Uruguay: El estado pedirá perdón en acto reparatorio a Gelman. El homenaje de D.Payssé a María Claudia
Stella Calloni <smjcal@yahoo.com.ar> El Estado pedirá perdón en acto reparatorio a Gelman PUBLICADO el Martes 17 de enero, 2012 El Estado uruguayo realizará, en marzo de 2012, un acto reparatorio por las víctimas de la dictadura. El gobierno coordina con la familia Gelman la fecha de la ceremonia. Madres y Familiares definirá, próximamente, su posición sobre el acto. El Estado uruguayo pedirá “perdón” por los crímenes cometidos durante la última dictadura cívico-militar (1973-1985), en cumplimiento del fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH), según expresó el ministro de Relaciones Exteriores, Luis Almagro. La Corte IDH condenó en febrero de 2011 al Estado uruguayo a dejar sin efecto la ley Nº 15.848, Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado, en el marco del litigio internacional iniciado por Juan y Macarena Gelman. El fallo ordenó al gobierno uruguayo adoptar diversas medidas de reparación a las víctimas de la dictadura, entre ellas, el desarrollo de un acto reparatorio. En este sentido, Almagro explicó que el gobierno coordina con Macarena Gelman y otros familiares de las víctimas la fecha y el contenido del pedido de “perdón”. “Es un acto reparatorio de las víctimas y por lo tanto debe ser coordinado con ellas”, dijo Almagro, durante un encuentro con la prensa. El secretario de Estado explicó que el acto debería haberse realizado sobre fines de 2010, pero “problemas de agenda” determinaron su postergación. Por tanto, “estamos coordinando esta semana con Macarena Gelman la fecha del acto de reparación de la víctima”, expresó Almagro. La fecha tentativa del acto sería entre el 20 y el 27 de marzo, posiblemente el 21. “La idea es que se pida perdón a todos los detenidos-desaparecidos en las figuras de Macarena y Juan Gelman”, señaló el ministro. Aún no está confirmada la presencia del presidente José Mujica (“habrá que hablar con el Presidente para establecer o no su participación”) ni cuál será la participación de los tres poderes del Estado en la ceremonia, dijo Almagro. En tanto, el integrante de Madres y Familiares de Detenidos Desaparecidos, Óscar Urtazún, aseguró que el acto reparatorio se realizará “solamente” para cumplir con el fallo de la Corte IDH. “Si no fuera por el juicio de la familia Gelman esto no se hubiera dado”, valoró Urtazún. “Lo tomamos con una satisfacción relativa, (pero) no debe tomarse como una heroica acción del gobierno, porque se ingresaría en un error de análisis”, expresó. En este sentido, Urtazún estimó que Familiares deberá analizar, más cerca de la fecha, su eventual participación en la ceremonia. “Nuestra presencia no puede ser protocolar, debemos darle un contenido”, dijo Urtazún. El fallo El 24 de febrero de 2011, la Corte Interamericana de Derechos Humanos condenó al Estado uruguayo por no investigar la desaparición de María Claudia García de Gelman y ordenó juzgar a los responsables y continuar la búsqueda de sus restos. La sentencia condenó al Estado por la responsabilidad en su desaparición, no investigar ni juzgar a los responsables. Además, la Corte ordenó indemnizar de manera simbólica y material a Macarena Gelman. La sentencia estableció que la Ley de Caducidad es incompatible con la Convención Interamericana de Derechos Humanos, que careció de efectos jurídicos y que no puede ser un obstáculo para investigar los crímenes de derechos humanos. El fallo exigió que se establezcan políticas de Estado para que no se vuelvan a violar los derechos humanos. Uruguay está obligado a cumplir la sentencia porque ratificó por ley su sometimiento a la jurisdicción de la Corte. Editorial Marzo: asumir el perdón público PUBLICADO el Martes 17 de enero, 2012 Entramos, como sociedad, en una nueva etapa en la revisión de la violación de los derechos humanos. Según el canciller Luis Almagro, el Estado realizará un acto de reparación por las víctimas de la dictadura militar, en el que se hará cargo de las violaciones a los derechos humanos en ese período. El ministro de Relaciones Exteriores manifestó que se contactará