El dios de la Doctrina de la Seguridad Nacional Por Marcela Bosch. (*) Buenos Aires. -"Fuimos a Puebla con el fin de encontrar a nuestros pastores cuando Primatesta nos vio con nuestros pañuelos blancos nos dijo: - ¿Ustedes también aquí?. Pío Laghi huía como un ratón, cuando hablábamos con los obispos de otros países para que intercedieran por nosotras, nos decían: -Hablar con sus obispos es como hablar con los militares... -Cuando volví de Puebla, me secuestraron. Luego, cuando salí no necesité terapia, ¿para qué? -Yo tenía a Dios. (Jara Telma, 1986) Las Palabras precedentes son parte del testimonio que Telma Jara de Cabezas realizó en la entrevista que me otorgó en el año 1986. La recuerdo en la misma serena y fuerte, con la seguridad de quien aún en la persecución, persiste en una lucha que considera justa. Escribo estas líneas a modo de homenaje en el marco del juicio de la Esma que se lleva a cabo en estos días donde el pasado 17 de setiembre atestiguó su hijo Daniel. El testimonio de Telma confirma lo que desde entonces, como militante y teóloga cristiana vengo sosteniendo: los obispos confiesan a un dios de la Doctrina de Seguridad Nacional, muy alejado del Dios de la vida en el cual creían mujeres, madres y militantes perseguidos por "ateos apátridas" Ciertamente ella y ellos eran ateos del dios que se alimenta con la sangre de sus víctimas. Telma, como secretaria de la Comisión de Familiares, había concurrido a la reunión del Episcopado Latinoamericano en Puebla realizada del 27 de enero al 13 de febrero de 1979. Como cristiana de confesión católica, al igual que muchas de las madres de desaparecidos/as, cuando perdió a su hijo esperó inútilmente que su dolor fuera comprendido por quienes ella consideraba "sus pastores". De a poco, cansada de pedir y gritar Telma comprendió que los obispos argentinos no sólo se mostraban sordos a su dolor, sino que eran cómplices de quienes le habían arrebatado a su hijo. Telma llegó a Puebla junto a otras madres, con la esperanza de ser escuchada y con la esperanza que su verdad fuera puesta de cara al mundo, donde "Mons. Romero en persona nos dijo que hablar con los obispos argentinos era como hablar con los militares" (sic).[i][i] A poco de volver de la Conferencia, el día 30 de abril Telma fue secuestrada y trasladada a la Esma donde fue salvajemente torturada. Como militante y como teóloga, a partir de la investigación realizada en el año 1992, puedo afirmar que los obispos argentinos, fueron cómplices del accionar de las FF AA en su conjunto, compartiendo y alimentando el mismo universo simbólico que les permitía otorgar la legitimación teológica necesaria para sostener un accionar criminal. De la misma manera, miembros del clero y el Vicariato Castrense, no dudaron en ser ejecutores directos de tanta ignominia, un caso paradigmático de lo dicho lo constituye la conducta delictiva del Pbro. Christian Von Wernich durante el periodo de la dictadura. La recurrencia al tema del sacrificio en los discursos de las FFAA, asumiendo el rol de la víctima en el plano de lo denotado, cumple con el objetivo de realizar una clara inversión de la víctima sufriente, donde el sacrificador paradojalmente, se instituye en el sujeto que es sacrificado e inmolado en el altar de la Patria. El discurso autoritario logra convencer: lo esencial es terminar con el agresor, lo superfluo o inexistente es la ética. Los términos orden, paz, sacrificio, purificación se encadenan en las Declaraciones anuales del Episcopado donde se señala claramente la función salvífica que cumplen las FF.AA, en concordancia con el ideal de todo buen cristiano. Cuando el Episcopado acepta la existencia del sacrificio en pos del orden, lleva inexorablemente a acatar que el propio sacrificador ponga los límites, elija las víctimas, disponga sobre los vivos y los muertos[1][*] ¡Excelente recurso para provocar confusiones, legitimar exterminios y encubrir bajo el manto inocente de heraldos de la fe a vulgares asesinos, ávidos de compartir con sus seguidores, bienes espirituales y con sus detractores dolor y muerte! (1) Por otra parte, la salvación está basada tanto para los obispos, como para el imaginario de los militares, en la dicotomía: alma – cuerpo. Del primer término se predica positivamente y se la erige como portadora de todos los beneficios sobrenaturales.[2][†] Del segundo término, el cuerpo, se dice que es tan sólo un carcelero. No es difícil deducir de lo dicho que es lícito mortificar el cuerpo, con el fin de purificar el alma. Los secuestradores, los torturadores, los que daban órdenes y los que las cumplían dormían con una conciencia liberada, porque podían defenderse del enemigo: ellos luchaban contra monstruos, apátridas, ateos, portadores de los más satánicos planes. Con el propósito de combatirlos había que convertirse en monstruo y poner en funcionamiento la máquina de matar. ¡Al fin de cuentas se mataba para liberar y purificar el alma del pecado y la ignominia! Si quedaba algún tipo de escrúpulo siempre se encontraba un diligente capellán que aliviaba los vestigios de conciencia. La conciencia "misionera" que el Episcopado posee de sí mismo, impregnado históricamente de rasgos autoritarios y excluyentes, aún hoy, lleva a los obispos a sentir el miedo aterrador a que la Patria se viera envuelta por falsas ideologías. Sin lugar a dudas el Proceso brindaba el marco propicio para revivir pasadas glorias, así como también convocar a nuevas, remozadas y siempre bien venidas luchas en pos de la libertad....Porque el Dios en el cual cifran sus ilusiones tanto los militares como los obispos es un Dios celoso de su ortodoxia, pero también es un Dios que se nutre constantemente de la sangre de sus víctimas.+ (PE) Nota. En la Fiscalía Federal Nº 3, a cargo de López de Filoñuk, figura la denuncia del secuestro, encarcelamiento y tortura de los sacerdotes Alejandro Dauzá, Santiago Weeks, Alfredo Velarde, Daniel García Carranza y Humberto Pantoja, misioneros de la Orden de Nuestra Señora de La Salette, secuestrados el 3 de agosto de 1976, trasladados al D2 de Inteligencia de la provincia de Córdoba, torturados en el campo de concentración La Perla. quienes salvaron su vida, a pesar que el arzobispo Primatesta a cargo de la diócesis en ese momento nunca denunció tales desapariciones. ([1]*) Marcela Bosch. Dra. En teología. En el año 1992 presentó sus tesis de licenciatura: "Del Dios de la Víctima al Dios de la Doctrina de Seguridad Nacional." Donde a partir de la construcción de un CORPU del periodo 76-82. de (60) discursos dividido en tres series: 1. discursos emitidos por integrantes de las Juntas, 2. integrantes del Vicariato Castrense, 3. Discursos emitidos por el Episcopado en su Conferencia. Se concluye que la guerra ideológica que sustenta la doctrina de la Seguridad Nacional y su recurrencia a lo religioso como vía (si bien no la única) de legitimación. PreNot 9101 100923 |