jueves, 21 de octubre de 2010

Ernesto Che Guevara recuerdo de quien le conoció en Argel

Mis Recuerdos del Comandante Ernesto Guevara

 

                                                                                                                                                                       Por Oscar Oramas Oliva

Después de llegar procedente de la Habana, en viaje de consultas, el embajador de Cuba en Argelia, Jorge Serguera Riverí , nos reúne a Felipe Llaudi y a mí, en su residencia y nos instruye buscar algunas informaciones, para elaborar un diseño de política cubana hacia África. Sería este documento el primer esbozo de una política de nuestro país hacia ese continente. Los elementos que inducían a la elaboración de dicho estudio eran, según expresaba el Embajador Serguera.

1. La falta de conocimientos de la realidad de África, de la dirección cubana, cuyo espíritu estaba potenciado por las posibilidades revolucionarias en América Latina,

2. Necesidad de una solidaridad frente al creciente hostigamiento de los Estados Unidos contra la Revolución cubana y hacerle frente al aislamiento que dicho gobierno intentaba imponerle a Cuba, en el escenario internacional

3. El carácter mundial, que según la visión de la dirección revolucionaria, tenia la revolución. Era este un tema polémico que nos hacia chocar con la visión de los Partidos Comunistas de América Latina, impregnados de las concepciones en boga, de la Unión Soviética,

4. Ese momento mostraba una mayor debilidad del imperialismo en África, por cuanto las potencias coloniales se retiraban bajo la presión de la lucha anti-colonial y los Estados Unidos, no habían ocupado aun ese espacio.

5. La idea de que la revolución no se produce de manera espontánea y por tanto, había que explorar las potencialidades de África, en países recién surgidos a la independencia, después de 500 años de dominación colonial. Los africanos no podían apreciar, como nosotros, el papel dominante de los Estados Unidos, a través del neo-colonialismo, porque la experiencia de ellos era sólo la de haber sido colonias de potencias europeas.

El Embajador, discreto como es, no me dice el objetivo inmediato del trabajo, solo pide corroborar cada dato e incorpora al estudio a Gabriel Molina, corresponsal de Prensa Latina. En el curso de una de las discusiones, una frase me hace colegir que se trata de un documento que se debe preparar en previsión de un viaje que el Comandante Guevara, realizaría por África. Tuvimos que leer mucho, entrevistarnos con los representantes de los Movimientos de Liberación Nacional residentes en Argel, para acopiar una información veraz y precisa. Sabía el embajador que los lectores de aquel documento eran personas muy precisas: el Comandante en Jefe, Fidel Castro, el Comandante Ernesto Guevara y el Jefe de la Dirección General de Inteligencia, Comandante Manuel Piñeiro Losada. Estas cosas quedaban también subordinadas a las conversaciones personales del embajador Serguera con el Ministro de las FAR, Comandante Raúl Castro y lo mismo acontecía con el Ministro de Relaciones Exteriores, Raúl Roa.

Concluida la obra que contenía mapas, Serguera lee cuidadosamente el texto y las copias salen para Cuba, con un correo diplomático, que por lo que recuerdo viajo expresamente para ello. Había que ser muy cuidadoso con este tipo de informaciones, por razones obvias.

Semanas más tarde, Serguera me dice que debo acompañarlo al aeropuerto, dos días después, en el mes de noviembre de 1964, porque llega el Comandante Ernesto Guevara procedente de Nueva York, vía Ginebra. En esos casos se cumplen las instrucciones y no se hacen preguntas. Participo en los preparativos de rigor y en el momento señalado voy con Serguera y Felipe Llaudi al aeropuerto Dar el Beida, donde se han congregado dirigentes argelinos, encabezados por Bachir Boumaza , para recibir al dirigente cubano. Los saludos correspondientes y el Comandante, sonriente, se sienta en al salón de Protocolo, donde conversa con el dirigente argelino y con el embajador. La prensa argelina y cubana toma fotos y recopilan notas de las incidencias, para reportar las noticias de la llegada del Che a Argel.

