viernes, 4 de diciembre de 2015

Che Guevara un hombre de este mundo Osvaldo Bayer Marcelo Schapces Chaubloqueo Museo Che Guevara CABA Sandino Zapata

a blog diciembre 2015

 

El heroísmo y la dignidad            por  Osvaldo Bayer

 

Lleva el título de “Che, un hombre de este mundo.

 

Es un logrado film sobre El guerrillero heroico.  Ni más ni menos.  No una elegía, pero la elegía se va instalando a través de la nostalgia, de las palabras de los que conocieron y fueron sus compañeros, de las imágenes, de la voz poética del Che. 

Así, con imágenes sencillas.  

 

Asoma el cariño más que la admiración y alcanza tal vez su grado máximo en las palabras de la hija.

 

No hay homenajes en partenones ni en tinglados de lujo.  Es un film para los que conocimos a Ernesto “Che” Guevara, pero también para quienes quieren conocerlo porque creen en la utopía.

 

Sin proponérselo, Schapces, el creador de este film, lo deja colocado al Che definitivamente junto a Sandino y Zapata, ya los tres legendarios de lo que se ha dado en llamar con bellas palabras “la lucha de los pueblos”. 

 

No es un film ni para posmodernos ni para los Castañeda ni los Vargas Llosa, ni para amantes de academicistas interpretaciones freudianas.  No.  Aquí hablan humilde gente de pueblo, los que fueron capaces de acompañarlo en la ruta inverosímil del altruismo, de la aventura de la libertad. 

 

Así, con minúscula, pero no por minusválida sino por sencilla, honrada, y – vuelve la palabra – heroica.  Que también existe por realizable.  Es el Che como lo conocimos y como era, sino no hubiera podido pasar a la leyenda.  Termina el film, pero nos queda su voz. 

 

Y pensamos cuando salimos a la calle, en la diferencia: las antinomias del Che, el lenguaje de los Rico, los Massera, los Videla, pero también de los Ruckauf y los de los que están en el acecho: los Kohan, o nuestros jueces, los Trovato y los Bernasconi.  O Menem en olivos, con Alfonsín pactando reelecciones. (¿Cómo son posibles estas diferencias en el linaje humano?) 

 

Pero constante en los oídos la voz que atraviesa siglos del Che con algo de Espartaco, de los obreros que cantaron “Hijo del pueblo”, de Sacco y Vanzetti, de los libertarios de Chicago que antes que les quebrara el cuello la soga de la estulticia gritaron viva la anarquía.

 

La voz del Che hablando de la lucha de los pueblos, de dignidad, por un lado y aquí nosotros los que votamos a Rico para que nos de seguridad.

 

Los ojos del Che, sus cabellos, su frente, en la foto de Alberto Días (Korda) y el perfil de Rico y la risita cínica del torturador Patti trayéndonos seguridad a los countries.

 

¡Qué hermoso film!  Déjeseme decirlo.  Tal vez sólo lo comprendan los jóvenes que no votaron a Franja Morada ni gritaron ¡De la Rúa, De la Rúa! Hace dos domingos.  Y los viejos jóvenes incorregibles que siguen creyendo que la revolución es un

sueño eterno.

 

Las secuencias van formando la mística del solidarismo, sin proponérselo.  Rostros humildes van relatando el epos, escribiendo la saga.   Chicos de rostros renegridos y labios grandes para besar cantan el “con tu querida presencia comandante Che Guevara” y el que mira vuelve a pensar que ya es tiempo de que se reemplace el comandante por compañero.

 

Y en la pantalla se ve la embarcación pequeñita que llevó la revolución a Cuba y Melba Hernández nos relata que a ella no la dejaron subir. 

 

Y por ahí aparece el retrato de la Pasionaria, aquella mujer coraje del combate de todo un pueblo contra los generales y los obispos.  Y esa gente humilde que no lucha “ni por riquezas ni nada material” sino por “lo bueno y lo nuevo” mientras el Che enseña a sus soldados a leer y escribir y cree en “el coraje de los humildes”.  Ese argentino con el asma y el ansia de terminar con el hambre y el analfabetismo.

 

Y el film va recorriendo los años de la lucha primera, de la familia numerosa que va dejando en su nueva tierra, de su ministerio y de sus trabajos voluntarios, de sus discursos en las asambleas del mundo y luego, ya empacado con torcer el destino,

su viaje a tierras de Lumumba y por fin la búsqueda de la muerte del héroe, en una tierra que él quería hacer revolucionaria, pero que resultó un erial para la semilla que desparramaba su mano bien abierta.

Schapces nos ha entregado un film tal cual como fueron esos sueños, esas realidades, y así dio vida al documento más fiel a esa insólita, bella, trágica dolorosísima verdad.   La historia del guerrillero heroico que nos hará bien, pero nos llenará los ojos de lágrimas cuando al salir del cine veamos en las primeras planas de los quioscos a De la Rúa en la Internacional Socialista y a Ruckauf  junto al carapintada que nos va a cuidar de malos pensamientos y de malas compañías.  

 

Schapces, usted ha hecho un film donde nos sumerge en la dignidad. 

 

Porque la dignidad existe, no muere.

 

(tomado de un libro del Museo Che Guevara de Capital, Buenos Aires). (antes de 2002)

 




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