con Macarena Gelman para preparar todos los detalles del acto y la fecha en que se realizará ese reconocimiento. De este modo, el gobierno hace lugar a uno de los aspectos contenidos en el fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que condenó al Estado uruguayo por el caso Gelman. Aunque aún resta definir la fecha exacta, Almagro adelantó que la idea primaria es que sea en la semana del 20 al 27 de marzo. “Es un acto reparatorio de las víctimas y por lo tanto debe ser coordinado con ellas”, manifestó el secretario de Estado. Esta coordinación abarca varios aspectos: el contenido los discursos, quién los pronunciará y quiénes estarán entre la lista de invitados. Almagro declaró que otro de los puntos a definir es si estará presente o no el presidente de la República. Estamos, entonces, ante un acto de “perdón público” por los crímenes cometidos y la persistencia de la impunidad. Desde el retorno de la democracia esta fue una vieja idea que por intereses políticos se buscó impedir. Es que los sectores más conservadores del país, muchos de ellos comprometidos con la dictadura cívico militar, quisieron que el Estado no asumiera su responsabilidad, en tanto eso implicaba el reconocimiento del terrorismo de Estado y no una lucha entre dos demonios. Será en marzo, entonces, que la verdad histórica renacerá como compromiso del Estado en representación de la sociedad uruguaya, para que el Nunca Más se construya sobre los pilares de la dignidad, la verdad y la justicia. En esos días de marzo no se estará llegando al final el camino, pero será un cruce trascendente en el transcurrir de la historia. Es de esperar que todo el instituto militar y los grupos civiles que apoyaron la violación sistemática de los derechos humanos, comprendan y así lo expliciten que lo más importante es la vida y la libertad de los seres humanos y que no puede haber diferencias ideológicas que agoten la convivencia democrática. Marzo tiene que volverse el mes de la verdad y la justicia, después de este acto reparatorio. Es de esperar que el tema no quede reducido a la estrechez de la conveniencia partidaria, sino que se extienda en la población y que penetre en el corazón y el alma de todos los orientales. Nuestros niños y muchachos de las escuelas y liceos, deberían ser partícipes activos de este “perdón público”, donde los medios de comunicación tenemos mucho que aportar. Todas las condiciones están dadas para que la jornada de marzo sea algo más que un compromiso con un organismo internacional. Pero como siempre, todo dependerá de la sociedad uruguaya y de la dirigencia política, sin excepciones, para poder estar a la altura de un hecho tan necesario como dignificante. Vamos bien, aunque lentos. Nos estamos acercando nuevamente a nuestra original cultura civilizatoria. Sigamos con el pulso del pescador el acontecer, siempre como pueblo ciudadano. Cuanto más amplia sea esa jornada cívica, tendrá más profundidad y capacidad de calar hondo en el pensamiento nacional. Aventemos la estrechez, mantengamos los principios altos, para que la idea de que sufrimos un salvaje terrorismo de Estado se vuelva patrimonio nacional. Fuente: la Republica Palabras de Daniela Payssé en el homenaje de la Cámara de Representantes a la personalidad de María Claudia García de Gelman en el Día de las Américas “en el filo de la belleza … “¿Dónde indican las luces ¿Dónde En este suelo soy Juan Gelman – Incompletamente - 1997 Señora Presidenta: Por diversos motivos, los pueblos deciden homenajear a sus muertos, eligiendo con sabiduría conservar viva su memoria de distintas maneras. Es así que pueblos como el judío, el armenio, el uruguayo, han erigido monumentos de homenaje a las víctimas no identificadas o desaparecidas de sus tragedias, de los genocidios sufridos y del terrorismo de Estado. Otros pueblos han erigido monumentos para homenajear al soldado desconocido, simbolizando a aquellos soldados no identificados que fueron factores fundamentales en la defensa de su libertad y su soberanía, y que por razones del propio conflicto en que participaron no pudieron ser identificados. Hoy quiero hacer un homenaje a una