En nombre de La Polilla
De: Ricardo Rosales Roman <ricardorosalesroman423@gmail.com>
28 de enero de 2012 10:48
«SMT
SERVICIO DE MONITOREO Y TRANSCRIPCIONES
Guatemala, Sábado 28 de Enero de 2012
CUB«AHORA
PRIMERA REVISTA DIGITAL DE CUBA
LA HABANA, SÁBADO 28 DE ENERO DE 2012
Historia Aniversario 159 del natalicio de José Martí
Martí, principio y final de camino
Su Guerra Necesaria fue poética más que política, porque luchaba por una nueva estirpe cubana. Martí es alfa y omega de todo eso que atrapamos en la palabra Cuba...
27/01/2012
¡Qué difícil es ser hijo de esta isla! Solo vivir aquí y nombrarse cubano es todo un arrojo. Porque los que han tenido ese otro nacimiento del que habla Antón Arrufat, los pocos que despiertan y logran ver por encima de las migajas cotidianas y las miserias fugaces, los que sienten ese aliento de muchos hombres: unos que pusieron las piedras de la Muralla, otros que bautizaron una calle, ese aliento donde pasado, presente y futuro comparten cuerpo, ese aliento que se llama cultura cubana... los elegidos que aprenden a observarse en la eternidad nacional, saben que por encima de huesos y palabras ilumina siempre José Martí.
José Lezama Lima, que fundó con su poesía un orden nuevo, que fue soberbio y hasta egoísta con toda su palabra, supo que vivía, como todos nosotros, de rodillas frente al Apóstol. La pluma ínclita de Alejo Carpentier, que escribió para todos los tiempos novelas titánicas que supieron conquistar estrellas en una época de por sí luminosa, guardó siempre la humildad debida a Martí. Y otros oficios, el de matemático, médico, político y filósofo cubano, aran bajo el sol de su mundo moral, concientes o no de ello. ¿Podría ser fanatismo la convicción de que somos barro y polvo ante ese “hombre sencillo de donde crece la palma”?
Otros países tienen por Héroe Nacional justos políticos; algunos, valientes guerreros. Al conocer sus proezas uno puede comprender —a veces no— la categoría que sus compatriotas han decidido otorgarle. Sin embargo, en nuestro caso sucede a la inversa: hemos puesto al final de todos nuestros caminos a un hombre universal, enciclopedista, y es un reto más que un honor ofrecido. No estamos como nación, creo yo, a la altura de José Martí; nos sobra chovinismo, arrogancia; nos falta sobriedad, lucidez intelectual y humana...
Hacia él vamos. No significa esto que debemos reproducir al calco cada una de sus ideas, algunas de ellas —diría yo— bastante cuestionables hoy. Basta con heredar sus intenciones, lo que perdura de cualquier hombre.
José Martí fue siempre un poeta que hacía política. Su Guerra Necesaria fue necesidad poética más que política, porque no solo vio en ella la expulsión de España sino también la construcción de una nueva estirpe cubana, más humana, más lúcida... más poética. Quizás hoy, después de un siglo que nos endureció el corazón con dos guerras mundiales, la “muerte” del arte y de la historia... veamos este propósito como una utopía, pero ¿no era, en tiempos del Apóstol, pisar la Luna, también una utopía, ambición de locos y poetas?
Todo camino en aquel sentido —eso lo saben los que hacen y fundan en este país— será posterior siempre al descubrimiento de Martí. ¿Mentiré si digo que aún vive mucho cubano sin descubrir a Martí? ¡Qué dura y anestésica la muerte en esta tierra sin llevarlo en el descenso! No se trata de leerse 25 tomos de sus Obras Completas —que son una especie de Biblia nacional—; basta un poema que ilumine, una frase de su periodismo sin arreos... basta, eso, con que una frase toque nuestra cubanidad, nuestra humanidad —que es patria—, para descubrirlo en el camino que todo hombre de esta tierra debe recorrer para entenderse a sí mismo y a su época, para no ser un viejo triste, con arrepentimientos de filósofo.
Y diría también que en este caso la metáfora evangélica de un ciego conduciendo a otro ciego es el mal hado que ha dominado el tratamiento de la figura de Martí; que cada vez que una maestra obliga a un pionero a memorizar que “nació un 28 de enero de 1853 en una casita de la calle Paula” como si fuera toda la verdad sobre el Apóstol se pierde un cubano; y cada vez que un reporterillo entierra alguna de sus frases lapidarias en una soberana tontería se pierde un cubano; y cada Rincón que se le dedique para cumplir con un formalismo macabro y burocrático es su tumba; y cada Mural o busto oportunista es una asesinato.
La devoción es espontánea. Después de mucha teoría de la comunicación y mucha risa ante fracasos mediáticos, uno aprende que no existen cadenas para enlazar a un hombre, mucho menos a un público, con ciertas ideas, por muy buena que sea la causa, y muy buenas las intenciones.
