martes, 23 de agosto de 2011

Hombre ó propietario Gallinas de Rafael Barret

GALLINAS          de Rafael Barret

 

Mientras no poseí más que mi catre y mis libros, fui feliz. Ahora poseo

nueve gallinas y un gallo, y mi alma está perturbada.
La propiedad me ha hecho cruel. Siempre que compraba una gallina la

ataba dos días a un árbol, para imponerle mi domicilio, destruyendo en

su memoria frágil el amor a su antigua residencia. Remendé el cerco de

mi patio, con el fin de evitar la evasión de mis aves, y la invasión de zorros

de cuatro y dos pies. Me aislé, fortifiqué la frontera, tracé una línea diabólica

entre mi prójimo y yo. Dividí la humanidad en dos categorías; yo, dueño de

mis gallinas, y los demás que podían quitármelas. Definí el delito. El mundo

se llena para mí de presuntos ladrones, y por primera vez lancé del otro lado

del cerco una mirada hostil.
Mi gallo era demasiado joven. El gallo del vecino saltó el cerco y se puso a

hacer la corte a mis gallinas y a amargar la existencia de mi gallo. Despedí a

pedradas el intruso, pero saltaban el cerco y aovaron en casa del vecino.

Reclamé los huevos y mi vecino me aborreció. Desde entonces vi su cara sobre

el cerco, su mirada inquisidora y hostil, idéntica a la mía. Sus pollos pasaban el

cerco, y devoraban el maíz mojado que consagraba a los míos. Los pollos ajenos

me parecieron criminales. Los perseguí, y cegado por la rabia maté uno.

El vecino atribuyó una importancia enorme al atentado. No quiso aceptar una

indemnización pecuniaria. Retiró gravemente el cadáver de su pollo, y en lugar

de comérselo, se lo mostró a sus amigos, con lo cual empezó a circular por el

pueblo la leyenda de mi brutalidad imperialista.    Tuve que reforzar el cerco,

aumentar la vigilancia, elevar, en una palabra, mi presupuesto de guerra.

El vecino dispone de un perro decidido a todo; yo pienso adquirir un revólver.
¿Dónde está mi vieja tranquilidad? Estoy envenenado por la desconfianza y por

el odio. El espíritu del mal se ha apoderado de mí.

 

Antes era un hombre.         Ahora soy un propietario...

 

Publicado en "El Nacional", 5 de julio de 1910.