www.propuestatatu.com.ar TUS OJOS ANUNCIABAN EL OTRO TIEMPO DE LO POSIBLE QUE HOY EN DIA, ES UN DESAFIO. UNA ACTUALIZACION CON SALVADOR ALLENDE : “ En nuestra confianza en nosotros, lo que incrementa nuestra fe en los grandes valores de la humanidad, en la certeza de que esos valores tendrán que prevalecer, no podrán ser destruidos.” Salvador Allende en Naciones Unidas. En la Universidad de Guadalajara, México, nos decía : Hay jóvenes viejos y viejos jóvenes, entre estos últimos me encuentro yo. Esos jóvenes viejos no se preguntan cuantas viviendas faltan en nuestros países, hay , muchos médicos que no comprenden que la salud se compra y, hay miles y miles de hombres y mujeres en América Latina que no pueden comprar la salud, de la misma manera que hay muchos maestros que no se inquietan de que hayan cientos de miles de niños que no pueden ingresar a las escuelas. En A. Latina hay más de 30 millones de cesantes absolutos, cuya cifra se eleva a más de 60 millones que tienen trabajos ocasionales, para que termine esta realidad brutal, se requiere un profesional comprometido con el cambio social, se necesitan profesionales que no busquen engordar en los puestos públicos….. Cuanta actualidad no?, quizás solo cambien las cifras. POR UNA VIDA DIGNA PARA TODOS | Autodeterminación sexual en Cuba | | | | escrito por Antonio Carmona Báez | Una entrevista con Mariela Castro Espín, Directora del Centro Nacional de Salud Sexual Periodista - En Cuba, hay un movimiento LGBTT cuya gestación se encuentra en la intersección del Estado y la sociedad civil organizada. Este movimiento pretende abordar los principales temas de la realidad LGBTT desde la perspectiva de los derechos humanos, la salud y la integración social, mientras que se inserta en el proyecto nacional de edificar una sociedad justa. Históricamente, el espacio de su existencia fue proporcionada por el movimiento de mujeres del país, que fue en gran parte responsable de hacer de Cuba, en 2008, el primer país de las Américas que tiene la operación de cambio de sexo incluido en el paquete de la atención universal de salud que disfrutan los y las ciudadanos de la isla. Este mes de enero, el politólogo Antonio Carmona Báez de la Universidad de Amsterdam entrevistó a Mariela Castro, directora del Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex) con sede en La Habana, y una baluarte del movimiento LGBTT naciente en Cuba. Hija del actual presidente del país, Raúl Castro, y de la feminista revolucionaria Vilma Espín Guillois, Mariela es una profesional e intelectual en su propio derecho, trabajando por la defensa de los derechos de la libre determinación sexual. Aquí, ella comparte algunas reflexiones sobre la estrategia general de educación sexual para combatir la homofobia, y sobre la construcción de un movimiento LGBTT socialista. ***: ¿En que momento histórico se puede ubicar en Cuba un interés sobre la identidad de género y la diversidad sexual? Mariela Castro Espín: Yo creo que la atención a la identidad de género y la diversidad sexual comenzó de manera institucionalizada en 1979. Con relación a la diversidad sexual hubo siempre muchas contradicciones en el período revolucionario y en toda la historia de Cuba, pero identifico que su atención institucional comienza en 1979, cuando en lo que era entonces el Grupo Nacional de Trabajo de Educación Sexual (GNTES), que después se convierte en el CENESEX (Centro Nacional de Educación Sexual), y por iniciativa también de la FMC (Federación de Mujeres Cubanas) que era la que dirigía ese grupo, se comienza la atención a personas trans. Luego que la primera persona solicitara se le diera tratamiento para cambiar su sexo porque no se sentía identificada con el sexo con el que había nacido. Es decir, por la incongruencia que existía entre su identidad de género y sus genitales, lo que entonces llamaban transexualidad, por lo menos en la psiquiatría. A partir de ese momento se determinó que se creara una comisión más especializada y multisdisciplinaria dentro de una comisión que ya existía en este grupo de atención a la orientación y la terapia sexual para empezar a investigar de que se trataba esa realidad. Se visitaron algunos países europeos, se buscó información y una vez analizada la bibliografía que trataba el tema se llegó a la determinación de asumir los mismos estándares de cuidado que había establecido la Asociación Internacional de Disforia de Género Harry Benjamín, como se llamaba en aquel tiempo. Entonces se establecieron esos protocolos de atención considerando por supuesto la transexualidad, como en aquel tiempo, primero como una disforia de género y luego identificándola como un trastorno de identidad de género como así sigue actualmente clasificada en los Manuales Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM). Y es en este año pasado, en el 2010, que hemos establecido un consenso con la comunidad científica para promover la desmedicalización de la transexualidad porque no la consideramos un trastorno mental, y creo que tampoco tenemos los datos suficientes para considerarla un trastorno, sino una realidad humana que merece atención, sobre todo en el campo de los derechos humanos. Pero el contacto con esta realidad, se inició a partir de una demanda explícita de atención médica por parte de las personas que deseaban la cirugía y los tratamientos hormonales, la mayoría de las cuales ya habían comenzado por si solos los tratamientos hormonales sin atención médica, es decir, empezó con el enfoque biomédico que ha caracterizado la problemática transexual, el tratamiento de la transexualidad, y no es hasta el año 2004 que empezamos a darle otro enfoque basado más en los derechos humanos, luego que un grupo de personas transexuales y transvestis vinieran a solicitar ayuda porque habían sido hostigadas por la policía y por los propios ciudadanos de la Habana. Fue entonces cuando yo les propuse que participaran, juntos con el CENESEX, en la evaluación de una estrategia de atención integral a la realidad que estaban viviendo, que no solamente contemplara la demanda específico de salud que ellas querían sino también aspectos relacionados con el ejercicio de sus derechos para lo cual debíamos ponernos de acuerdo con varias instituciones del Estado y las organizaciones de la sociedad civil y así fue como construimos esta estrategia de atención integral a personas transexuales que ha ido evolucionando en el tiempo e incluso nos ha permitido ir modificando los términos por los que vamos identificando a las personas y a los procesos que se han ido realizando, tanto que no decimos ya que diagnosticamos a la transexualidad, ni que hacemos un estudio para diagnosticarla como decíamos antes, ahora decimos acompañamos a la persona para ayudarla a identificar qué le pasa, es decir, a identificar si es una persona transexual o si es una persona homosexual que vive elementos de transvestimos, o sea una persona que vive la experiencia del transvestismo con una orientación heterosexual o bisexual, es decir ayudarle a descifrar a ella y a nosotros también lo que le pasa. No todo lo que les pasa tiene nombre porque es muy diverso. Hay muchos matices, pero por lo menos les ayudamos a integrarse en la sociedad; a no sentirse enfermas; a no sentirse depreciadas; a no sentirse inferiorizadas; y