Balada de la María ausente
por María Luisa Etchart
Argentina, me fui, me voy, me iría,
soy una más entre los incontables
que, con cabeza gacha, avergonzados,
el alma herida, se fueron un día.
No me marché en busca de fortuna,
raramente otras tierras reemplazarte podrían
dentro del corazón que, ingenuo, te amó tanto.
El hedor de tu fango pudo más que el amor,
huí intentando salvar la dignidad,
única herencia que abuelos honrados me dejaron.
Cuando se vive en perpetua injusticia,
cuando la mentira se convierte en pan de cada día,
y se hace parte de la conducta diaria el aceptarlo todo,
cuando deja de causar asombro la corrupción y pasan a ser héroes
los cobardes, los necios, los monstruos codiciosos,
es hora de empacar y de marcharse.
La vida así no tiene más sentido.
Un puñado tan sólo de recuerdos acompaña mis días,
memorias de lugares y paisajes y fantasmas de aquellos del 70
que por tener coraje y fervor pagaron con sus vidas su intentona
sin que nadie se haga cargo de sus muertes.
Hoy es más importante un Boca-River
que comprender por qué murió un hermano.
País de trepadores, de arribistas, de bufones a sueldo,
país de chantas y mediocres, de resignados y de purapintas,
modelos huecos de chatarra pura que, por un par de dólares,
dejaron que al país lo remataran, como dejan también que cada día
envenenen sus hijos con las drogas, y miran desde las ventanillas
de sus autos o desde sus ventanas pasar las caravanas de las noches
revolviendo los tarros de basura sin que les duela el alma.
Qué te pasó Argentina que allí estás de rodillas,
dejando que tus jóvenes malogren su vida en una esquina,
sin esperanzas, mustios, sin ejemplos de vida,
luchando por salvarse del hastío a que los condenaste.
Yo, lamento decirte, no logro perdonarte,
porque te di mi infancia extraordinaria, soñando con tus héroes,
porque creí en el valor de la palabra,
porque marché caminos, y labores y fecundé tu tierra,
porque con el ejemplo prediqué dignidades,
porque te vi irte hundiendo lentamente en un páramo gris
peor que la muerte.
Y mi voz angustiada se golpeó contra muros de silencio
que levantan los cómplices cobardes
y te vi masacrar tanto inocente y timbear el esfuerzo de tus viejos
que te perdí el respeto.
Y por eso, Argentina, me fui, me voy, me iría,
para no seguir viendo que todo ha sido en vano,
para no soportar tanta cara grotesca que desde la pantalla se sonríe.
Mi relación con vos fue un gran malentendido.