jueves, 19 de mayo de 2011

Nakba Catástrofe Palestina continúa tras 63 años Israel mata

 

http://www.laarena.com.ar/opinion-la_nakba_o_catastrofe_palestina_continua__63_anos_despues-61398-111.html

 

DURÍSIMA REPRESIÓN DE ISRAEL CONTRA LOS PALESTINOS

 

La Nakba o Catástrofe palestina continúa, 63 años después

 

Si no fuera trágico sería risible. Israel mató a 21 manifestantes

palestinos en el día de la Nakba o Catástrofe y luego presentó una

denuncia en la ONU contra Siria y El Líbano. El mundo del revés.

EMILIO MARÍN

 

Los palestinos son un pueblo curtido por muchas desgracias a lo largo

de su historia. En la reciente, sobresale lo que ese pueblo llamó la

Nakba o catástrofe, del 15 de mayo de 1948, cuando se fundó Israel en

tierras que eran suyas. Bajo el imperio de las armas de los sionistas,

más de 800.000 palestinos debieron dejar sus viviendas para no ser

asesinados como los 254 habitantes de Deir Yassim.

Esos dueños de la tierra convertidos en parias debieron exiliarse en

Siria, Egipto, El Líbano, Jordania e Irak. Con su descendencia, se

estima en 4.5 millones los refugiados impedidos de volver al terruño.

Su derecho al regreso está contemplado incluso por Naciones Unidas,

que -dentro de su impotencia y complicidad con Israel-, no ha podido

borrar la Resolución 194 (11/12/1948), dedicada a ese tema.

Primero la decisión del Reino Unido (Declaración Balfour de 1917) y

luego la propia ONU, en 1947, fomentaron la creación de un estado

israelita en Palestina. De países europeos llegaron la mayoría de

inmigrantes para dar cierta base humana a aquel proyecto que había

pergeñado el padre del sionismo en 1897, Teodoro Herzl.

De todos modos, para 1947 los inmigrantes hebreos no superaban el 10

por ciento de la población total de la zona palestina. A pesar de eso

la entidad mundial le adjudicó el 56 de las pocas tierras disponibles,

entre ellas las más productivas. A la mayoría palestina la recluyó en

una superficie mucho menor, que se achicó por el despojo salvaje de

las milicias sionistas Irgún, Hagana y Stern.

Ben Gurión, Golda Meir, Menaguem Begin y otros políticos presentados

como padres de la patria judía fueron responsables de un genocidio

contra los palestinos. Alguno, como el general Yitzhak Rabin, terminó

devorado por esa misma maquinaria, cuando en 1995 fue asesinado por un

neonazi israelí opuesto a las negociaciones con los palestinos.

El concepto de genocidio puede sonar un tanto fuerte tratándose de un

pueblo que sufrió el Holocausto. Sin embargo es justo y es utilizado

incluso por el historiador israelita Ilan Pappé, que así tituló uno de

sus libros: “La limpieza étnica de Palestina”. Escribió: “los

israelíes conocen como ´Guerra de la Independencia´ la de 1948. Para

los palestinos es la ´Nakba´, la ´catástrofe´, puesto que su resultado

fue uno de los procesos de limpieza étnica más amplios y dramáticos de

nuestro tiempo: cerca de un millón de palestinos fueron obligados a

emigrar a punta de fusil, abandonado sus tierras, sus bienes y sus

hogares; hubo matanzas de civiles como la de Deir Yassin y cientos de

poblados fueron destruidos deliberadamente. Pese a sus dramáticas

dimensiones, los israelíes han conseguido ocultar este crimen contra

la humanidad durante muchos años”.

 

La Nakba continúa

Pese a décadas de exilios, usurpación de sus territorios y negación

del Estado propio, los palestinos nunca perdieron su identidad. Unos

4.5 millones viven dispersos por Medio Oriente y el mundo, en tanto

1.4 millón sufren la ocupación militar en Cisjordania y 1.3 millón en

Gaza, completamente bloqueada por Israel. Además otros 1.5 millón

tienen una vida muy dura, como ciudadanos de segunda, dentro de

Israel, donde el canciller neonazi Avigdor Lieberman quiere

expulsarlos si no hacen un juramento de fidelidad.

Debe haber muy pocos casos de tanta persistencia en la lucha por los

derechos nacionales de un pueblo y en condiciones tan adversas. Entre

éstas hay que contabilizar el peso militar del ocupante, el respaldo a

éste por una superpotencia como EE UU e incluso las traiciones de

parte de las dirigencias árabes. Así y todo ese pueblo ha seguido

bregando por el reconocimiento nacional. Como escribió su máximo poeta

Mahmud Darwish, fallecido en 2008, “aquí moriremos. Aquí, en el último

pasaje. Aquí o ahí... nuestra sangre plantará sus olivos”.

En esa marcha sin renuncias la población de Gaza, Cisjordania y

Jerusalén oriental (anexada en 1967 pese a que la partición de 1948 la

contemplaba como ciudad compartida) supo insurreccionarse contra la

ocupación en dos Intifadas. La primera comenzó en 1987 en Gaza y la

segunda en 2000 en el corazón de Jerusalén, en inmediaciones de la

mezquita de Al Aqsa.