a encontrar en esta institución un apoyo y también un espacio de construcción del conocimiento; porque ¿quién mejor que las personas que viven esta experiencia para aportar conocimiento a su socialización en toda la población?. Nosotros a partir de ese momento les propusimos primero formarlas como promotoras y promotores de salud sexual con énfasis en la prevención del VIH, porque era una manera de integrarlas y vincularlas con nuestro trabajo. Además de visibilizarlas en una tarea social y humana. También para ayudarlas a ser generosas con los que no habían recibido esa experiencia de la sociedad. Les estábamos dando una oportunidad para aprender a ser generosas ayudando a promover salud sexual. Posteriormente empezamos a formarlas como activistas de derechos sexuales con énfasis en los derechos civiles desde la metodología de la educación popular de Paolo Freire, que es una metodología participativa que también aporta valores humanos muy importantes en las relaciones que ellas construyen con las demás personas. Las hemos también estimulado a elevar su nivel cultural y su nivel de instrucción para que encuentren mejores plazas de empleo y hemos negociado con instituciones del Estado para que se les faciliten oportunidades de estudio y de trabajo sin que los prejuicios medien en estas decisiones. Hemos creado un grupo de activistas que ya se reúnen dos veces a la semana aquí [en CENESEX]. En otras ciudades se han creado también otros grupos. Hemos creado además un grupo de familias dirigido a mejorar las relaciones familiares, para quitar la culpabilidad, el estigma; y, realmente esto les ha ayudado mucho a todas ellas y a todos ellos. ***: ¿Cuáles son las principales dificultades que enfrentan en las prácticas para lograr la aceptación de identidad de género y la diversidad sexual? Mariela Castro Espín: Los grandes obstáculos tienen que ver con los prejuicios y la ignorancia profunda que existe con relación a las sexualidades, a los géneros. Por eso nosotros hemos apoyado en la creación de una estrategia educativa para promocionar el respeto a la libre orientación sexual e identidad de género como principio de justicia social e equidad, esta estrategia dura todo el año. Nos apoyamos también en actividades educativas de cine-clubs, de debates, en espectáculos teatrales para el debate, en conferencias, charlas, programas participativos, y sobre todo en campañas de bien público que tienen su momento más significativos, más sensualizados en los medios en la semana entorno al 17 de mayo a raíz del Día Internacional Contra la Homofobia. Durante toda una semana se generan debates en diferentes lugares e instituciones, escuelas y universidades, en varias ciudades del país donde ya se han creado las condiciones y la disposición para hacerlo. Hemos logrado crear una red de activistas que participan en estas actividades. Hacemos espectáculos que incluyen, con un valor artístico bien preparado, el transformismo. Nosotros no tenemos una marcha de orgullo gay. Nosotros hacemos una conga, una modalidad de baile cubano muy satisfactorio, que proporciona mucho placer desde un punto de vista rítmico, sonoro, en esa conga hacemos una visualización ante la población de la necesidad de trabajar los prejuicios. No visualizamos el orgullo gay porque también tenemos el orgullo heterosexual, el orgullo de las mujeres lesbianas, el orgullo de las personas trans, no queremos visualizar solo lo gay. Centramos nuestra mirada en la homofobia que es lo que consideramos que debe cambiar, debe desarticularse la homofobia para articular el respeto a la dignidad plena de las personas. Además la homofobia esta muy vinculada a otras formas de discriminación que también viven las personas LGBT como la discriminación racial, la discriminación por zonas geográficas, por vivir en zonas rurales y no zonas urbanas, por ser inmigrante y no ser nativo, por ser una persona no blanca, por ser mujer, por la edad, la discriminación etaria. Entonces hay muchas formas de discriminación y nosotros relacionamos la homofobia como otra forma de discriminación que no ha sido suficientemente visualizada y que aun no está contemplada en la legislación internacional y en muchas de las legislaciones nacionales, y en las que la visualiza no es suficientemente protegida por las leyes. ***: Alrededor del mundo las luchas por las personas LGBT han surgido de los movimientos sociales contestarios. Según su punto de vista, ¿cómo se da esta lucha en Cuba? Mariela Castro Espín: El escenario principal de la lucha en Cuba fue la revolución de 1959. La revolución fue el inicio de un proceso emancipador en todos los sentidos que puso en tela de juicio, en tela de discrepancia y cuestionamiento, las relaciones entre los seres humanos basadas en la explotación que, históricamente, habían sido aprendidas. En este proceso de transición los socialistas se fueron articulando nuevas relaciones humanas. Nuevas relaciones sociales se fueron desmoronando como mitos, prejuicios, sobre todo en los temas de clase, los temas de raza y en los temas de género. Sin embargo, los temas relacionados con la orientación sexual e identidad de género que no respondían a criterios heteronormativos y patriarcales encontraron más resistencia al cambio. No se comprendió tempranamente que también eran formas de injusticia y de discriminación. Entonces la FMC, la organización de mujeres que ha abogado por los derechos plenos de la mujer y ha trabajado los derechos de la mujer, introdujo el enfoque de género que permitió visualizar la necesidad de trabajar también las masculinidades hegemónicas que crearon tantas dificultades a los hombres de cualquier orientación sexual. Así se abría el camino para también encontrar los argumentos que permitieran introducir en el debate científico, académico y político la problemática de las personas con orientación sexual no heterosexual y las otras problemáticas relacionadas a estos temas. Y ese fue el valor principal, el escenario de justicia e igualdad social fue la revolución. El trabajo de la FMC como sociedad civil organizada fue un factor determinante para abrir el camino de introducir desde un programa de educación sexual institucionalizado, la realidad de las personas homosexuales o las personas trans, desde los prejuicios y el ámbito de los derechos. ***: ¿Se puede decir que hay un movimiento LGBT, organizado o no en Cuba? Mariela Castro Espín: Dentro del movimiento de mujeres, es que se llegó a empezar a trabajar la problemática LGBT. Y en estos momentos, desde un espacio estatal, que es el CENSEX, que coordina un programa nacional de educación sexual donde se integran instituciones del Estado y organizaciones de la sociedad civil se está gestando un movimiento por los derechos LGBT. Esa es la peculiaridad que tiene la experiencia cubana. ***: ¿Que le ha motivado a Ud. a convertirse en una luchadora por las personas LGBTT? Mariela Castro Espín: Desde niña yo recibí estos valores de mi familia, por mi padre y por mi madre. Especialmente por mi mamá que desde la FMC ha liderado estos procesos de educación sexual. Pero ella que luchó mucho por los derechos de las personas LGBT, si tuvo que enfrentar resistencias más complejas y más rígidas que las que he tenido que enfrentar yo y esta generación. Además, la trayectoria profesional