miércoles, 26 de febrero de 2014

usaid no quiere devolver Guantanamo a Cuba Fernando González Llort Héroe prisionero Atlantic Council terco realismo Fernando Martinez Heredia Chaubloqueo Museo Che Guevara





Por Cuba con emisiones periódicas le lleva la información del acontecer internacional relacionado con nuestro país y las batallas que libra por su pueblo y su soberanía; contiene espacios noticiosos y de opinión, seleccionados de medios de prensa internacional o generados desde nuestro país.  ISSN 1819-4044



Año 12 Número 15 | Fecha 2014-02-25
TITULARES

Nota a nuestros lectores


Opinión



FERNANDO Y YO por Edmundo García

CUBA Y LA ALGAZARA DE LA USAID por Norelys Morales Aguilera



Nota a nuestros lectores
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Este número 15 del Boletín correspondía a la Edición del 21 de Febrero, pero debido a dificultades técnicas, no pudo salir en la fecha programada. Pedimos disculpas a nuestros lectores.
Fuente: Cubarte
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Opinión
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por Fernando Martínez Heredia
Necesidad de un pensamiento trascendente

La gigantesca transformación creó la necesidad de un pensamiento trascendente, razón mucho más válida que la asunción del socialismo para comprender el súbito predicamento que alcanzó la filosofía marxista en Cuba. Lo que vengo planteando –y otras cuestiones que no menciono– levantaba desafíos nunca vistos antes al pensamiento y exigía la construcción de una filosofía de la Revolución cubana. Agrego solamente dos requisitos tremendos que confrontó desde el inicio el proceso de transición socialista: actuar, en lo fundamental, yendo más allá de la supuesta “etapa del desarrollo” en que se encontraba el país; y revolucionar una y otra vez las condiciones generales de la sociedad, las relaciones e instituciones principales, la actuación revolucionaria y la propia organización social. Estas dos necesidades siguen siendo condicionantes de la transición socialista hasta la actualidad. La plena conciencia de ellas, y su expresión pública, caracterizó a la dirección revolucionaria. Por ejemplo, el Che dijo: “hemos sustituido la lucha viva de las clases por el poder del Estado en nombre del pueblo”. Concibió a la Revolución como un puesto de mando sobre una economía con apellido, puesta al servicio de los trabajadores y el pueblo al mismo tiempo que dirigida al desarrollo del país y a su defensa.

En la Cuba de los años sesenta existía la conciencia de que aquellas profundas transformaciones serían al mismo tiempo la premisa para desplegar procesos de liberaciones cada vez más profundas y abarcadoras, capaces de subvertir hasta sus propias creaciones previas, en busca de nuevas personas, una nueva sociedad y una nueva cultura. La Revolución franqueó el acceso a un formidable avance de la conciencia que sería suicida olvidar: la certeza de que todas las sociedades que llaman modernas funcionan garantizando la reproducción general de las condiciones de existencia de la dominación de clase y la dominación nacional, y que ellas han sido y son suficientemente competentes y hábiles para reabsorber y reapropiarse procesos que durante una época fueron revolucionarios.

Después de las nacionalizaciones masivas y la batalla de Girón quedó claro y expreso que Cuba era socialista, pero al mismo tiempo se desplegaron serias diferencias y algunos conflictos dentro del campo de la Revolución, acerca de cuestiones fundamentales de la comprensión del socialismo. Todo el pensamiento existente en 1959, cuya riqueza, amplitud y diversidad es conveniente no olvidar, resultaba, sin embargo, insuficiente desde sus propios principios para enfrentar los nuevos retos. Por cierto, en condiciones muy diferentes, estamos hoy ante una insuficiencia análoga.

El pensamiento a la altura de los hechos

Había que poner el pensamiento a la altura de los hechos, de los problemas y de los proyectos, porque él debía ser un auxiliar imprescindible, un adelantado y un prefigurador. Sucedió entonces una colosal batalla de las ideas, que después fue sometida en su mayor parte al olvido y que está regresando, en buen momento, para ayudarnos a comprender bien de dónde venimos, qué somos y adónde podemos ir. El democratismo de los años cuarenta y cincuenta, que había contribuido mucho a formar ciudadanos más capaces y exigentes, no pudo encontrar su lugar en medio de la tormenta revolucionaria. El socialismo del campo soviético no podía servirle al propósito liberador; el hecho de ser la URSS el principal aliado que tuvimos y el entusiasmo con que nos abalanzamos sobre el marxismo más bien fueron factores de confusión y perjuicio en los terrenos de la política y del pensamiento. La teoría de Marx, Engels y Lenin había sido reducida por el llamado comunismo a una ideología autoritaria destinada sobre todo a legitimar, obedecer, clasificar y juzgar.

