jueves, 30 de septiembre de 2010

El muerto somos todos Argentina Mercedes racismo violencia Alfredo Grande

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Un genocidio pequeño, pequeño

 

Por Alfredo Grande   

Jueves, 30 de Septiembre de 2010 01:17

diesiocho1Como envidian al Sargento Cabral aquellos que no pueden morir contentos porque saben que no han batido a ningún enemigo”
(aforismo implicado)


En Mercedes los chicos juntan plata todo el año para festejar la primavera. Jonathan Villalba (18) pudo hacerlo este año, pero al terminar el jolgorio fue atacado, golpeado entre varios, y dejado en una fábrica abandonada. Cuando recobró el conocimiento, ya era de día, un albañil escuchó sus gemidos y reportó el caso a la Policía. En estado de hipotermia y con golpes por todo el cuerpo, Jonathan fue ingresado al hospital municipal y se murió a las pocas horas.


¿Qué pasó? ¿Por qué lo mataron? Son algunas de las preguntas que se hacen los investigadores. Lo que saben, por testigos, es que Jonathan había mantenido entredichos los días previos con algunos de los atacantes, entre los que se cuenta un pibe de 13 años, demorado -que podría ser derivado a un instituto de La Plata-, que lo habría atacado con un hierro, y un joven de 24 años, que está prófugo.

Para el criminólogo Roberto Lockles, “la violencia juvenil está llegando a un extremo incalculable”.

Lockles atribuyó esta situación al consumo de droga. “Toda agresión violenta actual tiene que ver con las drogas. Está más metida en la juventud de lo que mucha gente cree”, añadió. Un crimen previo y la guerra de “bandas” en primavera El 10 de abril pasado, José Darío Duarte, un joven que había ido a vivir a Mercedes para trabajar, fue asesinado durante una pelea a la salida de un boliche por una “patota” de “pibes bien” del colegio San Patricio, que salían de bailar. Algunas bandas tienen componentes racistas, razón por la que se supuso que el ataque a Duarte tuvo que ver con eso. (Mercedes Digital)


(APe).- Hablar de genocidio es hablar de cantidad. O sea: cuando recordamos, conmemoramos, repudiamos todos los genocidios que han sido, asociamos inmediatamente con miles, cientos de miles, millones de personas. No me gusta apelar a la etimología de las palabras, así que no lo haré. Simplemente señalar que si aceptamos que el sujeto es núcleo de verdad histórica, como señala el filósofo León Rozitchner, o que la subjetividad es el decantado identificatorio de la lucha de clases, como señala este humilde servidor, podremos aventurar la idea que matar a una sola persona puede ser genocidio.

En esto consiste mi propuesta de una travesía institucional. Es una forma de asociar libremente, pero no solamente con palabras. El genocidio pensado como un analizador de aquellas matanzas que solamente tienen como único fundamento lo que la persona “es”, aunque siempre la excusa sea lo que la persona “hace”. O incluso “podría llegar a hacer”. Esto se conoce habitualmente como “portación de rostro”. Las dictaduras y todas las formas de fascismo se especializan en consumar genocidios en una escala muy amplificada, que termina en el extremo límite de una guerra civil. Como en la española, hoy parece que prolongada en la resistencia a los planes de ajuste del social demócrata Zapatero, que con toda seguridad estará buscando a cualquiera para ponerse en sus zapatos, guerra civil que en realidad fueron batallas de ejércitos contra un pueblo.

La patota de los “pibes bien” (en realidad como dice el tango “pibes mal de casas mal) del colegio del santo Patricio, tiene componentes racistas. O sea: el racismo está aceptado como un crimen contra la humanidad. La discriminación racial es un delito. ¿Qué seria el “componente racista”?. ¿Una dosis homeopática de racismo?

¿Un racismo acotado, minimalista, liliputiense, sub atómico, milimétrico? Jonathan Villalba y Jose Darío Duarte son víctimas de una forma de genocidio que podría denominar de escala vecinal. Pero que sobre el cual se puede montar la más cruel de las serpientes. Pienso que la alucinación democrática nos hace una y otra vez desconocer a los huevos, para luego retroceder espantados ante la aparición inexplicable de Godzilla.

Cuando podamos entender que se asesinan personas por el solo hecho de serlo, y que ese pacto siniestro incluso puede ser, y lo digo con dolor, transversal a todas las clases sociales, quizá le demos la misma atención, preocupación y urgencia a la matanza de millones, de miles, de cientos o de uno solo. Porque además, en una sola persona hay cientos, miles de personas encerradas, porque nadie puede decir ni decidir sobre el devenir azaroso de la subjetividad que se encuentra con todas las formas posibles de vivir. En cada uno, matamos a muchos, quizá por uno “es” muchos.

Femicidio no es solamente el asesinato sistemático de muchas mujeres. Matar a una sola mujer por el solo hecho de serlo, ya es femicidio. La Trata no es solamente secuestrar, esclavizar, torturar, degradar a muchas mujeres, niños y niñas. Una solo mujer mutilada en esclava sexual, ya es Trata. Quizá tengamos que dejar de pensar con la lógica de lo múltiple que determina al Uno, para volver a sostener que en el Uno, está la multiplicidad que debe ser protegida. De eso se trata la singularidad. En cada uno de nosotros, todos los otros. Solo entonces podremos combatir a todos los genocidios, incluso aquel genocidio pequeño, pequeño.