Se instala el Ché, en un cuarto de la residencia y lo mismo hace su ayudante, Manresa. Después un poco de vino y algunas cosillas de picar. Discreto, solo observo y estoy pendiente de las instrucciones que se me den.

Pasan los días y con ellos las entrevistas del Ché con el Presidente Ben Bella, el Ministro de Defensa Houari Boumediene, el canciller Abdelazis Bouteflika, quienes vienen a la residencia, así como otros dirigentes, entre ellos el Ministro de Economía Bachir Boumaza. Hablaban horas y el ambiente siempre era muy cordial. Todo eso lo veía de lejos, pues cuando los jefes hablan, la más elemental regla de cortesía indica que el subordinado se sitúa discretamente fuera del alcance de las palabras. También llegaron embajadores, como los de Malí, Guinea, Congo, Dahomey (actualmente Benin) y Ghana. Se preparaban las visitas oficiales a esos países.

El resto del tiempo puedo decir que, el Ché, a las ocho de la mañana, estaba sentado en un sofá, con un tabaco en la boca, a dos metros del cuarto, estudiando "La Teoría del Concepto" de Rubistein, leía la prensa argelina y los despachos cablegráficos, que religiosamente le hacía llegar Gabriel Molina. Él y Serguera conversaban mucho, en ocasiones me daba cuenta de que hablaban de las noticias diarias y cuando no, ambos se distendían, jugando unos interminables partidos de ajedrez. Yo nunca he podido avanzar en el juego ciencia y no me acercaba a ellos. Los intercambios sobre Frank Fanon y otros autores de obras que analizaban los problemas del tercer Mundo y particularmente de África, eran algo recurrente. Pero también hablaban sobre literatura, historia política, la segunda guerra mundial y yo siempre escuchando, como una esponja.

Se produjeron los viajes previstos y el Ché y Serguera emprendían los recorridos con maletines muy abultados, además de llevar en sus respectivas manos, algún libro. Al regreso, los esperábamos, como era lógico, en el aeropuerto y los argelinos brindaban todas las facilidades protocolares para ello. Las relaciones cubano-argelinas eran muy sólidas y a través de Serguera se canalizaba la ayuda al movimiento revolucionario de varios países, con el conocimiento y anuencia del Presidente de Argelia. En esos momentos se sientan las bases fundacionales de la colaboración internacionalista de Cuba, con África.

El Ché escribía con cierta regularidad, y un buen día me pide papeles y una persona que le pasara una carta a máquina, y le doy lo solicitado y le llevo a mi eficiente secretaria, Sonia Pallet. Se trataba, nada más y nada menos, que de la histórica carta a Carlos Quijano, que después con el tiempo recibió el titulo de "El hombre y el socialismo en Cuba" ¡Qué lejos estaba yo de imaginar que aquella sería una de sus obras más agudas! La escribió con febrilidad y lo vi volver varias veces sobre un mismo párrafo. Ese es uno de los análisis más lucidos sobre la etapa constructiva de la revolución cubana. Los manuscritos estuvieron guardados allí, en la mesita que él dejó, y a su muerte los hicimos llegar a la Comisión, encabezada por el Comandante de la Revolución Juan Almeida Bosque, que se creó, para perpetuar su memoria. Recuerdos que fueron días de intenso trabajo y de meditaciones del Comandante Guevara.
Ese periplo africano se interrumpe, porque llega una instrucción de la Habana, en la que se indicaba que el Che debía presidir una delegación a la República Popular China, integrada por Osmany Cienfuegos y Emilio Aragonés, para sostener unos intercambios con la dirección del Partido.

Siempre he conservado el recuerdo de una vez que lo vi muy molesto. Manresa me había pedido localizar a un zapatero, para arreglar las botas del Comandante que estaban descosidas. Aprovechando una tarde en que el Ché dormía, Manresa me dio las botas y yo fui rápido a coserlas. Cuando llegué, el Ché estaba despierto y diciéndole horrores a su ayudante por haber enviado a arreglar aquellas botas sin su autorización. Insistía en que esa forma de actuar era una guataquería .