Necesitábamos un marxismo creador y abierto, debatidor, que supiera asumir el anticolonialismo más radical, el internacionalismo en vez de la razón de Estado, un verdadero antimperialismo y la transformación sin fronteras de la persona y la sociedad socialista, como premisas militantes de un trabajo intelectual que fuera celoso de su autonomía y esencialmente crítico. Un marxismo que no se creyera el único pensamiento admisible, ni el juez de los demás.

“Pensar con cabeza propia”, entonces, no era una frase, sino una necesidad perentoria. Pero se trataba de un propósito muy difícil, porque el colonialismo mental resulta el más reacio a reconocerse, porta la enfermedad de la soberbia y la creencia en la civilización y la razón como entes superiores e inapelables. La educación sistemática convencional, y una gran parte de la que se adquiere por medios propios, es una formación para convertirse en un colonizado. Asume formas groseras y formas sutiles. Hay modernizaciones que parecen aportar autonomía, cuando en realidad solamente “ponen al día” los sistemas de dominación. La colonización de las personas sobrevive a la terminación de la colonización territorial y logra perdurar después del cese de la dominación neocolonial. Es una oscura revancha, que un día se despoja de sus disfraces y pasa a reinar.

Sin embargo, la revolución verdadera todo lo puede, y en aquellos años se reunieron las grandes modernizaciones y el ansia de aprender con el cuestionamiento de las normas y las verdades establecidas, la entrega completa y la militancia abnegada con la actitud libertaria y la actuación rebelde, la polémica y el disenso dentro de la Revolución. En todo caso, estaba claro que el pensamiento determinante también tendría que ser nuevo. Por otra parte, para pensar con cabeza propia hay que tener instrumentos. Por eso, leer era una fiebre. Junto a las obras y las palabras de cubanos, una gran cantidad de textos y autores de otros países se consumían o se perseguían.

Es cierto que el dogma y el catecismo, el marxismo como un talismán o como una propiedad privada, seguían vivos y activos, y que cumplían funciones muy diversas, que iban desde darles confianza y seguridad en la victoria futura del socialismo y el comunismo a muchos revolucionarios hasta la de encadenar y empobrecer el pensamiento, imponer autoritarismos y neutralizar voluntades, bloquear iniciativas, crear sospechas, condenar los desacuerdos y, en el terreno intelectual, animar la erudición vacía, la intolerancia y las citas de autoridad. Pero esa doctrina había retrocedido mucho y había perdido legitimidad.

Quiero destacar que existía entonces un gran número de trabajos marxistas latinoamericanos muy valiosos, y seguían apareciendo sin cesar. Entre ellos hubo obras que aportaron mucho, y como marco de esa producción existía entre nosotros y en el continente un ambiente social, político y cultural en el que las nociones marxistas, o las que se le atribuían al marxismo, tenían un amplio espacio de aceptación o de manejo. Los que tenían conocimientos de esa teoría o estaban adquiriéndolos buscaban, leían y discutían con entusiasmo a autores marxistas europeos, asiáticos y norteamericanos, pero con ánimo de volverse más capaces de utilizar el marxismo frente a sus propios problemas y de formular mejor sus propios proyectos y sus estrategias. La mayoría de los jóvenes no conoce la inmensa riqueza de la obra intelectual latinoamericana del tercer cuarto del siglo XX: se les ha privado de ella. Su rescate puede ayudar mucho a que sea posible enfrentar con éxito los desafíos actuales.

La segunda etapa de la Revolución en el poder

La que considero segunda etapa de la Revolución en el poder –de inicios de los años setenta al inicio de los noventa– fue sumamente contradictoria. Por una parte, registró grandes avances en la redistribución de la riqueza, el consumo personal y la calidad de la vida, con salarios reales superiores a los nominales, servicios de educación, salud y otros universales y gratuitos, y un gran desarrollo de la seguridad social. El nivel educacional experimentó un salto gigantesco, quizás único en el mundo para un intervalo tan corto, y una gran parte de la población tuvo a su alcance grandes oportunidades de ascenso, aunque la movilidad social fue algo menor que en los años sesenta. Se lograron las mayores producciones azucareras de toda la historia del país, con un nivel alto de mecanización de la cosecha. El internacionalismo, gran formador de altruismo y escuela superior de socialismo, se expandió y llegó a ser de masas. Pero, por otra parte, Cuba estableció una sujeción económica a la URSS como gran exportadora de azúcar crudo y níquel e importadora de alimentos, petróleo, vehículos y equipos, fórmula que aseguró el presente pero cerró puertas a la autosuficiencia alimentaria y a un desarrollo económico autónomo, a pesar del gran crecimiento de profesionales, técnicos y trabajadores calificados.