Después de mucho ponerle flores en la Plaza a aquella estatua bigotuda y repetir su poema del “monte seco y pardo” donde el leopardo tiene un abrigo; mucho después, en el pre, descubrí con unos amigos (“yo tengo más que el leopardo”) la misión personal, íntima, que nos ofrecía Martí. Disfrutaba —disfruto— ver el mundo como él lo veía; era como ponerse un par de gafas y entregar los ojos a colores más vivos y contagiarse con los deseos de abrazar la humanidad, y comprender la maldad como una consecuencia del dolor, y creer en la belleza y la bondad de todo, no con fingida inocencia sino con optimismo.
Los textos de Martí esconden un sentido religioso que aún nos resulta indescifrable, un sentido que escapa de la tiranía de una deidad, que es conceptual y emotivo; y es esa oculta pero sensible vocación evangélica de sus palabras la que nos impela a repetir la dosis, y nos empuja al cambio.
Cada uno de aquellos amigos de la adolescencia siguió otros rumbos, pero cuando escucho de ellos me complace comprobar que vamos hacia el mismo sitio, en silencio —casi en secreto—. Martí es alfa y omega de todo eso que atrapamos en la palabra Cuba.
Fragua Martiana
Fragua de espíritu
Este 28 de enero se cumplen 60 años del Museo Fragua Martiana, sitio de extraordinario valor simbólico en la historia nacional...
26/01/2012
- El Museo Fragua Martiana es una instalación de extraordinario valor histórico. Su nombre, Fragua Martiana, evoca aquellas palabras de José Martí en su folleto “Guatemala”, en el que expresa: ”Una escuela es una fragua de espíritus: ¡Ay de los pueblos sin escuela! ¡Ay de los espíritus sin temple!”
En el Museo Fragua Martiana hasta el menor detalle inspira respeto, ternura, patriotismo y deviene homenaje eterno de los cubanos a quien, en traje de preso con el número 13 y atado a un grillete, sentenció: “El orgullo con que agito estas cadenas valdrá más que todas mis glorias futuras…”
La institución, que el próximo 28 de enero cumplirá 60 años, acaba de recibir la distinción Pensar es servir, que otorga el Centro de Estudios Martianos a personalidades e instituciones destacadas en la promoción de la vida, la obra y el pensamiento de José Martí.
David Hernández Duany, director del Museo, al agradecer en nombre de su colectivo la distinción expresó que esta constituye una razón más “en función de cumplir la honrosa tarea de promover el ideario martiano y convertir la institución en símbolo de nuestra Patria”.
Duany reconoció a los cientos de personas que dedicaron sus esfuerzos a lograr que en el lugar donde el joven José Martí realizó trabajos forzados durante su estadía en el presidio en 1870, se levantara un museo dedicado a su figura.
La última piedra de las canteras de San Lázaro, rememoró, se convirtió Rincón Martiano cuando, en 1938, un grupo de estudiosos de la vida y obra del Héroe Nacional encabezados por Gonzalo de Quesada y Miranda, hijo de Gonzalo de Quesada y Aróstegui, discípulo de Martí, comenzó las investigaciones sobre la ubicación exacta del sitio donde éste trabajó como castigo.
Entonces hicieron un llamado a la nación para conservar parte de dichas canteras y convertirlas en un lugar de homenaje al Apóstol, hasta que, el 28 de enero de 1952, se inauguró el Museo Fragua Martiana.
Muchas manifestaciones estudiantiles llegaron hasta allí, a la intersección de las calles Príncipe y Hospital, del hoy municipio de Centro Habana. En una de ellas, el 6 de abril de 1952, fue enterrada la Constitución de 1940, ante el ultraje que significó para sus postulados el golpe de Estado del 10 de marzo de ese mismo año. En otra, el 27 de enero de 1953, víspera del centenario de Martí, tuvo lugar la primera Marcha de las Antorchas, encabezada por Fidel Castro.
LA FRAGUA POR DENTRO
El Museo —refiere su director— es Monumento Nacional, adscrito a la Universidad de La Habana. “Su labor de extensión universitaria se materializa en acciones cotidianas a través del estudio y divulgación del pensamiento martiano en aras de cumplir con la misión de sedimentar valores patrióticos y morales en las nuevas generaciones”.
Como parte del Comité de Instituciones Martianas desarrolla actividades de investigación, estudio y divulgación del pensamiento martiano, conferencias sobre Historia de Cuba, y concursos, talleres y festivales en su relación con la comunidad del Consejo Popular de Cayo Hueso.
El revólver usado por Martí, la almohadilla de olor regalada por María García Granado (La niña de Guatemala) y el buró utilizado en Nueva York, son algunos de los objetos en exhibición, a los que se añade la bandera cubana que ondeó en el Pico Turquino cuando un grupo de martianos, entre los que se encontraba la heroína Celia Sánchez, colocaron allí una efigie del Apóstol idéntica a la que hoy atesora la Fragua.