persona americana, acerca de quien, todos los indicios nos hacen suponer que está muerta, que fue asesinada. No podemos tener la certeza porque sus asesinos esconden su cadáver, aunque no han podido esconder su crimen. María Claudia García Irureta Goyena de Gelman nació el 6 de enero de 1957. Era hija de María Eugenia Casinelli, fallecida, y del español, oriundo de Sevilla, Juan Antonio García Irureta Goyena. María Claudia, a los 19 años había ingresado a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires; trabajaba en una fábrica para mantenerse, y estaba embarazada, cuando el 24 de agosto de 1976 fue secuestrada junto a su esposo Marcelo Gelman. Poco rato antes, la misma patota había secuestrado a Nora Gelman, hermana de Marcelo, y a un amigo boliviano. Todos fueron trasladados al centro de detención y torturas conocido como Automotores Orletti, ubicado en el Barrio de Floresta, ciudad de Buenos Aires, desde donde Nora y su amigo boliviano fueron liberados algunos días después. Marcelo Gelman fue salvajemente torturado y posteriormente asesinado. Su cadáver, arrojado a las aguas del Canal San Fernando en Buenos Aires en la madrugada del 14 de octubre de ese mismo año, recién pudo ser identificado en 1989 merced al trabajo realizado por el Equipo Argentino de Antropología Forense, quien logró identificarlo en un Cementerio de la Provincia de Buenos Aires. A María Claudia en cambio, aparentemente no la torturaron (físicamente al menos, porque la propia situación de estar con su compañero torturado, escuchar sus gritos, sus quejidos, y los de otros seres humanos que allí sobrevivían o morían en medio de salvajes torturas, indudablemente era en sí mismo una tortura). Su avanzado embarazo la transformaba en un objetivo diferente; a los que se la llevaron no les importaba si tenía actuación política (absurdo motivo esgrimido para detener, secuestrar, torturar o asesinar personas) sino solamente el bebé que llevaba en sus entrañas. Juan Gelman describía en 1999 la operativa de aquellos asesinos en Argentina: “En los “campos” había listas de espera. Las parejas de las fuerzas armadas, policiales, fuerzas de seguridad que no podían tener hijos se anotaban en esas listas. Cuando la joven estaba por dar a luz la trasladaban al Pozo de Quilmas, al de Banfield, o a Campo de Mayo. Allí tenía el hijo, sin ayuda del médico. El médico presenciaba sin intervenir. Simplemente cortaba y ataba el cordón. Una vez nacido el niño la prisionera debía limpiarlo todo... Y de inmediato venía para la madre la solución final.” María Claudia tuvo la “desgracia” de haber sido detenida en un centro de operaciones donde actuaban las “patotas” uruguayas. La coordinación entre represores de Argentina y Uruguay llegó a su mayor nivel a mediados de 1976, cuando la OCOA y el SID se asociaron con una banda de la Triple A, Alianza Anticomunista Argentina. Vaya a saber a pedido de quién, reservaron a Claudia como vientre vivo con el único propósito de apropiarse de su bebé. Este hecho da cuenta de un delito que va más allá de algún plan político o represivo, porque simplemente tiene por objeto obsequiar un bebé, aprovechar la existencia en detención de una mujer embarazada, para proveer de un bebé a un “amigo” y luego eliminarla. Se trata de un hecho difícilmente comprensible que reduce una persona a la condición de cosa. Pocos hechos pueden alcanzar semejante grado de negación de la dignidad humana. Para ese fin, a principios de octubre fue trasladada, junto a los niños uruguayos Anatole y Victoria Julien, clandestinamente hacia Uruguay (concretamente al Servicio de Información de Defensa ubicado en Bulevar Artigas y Palmar, dependencia de las Fuerzas Armadas uruguayas) y mantenida con vida hasta poco después del nacimiento de su hija. En la segunda quincena de octubre, un grupo de uruguayos desaparecidos traídos clandestinamente desde Orletti y concentrados en el sótano del SID, siguieron con atención los acontecimientos de asistencia de la joven embarazada que se encontraba en un piso superior a través de las indicaciones que un médico daba a la guardia, y luego, en los momentos previos al parto, por las