lunes, 26 de septiembre de 2011

Alimentos en Cuba Jorge Lamadrid Mascaró en diarioTiempo Argentino

 “Como política de Estado, para Cuba lo esencial es producir alimentos”

Publicado el 20 de Junio de 2011

Alberto López Girondo
El embajador cubano en la Argentina mantuvo una extensa entrevista con Tiempo Argentino, en la que habló de la economía de su país, pero también del modo en que la crisis mundial repercute en los países dependientes.
 

Jorge Lamadrid Mascaró es locuaz y efusivo. Tanto que cuando las palabras no le alcanzan, acude a las manos para expresar lo que piensa. Embajador de Cuba en la Argentina desde noviembre del año pasado, dice que lo primero que hizo al llegar al país fue “googlear” su apellido. Y así descubrió un parentesco con el general Gregorio Aráoz de Lamadrid, el compadre de Manuel Dorrego que le prestó la chaqueta con la que el gobernador bonaerense fue fusilado, en 1828. 

En esta charla, Lamadrid Mascaró, diplomático de carrera, explica algunos detalles del nuevo plan económico que se aplica en la isla, sostiene que se basa en algunas premisas nacidas desde el inicio de la revolución, y se muestra optimista de que estas medidas puestas en vigor por el presidente Raúl Castro darán frutos en muy breve plazo.

 

–¿Qué pasó en Cuba para llegar a una crisis como la que enfrenta?

–Desde el punto de vista económico, ese es el reto mayor de la Revolución. Pero nos enfrentamos a esta coyuntura con una base definitivamente favorable, positiva, que se traduce en, por ejemplo, una población mayoritariamente comprometida, que apoya la Revolución, pero no por razones  de fanatismo ni fundamentalismos. Esa es la voluntad del 97% de los cubanos. Muchos teóricos lo dicen, y la vida lo ha demostrado: una revolución no es verdadera si no es capaz de defenderse. Esa fue la base. También desde el punto de vista militar tenemos una capacidad de incorporación de respuesta masiva a esa defensa de la Revolución, con esos presupuestos, esas premisas, esas condiciones dadas, y llegamos a un tema que nunca ha estado ajeno a los esfuerzos  de la revolución por desarrollar nuestra propia industria, partiendo de que somos un país agrícola y de que debemos ser capaces de producir los alimentos que consumimos. Esos proyectos nuestros, de alguna forma, han transitado por diferentes etapas. El país va por el mejor camino posible, como una consolidación en sus empresas productivas, incluso las empresas agrícolas estatales. Recuerdo que era muy jovencito, en mi pueblito, con un sueldo común y corriente me iba a un mercadito y podía comprar muchas libras de queso crema, yogurt, leche, jamón, queso amarillo…

–Pero estaban muy relacionados con la economía de la Unión Soviética. El propio Fidel Castro hizo una autocrítica de ese período.

–Había una división internacional del trabajo, y efectivamente había funciones que nos asignaba el Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME), de los países socialistas. Ahí teníamos también nuestra responsabilidad. Es un camino que no era el definitivamente auténtico. Debió haberse hecho énfasis en el desarrollo de las potencialidades propias, y doy un solo ejemplo: en 1975, la agricultura búlgara fue una de las más eficientes del mundo. Tenía una red de industrias ubicadas al costado del campo de producción, una agroindustria que fue la primera del mundo. ¿Adónde quedó eso? ¿Adónde fue? Como resultado de ese período de intercambio nos beneficiamos mucho, y logramos crear mucha de la infraestructura que nos propició enfrentar después períodos más difíciles. Lo que destruyó por completo ese camino por el que íbamos, con aciertos y desaciertos, fue la abrupta desaparición de la Unión Soviética.

–Tal vez Cuba debe haber sido la que más sufrió por la caída de la URSS, pero a pesar de todo insistió con la estructura socialista…

–Correcto, porque en ese momento como en este, el VI Congreso, el Partido ha ratificado el rumbo del país. La conclusión fue que dentro del socialismo estaban las respuestas verdaderas, las masivas, que parten de la aplicación de políticas que no se diseñan para una parte de la población, sino para la totalidad. Y ese es el camino más difícil: considerar a toda la población. Cuando desaparece la URSS desaparece el 85 % del comercio exterior de Cuba.