Martí no se enseña, se encuentra
Carlos Rodríguez Almaguer, profesor, escritor y estudioso del legado del Héroe Nacional de Cuba, dialoga sobre los métodos de enseñanza de la vida y obra de José Martí...
25/01/2012
· Carlos Rodríguez Almaguer. Licenciado en Estudios Socioculturales. Profesor, poeta y ensayista. Sus artículos han sido publicados en las revistas Honda, de la Sociedad Cultural José Martí, Cuba Socialista, Cauce, de la UNEAC en Pinar del Río, los sitios digitales Rebelión, Librínsula y Cubarte, en los periódicos Granma, Juventud Rebelde, Trabajadores, Tribuna de La Habana, Ahora, Cinco de Septiembre, El Habanero y en El Caimán Barbudo, La Jiribilla, y en otros sitios digitales de diversos países. Es autor, además, de la biografía para jóvenes José Martí. Por los caminos de la vida nueva, Editorial Sed de Belleza, Santa Clara, 2007. Actualmente trabaja en el Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (ICAP).
José Martí es más que el Apóstol y el Héroe Nacional. Su impronta deja en los cubanos de hoy y de siempre la alta responsabilidad de revelarlo sin dogmatismos ni consignas. Los caminos para acercarse a él son variados, disímiles y nunca hijos de la repetición y la desidia de las biografías anquilosadas.
Sobre cómo descubrir más que enseñar a Martí, conversa con Cubahora, Carlos Rodríguez Almaguer, otrora presidente del Movimiento Juvenil Martiano, escritor, profesor y estudioso de la vida y obra de esa fuente nutricia de nuestra cultura, síntesis de todo el pensamiento finisecular cubano.
—¿Qué aspectos debemos tener en cuenta para enseñar y estudiar a Martí?
—Que Martí es esencialmente un horizonte. Que hay muchos caminos para llegar a él: la poesía, la filosofía, la política, la oratoria, la pedagogía, la jurisprudencia, la ética, la diplomacia, la lingüística, la plástica, el teatro, la literatura en general, el periodismo, etc., y que debemos enseñarlos todos. Como sucede con los grandes hombres, por cualquiera de esos caminos que escojamos para acercarnos a él, una vez llegados, jamás encontraremos un pedazo del hombre, siempre vamos a encontrar al hombre entero.
—¿Cómo valora los métodos a la hora de difundir la vida y obra de Martí en centros educativos y medios de comunicación?
—Esto pasa por el nivel de cultura que tenga quien se enfrente a semejante desafío. Y enfatizo cultura, no instrucción. Cada vez tenemos mayor instrucción sin que podamos decir lo mismo de la cultura. Aquella realza y le da brillo a esta, pero no la sustituye. Allí, en el aula o en el medio de comunicación, donde haya una persona sensible, culta, que tenga conciencia de la importancia que entraña para el mejoramiento de la sociedad en general y de cada uno de sus ciudadanos, transmitir o divulgar el pensamiento y el sentimiento de un hombre como José Martí, su sentido de la vida, el trabajo es realmente hermoso y deja frutos muy reconfortantes, cuyo impacto en el alma de los que lo reciben perdura por mucho tiempo y, a veces, para siempre.
Sin embargo, allí donde no existen esas condiciones subjetivas, y la mediocridad, la indolencia y el formalismo —tres manifestaciones del espíritu humano que suelen ir muy unidas— han sustituido a la originalidad y al compromiso social, entonces lo que genera es el esquematismo, el encasillamiento, el dogma, cuando no el aburrimiento, el desinterés y, en último caso, el rechazo consciente o no.
—En este sentido, algunos investigadores consideran que “no se puede enseñar a Martí” sino que “hay que adiestrar cómo aprenderlo”, porque “si uno vuelca toda su figura en un alumno es posible que este se sature y se provoque el rechazo”. ¿Cuál es su criterio?
—Soy de los que ha dicho en varias oportunidades que a Martí no se le enseña. Hay que descubrirlo si queremos llegar a él, a su cosmovisión, y no quedarnos en la superficie de un relato histórico por enjundioso que este sea. Una biografía no es el hombre en sí, parafraseando a Kant, sino la historia de la vida de un hombre contada por otros hombres y, por tanto, siempre parcial. Si el árbol se conoce por sus frutos, el hombre se conoce por sus actos y por su pensamiento. Los exégetas pueden ayudar mucho en nuestra búsqueda del hombre total, pero no pueden sustituir nuestros propios descubrimientos. Martí en La Edad de Oro dice que no se aprende bien sino lo que se descubre. Y para mí “encontrar” a Martí significa asumirlo en su esencialidad ética y humanista, atemperado a cada época histórica. La vida ha demostrado que usted puede conocer de memoria una biografía, apoyarse en una cronología de su vida, repetir muchas de sus frases, y sin embargo, sus actos pueden llegar a ser la negación de la propia palabra martiana. Entonces, no puede decir, honradamente, que conoce a Martí. Lo que conoce a lo sumo es un relato.
