jueves, 23 de septiembre de 2010

¿“Tiene un 25 " ? Rosario de Santa Che Fe Guevara argentino

¡ Tire dié..  ! (tire diez centavos)  gritaban hace cincuenta años los chiquilines rosarinos que corrían a la par de un tren que circulaba a baja velocidad por un puente,

con sus manitas extendidas y abiertas repetían ese  '¡ Tire dié.. !"

 

Magistralmente documentado por Fernando Birri en la película que lleva ese nombre no pude menos que incorporarlo a mi memoria afectiva íntima.

Hoy llega desde la Rosario cuna del Che Guevara me llega este   ¿" Tiene un 25 "?  

Cambió la cifra y aumentaron los niños que piden con los tiempos, son cosas de Menem, Cavallo,  Aguinis, Menendez, Sofovich, Sebrelli, Mirtha Legrand, Pepe Eliaschev, Duhalde,  Pacho O´Donnell, Agosti, Salvia, Chiche Gelblung, Nelson Castro, Feinman, Videla, Susana Giménez, Masera, Mariano Grondona,

 

 

 

"Tiene un 25..?"

Por Adolfo Pedroza.

Rosario. Santa Fe.

"¿Quién va allí? Grosero, hambriento, místico, desnudo... ¿quién es aquél?

¿No es extraño que yo saque mis fuerzas de la carne de un buey?

Pero ¿qué es un hombre en realidad?

¿Qué soy yo? ¿Qué eres tú?"

 (Walt Whitman: "Canto a mí mismo"; Inicio del canto 20)

 Era la frase que soltaba con una sonrisa cuando te miraba. Mi cara se desviaba para no mirarlo y mis pies apuraban el paso.

A las once de la noche -con 9 cuadras por patear hasta mi casa- el ánimo no era el mejor al final de una jornada de trabajo. En esas 36 cuadras que camino en el día (en realidad son nueve que se repiten cuatro veces); ya conozco bien ese tramo de la avenida Pellegrini de Rosario y casi todo ese mundo que habita en cada esquina integrado por personas con disminuciones físicas, malabaristas, equilibristas, acomoda autos (aquí llamados "trapitos") y muchos chicos de varias edades simplemente pidiendo monedas.

Una noche; aquel a quien yo identificaba como el "tiene un 25" estaba en la esquina de siempre con la capucha del buzo puesta y la cara pálida de frío. Lo mire como para decirle que no con la cabeza (como siempre) y el me dijo: ¿Cómo va? y se puso a caminar a mi lado.  Me desconcertó... sólo atiné a preguntarle si ya se iba. Asintió con la cabeza y agregó –mientras ya caminaba conmigo- "lo que pasa que mañana tengo que madrugar para una changuita con mi viejo".

Ya con las manos en los bolsillos del buzo, y como para aflojarme... tiró: "Soy el Kely y con mis 13 en cualquier momento termino la escuela aunque sea de familia de delincuentes como dicen estos vagos..." y se reía con ganas mientras se gritaba con los de la esquina y les decía "Laburen vagancia!!!" La goma de mascar iba de un lado a otro de la boca para permitirle hablar y reírse, siempre mirándome con una sonrisa cómplice. Esperaba mi reacción por lo de delincuente y yo ensayé un gesto de que no me importaba mucho.

Les volvió a gritar a los de una esquina, que ya dejábamos atrás, "Me voy temprano porque mañana tengo una changa". Luego me dijo: "lo que pasa que siempre me voy después de la una... o cuando se acaba el fernecoca de los trapitos y se echan a dormir... y yo ya tengo un 25 grande en el bolsillo". Y me quedó claro que "el 25 chico" son los centavos y "el 25 grande" son los pesos y que está casi doce horas para juntarlos. El refiere a su esquina a partir del mediodía, esquina que por la mañana tiene otros "personajes" aunque con idéntico fin: "juntar unos mangos".

Ahora sí le pregunte sobre el por qué de la "familia de delincuentes" y me dijo: "Vivo al fondo de esta calle... antes del río... ahí donde apunta el puente del parque (Urquiza) y dicen que todo lo que vivimo ahí somo delincuente... me crié ahí con mis viejos, mi hermano el más grande... que ya se fue ("bah... lo fueron!": acota entre risas) y mi hermana se tuvo que ir porque no conseguía laburo. La chabona no quería dar la calle de una amiga... no quería decir que vivía en otro lado..." ríe y  dice. "¿Conoces?"

Le dije que sí, pero no me animé  a contarle que voy a pasear a ese parque y que he cruzado por ese puente y pasé por su barrio para conocerlo... mientras lo pensaba me dijo: "¿No te afanaron?". Le sonreí meneando la cabeza y volvió a reírse cambiando una vez más la goma de mascar de lado. Siguió hablando... "tengo un hermano de 14  y me llevo a las patadas, es un chabón contra y hasta es hincha de Central; ahora anda cartoneando todo el día... porque es villero de alma"... y vuelve a reír.

En cada cruce de esquina saluda a los gritos a sus conocidos y todos le responden de la misma manera; hay chanzas, gritos, gestos grandilocuentes y palabras que no entiendo (a veces por estar mal pronunciadas y a veces su significado... y a veces ninguna de las dos cosas).

Ya cruzada la bocacalle retoma el chamuyo (como dice el Kely) "Tengo dos pendejitos más que pintan para insoportables y una hermanita chiquita que va al jardín y vuelve contando todo... es de charlatana..." Su voz parecía quebrarse ante esa evocación y sus ojos parecían más tiernos. En ese momento me pareció ver más a un chico real de 13 años, al menos una imagen más parecida a lo que para mí es un chico de esa edad.

Retomó su sonrisa (que a esta altura ya no me sonaba tan natural) y me tiró. "Vos doblas en la de Mayo (él ya lo sabía) y yo tengo que patear algunas cuadras más, pero antes paso por el boliche del Pepe que siempre me tira algo de comer y lo aprovecho antes de llegar... mañana esta bueno porque puedo faltar al cole... aunque igual me tengo que levantar temprano... espero que no se nos pegue el hincha de mi hermano...que encima no sirve para nada y lo hace cabrear a mi viejo... es más nabo!!!"

Quise saber en que consistía "la changuita"... pero sólo me dijo "lo que pinte...eso lo maneja mi viejo... chau don, yo entro a lo del Pepe, nos vemos!!!"

Lo saludé e hice como que seguía, me detuve a mirarlo por una ventana que da sobre la ochava. Fuera de allí yo conocía al Kely que revoleaba naranjas mientras los autos esperaban la verde del semáforo y se sentía el dueño de la esquina que hablaba con todos. Dentro del boliche caminaba lentamente y se arrimaba al mostrador para aguardar una magra ración de comida sin atreverse a sentarse siquiera sobre uno de los taburetes para ir cerrando su día.

Seguí las dos cuadras que me quedaban, pensaba en lo cálido de mi departamento (alquilado obviamente) y mi cena ligera (por decisión propia) para cerrar mi día. Pensé tantas cosas en esas dos cuadras que no entrarían ni en cien relatos como este y casi todas me producían sensaciones extrañas; la incógnita de la changa parecía dominarlo casi todo. Por un lado quería conocer todo con lujo de detalles, pero por otro trataba de pensar en otras cosas y ni saber siquiera de ese día por venir en la vida de Kely...+ (PE) 

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