Se produjo una profunda burocratización de las instituciones y organizaciones de la Revolución, y la eliminación de los debates entre los revolucionarios. La ideología dominante en la URSS fue impuesta como el único y legítimo socialismo, y se copiaron parcialmente instituciones y políticas de aquel país. Como los rasgos esenciales del socialismo cubano se mantuvieron, el resultado fue híbrido y contradictorio. Un autoritarismo férreo se abatió sobre la dimensión ideológica y los medios de comunicación, sometidos a dura censura y a algo peor, la autocensura. El pensamiento social fue dogmatizado y empobrecido. Predominaron las ideas civilizatorias sobre las de liberación socialistas. Aunque las características positivas de la etapa les restaban importancia, aparecieron privilegios e intereses de grupos, doble moral, oportunismo o indiferencia, y otros males diversos.

Desde mediados de los años ochenta, Fidel lanzó una campaña política e ideológica llamada de “rectificación de errores y tendencias negativas”, que trató cumplir esas tareas, recuperar el proyecto original de la Revolución en las nuevas condiciones, profundizar el socialismo y enfrentar a tiempo la fase final, que nuestro líder preveía, de la URSS y el llamado campo socialista. Pronto se desencadenaron aquellos eventos tan desastrosos e indecorosos, pero no pudieron arrastrar consigo a la Revolución cubana, que demostró así su especificidad y sus cualidades. La maestría y la firmeza del líder y la abnegación y la sabiduría política del pueblo, unidos, impidieron la caída del socialismo cubano. Sin embargo, resultó inevitable la abrumadora crisis económica y de la calidad de la vida de los primeros años noventa, que precipitó el final de la segunda etapa de la Revolución en el poder y cambió los datos principales de la situación.

Somos hijos de estos últimos veinte años

La gran acumulación cultural revolucionaria propia ha seguido siendo decisiva para el sistema cubano hasta hoy, aunque en buena parte lo es de otro modo. Pero en una medida muy grande y creciente, somos hijos de estos últimos veinte años.

Desde el inicio de la gran crisis la forma de gobierno tuvo que concentrar más el poder, y lo esencial de la política fue la cohesión firme entre ese poder y la mayoría del pueblo, que lo identificaba como el defensor del sistema de justicia social y transición socialista, y de la soberanía nacional. Así fue de hecho, pero no se desató una lucha ideológica que enfrentara el desprestigio mundial al que se estaba sometiendo al socialismo y reivindicara el socialismo cubano, y aunque pudieron expresarse públicamente criterios revolucionarios diferenciados, no se alentaron los debates que tanto necesitaba la nueva situación. Porque desde esos primeros años noventa se pusieron en marcha importantes transformaciones de la vida, las relaciones sociales y las conciencias dentro de la sociedad cubana, que han erosionado una buena parte de la manera de vivir que conquistó el socialismo en Cuba, y de las representaciones y valores que le correspondían. Esos cambios han sido paulatinos durante más de veinte años, hasta hoy.

La ofensiva de Fidel al inicio del siglo XXI pretendió frenar desigualdades y reforzar al socialismo. Sin embargo, tuvo la insuficiencia grave de abandonar prácticamente la apelación a una divulgación política e ideológica que relacionara las medidas que se tomaban con las características socialistas que conservaba la mayor parte de la vida social y con la necesidad de defender y desarrollar el socialismo. Dejó de existir un pensamiento estructurado que operara como fundamentación del socialismo en Cuba y, por consiguiente, se vieron perjudicadas las prácticas relacionadas con él en la política, la educación, los medios, la divulgación, la vida cotidiana. Esas dos ausencias se han ido instalando en la cultura cubana.

En la actualidad existe una gran franja cultural en el país que es ajena a la Revolución. Y dentro de la cultura cubana está instalado el rasgo constituido por una despolitización que al inicio –en los primeros noventa– contenía elementos de crítica política o de desilusión; después, ha buscado sus posturas y su legitimidad en la actividad individual, las profesiones, oficios y grupos de pertenencia, y también ha pretendido encontrar referentes en una supuesta tradición nacional, tornada aséptica y expurgado su enorme y tantas veces decisivo componente cívico y político. En el período reciente, la despolitización es asumida por sectores de población con naturalidad y sin explicaciones.

Esa posición privilegia los asuntos personales y las relaciones familiares y de pequeños grupos, y suele creerse ajena a las militancias y las contaminaciones políticas. En unos, expresa el cansancio o la falta de interés en lo político; en otros, los afanes de la vida del hombre económico, aunque también se combinan las motivaciones. No hace política, pero desempeña, sin duda, funciones políticas: en un campo aparentemente inocuo ayuda a socavar las bases espirituales y morales del socialismo en Cuba. Convive en paralelo con las convicciones políticas y las costumbres arraigadas durante el proceso iniciado en 1959, como conviven en paralelo en nuestra sociedad un enorme número de relaciones sociales, representaciones y valores socialistas y capitalistas, pero disimula como ninguno sus consecuencias antisocialistas y antirrevolucionarias. Podría llegar a formar parte de la formación de una ideología conservadora de clase media.

Fernando Martínez Heredia es Investigador y ensayista. Profesor Titular Adjunto de la Universidad de la Habana. Director del Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana "Juan Marinello" . Premio Nacional de Ciencias Sociales 2006.

