lunes, 29 de septiembre de 2014

Nicolás Guillén poeta nacional cubano vivió en Buenos Aires refugiado Camagueyano Chaubloqueo Museo Che Guevara CABA

foto -  el cubano Nicolás Guillén (derecha)

con el Nóbel de Literatura Pablo Neruda chileno

 

 

POEMAS  SELECTOS.

 

Breve Información biográfica

Nombre: NICOLÁS CRISTÓBAL GUILLÉN BATISTA
Lugar y fecha nacimiento: Camagüey (Cuba), 10 de julio de 1902
Lugar y fecha defunción: La Habana (Cuba), 16 de julio de 1989 (87 años)

Agua del recuerdo

¿Cuándo fue?
No lo sé.
Agua del recuerdo
Voy a navegar.

Pasó una mulata de oro,
Y yo la miré al pasar:
Moño de seda en la nuca,
Bata de cristal,
Niña de espalda reciente,
Tacón de reciente andar.

Caña
(Febril le dije en mí mismo),
Caña
Temblando sobre el abismo,
¿Quién te empujará?
¿Qué cortador con su mocha
Te cortará?
¿Qué ingenio con su trapiche
Te molerá?

El tiempo corrió después,
Corrió el tiempo sin cesar,
Yo para allá, para aquí,
Yo para aquí, para allá,
Para allá, para aquí,
Para aquí, para allá...

Nada sé, nada se sabe,
Ni nada sabré jamás,
Nada han dicho los periódicos,
Nada pude averiguar,
De aquella mulata de oro
Que una vez miré al pasar,
Moño de seda en la nuca,
Bata de cristal,
Niña de espalda reciente,
Tacón de reciente andar.


Alma música

Yo soy borracho. Me seduce el vino
Luminoso y azul de la Quimera
Que pone una explosión de Primavera
Sobre mi corazón y mi destino.
Tengo el alma hecha ritmo y armonía;
Todo en mi ser es música y es canto,
Desde el réquiem tristísimo de llanto
Hasta el trino triunfal de la alegría.

Y no porque la vida mi alma muerda
Ha de rimar su ritmo mi alma loca:
Aún mas que por la mano que la toca
La cuerda vibra y canta porque es cuerda.
Así, cuando la negra y dura zarpa
De la muerte destroce el pecho mío,
Mi espíritu ha de ser en el vacío
Cual la postrera vibración de un arpa.
Y ya de nuevo en el astral camino
Concretara sus ansias de armonía
En la cascada de una sinfonía,
O en la alegría musical de un trino.


Angustia segunda

Tus venas, la raíz de nuestros árboles.

La raíz de mi árbol, retorcida;
La raíz de mi árbol, de tu árbol,
De todos nuestros árboles,
Bebiendo sangre, húmeda de sangre,
La raíz de mi árbol, de tu árbol.
Yo la siento,
La raíz de mi árbol, de tu árbol,
De todos nuestros árboles,
La siento
Clavada en lo más hondo de mi tierra,
Clavada allí, clavada,
Arrastrándome y alzándome y hablándome,
Gritándome.
La raíz de tu árbol, de mi árbol.
En mi tierra, clavada,
Con clavos ya de hierro,
De pólvora, de piedra,
Y floreciendo en lenguas ardorosas,
Y alimentando ramas donde colgar los pájaros cansados,
Y elevando sus venas, nuestras venas,
Tus venas, la raíz de nuestros árboles.


Angustia cuarta

Toco a la puerta de un romance.
-¿No anda por aquí Federico?
Un papagayo me contesta:
-Ha salido.

Toco a una puerta de cristal.
-¿No anda por aquí Federico?
Viene una mano y me señala:
-Está en el río.

Toco a la puerta de un gitano.
-¿No anda por aquí Federico?
Nadie responde, no habla nadie...
-¡Federico! ¡Federico!

La casa oscura, vacía;
Negro musgo en las paredes;
Brocal de pozo sin cubo,
Jardín de lagartos verdes.

Sobre la tierra mullida
Caracoles que se mueven,
Y el rojo viento de julio
Entre las ruinas, meciéndose.

¡Federico!
¿Dónde el gitano se muere?
¿Dónde sus ojos se enfrían?
¡Dónde estará, que no viene!

(Una canción)

"Salió el domingo, de noche,
Salió el domingo, y no vuelve.
Llevaba en la mano un lirio,
Llevaba en los ojos fiebre;
El lirio se tornó sangre,
La sangre tornóse muerte".

(Momento en García Lorca)

Soñaba Federico en nardo y cera,
Y aceituna y clavel y luna fría.
Federico, Granada y Primavera.

En afilada soledad dormía,
Al pie de sus ambiguos limoneros,
Echado musical junto a la vía.

Alta la noche, ardiente de luceros,
Arrastraba su cola transparente
Por todos los caminos carreteros.

"¡Federico!", gritaron de repente,
Con las manos inmóviles, atadas,
Gitanos que pasaban lentamente.

¡Qué voz la de sus venas desangradas!
¡Qué ardor el de sus cuerpos ateridos!
¡Qué suaves sus pisadas, sus pisadas!

Iban verdes, recién anochecidos;
En el duro camino invertebrado
Caminaban descalzos los sentidos.