me ha permitido encontrar también argumentos y oportunidades para presentar esa problemática en la sociedad cubana desde las instituciones donde trabajé. Así que lo que me motivó fue justamente la conciencia de justicia social que me transmitió mi familia y que también me transmitió la sociedad cubana, sobre todo en las escuelas, en la universidad, en toda su complejidad. La sociedad cubana nos ha enseñado valores instituidos por la revolución, nos ha enseñado a luchar por la justicia social. Ahora, esta experiencia profesional me permitió darme cuenta de que ésta era un área que no había sido abordada suficientemente por nuestras luchas por la justicia social y esto fue complementado por el conocimiento de la historia y la filosofía marxista que me dio herramientas para abordar desde la experiencia de la construcción socialista en Cuba esta realidad que debemos introducir en nuestra practica social. | | | Libia y las crisis que se avecinan | | | | escrito por Stephen Shalom y Michael Albert | El intelectual norteamericano Noam Chomsky analiza la política guerrerista y de expansión de Estados Unidos - 1. ¿Cuáles son las razones que mueven a EE.UU. en las relaciones internacionales, en el sentido más amplio? Es decir, ¿cuáles son las razones dominantes y los temas que se pueden detectar casi siempre en las opciones de las políticas de EE.UU., en cualquier lugar del mundo? ¿Cuáles son las razones más concretas, aunque también dominantes, y los temas de las políticas de EE.UU. en Oriente Próximo y el mundo árabe? Y, por último, ¿cuáles cree usted que son los objetivos más inmediatos de la política de EE.UU. en la situación actual en Libia? Una manera útil de abordar la cuestión es preguntarse cuáles NO son las razones de EE.UU. Podemos averiguarlas de diferentes maneras. Una de ellas es leer la literatura profesional sobre relaciones internacionales: con bastante frecuencia, su relato de la política es lo que la política no es, un tema interesante que no voy a desarrollar aquí. Otro método, muy relevante en este caso, es escuchar a los líderes y comentaristas políticos. Supongamos que se dice que las razones de la acción militar han sido humanitarias. En sí misma, esta afirmación no contiene información: prácticamente todos los recursos a la fuerza se justifican en esos términos, incluso lo hacen los peores monstruos, que pueden, con total irrelevancia, llegar a convencerse de la verdad de lo que están diciendo. Hitler, por ejemplo, pudo creer que se estaba apoderando de partes de Checoslovaquia para poner fin a los conflictos étnicos y llevar a su pueblo los beneficios de una civilización avanzada, y pudo creer también que su invasión de Polonia iba a poner fin al “terror salvaje” de los polacos. Los fascistas japoneses que arrasaron China probablemente creían que estaban su desinteresada iniciativa iba a para crear un “paraíso terrenal” y proteger a la doliente población de los “bandidos chinos”. Incluso Obama puede haber creído lo que dijo en su discurso presidencial el 28 de marzo sobre las razones humanitarias para su intervención en Libia. Y otro tanto puede decirse de los comentaristas. Se las puede someter, sin embargo, a una prueba muy simple, para determinar si las nobles intenciones pueden ser tomadas en serio: ¿llaman los autores a la intervención humanitaria y la “responsabilidad de proteger” a las víctimas de sus propios crímenes o a las de sus clientes? Tomemos, por ejemplo, a Obama: ¿convocó a una zona de exclusión aérea durante la asesina y destructora invasión israelí, respaldada por Estados Unidos, de Líbano, en 2006, sin ningún pretexto creíble? ¿Acaso, no explicó con orgullo durante su campaña presidencial que él había patrocinado una resolución del Senado de apoyo a la invasión, en la que se pedía el castigo de Irán y Siria por impedirla? Fin de la discusión. De hecho, prácticamente toda la literatura de la intervención humanitaria y el derecho a proteger, escrita o hablada, desaparece tras esta prueba sencilla y adecuada. Por el contrario, de las razones REALES poco se habla, y uno tiene que escudriñar los archivos documentales e históricos para descubrirlas, sea el Estado que sea. ¿Cuáles son entonces las razones de EE.UU.? A un nivel muy general, la evidencia me parece que demuestra que no han cambiado mucho desde los estudios de planificación de alto nivel iniciados durante la Segunda Guerra Mundial. Los planificadores en tiempo de guerra daban por sentado que EE.UU. saldría de la guerra en una posición de dominio abrumador, e instaron al establecimiento de una Gran Zona en la que EE.UU. mantuviera un “poder incuestionable” con “supremacía militar y económica”, que garantizase al mismo tiempo la “limitación de cualquier ejercicio de la soberanía” por parte de otros Estados, que pudiera interferir con sus designios globales. La Gran Zona debía incluir el Hemisferio Occidental, el Lejano Oriente, el Imperio británico (que incluía las reservas de energía de Oriente Próximo) y la parte de Eurasia que fuera sea posible, al menos su centro industrial y comercial en el Oeste del continente europeo. Está muy claro, basándose en registros documentales que “el presidente Roosevelt tenía por objetivo la hegemonía de Estados Unidos en el mundo de la posguerra”, para citar la precisa valoración del respetable historiador británico Geoffrey Warner. Y, más importante, los minuciosos planes de tiempo de guerra se llevaron a la práctica poco después, como podemos leer en los documentos desclasificados de los años siguientes, y como podemos observar en la práctica. Las circunstancias han cambiado, por supuesto, y las tácticas se han ajustado en consecuencia, pero los principios básicos son bastante estables, hasta el presente. Con respecto a Oriente Próximo –la “región de mayor importancia estratégica del mundo”, en palabras del presidente Eisenhower– la principal preocupación ha sido y sigue siendo sus incomparables reservas energéticas. El control de éstas daría el “control sustancial del mundo”, como vio muy pronto el influyente asesor liberal A.A. Berle. Estas preocupaciones suelen ocupar un lugar prominente en los asuntos relativos a esta región. En Iraq, por ejemplo, cuando las dimensiones de la derrota de Estados Unidos. ya no podían ocultarse, la retórica fue desplazada por un honesto anuncio de los objetivos de la política. En noviembre de 2007, la Casa Blanca emitió una declaración de principios en la que insistía en que Iraq debía conceder a las fuerzas militares de EE.UU. el acceso por tiempo indefinido, y también en que se debía dar preferencia a los inversores estadounidenses. Dos meses más tarde, el presidente informó al Congreso que iba a pasar por alto cualquier legislación que pudiera limitar el estacionamiento permanente de las fuerzas armadas de EE.UU. en Iraq o “el control por parte de Estados Unidos de los recursos petrolíferos de Iraq”, exigencias que abandonó poco después ante la resistencia iraquí, al igual que tuvo que abandonar los objetivos anteriores. Si bien el control del petróleo no es el único factor en la política de Oriente Próximo, ofrece en cambio algunas directrices bastante acertadas, antes como ahora. En un país rico en petróleo, a un dictador de confianza se le garantiza una libertad de acción casi total. En las últimas semanas, por