(Continuará...)
Fuente: Cubadebate
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por Jesús Arboleya Cervera
Mucho revuelo ha causado en Estados Unidos – y también en Cuba – la reciente encuesta patrocinada por la organización  Atlantic Council, donde se demuestra que la mayoría de los norteamericanos apoyan un cambio de la política de Estados Unidos hacia Cuba. Esta tendencia es aún más enfática en el estado de La Florida y particularmente entre los cubanoamericanos, donde se supone radica el núcleo duro de los adversarios del gobierno cubano.

Su importancia radica en confrontar el mito del supuesto apoyo popular a la política vigente, echando abajo la excusa de que el problema cubano tiene connotaciones en la opinión pública doméstica que los políticos se ven impedidos de desconocer. Ahora bien, la encuesta como tal no dice algo distinto de otras investigaciones de este tipo que se han realizado en los últimos años, solo que en realidad no basta el criterio de ciertos grupos de la población, incluso siendo mayoritarios, para determinar la política exterior de Estados Unidos, sino que el consenso para su diseño e implementación donde efectivamente se fragua es dentro de los sectores de poder que gobiernan ese país.

La repercusión de la encuesta del Atlantic Council se debe a que fue patrocinada por una de las organizaciones  más representativas del establishment norteamericano y realizada por una de las encuestadoras más influyentes del país. Un hecho que nos obliga a pensar en el verdadero trasfondo que puede tener la iniciativa, toda vez que refleja el pensar de estos sectores respecto a la necesidad de cambiar la política hacia Cuba.

El Atlantic Council fue fundado en 1961 con el propósito, según sus propias palabras, de estimular el diálogo y la discusión sobre asuntos críticos de la situación internacional, con la visión de enriquecer el debate público y promover el consenso para las respuestas apropiadas de la administración, el Congreso, las corporaciones e instituciones no lucrativas, así como de la opinión pública norteamericana, con líderes de Europa, Asia y las Américas. Su primer presidente fue nada menos Christian Herter, hasta entonces Secretario de Estado en la administración Eisenhower. Basta revisar su cuerpo de dirección a lo largo de su historia para encontrar en el mismo a otros secretarios de distintas administraciones, varios consejeros de seguridad nacional, generales del más alto rango, importantes diplomáticos y funcionarios, así como gerentes de las más grandes empresas transnacionales del país.

La administración Obama se ha nutrido de muchas de estas personas. En particular de Chuck Hagel, ex presidente  del Atlantic Council que fue designado como actual secretario de defensa y el general James L. Jones, antes jefe de la OTAN, que pasó de director ejecutivo de la organización a consejero de seguridad nacional, para solo nombrar los casos más relevantes. A Hagel lo sustituyó en la presidencia del Atlantic Council el general Brent Scowcroft, que fuera consejero de seguridad nacional en los gobiernos de Reagan y Bush padre. En la actualidad el presidente de la organización es Jon Huntsman, ex gobernador del estado de Utah, que a pesar de haber apoyado a McCain en el 2008 – nada menos que el encargado del discurso de presentación de Sarah Paulin en la convención republicana – fue nombrado por Obama embajador en China en 2011, cargo que abandonó para aspirar sin éxito a la nominación republicana a la presidencia en 2012.

Si revisamos los programas del Atlantic Council a lo largo de su historia, vemos que sus intereses se fueron expandiendo de acuerdo con las prioridades de Estados Unidos en cada momento. Jugó un importante papel en la organización de la OTAN y la articulación de la hegemonía estadounidense en el sistema trasatlántico. Con posterioridad, centró su atención en el papel del Japón en el sudeste asiático y la guerra de Vietnam. Una vez finalizada la guerra fría, a sus prioridades se incorporaron Europa del Este y China. Claro está que se ocupa del Medio Oriente e incluso África ha estado entre sus focos de atención en los últimos años.

Sin embargo, América Latina ha sido poco atendida por el Atlantic Council. En fecha tan reciente como mayo del año pasado, fue creado el Adrianne Arsht Latin American Center, con el objetivo, según sus auspiciadores, de estudiar las transformaciones políticas, económicas y sociales de la región, con vista a ofrecer “nuevas ideas e innovadoras recomendaciones políticas” al gobierno norteamericano respecto a estas problemáticas y sus programas se concentran en México, Colombia y Brasil.

En el caso de Cuba, existe el antecedente de la publicación de un compendio de las leyes y regulaciones respecto a Cuba en 1994, precisamente en un momento de auge de las manifestaciones favorables a un cambio de la política hacia la Isla, el cual fue actualizado en 2005. Llama la atención que entre lo que ellos mismos denominan los “tópicos más populares” de sus actuales trabajos, se mencionan a Egipto, Siria, Ucrania y Cuba.