Alzóse Federico, en luz bañado.
Federico, Granada y Primavera.
Y con luna y clavel y nardo y cera,
Los siguió por el monte perfumado.


Caminando

Caminando, caminando,
¡Caminando!
Voy sin rumbo caminando,
Caminando;
Voy sin plata caminando,
Caminando;
Voy muy triste caminando,
Caminando.
Está lejos quien me busca,
Caminando;
Quien me espera está más lejos,
Caminando;
Y ya empeñé mi guitarra,
Caminando.
Ay,
Las piernas se ponen duras,
Caminando;
Los ojos ven desde lejos,
Caminando;
La mano agarra y no suelta,
Caminando.
Al que yo coja y lo apriete,
Caminando,
Ese la paga por todos,
Caminando;
A ése le parto el pescuezo,
Caminando,
Y aunque me pida perdón,
Me lo como y me lo bebo,
Me lo bebo y me lo como,
Caminando,
Caminando,
Caminando.


Cómo no ser romántico y siglo XIX

Cómo no ser romántico y siglo XIX,
No me da pena,
Cómo no ser Musset
Viéndola esta tarde
Tendida casi exangüe,
Hablando desde lejos,
Lejos de allá del fondo de ella misma,
De cosas leves, suaves, tristes.

Los shorts bien shorts
Permiten ver sus detenidos muslos
Casi poderosos,
Pero su enferma blusa pulmonar
Convaleciente
Tanto como su cuello-fino-Modigliani,
Tanto como su piel-margarita-trigo-claro,
Margarita de nuevo (así preciso),
En la chaise-longue ocasional tendida
Ocasional junto al teléfono,
Me devuelven un busto transparente
(Nada, no más un poco de cansancio).

Es sábado en la calle, pero en vano.
Ay, cómo amarla de manera
Que no se me quebrara
De tan espuma tan soneto y madrigal,
Me voy no quiero verla,
De tan Musset y siglo XIX
Cómo no ser romántico.


Cuando yo vine a este mundo

Cuando yo vine a este mundo,
Nadie me estaba esperando;
Así mi dolor profundo
Se me alivia caminando,
Pues cuando vine a este mundo,
Te digo,
Nadie me estaba esperando.

Miro a los hombres nacer,
Miro a los hombres pasar;
Hay que andar,
Hay que mirar para ver,
Hay que andar.

Otros lloran, yo me río,
Porque la risa es salud:
Lanza de mi poderío,
Coraza de mi virtud.
Otros lloran, yo me río,
Porque la risa es salud.

Camino sobre mis pies,
Sin muletas ni bastón,
Y mi voz entera es
La voz entera del sol.
Camino sobre mis pies,
Sin muletas ni bastón.

Con el alma en carne viva,
Abajo, sueño y trabajo;
Ya estará el de abajo arriba,
Cuando el de arriba esté abajo.
Con el alma en carne viva,
Abajo, sueño y trabajo.

Hay gentes que no me quieren,
Porque muy humilde soy;
Ya verán cómo se mueren,
Y que hasta a su entierro voy,
Con eso y que no me quieren
Porque muy humilde soy.

Miro a los hombres nacer,
Miro a los hombres pasar;
Hay que andar,
Hay que vivir para ver,
Hay que andar.

Cuando yo vine a este mundo,
Te digo,
Nadie me estaba esperando;
Así mi dolor profundo,
Te digo,
Se me alivia caminando,
Te digo,
Pues cuando vine a este mundo,
Te digo,
¡Nadie me estaba esperando!


De qué callada manera

¡De que callada manera
Se me adentra usted sonriendo,
Como si fuera la primavera!
(Yo, muriendo).

Y de que modo sutil
Me derramó en la camisa
Todas las flores de abril.

¿Quién le dijo que yo era
Risa siempre, nunca llanto,
Como si fuera
La primavera?
(No soy tanto).

En cambio, ¡qué espiritual
Que usted me brinde una rosa
De su rosal principal!

De que callada manera
Se me adentra usted sonriendo,
Como si fuera la primavera
(Yo, muriendo).


Ébano real

Te vi al pasar, una tarde,
Ébano, y te saludé;
Duro entre todos los troncos,
Duro entre todos los troncos,
Tu corazón recordé.

Arará cuévano,
Arará sabalú.

-Ébano real, yo quiero un barco,
Ébano real, de tu negra madera...
-Ahora no puede ser,
Espérate, amigo, espérate,
Espérate a que me muera.

Arará cuévano,
Arará sabalú.

-Ébano real, yo quiero un cofre,
Ébano real, de tu negra madera...
-Ahora no puede ser,
Espérate, amigo, espérate,
Espérate a que me muera.

Arará cuévano,
Arará sabalú.

-Quiero una mesa cuadrada
Y el asta de mi bandera;
Quiero mi pesado lecho,
Quiero mi lecho pesado,
Ébano, de tu madera,
Ay, de tu negra madera...
-Ahora no puede ser,
Espérate, amigo, espérate,
Espérate a que me muera.

Arará cuévano,
Arará sabalú.

Te vi al pasar, una tarde,
Ébano, y te saludé:
Duro entre todos los troncos,
Duro entre todos los troncos,
Tu corazón recordé.


