ponga fin a esta manera brutal de desaparición de jóvenes.?

 

¿Cuánto dolor sin sentido habrá para contar, causado muchas veces dentro o fuera de esos sitios durante una sucesión de noches y madrugadas, donde los chicos se juntan sistemáticamente cada fin de semana?

 

No son pocos los que asisten a esos centros, que con un impulso irrefrenable los mueve de manera uniforme y  precisamente  no al encuentro, sino al desencuentro y como en estos días a la desintegración.

 

Porque no hay que olvidar la finalidad de esos espacios,  destinados al consumo de alcohol, de excitabilidad por el tipo de música y de luces creadas al efecto. Son verdaderas citas para el descontrol y sonambulismo.

 

¿Qué más tiene que ocurrir para que muchos padres, en primer lugar, pongan fin a esa costumbre que podría llamarse compulsiva, de permitir frecuentar a sus hijos a esos ambientes, casi como un deber ineludible ?

 

No existe una causa única de responsabilidad. Es más fácil para el argentino medio poner la culpa afuera y no mirarse interiormente. Se trata de jóvenes, casi niños que desde los quince o dieciséis años o quizás menos se mueven de forma unánime hacia su boliche preferido, esperando la llegada del fin de semana como el premio a vaya a saber qué.

 

 Es para muchos una manera de desconocer, de  negar  o de defenderse de la realidad que les toca vivir. En un mundo en donde los adultos tienen pocas esperanzas, es muy difícil que los jóvenes la tengan.

 

Es  a través del ejemplo que como sujetos nos llenamos de valor, de esperanza, de carácter, de vida o contrariamente de decepción, de debilidad, de sin razón o de muerte. Si los adultos no les generamos ilusiones, los menores no la tendrán.

 

Hay que pensar en esos jóvenes casi niños apropiados de la noche, una noche que los impulsa a la enajenación , proclive en ocasiones al abuso de sustancias adictivas.

 

Es lamentable conocer cómo en esas circunstancias los chicos se potencian mutuamente y pasan de un instante a otro a ser víctimas y victimarios.

 

En otro artículo hice referencia a que los jóvenes de otras latitudes tienen diferentes maneras saludables de recrearse, de pasar el tiempo libre y divertirse colectivamente.

 

¿Qué pasa en nuestro medio? ¿El local bailable es la única opción? Claro que no, debemos conocer que solo la Capital Federal tiene tantas actividades culturales diurnas y nocturnas como las grandes capitales del mundo.

 

Recuerdo en mi generación un libro leído también en la actualidad , en el que la ficción apropia la mente y en donde la pesadilla nocturna o la violencia callejera  asombra profundamente y se ven los hechos narrados como algo imposible o imaginado muy bien por el autor.

 

Esa muestra de sucesión de violencia o de “ultraviolencia”, de sociedades alejadas de la ética, de padres pasivos que no influyen en la educación de sus hijos, de agresividad potenciada en el manejo de automóviles, entre otras cosas,  parece pura imaginación y fantasía.

 

Ese mundo mecánico y de terror solamente podría ser producto de un brillante escritor, entonces así ,la ciudad futurista de Anthony Burgess no tendría nada que ver con nuestra realidad.

 

Lastimosamente ese mundo ya trascendió las páginas de ese libro y convive entre nosotros. No se trata de una ciudad del mañana, ni de personajes extraídos de la ficción, sino de nuestro presente cotidiano, de nuestras noches agitadas de vulnerabilidad social.

 

Me atrevo entonces a hablar de una provocación general, que no solamente opera dentro del establecimiento donde los jóvenes supuestamente se “divierten”, sino que se proyecta en el afuera.

 

No olvidemos que los chicos de la clase media alta tienen acceso a  automóviles que sus  padres les proporcionan, porque es difícil que un muchacho  pueda obtener ese producto por sus propios medios, en el momento en que solo debería estudiar.

 

Porque ¿cuál sería el mérito para tal beneficio? ¿Se los estaría premiando  a través del consumo, de la satisfacción de bienes materiales, donde sobre todo el automóvil en la época actual  ha pasado a ser la estrella de la sociedad?

 

Con los niveles de accidentes viales, que salvo excepciones, podrían llamarse “crímenes en la vía pública”, nuestro territorio ha pasado a ser uno de los más peligrosos en ese sentido y no es cuestión de destino, como dicen algunos especialistas en la materia, sino de un conjunto de irresponsabilidades, en donde en este caso, tratándose de jóvenes, son tanto víctimas como victimarios.

 

  Si desde las familias y también porqué no, desde los que tienen autoridad  en sus diferentes niveles, no se incrementa la comunicación oral verdadera (por supuesto no la que han inventado algunos medios informativos masivos) y no se transmiten los verdaderos valores que nos legaron  generaciones anteriores, estaremos cada vez más cerca de lograr ese estado futurista imaginado de manera predictiva por Burgess.

 

Hay que volver a establecer relaciones paterno - filiales basadas en el cariño real y no en el consumo que solo satisface una necesidad inmediata material e instala un gran vacío generacional, carente de sentido.

 

En la era de la comunicación es cuando más se han deteriorado los lazos interpersonales, donde casi es nula la comunicación en general y en donde causa cada vez más daño el silencio instalado entre padres e hijos. Es una tarea y un reto para los adultos lograr establecer nuevamente vínculos positivos.

 

 

Entre lo mucho que tenemos por hacer, debemos fundamentalmente educar a los niños y a los jóvenes en un principio: aprender a identificarse, a quererse y a  respetarse a sí mismo,  para lograr identificar, querer y  respetar a los demás.

 

No es una labor y compromiso de uno solo, sino de todos.

 

 

                                                               Lic. Nidia  Cristina  Cerizola  Vega            Psicóloga  argentina