El doctor Alberto Granado centro del afecto y admiración de quienes compartieron la
proyección de "Diarios de Motocicleta" a su alrededor en el Shopping Abasto. Al "petizo"
ó "Mial" como le decía su amigo Ernesto se lo ve flanqueado por las bellas Susana Sanguinetti
(a su izquierda) e Irene Perpiñal, del Museo Che Guevara a su derecha. (foto Toto)
15 de Mayo de 2012 Buenos Aires. Argentina
Los ángeles de la motocicleta por Eladio González toto
Dos angeles argentinos recorren, montados en su motocicleta, caminos celestiales.
Se han vuelto a reunir tras cuarenta y cuatro años. El más joven había partido
primero y le tocó entonces a Alberto el cordobés dueño de la moto eterna,
transformarse en un ser humano de culto. Como un escudero solitario itinerante
recorrió multitud de geografías. No llegaba trayendo a su "caballero andante", sino
que por el contrario su tarea fue la reconstrucción del héroe ante emocionados
aspirantes a emularlo. Prestidigitador histórico mayúsculo fue hasta coguionista
para el premiado cineasta argentino, dueño de un Oscar de la Academia (La Historia
Oficial) Luis Puenzo. Sí, la película del histórico viaje en moto se estuvo haciendo
aquí pero esa extraña imposibilidad que les nace a los argentinos, cuando del Che
Guevara se trata hizo inútiles los tres meses de labor, en los que en la intimidad de
mi hogar fui emocionado testigo de los ires y venires de Puenzo y Alberto Granado.
Por las noches, tras la cena, oficié de ayudante para Alberto que ensimismado y
buceando en sus recuerdos me escuchaba leer el "guión" de "Diarios de Motocicleta",
aprobando con movimientos de cabeza ó interrumpiendo a veces, para de puño y
letra insertar una acotación, corrección ó eliminar algo. Una docena de libros cubanos
comprados por Irene en la isla, o que nos habían obsequiado en el viaje se los prestamos
a Puenzo y tuvo tan mala suerte que su oficina sufrió un incendio, en el que se hicieron
cenizas los libros entre otras cosas. Tiempo después en La Habana Alberto fue convocado
esta vez por el director brasileño Walter Salles quien con la ayuda de Robert Redford y su
fundación hicieron posible la filmación. El actor mexicano Gael García y nuestro Rodrigo
de la Serna actuaron como Ernesto y Alberto y un buen día me encontré en una sala
del cine Shopping Abasto entre ochenta personas, que no sabían que el simpático hombre
mayor sentado entre Irene y yo era el dueño de la "Poderosa". Antes que comenzara la
película fui a la pantalla, dí palmas, atraje la atención de los espectadores y los felicité por
la suerte que tenían de compartir el momento con uno de los personajes de la vida real.
Pedí a Alberto que se pusiera de pié, cosa que hizo en medio de los espontáneos aplausos
de todos. No alcancé a llegar a mi butaca junto al petizo y el operador apagó las luces de la
sala y largó la proyección. Cuando esta terminó y tras los merecidos aplausos se encendieron
las luces y todos confluyeron alrededor del hombre imán, se sucedieron ochenta choques de
diestra, centenares de preguntas, risas, exclamaciones. Las miradas arrobadas de jóvenes,
adultos y ancianos a ese motoquero que parecía haberse bajado de la pantalla y compartía
sonrisas y comentarios a granel, mostraron el no saciado apetito de la sociedad argentina, a
la que hace cuarenta y cinco años le asesinaron un hijo, lo desaparecieron durante treinta
años bajo tierra, al tiempo que lo prohibieron, opacaron, escondieron, disimularon y
calumniaron, para que sus compatriotas no tengan interés en saber de él, de sus sesudos
escritos, enternecedores poemas, épicos combates e intransigencia con lo mal hecho.
Hace un año Alberto en medio de uno de sus sueños nos dejó para reencontrarse con Ernesto,
el "Pelao", ó "Furibundo Serna" a quien los hermanos cubanos bautizarían como "Che".
Anoche recordé todo, tras ver el reportaje que en CNN le hicieron a Marcos Aguinis.
Aguinis contó sus propios antecedentes familiares, estudios, escritos, avatares editoriales
y como estaba pactado no se inmutó, cuando el conductor de la entrevista se colocó la mano en
la frente y dijo "Pioneros por el comunismo seremos como el Che" agregando: "Marcos,
quiero saber su opinión del Che Guevara, aunque yo personalmente no quiero saber nada
de esa persona". Marcos abrió el baúl de la mentira y la calumnia (su boca) y aseveró
de que convertido en mito el Che ya era inexistente, agregando… para apartar a los argentinos
de la justa, sana y conveniente curiosidad sobre Che un lapidario…. "Era un gatillo fácil", odiaba
a los homosexuales y asesinó personalmente a muchos jóvenes de esa condición". El guión
dictado por el Departamento de Estado norteamericano obligó a Aguinis a manifestar que los
países que desordenaban la paz mundial eran: Venezuela, Ecuador, Bolivia, Cuba y que
gradualmente lo estaba haciendo Argentina su patria, acusándola de estar avanzando hacia el
desastre a causa del populismo de la Presidenta. El personaje de la doctora cubana Hilda
Molina le sirvió para mezclarlo con su último libro sobre León Trotsky y desvalorizar a una
Cuba en la que confesó, jamás había puesto el pié.
Añadió que no todos lo felicitaban pero que quienes lo insultaban era porque no tenían
elementos razonables de disenso ni capacidad para debatir.
Por lo que yo Eladio González toto, director fundador del primer Museo Suramericano en
Argentina dedicado a Ernesto Che Guevara de la Serna, no lo insultaré de mi boca para afuera.
Espero y solicito invitación al mismo medio, o sea CNN en Español para que democráticamente
"al Washington Style" pueda otro argentino (yo) desmentir educadamente al cipayo intelectual
y mercenario Marcos Aguinis, que con sus mentiras y calumnias de ayer y hace años, ha inferido
otra grave herida a la hermosa y transparente herencia guevarista, que los jóvenes de América
tanto necesitan recibir para emular al joven médico rosarino, que con sus jóvenes veintidos
años tenía como referente, ícono e ídolo a otro médico el Dr. Albert Schweitzer, Premio Nóbel
de la Paz suizo. Claro eran épocas cuando un Nóbel de la Paz no arrastraba las botamangas, no
tiraba de sisa, no tenía joroba, no mostraba colmillos sanguinolentos y no le crecía la Pinochesca
nariz negra mintiendo "Cerraré la cárcel de Guantánamo".
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