Ejercicio de piano con amapola de siete a nueve de la mañana

Sobre la quemadura de la amapola
Aplícate jazmines, que eso la cura;
Si acaso fuese grave la quemadura
Usarás la camelia, pero una sola.

Cuando el cielo en verano se tornasola
Y ni una nube vaga de cruel blancura,
Y el hastío te invade como una impura
Serpiente que te aprieta y asfixia y viola,

Búscate una muchacha que toque viola,
Siempre que de ella sea la partitura,
Y quémala tú mismo con amapola;

Una muchacha fresca, sonriente y pura
Y dale una camelia, pero una sola,
Si acaso fuese grave la quemadura...


El abuelo

Esta mujer angélica de ojos septentrionales,
Que vive atenta al ritmo de su sangre europea,
Ignora que en lo hondo de ese ritmo golpea
Un negro el parche duro de roncos atabales.

Bajo la línea escueta de su nariz aguda,
La boca, en fino trazo, traza una raya breve,
Y no hay cuervo que manche la solitaria nieve
De su carne, que fulge temblorosa y desnuda.

¡Ah, mi señora! Mírate las venas misteriosas;
Boga en el agua viva que allá dentro te fluye,
Y ve pasando lirios, nelumbios, lotos, rosas;

Que ya verás, inquieta, junto a la fresca orilla
La dulce sombra oscura del abuelo que huye,
El que rizó por siempre tu cabeza amarilla.


Glosa

No sé si me olvidarás,
Ni si es amor este miedo;
Yo sólo sé que te vas,
Yo sólo sé que me quedo.

Andrés Eloy Blanco

1


Como la espuma sutil
Con que el mar muere deshecho,
Cuando roto el verde pecho
Se desangra en el cantil,
No servido, sí servil,
Sirvo a tu orgullo no más,
Y aunque la muerte me das,
Ya me ganes o me pierdas,
Sin saber que me recuerdas
No sé si me olvidarás.

2

Flor que sólo una mañana
Duraste en mi huerto amado,
Del sol herido y quemado
Tu cuello de porcelana:
Quiso en vano mi ansia vana
Taparte el sol con un dedo;
Hoy así a la angustia cedo
Y al miedo, la frente mustia...
No sé si es odio esta angustia,
Ni si es amor este miedo.

3

¡Qué largo camino anduve
Para llegar hasta ti,
Y qué remota te vi
Cuando junto a mí te tuve!
Estrella, celaje, nube,
Ave de pluma fugaz,
Ahora que estoy donde estás,
Te deshaces, sombra helada:
Ya no quiero saber nada;
Yo sólo sé que te vas.

4

¡Adiós! En la noche inmensa,
Y en alas del viento blando,
Veré tu barca bogando,
La vela impoluta y tensa.
Herida el alma y suspensa,
Te seguiré, si es que puedo;
Y aunque iluso me concedo
La esperanza de alcanzarte,
Ante esa vela que parte,
Yo sólo sé que me quedo.


Guitarra

Tendida en la madrugada,
La firme guitarra espera:
Voz de profunda madera
Desesperada.

Su clamorosa cintura,
En la que el pueblo suspira,
Preñada de son, estira
La carne dura.

Arde la guitarra sola,
Mientras la luna se acaba;
Arde libre de su esclava
Bata de cola.

Dejó al borracho en su coche,
Dejó el cabaret sombrío,
Donde se muere de frío,
Noche tras noche,

Y alzó la cabeza fina,
Universal y cubana,
Sin opio, ni mariguana,
Ni cocaína.

¡Venga la guitarra vieja,
Nueva otra vez al castigo
Con que la espera el amigo,
Que no la deja!

Alta siempre, no caída,
Traiga su risa y su llanto,
Clave las uñas de amianto
Sobre la vida.

Cógela tú, guitarrero,
Límpiale de alcol la boca,
Y en esa guitarra, toca
Tu son entero.

El son del querer maduro,
Tu son entero;
El del abierto futuro,
Tu son entero;
El del pie por sobre el muro,
Tu son entero...

Cógela tú, guitarrero,
Límpiale de alcol la boca,
Y en esa guitarra, toca
Tu son entero.


Iba yo por un camino

Iba yo por un camino cuando con la muerte di.

-¡Amigo!- gritó la muerte,
Pero no le respondí,
Pero no le respondí;
Miré no más a la Muerte,
Pero no le respondí.

Llevaba yo un lirio blanco,
Cuando con la Muerte di.
Me pidió el lirio la muerte,
Pero no le respondí,
Pero no le respondí;
Miré no más a la Muerte,
Pero no le respondí.

Ay, Muerte,
Si otra vez volviera a verte,
Iba a platicar contigo como un amigo;
Mi lirio, sobre tu pecho,
Como un amigo;
Mi beso, sobre tu mano,
Como un amigo;
Yo, detenido y sonriente,
Como un amigo.


La sangre es un mar inmenso

La sangre es un mar inmenso
Que baña todas las playas...

Sobre sangre van los hombres,
Navegando en sus barcazas:
Reman, que reman, que reman,
¡Nunca de remar descansan!

Al negro de negra piel
La sangre el cuerpo le baña;
La misma sangre, corriendo,
Hierve bajo carne blanca.