—Enrique Ubieta en su ponencia “José Martí y el proyecto emancipador cubano”, explica: “Si asumimos que José Martí es el héroe por excelencia, el fundador de la nación —no en el tiempo cronológico, sino en el total— y lo colgamos con sus vigilantes ojos en la pared del aula o del taller, podríamos reducirle a símbolo patrio, en el mismo sentido en que lo son la bandera y el Himno Nacional; de esta forma no necesita de estudios críticos… Poco nos serviría esa estampa vital del Apóstol… José Martí también es, por supuesto, símbolo patrio, pero su humanidad excepcional abre el diálogo fecundo de su vida-obra a la intemporalidad”. ¿Qué cree usted al respecto?
—Concuerdo enteramente con Ubieta. El Che Guevara decía en un discurso sobre Martí, que la palabra martiana no era de librería, no era de museo, estaba viva y actuando a través de los hombres que inspirados en ella llevaban a cabo la transformación social, política y económica de Cuba, en busca de la República que él soñó y por la que murió. Martí no es un fetiche ni un dogma. No es tampoco una panacea. Pero en su pensamiento, y sobre todo en su espiritualidad, profundamente humanista y ecuménica, están muchas de las claves para mejorar a la Cuba de hoy, la de mañana y la de siempre. Fue un hombre raigal en el sentido de que vio en la raíz de las cosas, de los seres humanos y de las relaciones entre ellos, por eso su pensamiento será siempre contemporáneo.
—Existe un criterio popular de que “Martí sirve para todo, que habló de todo”. Muchos ven en él un repertorio de sentencias, algunas incluso no propiamente de su autoría. ¿Cómo cree que se ha originado este juicio? ¿Qué opina al respecto?
—La causa de esa visión simplista de Martí —sin que simplista signifique irrespetuosa— tiene que ver con el desconocimiento de su obra, de su totalidad. Por lo general solemos acercarnos a Martí a través de frases. De hecho, una colección de frases suyas titulada Granos de Oro, fue el primer libro publicado en Cuba sobre su obra. Las empleamos en discursos, en murales, en pancartas de todos los tamaños y en cualquier lugar a lo largo del país. Su genio múltiple, que asombra y enamora por su profundidad y sencillez cuando nos acercamos sistemáticamente a su obra, suele verse entonces fragmentado, como una suerte de oráculo cuyas sentencias tienen que ver más con adivinaciones, profecías, visiones, cosas inconexas, que con la integralidad armónica de sus saberes y de sus perspectivas.
—En reciente encuesta a jóvenes, muchos esgrimían que se “exaltaba demasiado la imagen de Martí”, “no se enseña como un ser humano, con defectos y virtudes”. Algunos incluso confesaron que no se puede hablar de elementos negativos en Martí, sería “manchar su nombre”. ¿Qué considera sobre estas opiniones?
—Humano a fin de cuentas, Martí tuvo también defectos. Pero a diferencia de la mayoría de los seres humanos, poseyó la firme voluntad de mejorarse a sí mismo. El que lo haya alcanzado en grado muy superior al de la inmensa mayoría de sus congéneres, de su tiempo y de los que le han sucedido hasta nosotros, es lo que lo convierte en paradigma de tres siglos. No en vano Gabriela Mistral lo llamó “el hombre más puro de la raza”.
Sobre la pertinencia de hablar o no de sus defectos, eso quedará siempre a juicio de cada cual, según sus intenciones y su conciencia. Él mismo dijo que los hombres no pueden ser más perfectos que el sol, que quema con la misma luz con que calienta, y que tiene manchas: los agradecidos hablan de la luz, los ingratos hablan de las manchas. Nada de lo negativo que puedan decir de él, hoy o mañana, como lo dijeron ayer, rebajará en un ápice su grandeza: la cuenta de sus yerros nunca será más que la de sus virtudes. De él podemos decir lo que él dijo de otro grande hombre: “lo mordieron los envidiosos, que tienen dientes verdes; pero los dientes no hincan en la luz”. Y él es la luz más grande que ha iluminado a Cuba, cuyos reflejos han despejado también las tinieblas y las brumas que cercaban a nuestra madre América.
—Muchos encuestados, al referirse a la pregunta de si su pensamiento se emplea mayoritariamente en temas políticos, contestaron que sí. En otro acápite confesaban que el exceso de estos mensajes políticos asociados a la vida y obra de Martí, les hacía parecer poco atractivo su estudio. ¿Qué cree de esto?
