martes, 19 de abril de 2011

Dolor argentino desde Costa Rica Maria Etchart bib1

 Balada de la María ausente

                                                                por  María Luisa Etchart

 

 

Argentina, me fui, me voy, me iría,

soy una más entre los incontables

que, con cabeza gacha, avergonzados,

el alma herida, se fueron un día.

No me marché en busca de fortuna,

raramente otras tierras reemplazarte podrían

dentro del corazón que, ingenuo, te amó tanto.

El hedor de tu fango pudo más que el amor,

huí intentando salvar la dignidad,

única herencia que abuelos honrados me dejaron.

 

Cuando se vive en perpetua injusticia,

cuando la mentira se convierte en pan de cada día,

y se hace parte de la conducta diaria el aceptarlo todo,

cuando deja de causar asombro la corrupción y pasan a ser héroes

los cobardes, los necios, los monstruos codiciosos,

es hora de empacar y de marcharse.

La vida así no tiene más sentido.

 

Un puñado tan sólo de recuerdos acompaña mis días,

memorias de lugares y paisajes y fantasmas de aquellos del 70

que por tener coraje y fervor pagaron con sus vidas su intentona

sin que nadie se haga cargo de sus muertes.

Hoy es más importante un Boca-River

que comprender por qué murió un hermano.

 

País de trepadores, de arribistas, de bufones a sueldo,

país de chantas y mediocres, de resignados y de purapintas,

modelos huecos de chatarra pura que, por un par de dólares,

dejaron que al país lo remataran, como dejan también que cada día

envenenen sus hijos con las drogas, y miran desde las ventanillas

de sus autos o desde sus ventanas pasar las caravanas de las noches

revolviendo los tarros de basura sin que les duela el alma.

 

Qué te pasó Argentina que allí estás de rodillas,

dejando que tus jóvenes malogren su vida en una esquina,

sin esperanzas, mustios, sin ejemplos de vida,

luchando por salvarse del hastío a que los condenaste.

 

Yo, lamento decirte, no logro perdonarte,

porque te di mi infancia extraordinaria, soñando con tus héroes,

porque creí en el valor de la palabra,

porque marché caminos, y labores y fecundé tu tierra,

porque con el ejemplo prediqué dignidades,

porque te vi irte hundiendo lentamente en un páramo gris

peor que la muerte.

Y mi voz angustiada se golpeó contra muros de silencio

que levantan los cómplices cobardes

y te vi masacrar tanto inocente y timbear el esfuerzo de tus viejos

que te perdí el respeto.

 

Y por eso, Argentina, me fui, me voy, me iría,

para no seguir viendo que todo ha sido en vano,

para no soportar tanta cara grotesca que desde la pantalla se sonríe.

Mi relación con vos fue un gran malentendido.