¿Quién vio la carne amarilla,
Cuando las venas estallan,
Sangrar sino con la roja
Sangre con que todos sangran?

¡Ay del que separa niños,
Porque a los hombres separa!
El sol sale cada día,
Va tocando en cada casa,
Da un golpe con su bastón,
Y suelta una carcajada...

¡Que salga la vida al sol,
De donde tantos la aguardan,
Y veréis cómo la vida
Corre de sol empapada!

La vida vida saltando,
La vida suelta y sin vallas,
Vida de la carne negra,
Vida de la carne blanca,
Y de la carne amarilla,
Con sus sangres desplegadas...

¡Los niños, fascinados,
Se van levantando,
Y rodean a la madre,
Que los abraza formando un grupo con ellos,
Pegados a su alrededor! Continúa:

Sobre sangre van los hombres
Navegando en sus barcazas:
Reman, que reman, que reman,
¡Nunca de remar descansan!

Ay de quien no tenga sangre,
Porque de remar acaba,
Y si acaba de remar,
Da con su cuerpo en la playa,
Un cuerpo seco y vacío,
Un cuerpo roto y sin alma,
¡Un cuerpo roto y sin alma!


La tarde pidiendo amor

La tarde pidiendo amor.
Aire frío, cielo gris.
Muerto sol.
La tarde pidiendo amor.

Pienso en sus ojos cerrados,
La tarde pidiendo amor,
Y en sus rodillas sin sangre,
La tarde pidiendo amor,
Y en sus manos de uñas verdes,
Y en su frente sin color,
Y en su garganta sellada...
La tarde pidiendo amor,
La tarde pidiendo amor,
La tarde pidiendo amor.

No.
No, que me sigue los pasos,
No;
Que me habló, que me saluda,
No;
Que miro pasar su entierro,
No;
Que me sonríe, tendida,
Tendida, suave y tendida,
Sobre la tierra, tendida,
Muerta de una vez, tendida...
No.


La vida empieza a correr

La vida empieza a correr
De un manantial, como un río;
A veces, el cauce sube,
A veces, el cauce sube,
Y otras se queda vacío.

Del manantial que brotó
Para darte vida a ti,
Ay, ni una gota quedó
Para mí:
La tierra se lo bebió.

Aunque tú digas que no,
El mundo sabe que sí,
Que ni una gota quedó
Del manantial que brotó
Para darte vida a ti.


Llegada

¡Aquí estamos!
La palabra nos viene húmeda de los bosques,
Y un sol enérgico nos amanece entre las venas.
El puño es fuerte
Y tiene el remo.

En el ojo profundo duermen palmeras exorbitantes.
El grito se nos sale como una gota de oro virgen.
Nuestro pie,
Duro y ancho,
Aplasta el polvo en los caminos abandonados
Y estrechos para nuestras filas.
Sabemos dónde nacen las aguas,
Y las amamos porque empujaron nuestras canoas bajo
Los cielos rojos.
Nuestro canto
Es como un músculo bajo la piel del alma,
Nuestro sencillo canto.

Traemos el humo en la mañana,
Y el fuego sobre la noche,
Y el cuchillo, como un duro pedazo de luna,
Apto para las pieles bárbaras;
Traemos los caimanes en el fango,
Y el arco que dispara nuestras ansias,
Y el cinturón del trópico,
Y el espíritu limpio.
Traemos
Nuestro rasgo al perfil definitivo de América.

¡Eh compañeros, aquí estamos!
La ciudad nos espera con sus palacios, tenues
Como panales de abejas silvestres;
Sus calles están secas como los ríos cuando no llueve en la montaña,
Y sus casas nos miran con los ojos pávidos
De las ventanas.
Los hombres antiguos nos darán leche y miel
Y nos coronarán de hojas verdes.

¡Eh, compañeros, aquí estamos!
Bajo el sol
Nuestra piel sudorosa reflejará los rostros húmedos
De los vencidos,
Y en la noche, mientras los astros ardan en la punta
De nuestras llamas,
Nuestra risa madrugará sobre los ríos y los pájaros.


Los burgueses

No me dan pena los burgueses vencidos.
Y cuando pienso que van a dar me pena,
Aprieto bien los dientes, y cierro bien los ojos.

Pienso en mis largos días sin zapatos ni rosas,
Pienso en mis largos días sin sombrero ni nubes,
Pienso en mis largos días sin camisa ni sueños,
Pienso en mis largos días con mi piel prohibida,
Pienso en mis largos días y,

No pase, por favor, esto es un club.
La nómina está llena.
No hay pieza en el hotel.
El señor ha salido.

Se busca una muchacha.
Fraude en las elecciones.
Gran baile para ciegos.

Cayó el premio mayor en Santa Clara.
Tómbola para huérfanos.
El caballero está en París.
La señora marquesa no recibe.
En fin, y

Que todo lo recuerdo y como todo lo recuerdo,
¿Qué carajo me pide usted que haga?
Además, pregúnteles,
Estoy seguro de que también
Recuerdan ellos.