—El hombre es, en esencia, un animal político. El propio Martí decía que un hombre no es más, cuando más es, que una fiera educada. Todo lo que hacemos es en función de una política que puede ser individual, grupal o social. La forma más elevada de hacer política es la cultura, que es mucho más que la mera instrucción. Es un hecho que todas las facultades y aptitudes que se manifestaron en la multifacética personalidad de José Martí las puso, intencionadamente, en función de una política: la de mejorar al ser humano. Para lograr esa meta final necesitaba, en primer lugar, alcanzar la independencia de Cuba para frenar el desmadre del naciente imperialismo norteamericano, con lo cual contribuiría a equilibrar un mundo, es decir, una época histórica. Logrado esto, se concentraría en la superación del hombre americano para hacer triunfar la República Moral en América. Desde su primer poema dedicado al 10 de octubre, pasando por su única novela, su ensayística, su periodismo, su vasto epistolario, hasta sus Versos Sencillos, el Ismaelillo o aquellos “endecasílabos hirsutos”, sus “encrespados Versos Libres”, todo estuvo en función de esa política suya expresada en el prólogo al libro de versos dedicado a su hijo: “Tengo fe en el mejoramiento humano, en la vida futura, en la utilidad de la virtud…”.
Lo que puede provocar algún rechazo no es, precisamente, la reiterada y necesaria visión política que de él se da, sino los modos en que esto se hace. La Revolución que triunfa en enero de 1959 ha necesitado enfatizar en el sentido político de su vida y de su obra, no solo porque de verdad es quien en última instancia determina su existencia —cosa que le reprochará el mismo Rubén Darío al saber de su muerte en combate: “Oh, Maestro, qué has hecho”— sino porque, martiana de raíz, inspirada en él, esa Revolución ha necesitado defenderse siempre de sus enemigos jurados: el imperialismo, el espíritu anexionista que en diferentes formas, propiciado desde el Norte y alimentado por cuanto de feo y egoísta tiene la naturaleza humana, ha logrado sobrevivir a la colonia y, defenderse también de un tercer enemigo, más temible si se quiere que los anteriores: el de la imperfección humana que padecen los hombres que al cabo son quienes la hacen con su trabajo y la defienden con sus vidas. Pero no existe en Cuba, al menos que conozca, regulación legal alguna que impida a los maestros o a los que pretendan acercarse a su legado, hacerlo desde cualquiera de sus facetas. Esa será siempre una elección individual de soberana independencia, pero nada excusa, salvo el desinterés o la pereza, el dejar a un lado el poderoso manantial de vida que existe en la obra de aquel que fue, es y será siempre, al decir de Lezama, “un cerrado impedimento a la intrascendencia y la banalidad”.
Eloy Alfaro y José Martí
Dos revolucionarios independentistas de pensamiento y acción
Cuba rinde homenaje al prócer ecuatoriano, en el centenario de su magnicidio...
26/01/2012
Eloy Alfaro Delgado. Líder de la revolución liberal ecuatoriana
“En este aniversario del magnicidio del prócer ecuatoriano Eloy Alfaro, queremos transmitir un mensaje de amor, solidaridad, de reconocimiento al pueblo de Cuba y a la memoria del Apóstol de su independencia, José Martí, quien cumpliría 159 años el próximo 28 de Enero. La Historia latinoamericana se enorgullece en recordar y en tener entre sus hijos a estos dos grandes próceres, a estos dos revolucionarios independentistas de pensamiento y acción”.
Así expresó Edgar Ponce Iturriaga, embajador de la República de Ecuador en Cuba, en la sede de la Asociación Cubana de Naciones Unidas (ACNU), la que una vez más resultó ser lugar propicio de convocatoria para otro encuentro de hermanamiento entre pueblos y países, entre independentistas y revolucionarios, entre latinoamericanos y caribeños todos. Y, en esta ocasión, con motivo del Centenario del magnicidio perpetrado contra el prócer ecuatoriano Eloy Alfaro (1842-1912), personalidad política de estrechos vínculos con José Martí y Antonio Maceo, a finales del siglo XIX.
Durante una interesante intervención, el historiador doctor Sergio Guerra, presidente de la Cátedra “Eloy Alfaro” de la Universidad de La Habana, recordó que durante la Guerra del 95 ningún gobierno latinoamericano reconoció el conflicto armado independentista existente en la Isla, “como consecuencia de la existencia en el continente de gobiernos vinculados a las oligarquías nacionales, plegados al capital extranjero (…) En suma, circunstancias políticas diametralmente opuestas a las ocurridas durante la contienda de 1868”.
