CENTRO CULTURAL ALEJANDRO OLMOS
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Durante las fiestas del Bicentenario, en medio del silencio, el 29 de Junio de 2010, fueron repatriados los restos del Marquéz de Yavi, soldado de la Emancipación Nacional.
Sangre azul y revolucionaria
Fernández Campero nació en San Francisco de Yavi, provincia de Jujuy, el 9 de junio de 1777, le tocó convertirse en el cuarto marqués de Tojo (o Yavi) y heredó todos los dominios que abarcaban gran parte del actual norte argentino y sur de Bolivia. (3.000.000 de Has.)
Por su condición social, ejerció varios cargos públicos y fue elevado al rango de coronel mayor del Ejército español, a pesar de no tener formación militar.
Pasada la revolución de 1810, Campero se encontró, como tantos españoles y criollos de la época, en la difícil situación de seguir siendo fiel al rey de España o sumarse al naciente gobierno patrio. Eso lo terminó de definir durante la batalla de Salta, en 1813.
El 20 de febrero lo encontró como gobernador provisorio de Salta y a cargo del ala militar izquierda del Ejército español, conducido por su compadre, el general Pío Tristán.
Ya con las acciones militares iniciadas, Campero decidió retirar sus tropas sin presentar combate, lo cual fue decisivo para el triunfo de Belgrano.
Esta acción fue tomada en España como una traición imperdonable a la Corona. Los realistas le hicieron, en ausencia, un consejo de guerra. Lo sentenciaron a prisión perpetua y a partir de entonces se convirtió en una obsesión para los españoles, quienes no descansarían hasta vengarse del noble traidor.
Comandante de la Puna
Ya no había vuelta atrás para Fernández Campero, quien se unió definitivamente al Ejército patriota, en el que se le respetó el cargo de coronel. Con la asunción de Martín Güemes, primo del marqués, como jefe de la defensa del norte argentino, Campero pasaría a ocupar un lugar central en el esquema militar.
Al mando de un escuadrón de 600 hombres, sostenido económicamente por su propio bolsillo, estuvo a cargo del flanco oriental de la Puna y la Quebrada de Humahuaca.
Se calcula que el marqués aportó a la a la causa revolucionaria alrededor de 200 mil pesos de esa época, una cifra importantísima, más si se tiene en cuenta que el presupuesto anual de Salta era de 180 mil.
El 15 de noviembre de 1816, la guerra patriota sufriría uno de los reveses más sangrientos. La mala interpretación de una orden dada por Güemes a Rojas dejó sin vigilancia la zona de Yavi. Un escuadrón español atacó el pueblo cuando se daba la misa del domingo.
En breves minutos una balacera generó pánico y confusión entre los pobladores y el ejército. Rodeado por el enemigo, fueron cayendo los patriotas bajo las armas realistas.
El marqués logró montar un caballo, pero al tratar de saltar una zanja, cayó de la cabalgadura y fue tomado prisionero.
Ahí comenzará el martirio de Fernández Campero.
Preso y torturado
Tras el desastre de Yavi, los españoles también invadieron Jujuy y Salta. Recién en 1817 Güemes los obligó a retirarse humillados y derrotados.
Campero fue encarcelado en Tupiza y en Potosí. Allí fue víctima de terribles torturas y condenado a prisión perpetua.
Después de un año de castigos logró escaparse de la prisión, pero fue recapturado y llevado a Lima.
Enterados de la grave, dolorosa y humillante situación a la que era sometido, Güemes, Belgrano y San Martín pidieron por su persona y hasta ofrecieron canjes de prisionero. Pero tal era la saña que tenían contra Fernández los defensores del rey de España que se negaron a acceder a las ofertas.
Finalmente, cuando era embarcado rumbo a España, su deteriorada salud empeoró en altamar y fue desembaracado en Jamaica, donde murió el 22 de octubre de 1820 a la edad de 43 años.
Fue enterrado en Kingston, la capital de Jamaica.
Tras años de luchar para que sus restos sean repatriados, un descendiente de él, Rodolfo Campero, decidió viajar a Centroamérica y cumplir con ese objetivo.
El 11 de marzo último, junto a una delegación de funcionarios argentinos, jamaiquinos y de varios países latinoamericanos, exhumaron durante una emotiva ceremonia los restos del marqués y los colocaron en una urna que fue bendecida por un sacerdote y envuelta en una bandera argentina. Así regresó a su Jujuy natal.
"Prefiero ser traidor a mi clase, que ser traidor a mi Patria"
Lisandro de la Torre
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