Los fieles amantes

Noche mucho más noche; el amor ya es un hecho.
Feliz nivel de paz extiende el sueño
Como una perfección todavía amorosa.
Bulto adorable, lejos ya,
Se adormece,
Y a su candor en la isla se abandona,
Animal por ahí, latente.
¡Qué diario infinito sobre el lecho
De una pasión: costumbre rodeada de arcano!
¡Oh noche, más oscura en nuestros brazos!


Madrigal

Tu vientre sabe más que tu cabeza
Y tanto como tus muslos.
Esa
Es la fuerte gracia negra
De tu cuerpo desnudo.

Signo de selva el tuyo,
Con tus collares rojos,
Tus brazaletes de oro curvo,
Y ese caimán oscuro
Nadando en el Zambeze de tus ojos.


Madrigal II

Sencilla y vertical
Como una caña en el cañaveral.
Oh retadora del furor
Genital:
Tu andar fabrica para el espasmo gritador
Espuma esquina entre tus muslos de metal.


Mariposa

Quisiera
Hacer un verso que tuviera
Ritmo de primavera;
Que fuera
Como una fina mariposa rara,
Como una mariposa que volara
Sobre tu vida, y cándida y ligera
Revolara
Sobre tu cuerpo cálido de cálida palmera
Y al fin su vuelo absurdo reposara
-Tal como en una roca azul de la pradera-
Sobre la linda rosa de tu cara...

Quisiera
Hacer un verso que tuviera
Toda la fragancia de la Primavera
Y que cual una mariposa rara
Revolara
Sobre tu vida, sobre tu cuerpo, sobre tu cara.


Mujer nueva

Con el círculo ecuatorial...
Ceñido a la cintura como a un pequeño mundo
La negra, mujer nueva,
Avanza en su ligera bata de serpiente.

Coronada de palmas,
Como una diosa recién llegada,
Ella trae la palabra inédita,
El anca fuerte,
La voz, el diente, la mañana y el salto.

Chorro de sangre joven
Bajo un pedazo de piel fresca,
Y el pie incansable
Para la pista profunda del tambor.


Mulata

Ya yo me enteré, mulata,
Mulata, ya sé que dise
Que yo tengo la narise
Como nudo de cobbata.

Y fíjate bien que tú
No ere tan adelantá,
Poqque tu boca é bien grande,
Y tu pasa, colorá.
Tanto tren con tu cueppo,
Tanto tren;
Tanto tren con tu boca,
Tanto tren;
Tanto tren con tu sojo,
Tanto tren.

Si tú supiera, mulata,
La veddá:
¡Que yo con mi negra tengo,
Y no te quiero pa ná!


Negro mar

La noche morada sueña
Sobre el mar;
La voz de los pescadores
Mojada en el mar;
Sale la luna chorreando
Del mar.

El negro mar.

Por entre la noche un son,
Desemboca en la bahía;
Por entre la noche un son.

Los barcos lo ven pasar,
Por entre la noche un son,
Encendiendo el agua fría.
Por entre la noche un son,
Por entre la noche un son,
Por entre la noche un son...

El negro mar.

-Ay, mi mulata de oro fino,
Ay, mi mulata
De oro y plata,
Con su amapola y su azahar,
Al pie del mar hambriento y masculino,
Al pie del mar.


No sé por qué piensas tú

No sé por qué piensas tú,
Soldado, que te odio yo,
Si somos la misma cosa
Yo,
Tú.

Tú eres pobre, lo soy yo;
Soy de abajo, lo eres tú;
¿De dónde has sacado tú,
Soldado, que te odio yo?

Me duele que a veces tú
Te olvides de quién soy yo;
Caramba, si yo soy tú,
Lo mismo que tú eres yo.

Pero no por eso yo
He de malquererte, tú;
Si somos la misma cosa,
Yo,
Tú,
No sé por qué piensas tú,
Soldado, que te odio yo.

Ya nos veremos yo y tú,
Juntos en la misma calle,
Hombro con hombro, tú y yo,
Sin odios ni yo ni tú,
Pero sabiendo tú y yo,
A dónde vamos yo y tú Y
¡No sé por qué piensas tú,
Soldado, que te odio yo!


Palabras en el trópico

Trópico,
Tu dura hoguera
Tuesta las nubes altas
Y el cielo profundo ceñido por el arco del Mediodía.
Tú secas en la piel de los árboles
La angustia del lagarto.
Tú engrasas las ruedas de los vientos
Para asustar a las palmeras.
Tú atraviesas
Con una gran flecha roja
El corazón de las selvas
Y la carne de los ríos.
Te veo venir por los caminos ardorosos,
Trópico,
Con tu cesta de mangos,
Tus cañas limosneras
Y tus caimitos, morados como el sexo de las negras.
Te veo las manos rudas
Partir bárbaramente las semillas
Y halar de ellas el árbol opulento,
Árbol recién nacido, pero apto
Para echar a correr por entre los bosques clamorosos.
Aquí,
En medio del mar,
Retozando en las aguas con mis Antillas desnudas,
Yo te saludo, Trópico.
Saludo deportivo,
Primaveral,
Que se me escapa del pulmón salado
A través de estas islas escandalosas hijas tuyas.
(Dice Jamaica
Que ella está contenta de ser negra,
Y Cuba ya sabe que es mulata.)
¡Ah,
Qué ansia
La de aspirar el humo de tu incendio
Y sentir en dos pozos amargos las axilas!
Las axilas, oh Trópico,
Con sus vellos torcidos y retorcidos en tus llamas.
Puños los que me das
Para rajar los cocos tal un pequeño dios colérico;
Ojos los que me das
Para alumbrar la sombra de mis tigres;
Oído el que me das
Para escuchar sobre la tierra las pezuñas lejanas.
Te debo el cuerpo oscuro,
Las piernas ágiles y la cabeza crespa,
Mi amor hacia las hembras elementales,
Y esta sangre imborrable.
Te debo los días altos,
En cuya tela azul están pegados
Soles redondos y risueños;
Te debo los labios húmedos,
La cola del jaguar y la saliva de las culebras;
Te debo el charco donde beben las fieras sedientas;
Te debo, Trópico,
Este entusiasmo niño
De correr en la pista
De tu profundo cinturón lleno de rosas amarillas,
Riendo sobre las montañas y las nubes,
Mientras un cielo marítimo
Se destroza en interminables olas de estrellas a mis pies.