Seguidamente hizo referencia a un “hecho sin precedentes” realizado por parte del héroe ecuatoriano, al enviarle una carta a la entonces reina regente de España, María Cristina, exigiéndole la independencia de Cuba, en diciembre de 1895, acción que “tiene como mérito histórico ser la única manifestación pública de un Jefe de Estado a favor de los patriotas cubanos durante la Guerra del 95. Para Alfaro era una forma de cumplir con su deber latinoamericano, aunque lamentara que la pequeña y convulsionada nación andina no pudiera hacer escuchar su voz con la fuerza que demandaba el caso”.
Rememoró también el doctor Guerra al General Antonio Maceo, quien, acampado en zonas montañosas en la provincia occidental de Pinar del Río y luego de exitosas campañas militares, escribió a Alfaro el 12 de junio de 1896: “Por la prensa española he sabido la parte que usted, en cumplimiento de lo que un día me ofreció ha tomado en pro de la causa cubana. Reciba, por tan señalada prueba de amistad y de consecuencia, mis más expresivas gracias y las de este Ejército. Nuestro triunfo se sucede día tras día (…) dado que justo hemos entrado en el período final de la Campaña militar”.
Igualmente, el líder independentista andino convocó a un congreso hemisférico —a inaugurarse en México, el 10 de agosto de 1896— con el propósito de rechazar la presencia extracontinental de España en Cuba. Era el sueño unitario bolivariano (1827) trasladado nuevamente a la palestra internacional.
“De esta forma, la iniciativa de Ecuador resultó ser otra valiente propuesta frustrada por la oposición de Estados Unidos, que aspiraba a heredar los últimos restos del imperio colonial hispano”, subrayó el Historiador.
En relación con las personalidades de Alfaro y de Martí, el doctor Carlos Amat, director de la ACNU, significó “su ilimitado potencial como líderes políticos al otorgar energías, inteligencias y esfuerzos por un ideal, y con el único objetivo de sembrar una semilla que ya comienza a germinar en este continente”.
Mensaje martiano desde el mármol de la histórica plaza
Ciento cincuenta y nueve años después de su nacimiento, lo seguimos venerando, entre otras cosas, por la actualidad de un pensamiento que llama al deber de América ante el peligro creciente...
26/01/2012
Nadie podría decir con exactitud cuántas veces su figura monumentaria ha llenado fotogramas de películas y memorias de cámaras digitales, pero, sin duda, la imagen del apóstol cubano en la Plaza de la Revolución José Martí tal vez sobrepase a la de otros personajes históricos y emule con los más populares del continente.
Millones de personas procedentes del exterior que en número cada vez más creciente visitan el país—dos millones 700 mil en el año 2011—, suelen añadir a su paseo habanero una jornada fotográfica en la emblemática Plaza, atraídos por el imán de este sitio histórico, presidido por la figura en mármol de nuestro Héroe Nacional y escoltado con reproducciones escultóricas de dos indiscutibles exponentes de la última gesta de liberación: los comandantes Che Guevara y Camilo Cienfuegos.
Conocen algo de historia del lugar. La llamada entonces Plaza Cívica se comenzó a construir en este otrora pantano, en los años 50 del pasado siglo y el monumento a José Martí se instaló allí en 1958, resultado de un concurso que se consumaría con motivo del cincuentenario del Apóstol, jolgorio auspiciado precisamente por los usurpadores que mancillaron el legado del maestro.
La ejecución de la obra fue costeada con el aporte financiero popular, y como otros muchos proyectos públicos, la corrupción imperante se alió al desinterés de las autoridades gubernamentales para exagerar presupuestos, robar salarios de trabajadores y prolongar su terminación más allá de lo concebible.
El área monumental tiene un diámetro de 78, 50 metros y consta de una pirámide de mármol con 28 metros de ancho y una altura de 112, 75 metros hasta la torre de remate y de 141,995 hasta los faros y banderas.
Es el punto más alto de la ciudad de La Habana desde el cual se pueden apreciar, en días claros, la estampa de la capital en 60 kilómetros alrededor.
La estatua de José Martí en los bajos y exteriores del complejo está conformada por 52 bloques de mármol y tiene una altura de 18 metros.
Completa el conjunto el Memorial José Martí, en la base del monumento, inaugurado el 27 de enero de 1996. En su interior se leen 79 pensamientos del insigne revolucionario grabados con letras color oro, distribuidos en los cinco salones expositivos que allí existen. La parte superior es una réplica de la planta baja.
BAJO LA CEÑUDA MIRADA DEL MAESTRO
La Revolución se encargó de terminar el proyecto y darle un nuevo uso, que incluye los edificios aledaños donde radican la Biblioteca Nacional, el Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, el Teatro Nacional y el Ministerio de Comunicaciones.
Detrás de la Plaza, de unas suaves colinas boscosas que semejan la epopéyica Sierra Maestra, emergen las sedes de los máximos órganos del Partido y el Estado: Comité Central y Consejo de Estado.
Desde 1959 esta explanada se convirtió en el gran antiteatro del pueblo, lugar de gigantescas concentraciones populares convocadas por los dirigentes de la Revolución.