órdenes de traslado recibidas telefónicamente y dadas en voz alta por el oficial de guardia. Dichos testigos recuerdan que una noche, entre fines de octubre y principios de noviembre se realizaron reiterados llamados telefónicos al Hospital Militar informando de las contracciones de una mujer a punto de dar a luz, y finalmente el pedido urgente de una ambulancia. Días después los detenidos comenzaron a escuchar el sistemático llanto de un bebé, viendo que desde la cocina, los soldados de guardia llevaban mamaderas al piso superior, donde se hallaba la joven embarazada junto a su hijo recién nacido. El 22 de diciembre de 1976 fueron trasladados y/o liberados los últimos prisioneros que se encontraban en el subsuelo del local del SID, y casi enseguida, sobre la navidad de ese año, un testigo, ex soldado destacado en el lugar, vio como en horas de la noche, dos oficiales del ejército se llevaban a la mujer embarazada y a su bebé, al cual ella transportaba en un canasto. Sara Méndez, que se hallaba secuestrada en ese lugar, narra que entre los integrantes de la guardia, testigos del hecho, se produjo un malestar, lo que motivó la reacción de uno de los dos oficiales, el que dijo: “A veces hay que hacer cosas embromadas”. Se tiene conocimiento que Claudia y su bebé fueron trasladadas a otro centro clandestino de detención que se disimulaba como agencia de taxímetros e inmobiliaria cuya denominación o clave de los servicios de inteligencia era “Base Valparaíso”, ubicado en la zona de Villa Dolores. Allí María Claudia habría permanecido unos días más junto a su hija, hasta que se la sustrajeron. El destino de la beba, ya estaba preestablecido y acordado. La entrega se habría realizado el 14 de enero de 1977 sobre las 23 horas. Las investigaciones realizadas permiten concluir, que ya en Buenos Aires, se había resuelto, traer al Uruguay a la nuera de Juan Gelman, a los solos efectos de que pudiera dar a luz, para luego arrebatarle al bebé y entregárselo a quién se transformó en su familia “legítima”. Luego, se decidió su muerte y la desaparición de sus restos, para ocultar o suprimir toda evidencia del delito. El brazo ejecutor, habría sido un Capitán de la Guardia Metropolitana. Repito: María Claudia fue asesinada, después de robarle a su hija, a su bebé, único objetivo por el cual la mantuvieron viva un par de meses más aquellos criminales que al amparo de las dictaduras de turno, también le robaban a sus pueblos la libertad y la posibilidad de decidir por sí mismos. Es imposible saber qué pasaba por la cabeza de aquella muchacha de 19 años con su primer embarazo, secuestrada y trasladada a otro país, absolutamente sola y aislada del mundo, conteniendo y aferrándose a su bebé, en su vientre y amamantándola en sus primeros días de vida, protegiéndola. ¿Sabría que la iban a matar? Es probable que lo intuyera, pero quién puede saber qué le decían sus secuestradores y asesinos. ¿Imaginaría que su hija podría ser condenada a vivir con alguno de sus secuestradores como trofeo “secreto” de guerra, o en el mejor de los casos, con alguien elegido por ellos? Aún así, aquella era la única esperanza a la que podía aferrarse para que su hija viviera. Cuán intensos, cuán crueles deben haber sido aquellos momentos, para alguien que, consciente o no, estaba condenada a morir pocos días después del nacimiento de su bebé, no pudiendo pedirle a nadie que la ayudara, únicamente amando a aquel hijo que crecía en su vientre y unos pocos días en sus brazos. Claudia, de tez blanca y cabello castaño, ganó varias medallas en competencias de natación, según nos cuenta Gabriela, su compinche, su amiga de los primeros bailes, de los primeros besos, de los primeros cigarrillos “clandestinos”, de las larguísimas charlas sobre los chicos a los 12 años, en las que se jactaban de no ser estilo “Susanita”, aquel personaje de “Mafalda” de Quino, mientras recuerda como se comían las uñas y se probaban los minishort de moda en esos días. “Cuando algo la incomodaba se le ponían los cachetes colorados, eso te indicaba que en cualquier momento iba a salirse con una puteada o con un terco no”. En el Colegio Nacional