Palabras fundamentales

Haz que tu vida sea
Campana que repique
O surco en que florezca y fructifique
El árbol luminoso de la idea.
Alza tu voz sobre la voz sin nombre
De todos los demás, y haz que se vea
Junto al poeta, el hombre.

Llena todo tu espíritu de lumbre;
Busca el empinamiento de la cumbre,
Y si el sostén nudoso de tu báculo
Encuentra algún obstáculo a tu intento,
¡Sacude el ala del atrevimiento
Ante el atrevimiento del obstáculo!


Palma sola

La palma que está en el patio,
Nació sola;
Creció sin que yo la viera,
Creció sola;
Bajo la luna y el sol,
Vive sola.

Con su largo cuerpo fijo,
Palma sola,
Sola en el patio sellado,
Siempre sola,
Guardián del atardecer,
Sueña sola.

La palma sola soñando,
Palma sola,
Que va libre por el viento,
Libre y sola,
Suelta de raíz y tierra,
Suelta y sola,
Cazadora de las nubes,
Palma sola,
Palma sola,
Palma.


Piedra de horno

La tarde abandonada gime deshecha en lluvia.
Del cielo caen recuerdos y entran por la ventana.
Duros suspiros rotos, quimeras lastimadas.
Lentamente va viniendo tu cuerpo.
Llegan tus manos en su órbita
De aguardiente de caña;
Tus pies de lento azúcar quemados por la danza,
Y tus muslos, tenazas del espasmo,
Y tu boca, sustancia
Comestible y tu cintura
De abierto caramelo.
Llegan tus brazos de oro, tus dientes sanguinarios;
De pronto entran tus ojos traicionados;
Tu piel tendida, preparada
Para la siesta:
Tu olor a selva repentina; tu garganta
Gritando -no sé, me lo imagino-, gimiendo
-No sé, me lo figuro-, quemándose- no sé, supongo, creo;
Tu garganta profunda
Retorciendo palabras prohibidas.
Un río de promesas
Desciende de tu pelo,
Se demora en tus senos,
Cuaja al fin en un charco de melaza en tu vientre,
Viola tu carne firme de nocturno secreto.
Carbón ardiente y piedra de horno
En esta tarde fría de lluvia y de silencio.


Problemas del subdesarrollo

Monsieur Dupont te llama inculto,
Porque ignoras cuál era el nieto
Preferido de Víctor Hugo.

Herr Müller se ha puesto a gritar,
¡Por qué no sabes el día
Exacto en que murió Bismark!

Tu amigo Mr. Smith,
Inglés o yanqui, yo no lo sé,
Se subleva cuando escribes shell.
¡Parece que ahorras una ele,
Y que además pronuncias chel!

Bueno, ¿y qué?
Cuando te toque a ti,
Mándales decir cacarajícara
Y que donde está el Aconcagua,
Y que quién era Sucre,
Y que en qué lugar de este planeta
Murió Martí.

Un favor:
Que te hablen siempre en español.


¿Puedes?

¿Puedes venderme el aire que pasa entre tus dedos
Y te golpea la cara y te despeina?
¿Tal vez podrías venderme cinco pesos de viento,
O más, quizás venderme una tormenta?
¿Acaso el aire fino
Me venderías, el aire
(No todo) que recorre
En tu jardín corolas y corolas,
En tu jardín para los pájaros,
Diez pesos de aire fino?

El aire gira y pasa
En una mariposa.
Nadie lo tiene, nadie.

¿Puedes venderme cielo,
El cielo azul a veces,
O gris también a veces,
Una parcela de tu cielo,
El que compraste, piensas tú, con los árboles
De tu huerto, como quien compra el techo con la casa?
¿Puedes venderme un dólar
De cielo, dos kilómetros
De cielo, un trozo, el que tú puedas,
De tu cielo?

El cielo está en las nubes.
Altas las nubes pasan.
Nadie las tiene, nadie.

¿Puedes venderme lluvia, el agua
Que te ha dado tus lágrimas y te moja la lengua?
¿Puedes venderme un dólar de agua
De manantial, una nube preñada,
Crespa y suave como una cordera,
O bien agua llovida en la montaña,
O el agua de los charcos
Abandonados a los perros,
O una legua de mar, tal vez un lago,
Cien dólares de lago?

