martes, 17 de abril de 2012

 

 

 

ESTRATEGIA PARA SER ETERNAMENTE POBRES

Escribe:

Gerardo Alcántara Salazar

Doctor de la Universidad de Buenos Aires, Área Ciencias Sociales

 

Web: www.gerardoalcantara.com

http://www.youtube.com/watch?v=iMSRckQ_bwE

http://www.youtube.com/watch?v=WAsBBFGMMJs&feature=related

http://www.youtube.com/watch?v=Qgi7X9BswHQ

 

 

Carlos Marx, el genio aristócrata que  más que ningún otro mortal derrochó bondad e inteligencia para salvar a los pobres de la miseria económica, planteó una fórmula para resolver el problema. La clave estaba, a diferencia de los criterios de los presuntos marxistas que nunca han estudiado seriamente El Capital, en dar impulso al conocimiento, a la ciencia aplicada convertida en técnica para potenciar la productividad. Pero al mismo tiempo debería extinguirse la propiedad privada, sustituyendo el capitalismo por el socialismo, que no es otra cosa que reemplazar la dictadura de la burguesía por la dictadura del proletariado.

En realidad el socialismo no sería el fin de la historia, sino una modalidad transicional, un mítico túnel para atravesar del capitalismo al comunismo.

Durante ese tránsito se aboliría la explotación del hombre por el hombre, de la manera más radical y justa. Nadie explotaría a nadie. Por ese motivo, primaría una ley económica: “De cada cual según su trabajo, a cada cual según su trabajo”. Dicho de otro modo, ni permites que te roben ni robas. Te limitas a vivir de lo que aportas a la sociedad. Obviamente y como consecuencia, no todos serían iguales, porque no hay dos personas que produzcan igual.

Si nos ajustamos estrictamente a la teoría del valor que es el soporte teórico de El Capital, el salario de cada persona es igual a la cantidad de valor generado durante el proceso productivo. Y el valor es versátil, depende de la productividad y la productividad es una variable dependiente del conocimiento incorporado a los procesos de producción. Si eres ignorante y torpe, tu velocidad para producir, tu eficacia no es la misma que la de aquel que en vez de emplear la energía muscular usa la energía mental.

Solamente en el fin de la historia, en el comunismo, en el reino no solamente de la necesidad sino de la libertad, en esa sociedad donde la ciencia da cuenta de la manera más perfecta de cómo funciona la economía, la productividad sería tan apoteósica, que ya no interesaría cuánto aportas a la riqueza común, sino cuanto necesitas. La ley económica del comunismo sería, por tanto: “De cada cual según su capacidad, a cada cual según sus necesidades”.

Dicho de otro modo: puedes ser inepto o zángano, igual tendrías tu futuro asegurado, porque lo que no creas tú lo hace la ciencia desbordante.

Pero esa sociedad solamente sería posible si en la humanidad entera impera el comunismo. Utopía maravillosa. Como explico en mi libro Crisis del capitalismo global y fin del marxismo, el comunismo se ha vuelto imposible. Para que exista comunismo primero debe existir socialismo, dictadura del proletariado. Según Marx, la dictadura del proletariado sucedería primero en los países de mayor desarrollo capitalista. Pero en la realidad, en estos países los obreros se van transformando en clase media, porque los obreros se van transformando apresuradamente en trabajadores del sector servicios. En la gran industria los trabajadores no son los obreros tradicionales.

La técnica reemplaza al obrero manual hasta casi extinguirlos o desaparecerlos definitivamente. Sin obreros no puede haber dictadura del proletariado y sin dictadura del proletariado que es su premisa sería imposible el comunismo. Incluso los supérstites, muy pocos, desde hace más de medio siglo, como sucede en Norteamérica militan en el partido conservador, en el Republicano y no en el Demócrata, menos aún en algún inexistente partido comunista.

Recientemente el Instituto Nacional de Estadística del Perú publica un informe, según el cual la pobreza ha retrocedido al 30%. En el sector urbano sería del 20% y del 60% en el sector rural.

El presidente de la república del Perú dice propiciar la inclusión social que sería, en otros términos, acabar con la pobreza, lo cual obviamente es totalmente utópico, porque mientras la economía crece en un dígito los pobres reproducen la pobreza en escala ampliada.

Pensando correctamente, tal como funciona la sociedad, la pobreza sería siempre y en todos los lugares un mal incurable, salvo que se establezcan programas para cambiar la cultura de la gente, de aquella que apela a la libertad para llenarse de hijos sin tener en cuenta su presupuesto. La pobreza se vuelve crónica en esas familias y el estado carga con la responsabilidad, sin hacer otra cosa que paliarla.