También recuerdo cuando me pidió que le buscara el libro "El Dossier d׳Afrique", del periodista francés Claude Whautier: Yo le di las instrucciones correspondientes al compañero que estaba encargado de la biblioteca de la embajada, pero, por alguna razón, no le llevó el libro al Comandante, quien me recordó delante de unos luchadores por la libertad, que me había dado esas instrucciones y yo, respondí que había dado ese encargo a un compañero. Ché me miro con dureza y acotó: es verdad que ese compañero es el único que trabaja en esta embajada. Sentí que la sangre me había llegado a la cara y no pude aguantar el responder. El Ché no dijo nada y horas después me ve, con un cubo lleno de hielo, corriendo por el jardín de la residencia y me llama ——Oramas usted siempre trabajando— ¡Qué feliz me sentí con aquellas palabras!

Tuve el inmenso honor de acompañarlo al hotel Aletti , en Argel, donde se celebraba el Seminario Económico Afro-asiático, en el que, por primera vez, se dijo que los países socialistas eran cómplices de la explotación del Tercer Mundo, debido a reglas comerciales injustas, basadas en el intercambio desigual. El Comandante estaba tenso, tenía conciencia de la importancia histórica del análisis que hacia. Los inolvidables aplausos fueron interminables y el Ché, de regreso a su asiento, me conminó a sentarme para que la ovación concluyera. El Comandante había revelado algo que lleno de júbilo a los "Condenados de la tierra", allí presentes y me instruyo conocer las opiniones de los mismos. Todas coincidían en señalar que se trataba de algo trascendental, con excepción del Consejero de la embajada soviética, quien me pregunto si esa era la opinión de la dirección revolucionaria cubana, a quien respondí que si.

En el cocktail que me había ordenado preparar para los representantes de los Movimientos de Liberación Nacional, estaba feliz. Como un buen diplomático conversaba con todos, es decir era más que el saludo de rigor, hacía apartes con cada uno de ellos. Hacía preguntas y manejaba mucha información.

Recuerdo que, en una oportunidad, le informé que Jorge Cubillos, Presidente del MAPAI (Movimiento para la Liberación de Islas Canarias) quería entrevistarse con él. Una mañana lo llevo a la residencia y el Comandante estaba esperándolo, a la hora indicada. Se sentaron y yo recibí instrucciones de hacerlo. Cubillos explica la situación de las Islas Canarias, los objetivos de su Movimiento y el Ché, lo ha observado todo el tiempo, de manera paciente y cuando el visitante concluye su exposición exclama que si la Isla de la Juventud solicita su independencia, el lucharía contra esa idea.

Un día me encontraba en el jardín de la Embajada y el Comandante, parado en un pequeño balcón, me pide que entre a la habitación donde él estaba. Él, de pié, el Embajador Serguera y Pedro Duno, miembro del Comité Central del Partido Comunista de Venezuela están sentados en el piso. El me pregunta mi opinión sobre la posibilidad de un cambio en la dirección argelina, y yo respondo que no creo en eso porque tengo la impresión de que hay una gran unidad en la dirección revolucionaria. Me mira profundamente y me dice que yo soy muy inteligente pero que debo estudiar mucho y observar con detenimiento. Señala que yo debo leer el último número de la Revista de Defensa Nacional Francesa, en la que un ex primer ministro del gobierno de De Gaulle habla de la posibilidad de un golpe de estado. Me sentí ruborizado y aprendí desde entonces que más allá de las palabras, los diplomáticos tienen que analizar los matices y los hechos.

No puedo dejar de señalar que cuando supo la noticia del nacimiento de un hijo suyo, dio muestras de una gran felicidad, y hasta brindó con vino tinto mezclado con agua.

Un día de enero regresó a Cuba esa estrella; lejos estaba yo de saber que ya estaban en curso los planes para que él volviera al continente africano, pero ahora en tareas conducentes a apoyar el movimiento de liberación de El Congo. Tenía muy presente el Comandante lo que los imperialistas belgas le hicieron a Patricio Lumumba y sus consecuencias para África.

Oscar Oramas Oliva