jueves, 1 de septiembre de 2016

Boletin Marcha Libertad a Milagro Sala Leonardo Boff Emir Sader Zaffaroni Oscar Laborde Alvaro Garcia Linera

 

 

 


De: Humberto Zambon <hzambon@jetband.com.ar>
Enviado: miércoles, 31 de agosto de 2016 10:53 a.m.
Para: falizarraga@yahoo.com.ar
Asunto: Boletin Marcha

 

MARCHA

 

Boletín informativo del Club de Cultura Socialista de Neuquén

(Clubculturasocialistanqn@gmail.com)

 

Año XVI,  Número 175                                                               Neuquén, agosto de 2016.

 

 

LA FRASE DEL MES

 

El ejecutivo del Estado moderno no es otra cosa que un comité de administración de los negocios de la burguesía.”

Carlos Marx

 

Noticias del Club

En el mes de setiembre reiniciaremos las reuniones periódicas del Club:

El miércoles 7 a las 20 horas la Cra. Susana Bandieri va a referirse al tema “Cuando ‘argentinización’ a los habitantes de la Patagonia fue prioritario para el Estado Nacional”.

El miércoles 28 a las 20 el Cro. Osvaldo Calafati va a referirse a “La personalidad autoritaria”.

Como es costumbre, en ambos casos, luego de escuchar y debatir sobre este tema, compartiremos una frugal comida.

 

 

Contenido temático del Boletín Marcha No. 175

El presente boletín está dedicado exclusivamente a nuestros países de América del Sur. Comenzamos con un artículo del vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, que tituló “Luchar, vencer, caerse, levantarse; hasta que se acabe la vida”; este artículo está formado por ideas esenciales para entender la realidad actual, por lo que recomendamos enfáticamente su lectura por parte de socios y amigos del Club.

Continuamos con reportaje a Leonardo Boff, sacerdote franciscano hasta 1992 y uno de los principales teóricos de la Teología de la Liberación, realizado por Martín Granovsky y que tituló con una de sus frases: “Nos asusta que Estados Unidos negocie dos bases con Macri”. A continuación pasamos al análisis, dentro del marco general expuesto por García Linera, de la situación particular de Brasil y de nuestro país. Para el caso de Brasil seleccionamos dos artículos: “Erosión de la confianza y desacreditación de Brasil” de  Mark Weisbrot y, luego el del intelectual brasileño Emir Sader, cuyo trabajo tituló “Hermanos gemelos”.

Para el análisis de la situación argentina elegimos los siguientes artículos: “No fue un error, el presidente piensa así” de Héctor Mauriño, el trabajo titulado “Un camino peligroso” de Oscar Laborde, dedicado a la política externa del gobierno y finalmente, cerrando el presente boletín, el artículo de Raúl Zaffaroni, “Traición a la Patria”.

Esperamos que la selección de artículos resulte de utilidad y del agrado de nuestros socios y amigos, a quienes invitamos a sumarse al grito de ¡Libertad ya para Milagros Sala!

Como siempre, será hasta el mes que viene, ¡SALUD Y R.S.!                                           

 

 

Índice

Álvaro García Linera: “Luchar, vencer, caerse, levantarse; hasta que se acabe la vida”…………pg. 2

Martín Granovsky: Reportaje a Leonardo Boff …………………………………………………………..pg. 4

La situación en Brasil:

    Mark Weisbrot: “Erosión de la confianza y desacreditación de Brasil”..………………………….pg. 6

    Emir Sader: “Hermanos gemelos”………………………………………………………………………pg. 7

La situación en Argentina:

    Héctor Mauriño: “No fue un error, el presidente piensa así”……………………………………..pg. 9

    Oscar Laborde: “Un camino peligroso”………………………………………………………………pg. 10

    Raúl Zaffaroni, “Traición a la Patria”………………………………………………………………..pg. 11

 

Luchar, vencer, caerse, levantarse; hasta que se acabe la vida

Por Álvaro García Linera (Revista “Independencias”, agosto de 2016- www.independencias.com.ar

 

Quisiera reflexionar sobre lo que se está pasando en el continente. No estamos en un buen momento. Tampoco es un momento terrible. Pero este es un momento de inflexión histórica. Algunos hablan de un retroceso, de un avance de los restauradores. Lo cierto es que en el último año, después de diez años de intensa construcción, de irradiación territorial de gobiernos progresistas y revolucionarios, este avance se ha detenido, y en algunos casos ha retrocedido, y en otros casos está en duda su continuidad.(…)

No cabe duda que hay una contracción territorial de este avance de los gobiernos progresistas. Allá donde han triunfado las fuerzas conservadoras, hay un acelerado proceso de reconstitución de las viejas elites de los años 80 y 90, que nuevamente quieren asumir el control de la gestión estatal. En términos culturales, hay un esfuerzo denodado desde los medios de comunicación, desde las ONG, desde intelectuales orgánicos de la derecha, por devaluar, por poner en duda, por cuestionar la idea y el proyecto de cambio y de revolución.

Todo esto dirige su ataque hacia lo que podemos considerar como la década virtuosa de América Latina. Son más de diez años que el Continente, de manera plural y diversa, unos más radicales que otros, pero de una manera muy convergente, América latina ha vivido los años de mayor autonomía y construcción de soberanía que uno pueda recordar desde la fundación de los Estados en el siglo XIX.