El día de viernes 30 de marzo de 2012, el Diario La República, de Lima, en su página 18, trata sobre las esterilizaciones, que según denuncias, se habría producido durante el gobierno del cuestionado presidente Alberto Fujimori:

“¡Ha pasado tanto tiempo y no he encontrado paz ni justicia!”, revela con indignación Jacinto Salazar, quien vive en la humilde comunidad de La Encañada, en Cajamarca, acompañado de sus siete hijos.

Es el esposo de María Mamérita Mestanza, quien el 4 de abril de 1998, luego de ocho días de haber sido operada por una ligadura de trompas, falleció y se convirtió en una de las miles de afectadas por las esterilizaciones forzadas realizadas por el gobierno de Alberto Fujimori”.

Las investigaciones auspiciadas por las ONGs obviamente continuarán. Mi nota no persigue opinar a favor o en contra de alguno de los puntos de vista en cuestión. Tampoco me parece correcto violentar los derechos fundamentales del ser humano.

Mi propósito es invitar a que los científicos sociales, partidos políticos, gobernantes, ONGs -que tienen muy buenos financiamientos de las potencias capitalistas- para que dediquen sus esfuerzos por ver la manera de educar a la gente muy pobre y a todos los que son padres de familias o se proponen serlo, acerca de la necesidad de que piensen en las implicancias de la paternidad. Así como nadie debe inmiscuirse en su vida privada, deben ser ellos responsables de los hijos que lanzan al mundo, porque tampoco es justo que los demás carguen con sus presupuestos sobredimensionados.

Perú tiene un 60% de campesinos pobres. Jacinto Salazar vive en la humilde comunidad de La Encañada, en Cajamarca, acompañado de sus siete hijos. Si la comunidad de la Encañada es humilde, ¿cuál será el estatus de Jacinto Salazar?

¿Tendrá lo suficiente para alimentar, educar y cuidar la salud de siete hijos? Podría decirnos “y a ti que te importa”. Nos importa porque somos parte de la sociedad peruana, de aquel conglomerado humano que de uno o de otro modo se siente implicado por ese 60% de campesinos pobres y Jacinto Salazar, a no dudarlo es pobre.

De fuente muy válida sé que durante el gobierno de Fujimori mentían a una joven campesina para que aceptara que le inyectaran vacunas anticonceptivas trimestralmente. Esta campesina que no tenía más de 25 años había acumulado ya cinco hijos, cada uno de ellos de diferente padre y ninguno de los cuales era reconocido por su progenitor. Los hijos de esta mujer carecían del calor y la figura del padre y solamente disponían de la  pésima imagen de una frustrada madre. Eran andrajosos, muertos de hambre, sin posibilidad de alcanzar educación ni recibir atención médica. ¿Qué futuro les esperaba a esos niños? ¿Surgiría entre ellos tal vez algún artista genial, un sabio, algún terrorista, o miembros de pandillas, de  las barras bravas, o de bandas asesinas? Todo es posible, pero lo mejor es no confiar en el azar.

El Perú tenía una población de once millones en la década de 1960,  seis décadas después tiene 30 millones. La población se ha multiplicado por tres. Hace poco el mundo tenía seis mil millones de y habitantes, pero en un abrir y cerrar de ojos ahora somos siete mil millones.

¿Cómo evitar que una familia cuyo padre es analfabeto, carece de trabajo estable, vive en condiciones infrahumanas, pueda alimentar, dar el cuidado, la educación y preparar a sus hijos para que vivan adecuadamente?

En las sociedades prehistóricas la gente vivía de la caza, recolección de frutos, de comer insectos, raíces. Pero en la actualidad el ser humano vive en un mundo basado en la compra-venta de mercancías. Como bien plantea Carlos Marx (el sabio ignorado por los presuntos marxistas), para comprar hay que tener qué vender y quien no tiene bienes materiales para vender depende de la venta de la única mercancía de la que dispone: Su fuerza de trabajo. La fuerza de trabajo tiene un valor como cualquier otra mercancía, depende de los intangibles que ha introyectado, porque como fuerza muscular bruta casi no vale nada y solo le queda la pobreza, según la lógica de Carlos Marx, expuesta en El Capital, el libro que los jactanciosos marxistas jamás en su vida han estudiado.

Cada familia para evitar la pobreza debe tener los hijos a los que puede no solamente permitir existir biológicamente, sino que también debe prepararlos para vender fuerza de trabajo calificada, porque la fuerza de trabajo no calificada solamente garantiza pobreza.

Mientras una parte de la humanidad exista y se reproduzca al azar, tiene como única garantía la miseria y el bienestar en mínima proporción de acuerdo al cálculo de probabilidades. Y, a no dudarlo, un porcentaje muy alto vive y se reproduce biológicamente al impulso del sistema límbico, sin planificar racionalmente el destino de su prole. La pobreza en el mundo está garantizada.