–Fidel también hizo críticas, no tanto al sistema como a las personas. A eso apuntaba la pregunta inicial.

–Hay que volver a temas del intercambio igualitario, que disfrutamos casi durante 30 años con la URSS, con la revolución socialista. A temas que han creado las condiciones  para los que estamos adultos. No es una cosa abrupta. Hay  factores de desorganización, de pérdida de concepto económico. Eso nos ha sucedido. Pérdida de la importancia de la contabilidad como herramienta esencial para cualquier emprendimiento, y más si se trata de una producción, de una fábrica, que tiene que tener necesariamente esos controles. Se trata también de políticas de la Revolución, que en su momento original negaron las inequidades que prevalecían en el país antes de la Revolución, como por ejemplo hablar desde un teléfono público durante diez horas, colgar el auricular e irse sin pagar un centavo. Fueron las primeras acciones de la Revolución, que eran con un sentido reivindicativo, pero también con un sentido dialéctico importante. Era la negación total de la inequidad, desde la policía represora, la discriminación racial, las limitaciones para el acceso a la educación,  a las universidades –estudiaban los blanquitos, los negros no podían– e incorporó a toda la población. Ese fue el impacto social de la Revolución, que incorporó a toda la población. Ten en cuenta un factor presente desde el principio: el bloqueo estadounidense no se ha considerado siempre como anecdótico, subestimado.  “No, no me vengas ahora, usted puede comprar tranquilamente, yo no lo bloqueo, usted puede ir a una empresa asiática y comprar sus cosas”. Son argumentos, no ya pueriles, sino indignantes, abusivos, que tratan de minimizar los efectos del bloqueo. El bloqueo es devastador. Las condiciones de Cuba, desde hace 50 años, habían sido totalmente anormales. Y nos limitan nuestro elemental acceso a nuestros mercados naturales, la primera afectación. La segunda, el impacto humano, de tener que penar por la salud de una persona sin medicamentos adecuados, y más allá, la penuria de crear hambre, desesperación, miseria, para provocar por esa vía el descontento del pueblo y el derrocamiento de las autoridades.

–A pesar de todo no hubo una revuelta pidiendo que se vayan todos…

–No, claro. Pero a partir de esa estructura el país perdió en términos de capacidad económica, hasta en términos de docencia, de educación formal, el país se debilitó y proliferaron algunos vicios que habíamos dejado atrás: el trueque, el vandalismo, la prostitución. Ni más ni menos, estamos insertos en el mundo, estamos expuestos a todos los avatares. Si no nos hubiéramos desarrollado con la cultura, con la educación, lo que nos dio otra fortaleza, sería peor. Conocer y saber cómo dotarnos de esa especie de coraza ante la invasión cultural occidental de los EE UU. Se desarmó el país y se trató de generar mecanismos  que nos permitieran no sólo resistir sino ir creciendo. Surgió el Polo Científico, que en estos momentos comercia con más de 400 millones de dólares, creando medicamentos, vacunas, terapias, e incluso homeopatía. El famoso extracto de veneno de alacrán, con mucha capacidad para paliar los efectos de algunos cánceres. El país fue armando su propia retroalimentación. Esta es una forma de revertir definitivamente los vaivenes que hemos tenido desde esa época, los vaivenes económicos en términos de emprendimientos llamados “de perfeccionamiento empresarial”, que se iniciaron hace mucho tiempo pero que en su ejecución apostaban a un poco más de mediano plazo. Y no se trata de esperar diez años para poder comer. El país debe producir lo que necesita para comer ya. Esa es la urgencia. Esto fue coronado en el Congreso del Partido, que se ha puesto como meta inmediata para desarrollar las condiciones posibles para hacer una economía rentable; produciendo y despojándola de aquellas cargas que la hacen inviable, eliminando el subsidio. Esa es otra cosa que me ha sorprendido en la Argentina, los muchos subsidios.

–¿Por lo que pasó en Bolivia cuando quisieron eliminar los subsidios?