ejemplo, no ha habido reacción alguna cuando la dictadura de Arabia Saudí utilizó la fuerza masiva para aplastar cualquier signo de protesta. Otro tanto en Kuwait, donde unas pequeñas manifestaciones fueron aplastadas al instante. Y en Bahrein, cuando las fuerzas armadas dirigidas por Arabia Saudí intervinieron para proteger al monarca de la minoría sunita de las demandas de reformas por parte de la población chií reprimida. Las fuerzas gubernamentales no solo desmantelaron el campamento de la Plaza de la Perla –la Plaza Tahrir de Bahrein– sino que llegaron a demoler la estatua de la Perla que es el símbolo de Bahrein y de la que se habían apropiado los manifestantes. Bahrein es un caso particularmente sensible, ya que alberga la Sexta Flota de EE.UU. la fuerza militar más poderosa, con mucho, de la región, y también porque el Este de Arabia Saudita, en la puerta de al lado, es también en gran parte chií y tiene las mayores reservas petroleras del reino. Por un curioso accidente de la geografía y la historia, la mayor concentración de hidrocarburos del mundo rodea la parte norte del Golfo, en regiones de mayoría chií. La posibilidad de una alianza tácita chií ha sido la pesadilla de los planificadores desde hace mucho tiempo. En los estados que carecen de grandes reservas de hidrocarburos, las tácticas varían, aunque por lo general se ajustan siempre al mismo esquema estándar cuando uno de nuestros dictadores tiene problemas: apoyarlo el mayor tiempo posible y, cuando resulta imposible, hacer pública declaración de amor a la democracia y los derechos humanos, tratando a la vez de salvar la mayor parte del régimen que sea posible. El escenario es aburridamente familiar: Marcos, Duvalier, Chun, Ceasescu, Mobutu, Suharto y muchos otros. Y hoy, Túnez y Egipto. Siria es un hueso duro de roer y no hay una alternativa clara a la dictadura que apoye los objetivos de EE.UU. Yemen es un cenagal en el que la intervención directa probablemente crearía problemas aún mayores a Washington. Así que ahí la violencia estatal sólo produce declaraciones piadosas. Libia es un caso diferente. Libia es rica en petróleo, y aunque EE.UU. y el Reino Unido han proporcionado con frecuencia un apoyo notable a su cruel dictador, hasta ahora, éste no es de confianza. Preferirían un cliente más obediente. Además, el vasto territorio de Libia está poco explorado, y los especialistas de la industria petrolera creen que puede haber abundantes recursos petrolíferos sin explotar, que un gobierno más previsible podría abrir a la explotación occidental. Cuando comenzó un levantamiento no violento, Gadafi lo aplastó violentamente y estalló una rebelión que liberó Bengazi, la segunda ciudad más grande del país, y parecía a punto de asediar la fortaleza de Gadafi en el Oeste. Sus fuerzas, sin embargo, cambiaron el curso del conflicto y llegaron a las puertas de Bengazi. Una masacre era probable, y como el asesor de Obama para Oriente Próximo, Dennis Ross, señaló “todo el mundo nos culparía por ello.” Eso sería inaceptable, al igual que una victoria militar que potenciase el poder y la independencia de Gadafi. Ante esta tesitura, EE.UU. se unió a las Naciones Unidas en la resolución 1973, que establece una zona de exclusión aérea a cargo de Francia, el Reino Unido, y EE.UU., en la que este país podría tener un papel secundario. No se hizo ningún esfuerzo para limitar la acción a la creación de una zona de exclusión aérea o siquiera a mantenerse en el mandato más amplio de la resolución 1973. El triunvirato interpretó inmediatamente la resolución como una autorización para su participación directa del lado de los rebeldes. Se impuso por la fuerza un alto el fuego a las fuerzas de Gadafi, pero no a los rebeldes. Por el contrario, se les dio apoyo militar a medida que avanzaban hacia el Oeste, y enseguida se hicieron con las principales fuentes de producción de petróleo de Libia, y estuvieron listos para seguir adelante. El flagrante desprecio de la resolución 1973 de las Naciones Unidas pronto comenzó a causarle dificultades a la prensa, ya que era demasiado grave ignorarlo. En el New York Times, por ejemplo, Karim Fahim y David Kirkpatrick (el 29 de marzo) se preguntaban “cómo podrían justificar los aliados sus ataques aéreos contra las fuerzas del coronel Gadafi en torno a [su centro tribal de] Sirte si, como parece ser el caso, goza de amplio apoyo en la ciudad y no representa una amenaza para los civiles.” Otra dificultad técnica es que la resolución 1973 del Consejo de Seguridad exige un embargo de armas que se aplique a todo el territorio de Libia, lo que significa que cualquier aporte externo de armas a la oposición tendría que ser encubierto (pero, de otro modo, no problemático). Hay quien argumenta que el petróleo no puede ser una razón, porque las compañías occidentales ya disfrutaban de acceso al botín bajo Gadafi. Este razonamiento ignora las preocupaciones de EE.UU. Lo mismo podría haberse dicho de Iraq bajo Saddam, o de Irán o Cuba durante muchos años, y aún hoy en día. Lo que Washington pretende es lo que Bush anunció: control o, por lo menos, clientes de confianza. Documentos internos estadounidenses y británicos subrayan que “el virus del nacionalismo” es su mayor temor, no sólo en el Oriente Próximo sino en todas partes. Regímenes nacionalistas que pudieran llevar a cabo ilegítimos ejercicios de soberanía, violando los principios de la Gran Zona. Y que pudieran tratar de dirigir los recursos a cubrir las necesidades populares, como Nasser amenazaba ocasionalmente con hacer. Vale la pena señalar que las tres potencias imperialistas tradicionales –Francia, Reino Unido, EE.UU. – están casi aisladas en la realización de estas operaciones. Los dos principales estados de la región, Turquía y Egipto, probablemente podrían haber impuesto una zona de exclusión aérea, pero sólo ofrecen un tibio apoyo a la campaña militar del triunvirato. Las dictaduras del Golfo estarían felices de ver desaparecer al errático dictador libio, pero a pesar de estar sobrecargadas de hardware militar de último modelo (servido generosamente por EE.UU. y Reino Unido para reciclar los petrodólares y asegurar su obediencia), sólo se atreven a ofrecer una participación simbólica (Qatar.) Si bien apoyan la resolución 1973 del Consejo de Seguridad de la ONU (UNSC), los países africanos –aparte de Ruanda, aliado de EE.UU.– se oponen en general a la forma en que aquélla ha sido interpretada, a toda prisa, por el triunvirato, y en algunos casos esta oposición es muy firme. Para conocer las políticas de cada uno de los estados africanos véase el artículo del keniata Charles Onyango-Obbo (). Más allá de la región hay poco apoyo. Al igual que Rusia y China, Brasil se abstuvo de en la votación de la ONU de la resolución 1973, instando en cambio a un completo alto el fuego y al diálogo. India también se abstuvo en la resolución, basándose en que las medidas propuestas pueden “agravar una situación ya difícil para el pueblo de Libia”, y también pidió medidas políticas y no el uso de la fuerza. Incluso Alemania se abstuvo. Italia también se mostró reacio, en parte quizá porque es muy dependiente de los contratos petroleros con Gadafi. Además, podemos recordar el genocidio que llevó a cabo Italia en el este de Libia, la zona ahora liberada, tras la primera Guerra Mundial, del que tal vez conserven algunos recuerdos . 