Al centrarse en el estudio de la opinión pública norteamericana, la encuesta del Atlantic Council tiene una particularidad que lo distingue del resto de sus proyectos, toda vez que no está orientada a “educar” a los hacedores de política en relación con una problemática determinada, sino a influir en su conducta respecto a la misma, lo que se confirma con el hecho de que no ha sido una acción política aislada, sino que a ella se suman las inesperadas declaraciones del magnate de origen cubano Alfonso Fanjul respecto a su disposición de invertir en Cuba si se dan las condiciones adecuadas y las del ex gobernador de ese estado Charlie Crist, en el sentido de que mejorar las relaciones sería beneficioso para ese estado, con lo coloca el problema cubano entre los centros de la actual contienda electoral, donde compite para recuperar este cargo.

Por demás, el interés del Atlantic Council quizá se ha visto estimulado por las negociaciones en curso de la Unión Europea con Cuba para resolver los problemas que atañen a sus relaciones o, al revés, la Unión Europea ha promovido estas negociaciones, impelida por el conocimiento de lo que se está moviendo en Estados Unidos en relación con este asunto, de lo cual la encuesta del Atlantic Council pudiera ser una de sus manifestaciones. A lo cual se suma el problema que significa para Estados Unidos el caso cubano de cara a la próxima Cumbre de las Américas en 2015, debido al rechazo a la exclusión de Cuba por parte de la mayoría de los países latinoamericanos.

Aunque es muy pronto para arribar a conclusiones respecto a las intenciones y el futuro de estas acciones, los objetivos planteados por el Atlantic Council para América Latina, donde se inserta la encuesta, coinciden casi al calco con las declaraciones del presidente Obama respecto a Cuba el pasado 8 de noviembre en Miami, dichas frente a un auditorio donde se encontraban los que un día promovieron las políticas más agresivas e intransigentes contra Cuba y ahora se muestran “moderados”, ya sea por convicción – la gente cambia- u oportunismo, porque también hay algunos que no cambian nunca.

Cualquier observador medianamente informado puede percibir que lo que está ocurriendo comporta cambios cualitativos en el debate sobre Cuba y que estamos en presencia de una acción concertada por importantes grupos de poder, los cuales están interesados al menos en reevaluar la política hacia Cuba y adecuarla a las nuevas circunstancias. Ello explica las reacciones que ha originado en la extrema derecha cubanoamericana y creo que tienen razón para preocuparse. A la larga, no son ellos los que determinan la política hacia Cuba y están amenazados de ser empujados fuera del bote.
Fuente: Progreso Semanal
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por Edmundo García
Pensé mucho el título de este artículo. Sé que es muy personal. Pero que nadie se llame a engaño: Nada más lejos de mi intención que compararme con Fernando González Llort; con ninguno de Los Cinco Héroes de la República de Cuba que por más de quince años han dado pruebas de patriotismo y valentía sin igual a todas las personas de buena fe en el mundo. Ellos han impresionado hasta a quienes no son buenos, siendo responsables de la injusta condena y la vengativa prisión que padecen. Habría que ser muy ególatra para buscar semejante comparación.

Igual creo que hay que contar ciertas cosas que vamos viviendo. Y siento que este es un momento adecuado para contar algunas que me han tocado vivir a mí.

Dentro de dos semanas, dentro de 14 días, saldrá en libertad el luchador antiterrorista cubano Fernando González Llort. Elijo el estilo personal porque me permite exponer la calidad humana de Fernando. Los oyentes de este programa saben que el 21 de octubre del 2012 padecí un aneurisma muy grave. Estuve hospitalizado, en coma, unos diez u once días. Pero me fui restableciendo y luego de mejorar un poco regresé a La Habana; en primer lugar para ver a mi madre y recibir atenciones médicas para terminar mi proceso de recuperación. Yo soy uno de los tantos que en Estados Unidos no tiene seguro medico.

Un día, en el hospital donde estaba siendo atendido, me encuentro con Rosa Aurora, la esposa de Fernando, y le cuento lo que me había pasado. Fue una conversación sencilla, yo la conocía y estuvimos hablando. Ya yo estaba a punto de regresar. Cuando terminé el proceso de recuperación volví a Miami. Entonces yo no sé por qué vía, quizás porque Rosa se lo dijo, es lo que queda en la memoria para siempre, la primera persona entre muchas que yo conozco en Miami, la primera llamada que yo recibo, es la de Fernando. Una llamada desde la cárcel, para saber cómo yo estaba, para decirme que me cuidara, para darme fortaleza después del proceso que yo había vivido. Es decir, desde su prisión, dejaba espacio para pensar en los demás.

Esto sin lugar a dudas me conmovió mucho. Yo había tenido anteriormente conversaciones telefónicas con Fernando, y había estado presente en el proceso de resentencia que se llevó a cabo en Miami, donde se rebajaron algunas condenas. Por cierto, la condena de Fernando bajó bastante poco, si acaso unos meses.