La maquinaria bélica sionista terminó anegando en sangre a los

rebelados; cuando son tanques contra piedras a lo largo terminan

prevaleciendo los primeros. Pero nunca como en estas ocasiones se

cumplió para los gobernantes del Likud, del Laborismo y sus

respectivas coaliciones aquello de “victoria militar, derrota

política”. Quedaron escrachados internacionalmente como unos

genocidas, en tanto Yasser Arafat, su OLP-Al Fatah y otras

organizaciones como Hamas, el FPLP, FDLP y otras, concitaban más

simpatía.

La situación era explosiva. No fue casual que en 1993 Rabin y Shimon

Peres pactaran con Arafat el acuerdo de Oslo, para ir por partes,

desde la autonomía hasta el alumbramiento de un estado palestino. La

burla a esos compromisos volvió a dejar en offside a Israel; los

mismos, pese a su carácter light, costaron la vida de Rabin.

El sucesor de Arafat, Mahmud Abbas, escogió una política muy

conciliadora con Tel Aviv y Washington. Por eso en los últimos años la

mano más dura de los ocupantes se dedicó a castigar Gaza. Desde 2007

allí gobierna Hamas, la fracción más combativa de los palestinos. La

Autoridad Nacional Palestina (ANP), de Abbas, mantuvo su estructura en

Ramallah, Cisjordania.

Durante este cuatrienio la Franja ha sido bloqueada. Durante mucho

tiempo no se dejan pasar alimentos ni medicinas; también ha sido

invadida y bombardeada. En la última incursión, en 2006, fueron

asesinados 1.300 palestinos. O sea, la Nakba continúa…

 

Aniversario 63

El fracaso de las negociaciones de paz ya estaba cantado desde antes,

pero se confirmó con el regreso como premier de Benjamin Netanyahu,

del Likud.

Para colmo, en el marco de la política de agredir a Irán y mantener

las guerras en Irak y Afganistán, las administraciones norteamericanas

se hicieron más cómplices de Israel. Lo necesitaban como aliado en

esas campañas. Netanyahu sabía que podía bombardear en Gaza, extender

el Muro del Apartheid en Cisjordania o aumentar las construcciones

ilegales en el este de Jerusalén, sin que algún comentario crítico del

Departamento de Estado fuera más que eso: palabras, papeles. Contaba

con Hillary Clinton, siempre aliada de Israel y candidata de AIPAC, el

lobby sionista en EE UU.

Esa política sin ningún resultado favorable a los palestinos

caracterizó los dos mandatos de George Bush y los casi tres años de

Barack Obama. Su representante para Medio Oriente, George Mitchell,

acaba de renunciar, cansado de tantos fracasos.

Ante esa realidad no fue extraño que las dos organizaciones

palestinas, OLP-Al Fatah y Hamas, procuraran un acercamiento. El 3 y 4

de mayo firmaron una reconciliación en El Cairo después de los graves

enfrentamientos de los últimos años. Esto podría determinar la

convocatoria a próximas elecciones en Gaza y Cisjordania y hasta,

menos seguro, un gobierno de unidad nacional.

En ese marco de unidad hubo muchas voces palestinas a favor de una

“Larga Marcha” hacia las fronteras con Israel, para manifestar el

repudio al cumplirse los 63 años de la Nakba.

Varios miles de manifestantes caminaron hacia las fronteras más

cercanas. En Egipto y Jordania, fueron reprimidos por las respectivas

policías y ejércitos, que no les permitieron avanzar. En Siria y El

Líbano sí pudieron acercarse a las líneas fronterizas, sin más armas

que las piedras que recogieron del terreno frente a los balazos de

soldados israelitas. También los manifestantes en Gaza se toparon con

esa lluvia de balas, al aproximarse al paso de Erez. Hubo un total de

21 muertos, contando 10 en la frontera de Israel con Siria, 10 en la

divisoria con El Líbano y uno en Gaza, con unos 300 heridos de bala

allí, en Cisjordania y Jerusalén Este.

Con una cara de cemento armado, Netanyahu y el vocero de la Casa

Blanca (Jay Carney, el mismo de las mentiras sobre el operativo contra

Bin Laden), echaron la culpa de lo sucedido a Siria y El Líbano. Estos

gobiernos habrían fomentado los incidentes para aliviarse de problemas

internos. Pero aún cuando así hubiera sido, que no es caso, ¿no fueron

soldados israelitas los que usaron munición de plomo contra civiles

desarmados?

Esta sangrienta comprobación de que la Nakba continúa, ha dejado una

esperanza abierta: que en setiembre, en la próxima Asamblea General de

la ONU, se vote el reconocimiento al Estado Palestino. La ANP adelantó

un pedido a los gobiernos del mundo en esa dirección. Que así sea

porque de lo contrario puede producirse una tercera Intimada: el 15/5

dirigentes de Hamas y Al Fatah marchaban juntos en Gaza, pese a las

balas, dan pie a esa posibilidad.