2. ¿Puede alguien contrario a las intervenciones, que además cree en la autodeterminación de las naciones y las personas, apoyar una intervención ya sea realizada por la ONU o individualmente por algunos países? Hay dos casos a considerar: (1) una intervención autorizada por la ONU, y (2), una intervención sin autorización de la ONU. A menos que creamos que los Estados son sagrados en la forma que se han establecido en el mundo moderno (por lo general mediante una violencia extrema), y que están dotados de derechos que anulan todas las consideraciones imaginables, entonces la respuesta es la misma en ambos casos: sí, al menos en principio . Y no veo motivo para discutir esta creencia, por lo que la voy a dejar de lado. En lo que respecta al primer caso, la Carta (de las Naciones Unidas) y las resoluciones posteriores otorgan al Consejo de Seguridad una considerable latitud para la intervención, y ésta se ha llevado a cabo, por ejemplo, en el caso de África del Sur. Esto, por supuesto, no implica que todas las decisiones del Consejo de Seguridad deban tener la aprobación de “alguien contrario a las intervenciones, que además cree en la autodeterminación de las naciones y las personas”; otras consideraciones entran en juego en casos específicos, pero, una vez más, a menos que otorguemos a los Estados contemporáneos un estatus de entidades prácticamente sagradas, el principio es el mismo. En cuanto al segundo caso –el que se plantea con respecto a la interpretación que hace el triunvirato de la resolución 1973, junto a otros muchos ejemplos– la respuesta es otra vez afirmativa, al menos en principio, a menos que tomemos el sistema estatal global como algo inviolable en la forma establecida en la Carta de las Naciones Unidas y otros tratados. Siempre hay, por supuesto, una carga de la prueba muy pesada que es preciso soportar para justificar la intervención por la fuerza, o cualquier otro uso de la fuerza. La carga es especialmente alta en la segunda hipótesis, en casos de violación de la Carta, al menos para los Estados que profesan el respeto de la ley. Debemos tener en cuenta, sin embargo, que la potencia hegemónica mundial rechaza esta postura, y se autoexcluye de las Cartas de las Naciones Unidas y de la OEA, junto a otros tratados internacionales. Al aceptar la jurisdicción de la Corte Internacional de Justicia, cuando ésta se estableció (conforme a la iniciativa de EE.UU.) en 1946, Washington se excluyó de los cargos de violación de los tratados internacionales, y posteriormente ratificó el Convenio para la Prevención y la Represión del Genocidio, de 1948. con reservas similares. Todas ellas confirmadas por los tribunales internacionales, ya que su procedimientos requieren la aceptación de la jurisdicción. De manera más general, la práctica de EE.UU. es introducir reservas cruciales a los tratados internacionales que ratifica, eximiéndose en la práctica de los mismos. ¿Es soportable la carga de la prueba? No tiene mucho sentido discutir esto de manera abstracta, pero hay algunos casos reales que podrían ayudarnos. En el período posterior a la Segunda Guerra Mundial, hay dos casos de recurso a la fuerza que, aunque no pueden considerarse como intervenciónes humanitarias, podrían ser legítimamente compatibles: la invasión por parte de India de Pakistán Oriental, en 1971, y la invasión vietnamita de Camboya, en diciembre de 1978; en ambos casos, para poner fin a atrocidades masivas. Estos ejemplos, sin embargo, no entran en el canon occidental de intervención humanitaria, ya que sufren de la falacia de la institución errónea: no los llevaron a cabo los occidentales. Es más, EE.UU. se opuso a ellos encarnizadamente, en el momento álgido de las atrocidades, y luego castigó severamente a los “malhechores” que terminaron con las matanzas de la actual Bangladesh y de la Camboya de Pol Pot. Vietnam no sólo fue duramente condenado, sino también castigado con una invasión china apoyada por Estados Unidos, y con el apoyo militar y diplomático británico-estadounidense a los jemeres rojos camboyanos en sus ataques desde sus bases de Tailandia. Si bien la carga de la prueba se puede soportar en ambos casos, no es fácil pensar en otros. En el actual caso de intervención por el triunvirato de potencias imperiales que están violando en estos momentos la resolución 1973 de las Naciones Unidas de 1973, la carga es muy pesada, dado su horrible historial. Sin embargo, sería demasiado fuerte sostener que nunca se puede soportar, en principio. A menos, por supuesto, que consideramos los estados-nación en su forma actual como esencialmente sagrados. La prevención de una masacre probable en Bengazi no es poca cosa, con independencia de lo que uno piense sobre las razones. 3. ¿Puede una persona interesada en que los disidentes de un país no sean masacrados en su búsqueda de la autodeterminación, oponerse legítimamente a una intervención que tiene por objeto, sean cuales sean sus razones, evitar una masacre? Aun aceptando, por pura hipótesis, que la intención es genuina, que cumple el criterio simple que he mencionado al principio, no veo cómo responder a este nivel de abstracción: depende de las circunstancias. Podríamos oponernos a la intervención podría oponerse, por ejemplo, si ésta es probable que conduzca a una masacre mucho peor. Supongamos, por ejemplo, que los líderes de EE.UU., real y honestamente, hubieran tenido la intención de evitar una masacre en Hungría en 1956 y hubieran bombardeado Moscú. O que el Kremlin, genuina y honestamente, hubiera tenido la intención de evitar una masacre en El Salvador, en la década de 1980, mediante el bombardeo de EE.UU. Teniendo en cuenta las consecuencias previsibles, todos estaríamos de acuerdo en que esas acciones –inconcebibles– podría ser legítimamente contestadas. 4. Muchos ven una analogía entre la intervención en Kosovo, de 1999, y la actual intervención en Libia. ¿Puede explicar las principales similitudes, en primer lugar, y también las principales diferencias, en segundo lugar? De hecho, muchas personas perciben esta analogía, lo que es un homenaje al increíble poder de los sistemas de propaganda occidentales. Da la casualidad de que contamos con excelente documentación de los antecedentes de la intervención en Kosovo, que incluye dos detalladas recopilaciones del Departamento de Estado, extensos informes sobre el terreno de los observadores –occidentales– de la Misión de Verificación de Kosovo, fuentes de la OTAN y la ONU, una comisión de investigación británica y muchos más elementos. Los informes y estudios coinciden estrechamente en los hechos. En resumen, podemos decir que no se había producido ningún cambio sustancial sobre el terreno en los meses previos al bombardeo. Tanto las fuerzas serbias como la guerrilla del ELK habían cometido atrocidades –las de esta última fuerza, de mayor gravedad, en ataques desde la vecina Albania– durante el período en cuestión, al menos de acuerdo a las más altas autoridades británicas (Gran Bretaña fue el miembro más agresivo de la alianza). Las grandes atrocidades en Kosovo no fueron la causa de los bombardeos de la OTAN sobre Serbia, sino su consecuencia, una consecuencia totalmente previsible. El comandante en jefe de la OTAN, el