Fueron resentenciados por orden de un tribunal superior, de la 11 Corte de Apelaciones de Atlanta; no por regalía, ni compasión, ni afán de estricta justicia del gobierno norteamericano. Fue una orden de un tribunal a la jueza Joan Lenard. En esa resentencia, de la que aún hay mucho que escribir sobre las maniobras del gobierno, además de Fernando estaban los otros luchadores antiterroristas Antonio Guerrero y Ramón Labañino. Esa etapa duró en general unos dos meses, con duros momentos en la corte federal de Miami. A los presos les venden unos pequeños radiecitos para uso personal, y yo sabía que ellos escuchaban La Tarde se Mueve; durante ese tiempo dirigí el programa a darles todo el apoyo.

Sobre este proceso de resentencia debo decir algo más. Un amigo común que pudo visitar a Fernando por esos días, me cuenta que al saber que Gerardo Hernández Nordelo no se iba a beneficiar de ese recurso, no quería que le bajaran la sentencia en solidaridad con su hermano de ideales. Una actitud similar a la de René González, que estaba dispuesto a no salir en libertad hasta que no salieran todos, y hubo que explicarle y convencerlo de la importancia de que saliera de prisión para luchar por los otros. Por eso, además de otras muchas cosas, es que son héroes, por eso es que el pueblo de Cuba y el mundo se solidariza con su causa. Una actitud que contrasta con la de sus enemigos, que se acusan mutuamente cuando están en aprietos para tratar de salvarse individualmente.

En una entrevista que le realicé a René en julio del 2013 en La Habana, dijo claramente que a pesar de toda la felicidad que le daba el regreso a la patria, nada podía ser normal hasta que Los Cinco no estuvieran juntos en libertad. Dijo en aquella ocasión cuando le pregunté por la posibilidad de llevar una vida normal, pausada: “Pero creo que eso no va a pasar hasta tanto no esté aquí el grupo, o sea, esté Ramón, Fernando, Gerardo, Antonio.”

Entonces Fernando, después de haber cumplido la última hora, el último minuto, hasta el último segundo de su condena, dentro de 14 días, va a ser un hombre libre que no le debe absolutamente nada a la justicia norteamericana. Contrariamente, es esta la que le debe a él y los demás por tantos años de cárcel. Así que el 27 de febrero, repito, dentro de dos semanas, Fernando saldrá de la cárcel en Arizona, y será procesado por el servicio de inmigración. Estará sujeto a un proceso de deportación, sin necesidad de probatoria o condicional; como ciudadano cubano y no norteamericano. Lo que resta es que las autoridades norteamericanas procedan con rapidez para que Fernando sea libre en unas dos semanas después de la fecha señalada.

En la patria lo esperan su pueblo y su familia. Su esposa Rosa y su madre Magalys Llort. Una mujer excepcional, llena de vida y que transmite mucha fuerza. El gobierno cubano, sus vecinos y muchas personas en el mundo estarán al tanto de su vuelta.

Dicho esto quiero hacer una alerta. Liberado Fernando quedarían en prisión Antonio Guerrero, que está en la cárcel de Marianna en la Florida, y estaría saliendo de la prisión en septiembre del 2017. Antonio, por haber nacido en los Estados Unidos y ser ciudadano norteamericano debe pasar una probatoria de 5 años, mayor que la de René, así que veremos si le conceden el hecho de la renuncia a la ciudadanía y el regresar, ya que no le interesa tampoco quedarse en los Estados Unidos. Después vendría Ramón Labañino, en el año 2024 a finales de octubre; falta bastante para eso. Ramón tampoco tendría que pasar probatoria. Y luego queda Gerardo Hernández, que no tiene fecha de salida. Gerardo tiene dos cadenas perpetuas, más quince años. Hubo un cobarde ensañamiento con él.

Todo esto se da en el marco de una gran lucha, de una intensa solidaridad internacional con Los Cinco; a pesar de que la prensa norteamericana de forma hipócrita no reportó sobre este juicio como debió hacerse. Lo reportaba en Miami la prensa local, vendida a los intereses más derechistas, con el objetivo de crear culpabilidad. Esa prensa llegó a perseguir a los miembros del jurado, como bien dijo la Jueza Joan Lenard.

Es bochornoso que extremistas y terroristas de Miami le hayan dado una fiesta a Héctor Pesquera, mientras los terroristas del 9-11 se entrenaban en el sur de la Florida en esos mismos momentos para volar las torres de New York, ante las narices del FBI que precisamente Pesquera dirigía. Él prefería estar en la mediocre ocupación de hacer méritos con los congresistas y políticos miamenses; reuniéndose con Lincoln Díaz-Balart e Ileana Ros-Lehtinen, creándole todo un caso parcializado a Los Cinco.

Héctor Pesquera forma parte de toda esa farsa, de esa venganza que no buscaba más que castigar a los familiares, a Cuba, a Fidel, a la revolución.