Con la singular oratoria participativa de los discursos del Comandante en Jefe y líder de la Revolución Fidel Castro, se identificó en todo el mundo esta Plaza como masivo parlamento nacional y tribuna internacional, desde la que se refrendaron históricas decisiones reivindicativas de la soberanía nacional, la justicia social y la solidaridad entre los pueblos del continente..
Fue denominada Plaza de la Revolución José Martí a partir de julio de 1961, efeméride recordada por su vinculación con el medio siglo de la aplastante derrota mercenaria de Playa Girón, celebrada allí con un desfile de las milicias populares y el Ejército Rebelde, y que, para honor de los cubanos, contó con la presencia del primer cosmonauta del mundo, el piloto y comandante soviético Yuri Gagarin.
Pocos meses después, el 22 de diciembre de 1961, el entonces Ministro de Educación, Armando Hart Dávalos, en compañía de una joven alfabetizadora de la brigada Conrado Benítez, alzaban en el mismo escenario la bandera de Cuba como territorio Libre de Analfabetismo.
Bajo la ceñuda mirada escrutadora del maestro, la Plaza fue testigo ese histórico año de dos entre las más trascendentes hazañas de la Revolución: una en la defensa armada del país, y la otra , en la liquidación del analfabetismo, soporte clásico de la dominación imperial.
Singulares hechos de carácter imborrable, incluidos las sesiones públicas de varios Congresos del Partido, tuvieron colofón en este escenario, donde también se despidieron a prestigiosos héroes y dirigentes históricos de la Revolución, se lloró con impotencia ante el terrible crimen terrorista de Barbados, se meditó desde la fe católica sobre el destino de la Patria, y también se bailó y cantó con pasión juvenil en conciertos Por la Paz y otras efemérides memorables.
Cada masivo momento que se celebra en este simbólico púlpito trae consigo, además del ferviente compromiso participativo, para muchos aficionados al arte de la fotografía, el atractivo de llevar consigo el recuerdo gráfico de la presencia personal, familiar o el encuentro entre conocidos, con un punto común de identificación: la imagen monumental de José Martí, pensativa y reposada.
EL CUBANO ANÓNIMO MÁS CONOCIDO
El cubano de más larga trascendencia en la historia nacional y universal no dejó para la posteridad muchas imágenes de su figura adulta, salvo pocas de su estancia en España, Nueva York, Cayo Hueso, Montecristi o Jamaica, ni tampoco de su corta vida guerrillera como jefe de la Revolución que organizó en el exilio y encabezó en la manigua, pocas semanas antes de su caída gloriosa en combate.
Tampoco lo conocían la mayoría de los cubanos de la isla, ni habían escuchado su verbo apasionante y la lógica de sus pensamientos escritos que, al decir de los contemporáneos que disfrutaron ese privilegio, silenciaba todo a su alrededor.
La censura de la Metrópoli española lo tenía prohibido. Sus continuadores en el trono neocolonial no podían eludir su nombre y mención de alguna frase, con fines utilitarios al carro imperial, pero sabían bien cuán peligroso era ese hombre indoblegable de palabra subyugante.
Según las distintas versiones iconográficas que se conservan, Martí solo fue retratado algo más de 50 veces en sus 42 años de vida, mucho menos de lo que cualquier niño de ahora conserva como recuerdos de su primer año de existencia.
No obstante, el nombre del revolucionario, maestro, poeta, periodista y pensador cubano era de frecuente mención en círculos de intelectuales y políticos continentales y su fama como tribuno la avalaban millares de personas.
El misterio de la modesta figura del hombre de la edad de oro se agiganta con el tiempo. Es el revolucionario de todos los siglos, cuya imagen merece guardarse como recuerdo de haberlo conocido, aunque sea en la figura de mármol que preside la Plaza de la Revolución cubana.
Ciento cincuenta y nueve años después de su nacimiento, varias generaciones de cubanos lo siguen venerando, a él, enemigo del empaque falso, genuino cultor o de la modestia.
Y más aún, continúan guiándose por sus prédicas de salvar a la Patria por encima de diferencia de opiniones, alertándonos de que no han cesado los peligros sobre Cuba y el mundo, y urgiendo a unir voluntades por encima de cordilleras y océanos, para impedir que sobrevenga inevitable, aquello que él predijo:
“…el deber urgente de nuestra América es enseñarse como es, una en alma e intento, vencedora veloz de un pasado sofocante, manchada sólo con la sangre de abono que arranca a las manos la pelea con las ruinas, y la de las venas que nos dejaron picadas nuestros dueños. El desdén del vecino formidable, que no la conoce, es el peligro mayor de nuestra América; y urge, porque el día de la visita está próximo, que el vecino la conozca, la conozca pronto, para que no la desdeñe”.
