miércoles, 28 de marzo de 2012

Discurso de Benedicto XVI en Cuba habló de los cinco cubanos presos en EEUU

EL SANTO PADRE SOLIDARIA Y CARIÑOSAMENTE SE REFIRIO

A LOS CINCO CUBANOS PRESOS EN ESTADOS UNIDOS,

les resalto en rojo la frase que el utilizo

subliminalmente para solidarizarse con ellos.

                                  

                                           Eladio González  Toto el excomulgado.

 

Palabras del Papa Benedicto XVI a su llegada a Cuba  26 Marzo 2012

 

Señor Presidente, Señores Cardenales y Hermanos en el Episcopado,

Excelentísimas Autoridades, Miembros del Cuerpo Diplomático, Señores y

señoras, Queridos amigos cubanos:

 

Le agradezco, Señor Presidente, su acogida y sus corteses palabras de

bienvenida, con las que ha querido transmitir también los sentimientos de

respeto de parte del gobierno y el pueblo cubano hacia el Sucesor de Pedro.

Saludo a las Autoridades que nos acompañan, así como a los miembros del

Cuerpo Diplomático aquí presentes. Dirijo un caluroso saludo al Señor

Arzobispo de Santiago de Cuba y Presidente de la Conferencia Episcopal,

Monseñor Dionisio Guillermo García Ibáñez, al Señor Arzobispo de La Habana,

Cardenal Jaime Ortega y Alamino, y a los demás hermanos Obispos de Cuba, a

los que manifiesto toda mi cercanía espiritual. Saludo en fin con todo el

afecto de mi corazón a los fieles de la Iglesia católica en Cuba, a los

queridos habitantes de esta hermosa isla y a todos los cubanos,

allá donde se encuentren. Los tengo siempre muy presentes en

 

mi corazón y en mi oración, y más aún en los días en que se acercaba el

momento tan deseado de visitarles, y que gracias a la bondad divina he podido

realizar.

Al hallarme entre ustedes, no puedo dejar de recordar la histórica visita a

Cuba de mi Predecesor, el Beato Juan Pablo II, que ha dejado una huella

imborrable en el alma de los cubanos. Para muchos, creyentes o no, su

ejemplo y sus enseñanzas constituyen una guía luminosa que les orienta tanto

en la vida personal como en la actuación pública al servicio del bien común

de la Nación. En efecto, su paso por la isla fue como una suave brisa de

aire fresco que dio nuevo vigor a la Iglesia en Cuba, despertando en muchos

una renovada conciencia de la importancia de la fe, alentando a abrir los

corazones a Cristo, al mismo tiempo que alumbró la esperanza e impulsó el

deseo de trabajar audazmente por un futuro mejor. Uno de los frutos

importantes de aquella visita fue la inauguración de una nueva etapa en las

relaciones entre la Iglesia y el Estado cubano, con un espíritu de mayor

colaboración y confianza, si bien todavía quedan muchos aspectos en los que

se puede y debe avanzar, especialmente por cuanto se refiere a la aportación

imprescindible que la religión está llamada a desempeñar en el ámbito

público de la sociedad.

 

Me complace vivamente unirme a vuestra alegría con motivo de la celebración

del cuatrocientos aniversario del hallazgo de la bendita imagen de la Virgen

de la Caridad del Cobre. Su entrañable figura ha estado desde el principio

muy presente tanto en la vida personal de los cubanos como en los grandes

acontecimientos del País, de modo muy particular durante su independencia,

siendo venerada por todos como verdadera madre del pueblo cubano. La

devoción a "la Virgen Mambisa" ha sostenido la fe y ha alentado la defensa y

promoción de cuanto dignifica la condición humana y sus derechos

fundamentales; y continúa haciéndolo aún hoy con más fuerza, dando así

testimonio visible de la fecundidad de la predicación del evangelio en estas

tierras, y de las profundas raíces cristianas que conforman la identidad más

honda del alma cubana. Siguiendo la estela de tantos peregrinos a lo largo

de estos siglos, también yo deseo ir a El Cobre a postrarme a los pies de la

Madre de Dios, para agradecerle sus desvelos por todos sus hijos cubanos y

pedirle su intercesión para que guíe los destinos de esta amada Nación por

los caminos de la justicia, la paz, la libertad y la reconciliación.

 

Vengo a Cuba como peregrino de la caridad, para confirmar a mis hermanos en

la fe y alentarles en la esperanza, que nace de la presencia del amor de

Dios en nuestras vidas. Llevo en mi corazón las justas aspiraciones y

legítimos deseos de todos los cubanos, dondequiera que se encuentren, sus

sufrimientos y alegrías, sus preocupaciones y anhelos más nobles, y de modo

especial de los jóvenes y los ancianos, de los adolescentes y los niños, de

los enfermos y los trabajadores, de los presos y sus familiares, así como de

los pobres y necesitados.

 

Muchas partes del mundo viven hoy un momento de especial dificultad

económica, que no pocos concuerdan en situar en una profunda crisis de tipo

espiritual y moral, que ha dejado al hombre vacío de valores y desprotegido

frente a la ambición y el egoísmo de ciertos poderes que no tienen en cuenta

el bien auténtico de las personas y las familias. No se puede seguir por más

tiempo en la misma dirección cultural y moral que ha causado la dolorosa

situación que tantos experimentan. En cambio, el progreso verdadero tiene

necesidad de una ética que coloque en el centro a la persona humana y tenga

en cuenta sus exigencias más auténticas, de modo especial su dimensión

espiritual y religiosa. Por eso, en el corazón y el pensamiento de muchos,

se abre paso cada vez más la certeza de que la regeneración de las

sociedades y del mundo requiere hombres rectos, de firmes convicciones

morales y altos valores de fondo que no sean manipulables por estrechos

intereses, y que respondan a la naturaleza inmutable y trascendente del ser

humano.

 

Queridos amigos, estoy convencido de que Cuba, en este momento especialmente

importante de su historia, está mirando ya al mañana, y para ello se

esfuerza por renovar y ensanchar sus horizontes, a lo que cooperará ese

inmenso patrimonio de valores espirituales y morales que han ido conformando

su identidad más genuina, y que se encuentran esculpidos en la obra y la

vida de muchos insignes padres de la patria, como el Beato José Olallo y

Valdés, el Siervo de Dios Félix Varela o el prócer José Martí. La Iglesia,

por su parte, ha sabido contribuir diligentemente al cultivo de esos valores

mediante su generosa y abnegada misión pastoral, y renueva sus propósitos de

seguir trabajando sin descanso por servir mejor a todos los cubanos.

 

Ruego al Señor que bendiga copiosamente a esta tierra y a sus hijos, en

particular a los que se sienten desfavorecidos, a los marginados y a cuantos

sufren en el cuerpo o en el espíritu, al mismo tiempo que, por intercesión

de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, conceda a todos un futuro lleno

de esperanza, solidaridad y concordia.

 

Muchas gracias.

 

 

http://www.cubadebate.cu/opinion/2012/03/26/discurso-de-benedicto-xvi-a-su-llegada-al-aeropuerto-de-santiago-de-cuba/