Esta situación en las relaciones de Cuba y Estados Unidos debe tener una solución política y humanitaria. Porque llegado el caso que haya que esperar, aún después de la salida de Ramón Labañino en el 2024, estaría coincidiendo en el tiempo con el cumplimiento de la sentencia de Alan Gross. Mantener las cosas así no es habitual en casos como estos en la tradición del gobierno norteamericano. Tampoco tiene que ver con la voluntad del gobierno cubano llegar a estos límites.

Pero conocemos la mala intención de políticos cubanoamericanos como Ileana Ros-Lehtinen y Bob Menéndez. Hay que estar alerta a sus argucias. Porque ellos saben que solo buscando una ventaja indebida pueden enfrentar a una dirección cubana con experiencia, a un pueblo dispuesto a apoyar a los suyos, a la solidaridad internacional y a un Partido Comunista organizado y con un claro programa

Los extremistas saben que se pueden estrellar contra una historia que recoge entre sus tantos capítulos el rescate a Sanguily por el Mayor Ignacio Agramonte en notable desventaja frente a las tropas enemigas; la búsqueda incansable de Máximo Gómez del cadáver de José Martí para que descansara en tierra libre; los esfuerzos supra humanos de Panchito Gómez Toro por rescatar el cuerpo del General Antonio Maceo junto al cual finalmente muere; la decisión de Fidel de detener el yate Granma hasta que se lograra salvar en medio de la noche y la tormenta a un expedicionario caído al agua; la doble ruptura que hizo el Comandante Che Guevara del cerco tendido por el ejército boliviano, cuando supo que uno de sus hombres se había quedado rodeado por el enemigo. Los extremistas pueden intentar cobrarse mezquinamente en Gerardo todas las derrotas que han sufrido a lo largo de esta historia; no se les puede permitir que conspiren impunemente. Ellos no tienen otra forma de enfrentar la larga tradición revolucionaria cubana de que jamás se abandona a un compañero caído o encarcelado en medio de la lucha.
Fuente: La Tarde se Mueve
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por Norelys Morales Aguilera
La información la había dado el blog Along The Malecón y la ha reiterado el tendencioso Nuevo Herald. La Agencia para el Desarrollo Internacional (USAID) ha sido excluida de los $17.5 millones consignados para programas por la democracia en Cuba, en medio de quejas de disputas políticas partidistas y de que la agencia ha manejado esos programas de modo erróneo.

En su lugar, los fondos irán a las oficinas de Democracia, Derechos Humanos y Trabajo (DRL) y de Asuntos del Hemisferio Occidental (WHA) del Departamento de Estado, así como el National Endowment for Democracy (Dotación Nacional por la Democracia, NED), una agencia supuestamente sin ánimo de lucro en Washington.

Pero, no es que la USAID no maneje dinero ni tampoco está definido que no reciba más fondos en el futuro próximo. La agencia tiene entre $60 y $70 millones en fondos en camino para programas de Cuba, dijo Mario Díaz-Balart, miembro de la Comisión de Asignaciones de la Cámara, quien ha criticado la subvención otorgada a la FHRC, organización de Miami con fachada de "sin fines de lucro", creada por la dirección de la Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA).

Cuatro programas de USAID para un total de $13.1 millones en un plazo de tres años expirarán el 31 de septiembre cuyo monto manejan ahora la FHRC, Pan-American Development Foundation (Fundación de Desarrollo Panamericano), International Relief & Development (Ayuda y Desarrollo Internacional) y National Democratic Institute (Instituto Democrático Nacional).

Otros tres programas para un total de $10.3 millones continuarán hasta el 31 de septiembre del 2015. Los mismos son manejados por New American Foundation (Nueva Fundación Americana), International Republican Institute (Instituto Republicano Internacional) y el Grupo de Apoyo a la Democracia, otra tapadera de dinero para los "exiliados".

El gobierno de Estados Unidos mediante una red dudosa y enrevesada tiene un proyecto de ley de asignaciones para el año fiscal 2014, que confirma otorgará $17.5 millones para los programas contra Cuba. NED recibirá no menos de $7.5 millones, y DRL y WHA recibirán no más de $10 millones, según El Nuevo Herald.

Por razones que no están claras la USAID ha sido reajustada en el negocio de la contrarrevolución, quizás una de ellas fue una falla de seguridad al emplear una línea pública para enviar a los diplomáticos de EEUU en La Habana documentos de propuestas para financiar a los mercenarios cubanos. Tanto en Cuba como en otros países democráticos, tales prácticas son ilegales y violatorias.

Otra razón sería el fiasco de la captura en Cuba de Alan Gross, un contratista que introdujo equipamiento para proveer de una red de alta tecnología en comunicaciones a los grupúsculos afines a Washington en la Isla.