Bernandino Rivadavia, a Claudia la apodaron “Coneja” por sus grandes dientes “paletas” típicas de algunas adolescentes, que le dibujaban una sonrisa casi permanente. “Era una chica muy delgada y bonita, con un aire de Rita Hayworth, vivaz, ingeniosa y pizpireta, de conversación atropellada y pronunciada miopía” contaba su amigo Juan José Salinas, quien “armó” la primera cita con aquel rubio de grandes ojos verdes llamado Marcelo Gelman: “los vivaces ojos marrones de ella, sustentados en pómulos redondos, se clavaron en los ojos verde amarillentos de él. Y ya no los soltaron. Desde entonces, Claudia y Marcelo se la pasaron cuchicheando en los rincones”. Poco tiempo después se casaron, sin pompa ni boato, sin iglesia ni sinagoga; de ese día se conserva una foto en blanco y negro que les sacó su madrina en el Registro Civil. Gabriela recuerda: “la última vez que la vi, una semana antes de su desaparición, nos encontramos en el Trust Joyero, esquina tradicional de Buenos Aires ( hoy hay un Mc Donald ) en Corrientes y Carlos Pellegrini, a metros del obelisco, ya noche en ese día húmedo y lluvioso; decidimos protegernos de la lluvia y entramos a La Giralda, bar típico porteño. Y ahí, mientras esperábamos a Marcelo (su pareja, su compañero, su amor), me contó, con toda vitalidad, que había ido al obstetra y que todo marchaba bien, de lo único que hablaba era de su bebé. De Ana o Ernesto, así pensaban llamarlo, y gesto infaltable, ahora nuevo para mí, no dejaba de tocarse la panza. Quería su bebé, deseaba su bebé, no había nada de aquella realidad, que ya comenzaba a ser gris, oscura y vil, que la apartara de su certeza de parirlo y parirlo bien , bien para los dos. Siempre quiso preservarlo”. En el transcurrir de las discusiones de aquella etapa entre adolescente y adulta, mientras Marcelo planeaba un nuevo, último intento de tener actividad política, sabemos que Claudia, ya embarazada, llegó a sugerirle la posibilidad de marcharse lejos, quizás a Roma con su suegro, de huir de aquella trampa mortal en que se había transformado Buenos Aires y todo su país. Como a tantos otros, la locura genocida les interrumpió los planes y la posibilidad de intentarlos. María Claudia, señora Presidenta, pudo haber sido cualquiera de nosotros; cualquiera de nuestras hijas..., Claudia fue una de las tantas americanas a las que le arrebataron la vida. ¿Qué esperanzas, qué ilusiones tendría? ¿Qué aportes podría haber hecho a nuestra América? ¿Habría sido una eximia artista cuyas obras nos hubieran maravillado? ¿Una docente excepcional que hubiera modificado la concepción educativa de nuestros pueblos? ¿Habría sido una filósofa con grandes aportes al conocimiento? ¿Podría haber llegado a ser una mujer política comprometida con su pueblo? ¿Habría sido una personalidad americana merecedora de un discurso apologético en esta Cámara? ¿O sencillamente una madre exclusivamente dedicada a criar y formar a su hija... o hijos? No lo sabemos ni lo sabremos. Pero sí estamos seguros que la tragedia de María Claudia y de las miles de Claudias que nuestra América Latina ha perdido asesinados, desaparecidos, expulsados... en su gran mayoría jóvenes que empezaban a aportarle a sus sociedades en la culminación de sus procesos de aprendizaje, ha truncado el surgimiento de innumerables personalidades. ¿Cuántas personalidades perdidas, desaparecidas? ¿Cuántos médicos, ingenieros, maestros, científicos, filósofos, obreros, artistas, hombres y mujeres excepcionales han perdido los pueblos americanos? Imposible responderlo. Pero sí podemos estar seguros que en la tragedia de los más de 100.000 desaparecidos que ha padecido América Latina, en su mayoría jóvenes con fuertes capacidades intelectuales y sociales, nuestros pueblos han sufrido una inmensa pérdida de capital humano, incuantificable pero calificable, de personalidades excepcionales. ¿Cómo sería la Argentina de hoy si aquella generación exterminada de entre 10 y 30 mil jóvenes estuviera viva? La crisis terrible que sumió a nuestros hermanos hace pocos años en situaciones de miseria nunca antes vivida ¿se hubiera podido evitar o modificar si estas personas estuvieran vivas