Y a mí... ¿Por qué me miran? Por Adolfo Pedroza/Rosario, Santa Fe "Desde la perspectiva de la economía política el modelo teórico más importante para entender el crimen [....] es el dialéctico: la criminalidad refleja y emerge de las contradicciones inherentes a la estructura política y económica de la sociedad". (William Chambliss/Indianápolis 1978) En la madrugada del 13 de marzo de 1964 una mujer fue asesinada en la ciudad de Nueva York. Catherine (Kitty) Genovese regresaba a casa, luego de finalizar su jornada de trabajo como gerente de un bar. Mientras cruzaba la calle desde su coche al edificio donde vivía, un hombre armado con un cuchillo se le acercó, ella corrió para alejarse de él, pero el hombre la persiguió, la alcanzó y la apuñaló. Ella grito pidiendo ayuda, y se encendieron las luces de muchos apartamentos que tenían vista a la calle, mientras las personas se asomaban a ver qué estaba ocurriendo. El atacante se disponía a irse, pero al ver que nadie se acercaba a ayudar a su víctima, regresó para matarla. Ella volvió a gritar, pero él la apuñalo repetidas veces hasta que murió. Luego se determinó que este horrible ataque, que duró 45 minutos, fue visto y oído por 38 testigos, ninguno de los cuales hizo ninguna acción directa o se molestó en llamar a la policía. (Rosenthal/1964) Esto de que ninguno de los espectadores ayudara motivo que los medios de comunicación levantaran la pregunta ¿Por qué no ayudaron? Dos psicólogos de aquella época (Jhon Darley y Bibb Latané) conversaron sobre esto en una comida que compartieron. Eran profesores de la Universidad de Nueva York y tomaron este hecho como un punto de partida de investigación y teorización sobre los determinantes de la conducta prosocial. Esta conducta refiere a cualquier comportamiento que beneficia a otros o que tiene consecuencias sociales positivas; toma muchas formas, incluyendo las conductas de ayuda, cooperación y solidaridad. Lo primero y básico que plantearon como suposición fue que el hecho de que los espectadores no hubieran respondido, no significaba que a ellos no les importaba la víctima, sino que algo acerca de la situación debió haber hecho que ellos dudaran. Al avanzar en sus investigaciones (teóricas y de campo) notarían que los espectadores no actúan frente a estos hechos porque hay una "difusión de la responsabilidad". Además fueron afirmando la idea de que a medida que hay más espectadores, disminuye la responsabilidad de cada uno de ellos. O sea: ¿Por qué me tengo que hacer cargo yo si hay otros que también participan de la misma situación? (A esto se lo conoce como "efecto espectador") (*) Nuestra sociedad se ve sacudida hoy (Octubre; año 2010, Buenos Aires/Argentina) por la muerte de un adolescente que -habiendo sido secuestrado para pedir un rescate de poca monta- logró huir de sus captores, pidió ayuda a lo largo de tres cuadras y no logró que la "conducta prosocial" se activara. Fue recapturado, trasladado a otro lugar y ejecutado. Se podrían citar casos resonantes anteriores como el de Axel Blumberg (Marzo de 2004) y muchos otros que tuvieron solo repercusiones locales. Claro que no es mi idea cargar sobre aquellos actores ocasionales de este puñadito de casos citados, que hoy vuelven a ser noticia por un muerto más. Por un lado me pregunto: ¿Quién hubiera actuado distinto de estas personas? y por otro lado pienso en algún tonto bigotudo -desde "las altas esferas oficiales"- diciendo que estos son daños colaterales desde la sensación de inseguridad y algún otro estúpido -mediático o pseudos ídolos populares- diciendo que hay que matar a todos los chorros. Mientras le pedimos (y exigimos) al gobierno políticas sociales integrales para erradicar estos hechos, ya va estando maduro el tiempo para pasar a ser actores en lugar de espectadores. No hablo de salir armados a las calles, ni de pedir más cárceles (los promedios mundiales de reincidencia arrojan un índice del 65% luego de que fueron "resocializados"), ni de bajar la edad de imputabilidad de los menores, ni de continuar criminalizando la pobreza. Quizás un punto de partida sea empezar a combatir nuestra indiferencia respecto a lo que todos los días vemos en las calles -donde reina la mendicidad- y a nadie parece interesarle y que ya no se puede tapar más dando -por miedo- aquella moneda que nos sobra Deberemos comenzar a reconocer que existe una emergencia que nos interpela. Asumir nuestra responsabilidad sin mirar de reojo si el otro hace o deja de hacer. Pensar que la victima circunstancial podría también ser un familiar o conocido nuestro. Potenciar nuestra experiencia de vida para ayudar al otro. Dejar fluir esa empatía que nos mueve a sentirnos en lugar de la casual víctima. Seguiría la lista; pero para un primer desafío alcanza. ¿No le gustaría sacar estas muertes de las tapas de los diarios?... entonces no me diga: Y a mi... ¿Qué?!!!.+ (PE) (*) Para ampliar información, Psicología Social – R. Baron/D. Byrme – 10ª edición Edit. Pearson PreNot 9142 101012 Agencia de Noticias Prensa Ecuménica 54 291 4526309. Belgrano 367. 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