-Claro. Son cientos y cientos de millones de dólares. Uno no se da cuenta que son recursos limitados, hay que crear mecanismos para eliminarlos. Crear el concepto de empresa como ente productor de riqueza con sus propios mecanismos, con su autonomía y su propio poder de decisión y riesgo. Que sea rentable e eficiente.  Una de las cuestiones: no hay más subsidios para trabajos rentados. De manera que el empresario se deje de soñar con que alguien venga a salvarle el negocio. Ese es el sacudón, lo más importante del Congreso: modificar bajo el concepto histórico que tenemos. Todo esto será a realizar dentro de los márgenes nuestros. No pensamos que reubicar a un millón de trabajadores  equivalga a poner el riesgo el socialismo en Cuba. Lo que tenemos que hacer es crear fuentes de trabajo para reubicarlos.

–¿Esto sería darle otra significación a la iniciativa privada?

–Sería otro aporte cubano, aporte propio. Son ni más ni menos, emprendimientos privados, son negocios privados en los que ya hay más de 300 mil trabajadores involucrados, pero deben ser muchos más. Hay una decisión del país, de no darles la espalda: esos trabajadores privados van a seguir teniendo su derecho a la seguridad social –que no es privada, es del Estado– y podrán disfrutar de una jubilación que no va a ser en razón única y exclusivamente  por su cuenta y riesgo. No. El Estado se hace cargo de eso. Sigue habiendo una  representación y una responsabilidad estatal. Eso será cuando llegue al final de sus días laborables, pero mientras tanto esos trabajadores podrán también sindicalizarse. El país no les da la espalda, ni crea otro sector ajeno. No se van a crear dos Cubas. 

–¿Incentivarán a ciertos sectores de la economía o esperan a ver qué deciden los emprendedores?

–La intencionalidad se divide en dos: una, como política real, que es evitar a toda costa despidos masivos. Es crear condiciones para que ese cambio de actividad de esos trabajadores sea lo menos traumática posible, y que se muevan de un ministerio en el que han trabajado 30 años, se pasen a la actividad privada, con el componente familiar y su magnitud.  Ahora 300 mil después serán un millón, a través de aportes impositivos. En la medida en que el negocio –pequeña empresa, servicio, peluquería, belleza, alimento, calzado, reparaciones– incorpora más mano de obra irán pagando más, cosa lógica, y por esa vía se controlará. Otra cosa importante de mencionar: la producción de alimentos.

–¿Hablamos de procesamiento, de la etapa industrial o la etapa comercial?

–Por el momento son pequeñas empresas industriales. Eso está concebido. Esas son las cosas que nuestros dirigentes han ido trasladando. No hay limitación para eso. Como política de Estado, lo esencial será producir alimentos. Ahí está el gran reto. El país no puede seguir importando alimentos.

–En los ’90 , en la Argentina muchos usaron su indemnización para trabajar de remiseros o para poner un quiosco. Si el gobierno no planifica el riesgo es que todos terminen poniendo peluquerías. ¿Lo evaluaron?

–Claro. Llegará el momento en que se acomoden esas iniciativas. Tenemos una buena herramienta de orden. No de control, de orden: el sistema de licencias existe, y hay que registrar el negocio. 

–En los EE UU creció la desocupación, hay manifestaciones masivas en Grecia y España. Desde su perspectiva ¿cómo analiza la crisis económica mundial? 

–Esas crisis también nos afectan. Los 2000 millones de dólares que teníamos previsto pagar en 2011 por nuestros alimentos se han convertido en 2800.  Pero lo más inaceptable es el hecho –y coincido con las autoridades de Argentina– de que el incremento de los precios de los alimentos está vinculado con los mercados financieros. Y que los commodities se han incorporado a ese escenario de especulación financiera, que no cree ni en precios, ni en necesidad, ni en hambrientos, como no creyó EE UU en los ahorros e hipotecas de los pobres que lo han perdido todo. El ministro Boudou habló de la burbuja alimentaria. Y puede pasar lo mismo, en la medida en que esa desesperación febril por la ganancia inmediata, fácil, provoca desequilibrios tales y distancias insoportables entre la economía real y la especulación. Cada cual va por su lado. Eso engendra el capitalismo. Después de observar con indignación cómo aparecían miles y miles de millones de dólares para salvar a los bancos, nosotros pensábamos que nada importa, ahora qué puede venir, qué perspectivas puede tener ese sistema que provoca desequilibrios tan bestiales con los casi 1000 millones de hambrientos en el mundo. Seguimos insistiendo en que no hay perspectiva alguna. Esas inequidades nos golpean y gravitan en la economía cubana. A pesar de eso, saldremos adelante, a pesar de que ese círculo vicioso no tiene solución.

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