De modo que la política de financiación para un "cambio de régimen" está intacta por parte de la Administración Obama. La algazara de la USAID y sus congéneres es transitoria. El dinero solo cambia de manos. Continúan los millones para la subversión y el negocio fraudulento de la contrarrevolución, especialmente en Miami y por grupos violentos como la Fundación Cubano Americana.
Fuente: ISLAMÍA
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por Manuel E. Yepe
"Es hora de que Estados Unidos devuelva Guantánamo a Cuba y el único que sería capaz de hacerlo sería el presidente Obama", afirmó recientemente Michael E. Parmly,  ex jefe de la Sección de Intereses de Estados Unidos en Cuba, quien ocupó ese cargo en La Habana entre 2005 y 2008.

Parmly formuló estas declaraciones a la agencia de noticias mexicana NOTIMEX refiriéndose a un documento titulado "La Base Naval de la Bahía de Guantánamo: Estados Unidos y Cuba tratando con una anomalía histórica", publicado anteriormente por la Fletcher School, de Massachusetts, en el que el diplomático consideró que la devolución a Cuba debería programarse con un modelo similar al del Canal de Panamá y valoró que tanto el gobierno de La Habana como el de Washington estarían interesados en hacerlo.

De manera similar se pronunció en La Habana el historiador y académico estadounidense Jonathan Hansen, profesor asociado en el Centro de estudios latinoamericanos David Rockefeller de la Universidad de Harvard, quien destacó la complejidad de la cuestión al instar a Washington a que promueva un debate encaminado a devolver a Cuba la base naval en Guantánamo.

"No hay prácticamente nadie en Estados Unidos, aparte de algunos historiadores, académicos y diplomáticos entre los cuales me encuentro, que esté hablando de la necesidad de devolver Guantánamo a Cuba... el problema es cómo conseguir insertar este tema en la conversación general", afirmó Hansen en un taller con expertos cubanos recordando los 110 años de la ocupación de la isla por Estados Unidos.

La estación Naval en la Bahía de Guantánamo se estableció en 1898 cuando Estados Unidos obtuvo de España el control de Cuba al término de la desigual guerra hispano-estadounidense, cuando las fuerzas colonialistas ibéricas estaban a punto de sucumbir ante las independentistas cubanas.

En tales circunstancias, el gobierno de Estados Unidos obtuvo un arrendamiento perpetuo del territorio que comenzó a regir en febrero de 1903 con la firma del primer presidente de la República de Cuba, Tomás Estrada Palma.

La recién nacida "independencia" de Cuba llegó bajo el signo de la Enmienda Platt en la Constitución que prácticamente la hacía un protectorado estadounidense ya que, aunque reconocía que Cuba mantenía la soberanía, Washington tendría completo control y jurisdicción sobre el área de la Bahía de Guantánamo, para operar estaciones navales y carboneras.

En 2002, bajo el mandato de George W. Bush, esta franja de tierra comenzó a ser utilizada como prisión para sospechosos de actos terroristas y, con tal fachada, ha servido para la práctica de torturas y otras violaciones de los derechos humanos como parte de su "guerra contra el terrorismo", declarada tras los  atentados de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington.

Durante su campaña presidencial de 2008, Barack Obama prometió que, de resultar electo, cerraría la prisión en 2009 y ha reiterado la promesa varias veces después, pero la prisión sigue funcionando para descrédito del Presidente y la nación del Norte.

Parmly recordó que, en una rueda de prensa en 2013, Obama destacó que mantener Guantánamo no necesariamente aporta mayor seguridad a Estados Unidos.

"Es cara. Es ineficiente. Nos duele en términos de nuestra posición internacional. Disminuye la cooperación con nuestros aliados en los esfuerzos contra el terrorismo. Necesita cerrarse", afirmó Obama.

Parmly opina que es por ello que Obama es el único presidente que podría iniciar este proceso de entrega a los cubanos del territorio de Guantánamo, porque comprende que afecta la posición de Estados Unidos en el espectro internacional.

Para Parmly, quien ahora vive en Ginebra, "la historia de la base naval, con sus complejas relaciones con el Estado cubano, va mucho más allá de la cuestión de los detenidos. Guantánamo no es territorio de Estados Unidos. Cuba es el propietario final".

Eso significa que "si queremos ser democráticos sobre la cuestión, debemos reconocer que los propietarios son los cubanos, a quienes, sin embargo, nunca se les ha pedido su opinión", aclaró.

Además, el pueblo cubano se opone a Guantánamo con un sentimiento "que va mucho más allá de la retórica comunista. El tema está íntimamente relacionado con la identidad cubana, la propia imagen de Cuba, la Cuba actual y la del mañana", valoró el ex funcionario del gobierno de Estados Unidos.

Reconforta a los latinoamericanos, y en particular a los cubanos, que ya se esté hablando no sólo de acabar con el centro de torturas de Guantánamo como una deuda de Estados Unidos con la humanidad, sino también de devolver a Cuba el territorio que ocupa en la isla la vergonzosa Base Naval de Guantánamo.
Fuente: Cubaperiodistas.cu
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Cubarte, 2008.