general estadounidense Wesley Clark, había informado a la Casa Blanca semanas antes de los bombardeos de que éstos provocarían una respuesta brutal por las fuerzas serbias sobre el terreno, y, al comienzo del bombardeo, dijo a la prensa que esta respuesta era “previsible”. Los primeros refugiados kosovares registrados por la ONU se producen en fechas muy posteriores al comienzo de los bombardeos. Con una sola excepción, la acusación de Milosevic, durante los bombardeos, basada en gran medida en informes de inteligencia anglo-estadounidenses, se limitó a los crímenes cometidos después del bombardeo, y sabemos que no podía ser tomada en serio por los líderes de Estados Unidos y Reino Unido, que en ese mismo momento estaban apoyando activamente crímenes aún peores. Además, había buenas razones para creer que una solución diplomática estaba al alcance; en efecto, la resolución de la ONU impuesta después de 78 días de bombardeo fue más bien un compromiso entre la posición serbia y la de la OTAN al comienzo. Todo esto, incluso estas impecables fuentes occidentales, lo trato con cierto detalle en mi libro A New Generation Draws the Line. Nuevas informaciones que corroboran todo ello han aparecido desde entonces. Por ejemplo, Diana Johnstone informa de una carta a la canciller alemana, Angela Merkel, el 26 de octubre de 2007, que le envía Dietmar Hartwig, ex jefe de la misión europea en Kosovo antes de que fuera retirado el 20 de marzo con el anuncio del bombardeo, que estaba en una posición muy buena para saber lo que estaba sucediendo. Éste escribe: “No hay un solo informe presentado en el período comprendido entre finales de noviembre de 1998 y la evacuación en vísperas de la guerra que mencione que los serbios hayan cometido delitos graves o sistemáticos contra los albaneses, ni tampoco ha habido un solo caso que se refiera a incidentes o delitos de genocidio o asimilables a éste. Por el contrario, en mis informes he registrado en repetidas ocasiones que, teniendo en cuenta los ataques del ELK cada vez más frecuentes contra el Gobierno serbio, se ha demostrado que la aplicación de la ley por parte de éste ha sido hecha con una notable moderación y disciplina. El objetivo claro y citado a menudo por el Gobierno serbio ha consistido en observar rigurosamente el acuerdo Milosevic-Holbrooke [de octubre de 1998] para no dar ninguna excusa a la comunidad internacional para intervenir. (...) Hubo enormes “diferencias de percepción” entre lo que las misiones en Kosovo han estado informando a sus respectivos gobiernos y capitales, y lo que éstos han filtrado posteriormente a los medios de comunicación y al público. Esta discrepancia sólo puede ser vista como un elemento de preparación a largo plazo para la guerra contra Yugoslavia. Hasta el momento en que abandoné Kosovo, nunca había ocurrido lo que los medios de comunicación y, todavía más, los políticos afirmaban sin cesar. En consecuencia, hasta el 20 de marzo 1999 no había ninguna razón para la intervención militar, lo que hace ilegítimas las medidas adoptadas posteriormente por la comunidad internacional. El comportamiento colectivo de los Estados miembros antes y después del estallido de la guerra da pie a serias preocupaciones, porque la verdad fue liquidada y la UE perdió fiabilidad.” La historia no es física cuántica, y siempre hay un amplio margen para la duda. Pero es raro que las conclusiones tengan un respaldo tan firme como en este caso. De un modo muy revelador, es totalmente irrelevante. La doctrina que prevalece es que la OTAN intervino para detener la limpieza étnica, aunque los partidarios de los bombardeos que toleran al menos un guiño a los abundantes elementos fácticos califican su apoyo al decir que los bombardeos eran necesarios para detener las posibles atrocidades: debemos actuar aun produciendo atrocidades a gran escala para detener las que se podrían producir si no bombardeásemos. Y hay justificaciones aún más impactantes. Las razones de esta práctica unanimidad y pasión son bastante claras. El bombardeo se produjo en una virtual orgía de autoglorificación y pavor por parte de las potencias, que podría haber impresionado a Kim il-Sung. Lo he analizado en otro lugar, y no deberíamos permitir que siga en el olvido este notable momento de la historia intelectual. Después de este espectáculo, el desenlace tenía que ser simplemente glorioso. La noble intervención en Kosovo proporcionó este desenlace, y esta ficción debe ser celosamente mantenida. Volviendo a la pregunta, hay una analogía entre las representaciones autocomplacientes de Kosovo y Libia: ambas intervenciones están animadas por nobles intenciones, según la versión novelada. El inaceptable mundo real sugiere en cambio analogías bastante diferentes. 5. Del mismo modo, mucha gente ve una analogía entre la actual intervención en Iraq y la intervención en curso en Libia. En este caso, ¿puede explicar las similitudes y las diferencias? No veo las analogías significativas aquí tampoco, excepto que dos de los Estados participantes son los mismos. En el caso de Iraq, las metas son las que al final acabaron por reconocer. En el caso de Libia, es probable que el objetivo sea similar, al menos en un aspecto: la esperanza de que un régimen cliente fiable apoye los objetivos occidentales y proporcione a los inversores occidentales un acceso privilegiado a la riqueza petrolera rica de Libia, que, como he señalado, puede ir mucho más allá de lo que se conoce actualmente. 6. ¿Qué espera usted, en las próximas semanas, que suceda en Libia y, en ese contexto, ¿cuáles cree usted que deberían ser los objetivos de un movimiento, en Estados Unidos, contra la intervención y la guerra con respecto a las políticas de EE.UU.? Por supuesto, es incierto, pero las perspectivas probables –hoy, 29 de marzo– son o bien una partición de Libia en una región oriental, rica en petróleo y dependiente en gran medida de las potencias occidentales imperiales, y una región occidental pobre bajo el control de un tirano brutal de limitadas capacidades; o bien una victoria de las fuerzas respaldadas por Occidente. En cualquier caso, lo que el triunvirato presumiblemente espera es un régimen menos problemático y más dependiente en lugar del actual. El desenlace probable es el que se describe con bastante exactitud, creo que por el diario árabe con sede en Londres Al-Quds Al-Arabi, en su número del 28 de marzo. Si bien se reconoce la incertidumbre de la predicción, prevé que la intervención puede dejar en Libia “dos estados, uno para los rebeldes en el Este, rico en petróleo; y uno, pobre, en manos de Gadafi en el Oeste (...) Una vez asegurados los campos de petróleo, podemos encontrarnos ante a un nuevo emirato petrolero en Libia, un país escasamente habitado, protegido por Occidente y muy similar a los estados-emirato del Golfo Pérsico.” O bien, la rebelión apoyada por Occidente podría continuar hasta el final para eliminar al irritante dictador. Los que se preocupan por la paz, la justicia, la libertad y la democracia debe tratar de encontrar maneras de prestar apoyo y asistencia a los libios que tratan de forjar su propio futuro, libre de las limitaciones impuestas por las potencias extranjeras. Podemos tener esperanzas sobre la dirección a seguir, pero el futuro debe estar en sus manos. | | BOLIVIA