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DURÍSIMA REPRESIÓN DE ISRAEL CONTRA LOS PALESTINOS
La Nakba o Catástrofe palestina continúa, 63 años después
Si no fuera trágico sería risible. Israel mató a 21 manifestantes
palestinos en el día de la Nakba o Catástrofe y luego presentó una
denuncia en la ONU contra Siria y El Líbano. El mundo del revés.
EMILIO MARÍN
Los palestinos son un pueblo curtido por muchas desgracias a lo largo
de su historia. En la reciente, sobresale lo que ese pueblo llamó la
Nakba o catástrofe, del 15 de mayo de 1948, cuando se fundó Israel en
tierras que eran suyas. Bajo el imperio de las armas de los sionistas,
más de 800.000 palestinos debieron dejar sus viviendas para no ser
asesinados como los 254 habitantes de Deir Yassim.
Esos dueños de la tierra convertidos en parias debieron exiliarse en
Siria, Egipto, El Líbano, Jordania e Irak. Con su descendencia, se
estima en 4.5 millones los refugiados impedidos de volver al terruño.
Su derecho al regreso está contemplado incluso por Naciones Unidas,
que -dentro de su impotencia y complicidad con Israel-, no ha podido
borrar la Resolución 194 (11/12/1948), dedicada a ese tema.
Primero la decisión del Reino Unido (Declaración Balfour de 1917) y
luego la propia ONU, en 1947, fomentaron la creación de un estado
israelita en Palestina. De países europeos llegaron la mayoría de
inmigrantes para dar cierta base humana a aquel proyecto que había
pergeñado el padre del sionismo en 1897, Teodoro Herzl.
De todos modos, para 1947 los inmigrantes hebreos no superaban el 10
por ciento de la población total de la zona palestina. A pesar de eso
la entidad mundial le adjudicó el 56 de las pocas tierras disponibles,
entre ellas las más productivas. A la mayoría palestina la recluyó en
una superficie mucho menor, que se achicó por el despojo salvaje de
las milicias sionistas Irgún, Hagana y Stern.
Ben Gurión, Golda Meir, Menaguem Begin y otros políticos presentados
como padres de la patria judía fueron responsables de un genocidio
contra los palestinos. Alguno, como el general Yitzhak Rabin, terminó
devorado por esa misma maquinaria, cuando en 1995 fue asesinado por un
neonazi israelí opuesto a las negociaciones con los palestinos.
El concepto de genocidio puede sonar un tanto fuerte tratándose de un
pueblo que sufrió el Holocausto. Sin embargo es justo y es utilizado
incluso por el historiador israelita Ilan Pappé, que así tituló uno de
sus libros: “La limpieza étnica de Palestina”. Escribió: “los
israelíes conocen como ´Guerra de la Independencia´ la de 1948. Para
los palestinos es la ´Nakba´, la ´catástrofe´, puesto que su resultado
fue uno de los procesos de limpieza étnica más amplios y dramáticos de
nuestro tiempo: cerca de un millón de palestinos fueron obligados a
emigrar a punta de fusil, abandonado sus tierras, sus bienes y sus
hogares; hubo matanzas de civiles como la de Deir Yassin y cientos de
poblados fueron destruidos deliberadamente. Pese a sus dramáticas
dimensiones, los israelíes han conseguido ocultar este crimen contra
la humanidad durante muchos años”.
La Nakba continúa
Pese a décadas de exilios, usurpación de sus territorios y negación
del Estado propio, los palestinos nunca perdieron su identidad. Unos
4.5 millones viven dispersos por Medio Oriente y el mundo, en tanto
1.4 millón sufren la ocupación militar en Cisjordania y 1.3 millón en
Gaza, completamente bloqueada por Israel. Además otros 1.5 millón
tienen una vida muy dura, como ciudadanos de segunda, dentro de
Israel, donde el canciller neonazi Avigdor Lieberman quiere
expulsarlos si no hacen un juramento de fidelidad.
Debe haber muy pocos casos de tanta persistencia en la lucha por los
derechos nacionales de un pueblo y en condiciones tan adversas. Entre
éstas hay que contabilizar el peso militar del ocupante, el respaldo a
éste por una superpotencia como EE UU e incluso las traiciones de
parte de las dirigencias árabes. Así y todo ese pueblo ha seguido
bregando por el reconocimiento nacional. Como escribió su máximo poeta
Mahmud Darwish, fallecido en 2008, “aquí moriremos. Aquí, en el último
pasaje. Aquí o ahí... nuestra sangre plantará sus olivos”.
En esa marcha sin renuncias la población de Gaza, Cisjordania y
Jerusalén oriental (anexada en 1967 pese a que la partición de 1948 la
contemplaba como ciudad compartida) supo insurreccionarse contra la
ocupación en dos Intifadas. La primera comenzó en 1987 en Gaza y la
segunda en 2000 en el corazón de Jerusalén, en inmediaciones de la
mezquita de Al Aqsa.