Julio Antonio Mella y Nuestra América
“La unidad de América que sueñan todos los espíritus adelantados del momento, es la unidad de la América nuestra, de la América basada en la justicia social”, dijo el preclaro líder juvenil cubano y latinoamericano
9/01/2012
Julio Antonio Mella, el primero entre los grandes líderes de la juventud cubana y latinoamericana de principios del siglo XX, fue un internacionalista consecuente y libró, por la gran patria americana, la defensa constante y ardiente de sus pueblos.
Ya en su diario juvenil del primer viaje a Méjico, publicado por los investigadores Adys Cupull y Froylán González, escribe que desea “ver unidas a las Repúblicas hispanoamericanas para verlas fuertes, para verlas respetadas, dominadoras y servidoras de la libertad, diosa.”
Tenía entonces17 años y ya —el futuro líder marxista— se revelaba seguidor del concepto martiano de Nuestra América.
Prodigio de juventud, tiene apenas veinte años cuando capitanea las fuerzas estudiantiles, convoca al Primer Congreso Nacional de Estudiantes y asume el centro de una tarea con raíces continentales: la reforma universitaria, que poco a poco iría llamando revolución, más que reforma.
En Cuba, específicamente, pretendía desplazar modos coloniales y poner en su lugar principios modernos, democráticos.
A la distancia de casi cien años del movimiento de Córdoba, la Reforma puede parecer al lector no avisado un movimiento de carácter principalmente académico. En realidad, fue un movimiento político destinado a renovar, con el protagonismo de los estudiantes, los criterios de la enquistada enseñanza de entonces.
Mella, al tanto del origen y naturaleza del movimiento que comandaba, comprendería que para realizarlo cabalmente había que hacer la revolución social.
“Este movimiento —explicaba— se inició en Córdoba, Argentina, en 1918 y parece obedecer a un sentimiento, instintivo, simultáneo de nuestra raza porque no tiene precedentes ni se funda en adaptaciones de iniciativas exteriores. De allí se extendió a Chile, a Uruguay, a Perú y a otras repúblicas de América. Lo original, lo prodigioso es que casi no ha obrado entre nosotros ninguna razón de contagio.”
En efecto, surgió en cada lugar según las propias necesidades. No obstante, el movimiento de Córdoba y el pensamiento americano de la época en general, tenían repercusiones en Cuba, y en Mella, que recibió, en 1923, al teórico argentino José Ingenieros.
El joven líder cubano mostró afinidad con el marxista peruano José Carlos Mariátegui y levantó su protesta contra las persecuciones que este sufrió en su patria.
La acción internacionalista de Mella y su pasión americana fueron grandes razones de su vida. Así lo prueban su participación en las luchas obreras en México, su apoyo a Augusto César Sandino. En 1927 había compartido con lo más radical del pensamiento anticolonial, en el Congreso Mundial contra la Opresión Colonial y el Imperialismo, celebrado en Bruselas, Bélgica.
Durante la década del veinte del pasado siglo atiende la colaboración con el periódico Venezuela Libre, luego América Latina Libre, que encabeza su compatriota Rubén Martínez Villena y en el que denuncia a las tiranías del continente.
Habla de su jerarquía americana la reacción continental ante su huelga de hambre en 1925, tras ser expulsado de la Universidad y detenido por la dictadura machadista. Su médico y fraterno amigo, Gustavo Aldereguía, recuerda, acerca del Comité pro Mella, que “estaba integrado en su mayoría por cubanos y había venezolanos y peruanos... fue el primer gran escándalo denunciando al vándalo que nos gobernaba. El cabildo de Buenos Aires, el Senado de la municipalidad de México tomaron acuerdos pidiendo la excarcelación de Mella...Los grandes diarios de las capitales sudamericanas publicaban diariamente mis boletines médicos sobre la salud de Mella...”
Martiano poderoso, Mella había escrito en Venezuela Libre, en 1925, según recoge la historiadora Angelina Blaquier Rojas: “La unidad de América que sueñan todos los espíritus adelantados del momento, es la unidad de la América nuestra, de la América basada en la justicia social, de la América libre, no de la América explotada, de la América antiimperialista... Esta unidad de la América solo puede ser realizada por las fuerzas revolucionarias, enemigas del capitalismo internacional, obreros, campesinos, indígenas, estudiantes e intelectuales de vanguardia. Ningún revolucionario del momento actual puede dejar de ser internacionalista”.
Asesinado en México el 10 de enero de 1929, a los 26 años, su pensamiento se suma a la base bolivariana y martiana de la unidad de Nuestra América.
«SMT Guatemala 28 – 01 – 2012 RRR / cgs editor
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Lic. Rosa Cristina Báez Valdés "La Polilla Cubana"
Moderadora Lista Cuba coraje, Coord. Red Social Hermes para Cuba y A. Latina y miembro fundador de la Red de Trincheras Amigas
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