Y SU SALIDA AL PACIFICO : El presidente boliviano, Evo Morales, acusó este sábado a su homólogo chileno, Sebastián Piñera, de ignorar la historia por afirmar que es "imposible" dar a Bolivia una salida soberana al Pacífico. El mandatario enfatizó que va a seguir buscando el diálogo bilateral y multilateral". "Quién en este momento dice que es imposible debatir, discutir el retorno al mar con soberanía a Bolivia, ignora la historia", dijo Morales en Charaña, pueblo fronterizo con Chile donde en 1975 los entonces dictadores Hugo Banzer y Augusto Pinochet simbolizaron con un abrazo una negociación que fracasó sobre la demanda boliviana. En una entrevista con un programa de la red pública de televisión (TVN) Piñera afirmó este viernes que "ellos (Bolivia) pretenden algo que es imposible". "Chile tiene un tratado de límites con Bolivia del año 1904. Ese tratado fue válidamente suscrito y está plenamente vigente, y los tratados internacionales hay que cumplirlos", subrayó el mandatario chileno. Morales insistió en que Piñera no tiene "sentimientos" y desconoce la reivindicación histórica de Bolivia, que perdió su salida al Pacífico en una guerra librada hace 132 años. "¿Cómo es posible que un país vecino nos quite territorio sobre el mar y tenernos enclaustrados históricamente? Lamento mucho que algunas autoridades y algunas personas en Bolivia y en Chile puedan ignorar y desconocer el retorno al mar con soberanía", añadió. Morales, que anunció la semana pasada que llevará su demanda a tribunales internacionales, reiteró hoy que antes estaba convencido de que el conflicto lo iba resolver el diálogo iniciado en 2006 con la entonces presidenta chilena, Michelle Bachelet, pero que "nunca" recibió una "propuesta formal" de Santiago . El presidente Morales aseguró a la par que se mantendrá abierto el diálogo bilateral y multilateral, pero que al mismo tiempo apelará a la justicia internacional para que Chile "devuelva la salida al mar con soberanía". "Cuando ajustamos de una verdad: ¿cuál es la propuesta formal para el retorno al mar con soberanía?, ya no quieren responder, y por eso decidimos pasar a los tribunales internacionales por el retorno al mar con soberanía", dijo en referencia a las cada vez más distantes [3]posturas comunes para dar solución al conflicto. El presidente chile Sebastián Piñera ha dicho que el diálogo y la demanda en cortes internacionales son incompatibles. | | Transnacionales y agronegocios: Peligro de una nueva catástrofe alimentaria mundia Controlados por las corporaciones trasnacionales, y despojados de su condición de "bien social", los alimentos se convierten en mercancía capitalista con un valor fijado por la especulación financiera, convirtiéndose en la causa principal de las hambrunas y conflictos sociales que ya empiezan a desarrollarse por todo el planeta. | El fantasma de la escalada global en los precios de los alimentos vuelve a asomar y con ello los temores de que se repitan los estallidos y protestas sociales masivas en contra de los aumentos, como sucedió en 2008. En un primer capítulo, en el 2008, y a causa del aumento de los precios del petróleo, hubo una escalada mundial del precio de los alimentos que incrementó el proceso de hambruna que padecen habitualmente las poblaciones más desprotegidas de Asia, África y América Latina. En un segundo capítulo, con el desarrollo de la crisis recesiva global, ese proceso se agudizó arrojando a más población desposeída a la marginalidad y a la carencia de alimentos para subsistir aunque sólo sea a escala precaria. Un tercer capítulo comienza a desarrollarse de la mano del aumento del precio del petróleo, a raíz de los acontecimientos en Africa y Medio Oriente, como consecuencia de los procesos de movilización callejera y de represión militar que se están desarrollado.(las llamadas "revueltas árabes") Además, y según el Foro Humanitario Global con sede en Ginebra, el cambio climático afecta seriamente a 325 millones de personas al año, y el sistema de la alimentación está en el centro. Un reciente estudio del organismo de Naciones Unidas y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) prevé un incremento de entre 15% y 40% en el valor de los granos. Por otra parte, los valores reales de los productos lácteos subirán entre 16 y 45% y el de lo aceites vegetales en 40%, según la investigación. Los valores de los alimentos alcanzaron su nivel más alto en dos años, según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés). Sólo en agosto, la ONU dijo que el incremento de los precios llegó al 5%, debido principalmente al alza del trigo tras la prohibición de la exportación del grano por parte de Rusia. Si estas proyecciones resultan ciertas, la escalada de los precios de los alimentos, producida por la especulación financiera y por la alta concentración de la producción y comercialización en manos de un puñado de trasnacionales de la alimentación, continuará en ascenso. La plaga del hambre La plaga del hambre, de la exclusión social y del desempleo que ya se extienden como una epidemia por las áreas empobrecidas del planeta están generando las condiciones para un "Apocalipsis social". Según la FAO, cada seis segundos muere un niño de hambre en el mundo y cada día 17.000 niños pierden la vida por no tener nada que comer. En la última Cumbre Mundial sobre Seguridad Alimentaria, el director de la FAO, Jacques Diouf, contó seis segundos en un spot publicitario y agregó: "Un niño ha muerto de hambre en el mundo". En el día de la asamblea mundial contra el flagelo, 17 mil personas murieron de hambre, añadió. Según la ONU, en el mundo ya hay más de 1.000 millones de personas que padecen hambre, la cifra más alta de la historia, y en todo el planeta hay 3.000 millones de desnutridos, lo que representa casi la mitad de la población mundial, de 6.500 millones. No hace falta mucha imaginación (el fenómeno ya se verifica en la realidad) para mensurar el factor apocalíptico masivo que representaría para el sistema el avance de ejércitos de hambrientos buscando comida para supervivir en las grandes urbes, enfrentando con la violencia a la represión militar o policial. Según la ONU, con "menos del 1%" de los fondos económicos que han utilizado los gobiernos capitalistas centrales para salvar al sistema financiero global (bancos y empresas que han desatado la crisis económica), se podría resolver la calamidad y el sufrimiento de miles de millones de personas (casi la mitad de la población mundial) que son víctimas de la hambruna a escala mundial. ¿Y porqué no se hace? Por una razón de fondo: Los pobres, los desamparados, la "población sobrante", no son un "producto rentable" para el sistema capitalista. El comercio del hambre En la realidad, la producción de alimentos está fuera de la órbita del control estatal de los gobiernos. Los recursos esenciales para la supervivencia están supeditados a la lógica de rentabilidad capitalista de un puñado de corporaciones trasnacionales (con capacidad informática, financiera y tecnológica) que los controlan a nivel global, y con protección militar-nuclear de EEUU y las superpotencias. En ese escenario, la producción y comercialización de alimentos no está supeditada a la lógica del "bien social", sino a la más cruda lógica de la rentabilidad capitalista. Según la