La maquinaria bélica sionista terminó anegando en sangre a los
rebelados; cuando son tanques contra piedras a lo largo terminan
prevaleciendo los primeros. Pero nunca como en estas ocasiones se
cumplió para los gobernantes del Likud, del Laborismo y sus
respectivas coaliciones aquello de “victoria militar, derrota
política”. Quedaron escrachados internacionalmente como unos
genocidas, en tanto Yasser Arafat, su OLP-Al Fatah y otras
organizaciones como Hamas, el FPLP, FDLP y otras, concitaban más
simpatía.
La situación era explosiva. No fue casual que en 1993 Rabin y Shimon
Peres pactaran con Arafat el acuerdo de Oslo, para ir por partes,
desde la autonomía hasta el alumbramiento de un estado palestino. La
burla a esos compromisos volvió a dejar en offside a Israel; los
mismos, pese a su carácter light, costaron la vida de Rabin.
El sucesor de Arafat, Mahmud Abbas, escogió una política muy
conciliadora con Tel Aviv y Washington. Por eso en los últimos años la
mano más dura de los ocupantes se dedicó a castigar Gaza. Desde 2007
allí gobierna Hamas, la fracción más combativa de los palestinos. La
Autoridad Nacional Palestina (ANP), de Abbas, mantuvo su estructura en
Ramallah, Cisjordania.
Durante este cuatrienio la Franja ha sido bloqueada. Durante mucho
tiempo no se dejan pasar alimentos ni medicinas; también ha sido
invadida y bombardeada. En la última incursión, en 2006, fueron
asesinados 1.300 palestinos. O sea, la Nakba continúa…
Aniversario 63
El fracaso de las negociaciones de paz ya estaba cantado desde antes,
pero se confirmó con el regreso como premier de Benjamin Netanyahu,
del Likud.
Para colmo, en el marco de la política de agredir a Irán y mantener
las guerras en Irak y Afganistán, las administraciones norteamericanas
se hicieron más cómplices de Israel. Lo necesitaban como aliado en
esas campañas. Netanyahu sabía que podía bombardear en Gaza, extender
el Muro del Apartheid en Cisjordania o aumentar las construcciones
ilegales en el este de Jerusalén, sin que algún comentario crítico del
Departamento de Estado fuera más que eso: palabras, papeles. Contaba
con Hillary Clinton, siempre aliada de Israel y candidata de AIPAC, el
lobby sionista en EE UU.
Esa política sin ningún resultado favorable a los palestinos
caracterizó los dos mandatos de George Bush y los casi tres años de
Barack Obama. Su representante para Medio Oriente, George Mitchell,
acaba de renunciar, cansado de tantos fracasos.
Ante esa realidad no fue extraño que las dos organizaciones
palestinas, OLP-Al Fatah y Hamas, procuraran un acercamiento. El 3 y 4
de mayo firmaron una reconciliación en El Cairo después de los graves
enfrentamientos de los últimos años. Esto podría determinar la
convocatoria a próximas elecciones en Gaza y Cisjordania y hasta,
menos seguro, un gobierno de unidad nacional.
En ese marco de unidad hubo muchas voces palestinas a favor de una
“Larga Marcha” hacia las fronteras con Israel, para manifestar el
repudio al cumplirse los 63 años de la Nakba.
Varios miles de manifestantes caminaron hacia las fronteras más
cercanas. En Egipto y Jordania, fueron reprimidos por las respectivas
policías y ejércitos, que no les permitieron avanzar. En Siria y El
Líbano sí pudieron acercarse a las líneas fronterizas, sin más armas
que las piedras que recogieron del terreno frente a los balazos de
soldados israelitas. También los manifestantes en Gaza se toparon con
esa lluvia de balas, al aproximarse al paso de Erez. Hubo un total de
21 muertos, contando 10 en la frontera de Israel con Siria, 10 en la
divisoria con El Líbano y uno en Gaza, con unos 300 heridos de bala
allí, en Cisjordania y Jerusalén Este.
Con una cara de cemento armado, Netanyahu y el vocero de la Casa
Blanca (Jay Carney, el mismo de las mentiras sobre el operativo contra
Bin Laden), echaron la culpa de lo sucedido a Siria y El Líbano. Estos
gobiernos habrían fomentado los incidentes para aliviarse de problemas
internos. Pero aún cuando así hubiera sido, que no es caso, ¿no fueron
soldados israelitas los que usaron munición de plomo contra civiles
desarmados?
Esta sangrienta comprobación de que la Nakba continúa, ha dejado una
esperanza abierta: que en setiembre, en la próxima Asamblea General de
la ONU, se vote el reconocimiento al Estado Palestino. La ANP adelantó
un pedido a los gobiernos del mundo en esa dirección. Que así sea
porque de lo contrario puede producirse una tercera Intimada: el 15/5
dirigentes de Hamas y Al Fatah marchaban juntos en Gaza, pese a las
balas, dan pie a esa posibilidad.