El agua cae, rueda.
El agua rueda, pasa.
Nadie la tiene, nadie.

¿Puedes venderme tierra, la profunda
Noche de las raíces; dientes
De dinosaurios y la cal
Dispersa de lejanos esqueletos?
¿Puedes venderme selvas ya sepultadas, aves muertas,
Peces de piedra, azufre
De los volcanes, mil millones de años
En espiral subiendo? ¿Puedes
Venderme tierra, puedes
Venderme tierra, puedes?

La tierra tuya es mía.
Todos los pies la pisan.
Nadie la tiene, nadie.


Rosa tú, melancólica

El alma vuela y vuela
Buscándote a lo lejos,
Rosa tú, melancólica
Rosa de mi recuerdo.
Cuando la madrugada
Va el campo humedeciendo,
Y el día es como un niño
Que despierta en el cielo,
Rosa, tú, melancólica
Ojos de sombra llenos,
Desde mi estrecha sábana
Toco tu firme cuerpo.
Cuando ya el alto sol
Ardió con su alto fuego,
Cuando la tarde cae
Del ocaso deshecho,
Ya en mi lejana mesa
Tu oscuro pan contemplo.
Y en la noche cargada
De ardoroso silencio,
Rosa, tú, melancólica
Rosa de mi recuerdo,
Dorada, viva, y húmeda,
Bajando vas del techo,
Tomas mi mano fría
Y te me quedas viendo.
Cierro entonces los ojos,
Pero siempre te veo
Clavada allí, clavando
Tu mirada en mi pecho,
Larga mirada fija,
Como un puñal de sueño.


Siempre

Bien pueden su hojarasca y polvo y hielo
Acumular los años sobre ti.
Mi corazón sacude el turbio velo,
Y siempre te hallo, ¡oh dádiva del cielo!
Fresca y radiante en mí.

Porque a mí te envió El, y yo he guardado
Tu mejor luz en ánfora inmortal,
Porque a cosas de Dios morir no es dado
Y eres tú claro espíritu encarnado
En diáfano cristal.

No hay flor cuyo matiz no degenere
Al pasajero sol que la esmaltó.
Tan sólo propia luz firmeza espere:
La perla de la mar se opaca y muere;
Las de los cielos no.

Nuestra querida estrella leve gasa
O negro temporal veló tal vez;
Mas, ¿que a ella el furor que el golfo arrasa?
Parece cada nubarrón que pasa
Doblar su brillantez.

La copa del banquete postrimera
El gusto encantado. En tu vergel
Era sonó de juventud postrera;
El ángel me hallará, cuando yo muera,
Saboreando tu miel.
La tarde de la vida, árida y fosca,
Pide un hogar con su genial calor;
Si él falta, huraño el corazón se embosca,
Y la memoria en torno a sí se enrosca
Cual serpiente en sopor.

Así, vuelta la espalda a lo presente,
Que, sin el ser por quien vivir sentí,
Es noria vil, bullicio impertinente,
Torno a buscar mi sol, mi cara fuente,
Mi cielo, urna de ti.

Voy para atrás pisada por pisada,
Recogiendo el rumor de nuestros pies,
Repensando un silencio, una mirada,
Un toque, un gesto... tanto que fue nada
Y que un diamante hoy es.

Oculta, como en mágica alcancía,
Guardé felicidad para los dos,
Y cuanto una vez fue lo es todavía,
Que el sol del alma no es el sol de un día,
Ni es del tiempo, -es de Dios.

Cierta, como la dicha antes de su hora,
Es ésta; y tierna cual pasado bien
Que en escondida soledad se llora;
Sacra como deidad que la fe adora
Y ojos de éxtasis ven.

Hora, hora mismo, en alta noche oscura,
Mi aurora boreal, surges aquí.
Hay resplandor, hay brisa de hermosura;
Alzo a ver -y hallo tu mirada pura
Vertiendo tu alma en mí.

Y ya no media esa impaciencia ingrata,
Ese exceso de luz que impide ver
Y que al gustar el bien, nos lo arrebata.
La sal de la amargura hoy aquilata,
El néctar del placer.

¡Ah! cuando osen a ti dardos y afrentas,
Cuando te odies tú misma en tu dolor,
Cuando apagada y lóbrega te sientas,
Abre mi corazón: allí te ostentas
En todo tu esplendor.

¿Dónde está él? -Donde tú estés. Bien sabes
Que fue, por fiel a ti, conmigo infiel.
Ábrelo, que en tu voz están sus llaves;
Pero, al mirarte en su cristal, no laves
Lo que escribiste en él.


Sigue

Camina, caminante,
Sigue;
Camina y no te pare,
Sigue.

Cuando pase po su casa
No le diga que me bite:
Camina, caminante,
Sigue.

Sigue y no te pare,
Sigue:

No la mire si te llama,
Sigue;

Acuérdate que ella e mala,
Sigue.

Sudor y látigo

Látigo,
Sudor y látigo.

El sol despertó temprano
Y encontró al negro descalzo,
Desnudo el cuerpo llagado,
Sobre el campo.

Látigo,
Sudor y látigo.

