miércoles, 6 de octubre de 2010

Medicina y Genocidio los norteamericanos al banquillo de acusados

CIENCIA MEDICA Y GENOCIDIO

 

 

CHENCHO.jpg            Chencho Alas

 

En MONCADA

 

            Me he preguntado varias veces si los hijos de Superman, herederos del Superhombre creado por Friedrich Nietzsche, nos consideran a los no blancos, razas inferiores o algo intermedio entre el mono y el hombre en proceso de evolución. No trato de juzgar el hecho sino constatar a lo largo de la historia la manera ética cómo nos han tratado. Recuerdo que cuando era estudiante de paso por los Estados Unidos, allá por el año 1956, una señora muy esbelta de cabellera rubia me preguntó si los negros según mi manera de pensar eran hombres. De inmediato mi respuesta fue que sí e hice referencia a la Biblia. Ella me dijo que era cristiana, pero habían algunas cosas de la Biblia que no le convencían.

 

El pasado 2 de Octubre el periódico más importante de Austin, Texas, publicó la noticia acerca de la disculpa que presentaron Barack Obama, presidente de los Estados Unidos y su Secretaria de Estado al presidente de Guatemala, Alvaro Colom, por la investigación médica hecha en ese país sobre sífilis y gonorrea en personas que no sabían que las estaban usando de conejillos de India. De 1946 a 1948, doctores del Departamento de Salud de los Estados Unidos, haciendo uso de fondos públicos de manera deliberada infectaron a unos 700 guatemaltecos – presos, enfermos mentales, prostitutas y soldados – con enfermedades venéreas para probar la efectividad de la penicilina que estaba en su desarrollo por aquellos años.

 

Este hecho sucedió en el período presidencial de Harry Truman, el mismo que ordenó el lanzamiento de la bomba atómica contra Hiroshima y Nagasaki. John Cutler fue el médico que estuvo a cargo de la investigación en Guatemala supervisada por R. C. Arnolds y John Mahoney. Como bien lo señala Guillermo Alvarado, esto sucede “al mismo tiempo que en Nuremberg su país lideraba el tribunal que condenó a varios nazis, precisamente por experimentar en pacientes judíos y de otras nacionalidades”.

 

La reacción del presidente Colom no se hizo esperar calificando los experimentos de “espeluznantes” y “crímenes de lesa humanidad”. La doctora en historia de la medicina, Susan Reverby, profesora de la Universidad de Wellesley, fue quien desenterró este hecho aberrante. Según Reverby, el objetivo de la investigación fue determinar si la penicilina podía prevenir y no solo curar la sífilis. Cuando las prostitutas no lograban infectar a hombres, a estos se les hacía rasguños en el pene, cara o brazos y se les untaba la bacteria. Hubo casos en los que se les inyectó en la  columna vertebral.

Posteriormente, el mismo médico participó en el experimento  de sífilis Tuskegee, una pequeña población de Alabama, USA, que fue llevado a cabo de 1932 a 1972 por el Servicio Público de Salud. Los investigadores reclutaron a 399 pobres aparceros o jornaleros, todos ellos negros que estaban contagiados de sífilis. No sabían de la enfermedad que sufrían y no se les dio ningún tratamiento. El interés del estudio era averiguar cómo progresaba la enfermedad. Según el Centro para el Control de Enfermedades, se les informó a los hombres que eran tratados por sufrir de “mala sangre”, un término vago para indicar varias enfermedades como sífilis, anemia y fatiga.

Cuando no hay respeto a la persona, se carece de valores y principios, no hay barreras para cometer toda clase de crímenes hasta los más “espeluznantes”. En otros campos, nuestras generaciones han sido testigos de la brutalidad de crímenes cometidos en nombre del interés nacional, de la raza, de la clase y de la misma religión. Basta recordar al presidente Reagan, quien llamaba a los “Contra” los freedom fighters”, luchadores de la paz, con una sonrisa que le llegaba de oreja a oreja, y los comparaba con los padres fundadores de los Estados Unidos. Viviendo en Nicaragua, yo mismo vi escuelas humeantes y procesiones de hasta 12 cadáveres de niños que los llevaban a enterrar.  No olvidamos la invasión de Panamá decretada por George H. Bush el 20 de diciembre de 1989, la cual costó la vida de aproximadamente 3500 residentes del Chorrillo, el barrio más pobre de la Ciudad de Panamá. Bush se propuso cuatro objetivos entre ellos la defensa de la democracia y los derechos humanos y poner un paro al tráfico de drogas. No dijo que uno de los objetivos importantes era el estreno de nuevas armas, el helicóptero AH-64, el humvee, vehículo de gran movilidad y el F-117A, un avión de combate hecho de acero. Tampoco olvidamos la guerra en El Salvador que costó 80,000 vidas humanas. Las guerras en Centroamérica le costaron a los Estados Unidos 12,000.000.000 de dólares, fondos suficientes que hubieran podido pagar el despegue del desarrollo de toda la región.

 

La lista de las violaciones a los derechos más fundamentales de la persona se haría demasiado larga si añadimos Irak, Afganistán y otros países. No hay espacio para tanto, pero, nos queda una pregunta: ¿Quiénes somos para los hijos de Superman? ¿Por qué no se nos respeta? Yo diría que en parte la culpa es nuestra. No nos respetamos a nosotros mismos. Admiramos todo lo que viene del Norte: lengua, productos, música, poderío, etc. En una imagen, nuestra postura es la misma que  tuvo el campesino frente al patrón en años pasados, de pie, dándole vuelta al sombrero, con la cabeza baja, sin mirar cara a cara.

 

Alvaro Colom se ha comprometido a hacer una investigación de lo que pasó en Guatemala. Muy bien, pero considero que no es suficiente. Mi propuesta es que este asunto y otros se lleven a los foros internacionales. Debe crearse una comisión para proponer a la ONU una legislación que condene como crímen de lesa humanidad hechos similares y que haya un tribunal internacional que juzgue y castigue a los culpables ya sea individuos o países.

 

Austin, Tx, 06 de octubre de 2010