propia FAO, diez corporaciones trasnacionales controlan actualmente el 80% del comercio mundial de los alimentos básicos, y similar número de mega empresas controlan el mercado internacional del petróleo, de cuyo impulso especulativo se nutre el proceso de suba de los alimentos, causal de la hambruna, que ya se extiende por todo el planeta. Al iniciarse en Guadalajara, México, una conferencia técnica sobre la biotecnología agrícola, Pat Mooney, director ejecutivo del Grupo ETC de Canadá, dijo al diario La Jornada que lo único que le interesa a las multinacionales del sector es obtener ganancias. El experto señaló que las transnacionales nunca se interesaron en la alimentación de los pobres, debido a que no representan un mercado. Pat Mooney dijo que en este tipo de reuniones de la FAO siempre están presentes firmas como la Dupont y Monsanto, con patentes monopólicas de producción y expresó que por encima de los representantes de los gobiernos, son ellas las que dicen la última palabra. Entre los primeros pulpos trasnacionales de la alimentación, se encuentran la empresa suiza Nestlé SA., la francesa Groupe Danone SA. y la Monsanto Co., que lideran mundialmente la comercialización de alimentos y que, además de controlar la comercialización y las fuentes de producción, poseen todos los derechos a escala global sobre semillas e insumos agrícolas. Despojados de su condición de "bien social" de supervivencia, esos recursos se convierten en mercancía capitalista con un valor fijado por la especulación en el mercado, y los precios no se fijan sólo por la demanda del consumo masivo, sino básicamente por la demanda especulativa en los mercados financieros y agro-energéticos. Por lo tanto, no hay "crisis alimentaria" (como sostienen la FAO, la ONU, el Banco Mundial, y las organizaciones del capitalismo como el G-8) sino un incremento de la hambruna mundial por la especulación financiera y la búsqueda de rentabilidad capitalista con el precio del petróleo y los alimentos. El control de las fuentes, de la producción, de la comercialización internacional y de la masa de recursos financieros emergentes por las corporaciones trasnacionales, tornan impotentes a los gobiernos dependientes (sin poder de gerenciación sobre esos recursos) para resolver los problemas de la hambruna que aqueja a sus pueblos. Y por más apelaciones que hagan las instituciones "asistencialistas" del sistema capitalista como la ONU y la FAO (que suceden a la caridad religiosa) las corporaciones transnacionales establecen su dinámica productiva a partir de la relación costo-beneficio. Esto es, y atendiendo a la lógica esencial que guía el desarrollo histórico del capitalismo, sólo producen atendiendo a la ley de la rentabilidad, a la ley del beneficio privado, y no atendiendo a la lógica del beneficio social. Por otra parte, los fondos que destinan la ONU, el Banco Mundial y demás organizaciones del capitalismo trasnacional, son mendrugos comparados con la ganancias multimillonarias de los pulpos petroleros y de la alimentación y el crecimiento de las fortunas personales de sus directivos y accionistas. Según analistas especializados de Wall Street, un 60% del precio del petróleo crudo y de las materias primas alimentarias tiene como causal a la especulación en futuros no regulada, de fondos precisamente autodenominados "especulativos", bancos y grupos financieros que utilizan las bolsas de futuros ICE de Londres y NYMEX de Nueva York y el comercio inter-bancos. En este tercer frente del negocio agro-energético financiero (productor directo de la hambruna y la inflación mundial) se encuentran en primera línea Goldman Sach y Morgan Stanley, súper-gigantes de la especulación financiera en alta escala del capitalismo trasnacional sionista con asiento en Wall Street. En este escenario, los precios no se fijan sólo por la demanda del consumo, sino básicamente por las necesidades comerciales y la demanda especulativa en los mercados financieros agro-energéticos. De este accionar monopólico y de la acción especulativa en los principales mercados de materias primas, entre cuyas herramientas financieras se encuentra el ICE [Intercontinental Exchange] de Londres y las bolsas mercantiles de Nueva York y Chicago, provienen principalmente las ganancias siderales del mega-consorcio financiero Goldman Sach. En el 2008, los grandes pulpos concentrados huyeron de la crisis financiera y comenzaron la especulación en alta escala con los alimentos y materias primas convertidos en estrellas de la rentabilidad financiera. El mercado del hambre Los acuerdos internacionales a través de la Organización Mundial del Comercio (OMC), los Acuerdos de Libre Comercio (FTA) y los Acuerdos de Asociación Económica (EPA), impulsados por programas del Banco Mundial y del FMI, permiten que el apoyo incondicional a los agro negocios sea una prioridad en las políticas alimentarias y agrícolas de los gobiernos en el mundo subdesarrollado. Los subsidios gubernamentales destinados a las transnacionales agroalimentarias están orientados a la agricultura industrial, eliminando granjas en el Norte y en el Sur por medio de precios bajos de dumping. Mediante la "revolución verde", las transnacionales de agro negocios excluyen los conocimientos locales en la agricultura e imponen nuevas tecnologías e insumos agrícolas artificiales que los campesinos tienen que comprar, dependiendo de ellos de forma permanente. En su búsqueda de rentabilidad a cualquier costo, las transnacionales buscan controlar el mercado mundial de los alimentos y convertir la producción campesina en producción industrial, controlando la fijación de precios a escala global. En su rapacidad las transnacionales de la agroalimentación se apoderan de tierras para convertirlas en monocultivos de agro combustibles. O sea, cultivan alimentos para los automóviles mientras la mitad de la población mundial vive en estado de pobreza y de desnutrición. Y los gobiernos, al no tener poder de gerenciación sobre sus recursos agroenergéticos se convierten en títeres de las corporaciones que los controlan y que se apoderan de la renta del producido por el trabajo social de esos países. Y como el capitalismo trasnacional (las corporaciones que controlan el petróleo y los alimentos) sólo produce para quien está en capacidad de comprar esos productos, la falta de poder adquisitivo de las mayorías empobrecidas del planeta, lleva su vez a que las corporaciones reduzcan la producción para achicar costos y preservar la rentabilidad vendiendo menos pero más caro. El mundo atraviesa por una sobredemanda de alimentos y de petróleo que, a su vez, multiplica la rentabilidad de los grupos que hegemonizan el poder sobre la producción y comercialización, y sobre los mercados de la especulación financiera de las materias primas. De esta manera, a los pulpos petroleros y alimentarios no les interesa producir más, sino ganar más produciendo lo mismo con baja de costos de personal e infraestructura. En consecuencia, controlados por las corporaciones trasnacionales, y despojados de su condición de "bien social", los alimentos se convierten en mercancía capitalista con un valor fijado por la especulación financiera, convirtiéndose en la causa principal de las hambrunas y conflictos sociales que azotan a muchos regiones del planeta. | | |