El viento pasó gritando:
-¡Qué flor negra en cada mano!
La sangre le dijo: ¡vamos!
Él dijo a la sangre: ¡vamos!
Partió en su sangre, descalzo.
El cañaveral, temblando,
Le abrió paso.

Después, el cielo callado,
Y bajo el cielo, el esclavo
Tinto en la sangre del amo.

Látigo,
Sudor y látigo,
Tinto en la sangre del amo;
Látigo,
Sudor y látigo;
Tinto en la sangre del amo,
Tinto en la sangre del amo


Tengo

Cuando me veo y toco
Yo, Juan sin Nada no más ayer,
Y hoy Juan con Todo,
Y hoy con todo,
Vuelvo los ojos, miro,
Me veo y toco
Y me pregunto cómo ha podido ser.

Tengo, vamos a ver,
Tengo el gusto de andar por mi país,
Dueño de cuanto hay en él,
Mirando bien de cerca lo que antes
No tuve ni podía tener.

Zafra puedo decir,
Monte puedo decir,
Ciudad puedo decir,
Ejército decir,
Ya míos para siempre y tuyos, nuestros,
Y un ancho resplandor
De rayo, estrella, flor.

Tengo, vamos a ver,
Tengo el gusto de ir
Yo, campesino, obrero, gente simple,
Tengo el gusto de ir
¡Es un ejemplo!
A un banco y hablar con el administrador,
No en inglés,
No en señor,
Sino decirle compañero como se dice en español.

Tengo, vamos a ver,
Que siendo un negro
Nadie me puede detener
A la puerta de un dancing o de un bar.
O bien en la carpeta de un hotel
Gritarme que no hay pieza,
Una mínima pieza y no una pieza colosal,
Una pequeña pieza donde yo pueda descansar.

Tengo, vamos a ver,
Que no hay guardia rural
Que me agarre y me encierre en un cuartel,
Ni me arranque y me arroje de mi tierra
Al medio del camino real.

Tengo que como tengo la tierra tengo el mar,
No country,
No jailáif,
No tennis y no yatch,
Sino de playa en playa y ola en ola,
Gigante azul abierto democrático:
En fin, el mar.

Tengo, vamos a ver,
Que ya aprendí a leer,
A contar,
Tengo que ya aprendí a escribir
Y a pensar
Y a reír.

Tengo que ya tengo
Donde trabajar
Y ganar
Lo que me tengo que comer.

Tengo, vamos a ver,
Tengo lo que tenía que tener.


Tu recuerdo

Siento que se despega tu recuerdo
De mi mente, como una vieja estampa;
Tu figura no tiene ya cabeza
Y un brazo está deshecho, como en esas
Calcomanías desoladas
Que ponen los muchachos en la escuela
Y son después, en el libro olvidado,
Una mancha dispersa.
Cuando estrecho tu cuerpo
Tengo la blanda sensación de que
Estás hecho de estopa.
Me hablas, y tu voz viene de tan lejos
Que apenas puedo oírte.
Además, ya no te creo.
Yo mismo, ya curado
De la pasión antigua,
Me pregunto cómo fue que pude
Amarte,
Tan inútil, tan vana,
Tan floja que antes del año
De tenerte en mis brazos
Ya te estás deshaciendo
Como un jirón de humo;
Y ya te estás borrando
Como un dibujo antiguo,
Y ya te me despegas en la mente
Como una vieja estampa.


Un poema de amor

Un poema de amor

No sé. Lo ignoro.
Desconozco todo el tiempo que anduve
Sin encontrarla nuevamente.
¿Tal vez un siglo? Acaso.
Acaso un poco menos: noventa y nueve años.
¿O un mes? Pudiera ser. En cualquier forma
Un tiempo enorme, enorme, enorme.
Al fin como una rosa súbita,
Repentina campánula temblando,
La noticia.
Saber de pronto
Que iba a verla otra vez, que la tendría
Cerca, tangible, real, como en los sueños.
¡Qué trueno sordo
Rodándome en las venas,
Estallando allá arriba
Bajo mi sangre, en una
Nocturna tempestad!
¿Y el hallazgo, en seguida? ¿Y la manera
Que nadie comprendiera
Que ésa es nuestra propia manera?
Un roce apenas, un contacto eléctrico,
Un apretón conspirativo, una mirada,
Un palpitar del corazón
Gritando, aullando con silenciosa voz.
Después
(Ya lo sabéis desde los quince años)
Ese aletear de las palabras presas,
Palabras de ojos bajos,
Penitenciales,
Entre testigos enemigos,
Todavía
Un amor de "lo amo"
De "usted", de "bien quisiera,
Pero es imposible..." De "no podemos,
No, piénselo usted mejor..."
Es un amor así,
Es un amor de abismo en primavera,
Cortés, cordial, feliz, fatal.
La despedida, luego,
Genérica,
En el turbión de los amigos.
Verla partir y amarla como nunca;
Seguirla con los ojos,
Y ya sin ojos seguir viéndola lejos,
Allá lejos, y aún seguirla
Más lejos todavía,
Hecha de noche,
De mordedura, beso, insomnio,
Veneno, éxtasis, convulsión,
Suspiro, sangre, muerte...
Hecha
De esa sustancia conocida
Con que amasamos una estrella.

 




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