y trabajando para lograr una patria diferente? ¿Cuánta parte de la prolongada crisis de su sistema político no es consecuencia de la ausencia del aporte de estos miles de desaparecidos, asesinados, y expulsados al exilio por la insanía de aquellos que gobernaron su país? ¿En qué condiciones quedó la generación sobreviviente y todo el pueblo argentino, sometido a una opresión de violencia descontrolada, de asesinos sanguinarios, de verdugos de su propio pueblo? Porque además de los muertos, los desaparecidos y los que huyeron de aquel horror; los que permanecieron, los que sobrevivieron en ese país oprimido, ¿en qué condiciones quedaron si la lección era que había que callarse para sobrevivir, que no había que hacer nada que molestara a los dueños del poder si se quería seguir con vida, que había que ser dócil a los designios de aquellos que se habían apropiado de los gobiernos? Es por eso, señora Presidenta; que en el día de hoy quiero homenajear, en la persona de esta mujer, de esta mamá que fue Claudia, a todas las personalidades desaparecidas, a todos los hombres y mujeres que no pudieron ser, a los que no pudieron seguir siendo porque la insanía genocida de gobiernos y dictaduras en nuestra América trataron de suprimir, hasta el grado demencial de esconder sus cadáveres con la intención de borrar sus historias y nuestra memoria. Y también quiero homenajear a su hija, desaparecida durante más de 20 años; quien hace muy poco pudo recuperar su historia, su apellido, el conocimiento de su madre, de su padre, de lo que quedó de su familia, de la patria de sus padres y de la suya propia. Expresarle públicamente que su mamá merece este homenaje. Que la concibió en el amor con que se concibe a un hijo, y que hizo todo lo que pudo hasta el último de sus días para darle lo único que finalmente pudo dejarle: la vida. Decirle que su madre estaba empezando a volar cuando le cortaron las alas. ¡Que terrible realidad debe ser para una persona descubrir un día que vivió 20 años engañada! Que todo lo que aprendió en la vida, que muchos lazos afectivos que tuvo a lo largo de su vida, partieron del asesinato de sus padres, del ocultamiento de la verdad y de su propia identidad. ¿En nombre de qué, pueden justificarse estos crímenes contra la humanidad? ¿Qué razón, qué ética, qué ley puede amparar este crimen? Ninguna. Durante muchísimos años nuestros pueblos conocieron muy poco sobre estas tragedias; el manejo informativo a través de medios de comunicación estrictamente censurados, sumado al ocultamiento de los hechos y el chantaje de violencia que todos los pueblos sufrían, hicieron difícil que la verdad se fuera abriendo camino, se fuera difundiendo y filtrando gota a gota. Aún los gobiernos que siguieron a la salida de las dictaduras fueron renuentes, y en algunos casos cómplices, de no avanzar con las investigaciones que se debieron haber hecho, llegando incluso en nuestro país a negar tajantemente la existencia de niños secuestrados, hasta hace pocos años. Durante mucho tiempo Juan Gelman, padre de Marcelo y suegro de María Claudia, y Mara La Madrid, su compañera, se embarcaron en una búsqueda intensa y permanente de María Claudia y su bebé. Todos los datos que recabaron en aquella investigación los condujeron hacia nuestro país. Hacia 1995 el poeta Juan Gelman, padre-abuelo, abuelo-padre, abuelo-suegro, suegro-padre, le escribía una carta abierta a su nieta o nieto en la esperanza, en la convicción de que estuviera vivo, y que pudiera leerla. En ella decía: “Ahora tenés casi la edad de tus padres cuando los mataron y pronto serás mayor que ellos. Ellos se quedaron en los 20 años para siempre. Soñaban mucho con vos y con un mundo más habitable para vos. Para reconocer en vos a mi hijo y para que reconozcas en mí lo que de tu padre tengo: los dos somos huérfanos de él. Para reparar de algún modo ese corte brutal o silencio que en la carne de la familia perpetró la dictadura militar. Para darte tu historia, no para apartarte de lo que no te quieras apartar. Ya sos grande, dije.” Por ese mismo tiempo Gelman le cantaba a su nieto-nieta: “Amarte es esto: una palabra que está por decir |