 

Cuatro cosas caracterizaron esta década virtuosa latinoamericana

 Primero lo político: un ascenso en lo social y fuerzas populares que asumen el control del poder del Estado. El viejo debate teoricista de principios de siglo de si es posible cambiar el mundo sin tomar el poder, es superado de una manera práctica por los sectores populares, que asumen las tareas de control del Estado. Se vuelven Diputados, asambleístas, senadores, asumen función pública, se movilizan, hacen retroceder políticas neoliberales, toman la gestión estatal, modifican políticas públicas, modifican presupuestos, y en diez años asistimos a lo que podría denominarse una presencia de lo popular, de lo plebeyo, en sus diversas clases sociales, en la gestión del Estado.

Igualmente, en esta década asistimos a un fortalecimiento de la sociedad civil: sindicatos, gremios, pobladores, vecinos, estudiantes, asociaciones, comienzan a diversificarse y a proliferar por distintos ámbitos. Se rompe la noche neoliberal de apatía, de simulación democrática, para recrear una potente sociedad civil que asume un conjunto de tareas en conjunción con los nuevos Estados latinoamericanos.

En lo social, vamos a asistir a una potente redistribución de la riqueza. Frente a las políticas de ultra-concentración que había convertido al continente en uno de los más injustos del mundo, desde los años 2000, a la cabeza de gobiernos progresistas y revolucionarios, asistimos a un poderoso proceso de redistribución de la riqueza. Esta dinámica va a llevar a una ampliación de las clases medias, no en el sentido sociológico del término, sino en el sentido de su capacidad de consumo. Así, América Latina va a llevar adelante la limitación de las desigualdades sociales que no habían podido lograrse en los últimos 100 años.

En lo económico, con mayor o menor intensidad cada uno de los gobiernos de estos Estados va a ensayar propuestas post-neoliberales en la gestión económica. No estamos hablando todavía de propuestas socialistas. Estamos hablando de propuestas post-neoliberales, que permiten que el Estado retome un fuerte protagonismo.

En política externa, se va a constituir lo que podríamos denominar de una manera informal, una internacional progresista y revolucionaria a nivel continental. Lula, Kirchner, Correa, Evo y Chávez van a asumir lo que podríamos llamar una especie de comité central de una internacional latinoamericana que va a permitir pasos gigantescos en la constitución de nuestra independencia, y surgirá una integración propia de latinoamericanos, sin Estados Unidos, sin la necesidad de tutelajes, ni patrones.

Sin embargo, y hay que asumir de frente el debate, en los últimos meses este proceso de irradiación y de expansión territorial de gobiernos progresistas y revolucionarios, se ha estancado. Hay un regreso de sectores de la derecha, en algunos países importantísimos y decisivos del continente, hay amenaza de que la derecha retome el control en otros países, es importante que nos preguntemos por qué.

Evidentemente la derecha siempre va a intentar y buscar sabotear los procesos progresistas. Es un tema de sobrevivencia política de ellos, es un tema de control y disputa por el excedente económico. Pero es importante que evaluemos qué cosas nosotros no hemos hecho bien, dónde hemos tenido límites, que han permitido o quieren permitir que la derecha retome la iniciativa.

Yo marcaría cinco problemas que se han hecho presentes en esta década virtuosa.

Una primera debilidad son las contradicciones al interior de la economía. Es como si le hubiésemos dado poca importancia al tema económico al interior de los procesos revolucionarios. (…) Si no hay los satisfactores básicos, no cuenta el discurso. El discurso habrá de ser eficaz, puede crear expectativas positivas colectivas, sobre una base material de satisfacción mínima de condiciones necesarias. Si no están esas condiciones necesarias, cualquier discurso, por muy esperanzador que sea, se diluye ante la base económica.

Una segunda debilidad. Algunos de los gobiernos progresistas y revolucionarios han adoptado medidas que han afectado al bloque revolucionario, potenciando al bloque conservador. Ciertamente que un gobierno debe gobernar para todos, es la clave del Estado. Pero… no puede haber ningún tipo de política económica que deje de lado a lo popular. Cuando se hace eso, creyendo que se va a ganar el apoyo de la derecha, o que va a neutralizarla, se comete cometió un error, porque la derecha nunca es leal. (…)

El segundo problema que estamos enfrentando es la redistribución de riqueza sin politización social. La mayor parte de nuestras medidas han favorecido a las clases subalternas. Hay una ampliación del sector medio, de la capacidad de consumo de los trabajadores, hay una ampliación de derechos, necesarios. Pero, esto no viene acompañada con politización social, no estamos ganando el sentido común. Habremos creado una nueva clase media, con capacidad de consumo, con capacidad de satisfacción, pero portadora del viejo sentido común conservador.

No hay revolución verdadera, ni hay consolidación de un proceso revolucionario, si no hay una profunda revolución cultural. Y ahí estamos atrasados. Ahí la derecha ha tomado la iniciativa. A través de medios de comunicación, de control de universidades, de fundaciones, de editoriales, de redes sociales, de publicaciones, a través del conjunto de formas de constitución de sentido común contemporáneas.

Un tercer problema es una débil reforma moral. La corrupción es clarísimo que es un cáncer que corroe la sociedad. Los neoliberales son ejemplo de una corrupción institucionalizada, cuando amarraron la cosa pública y la convirtieron en privada. Las privatizaciones han sido el ejemplo más escandaloso, más inmoral de corrupción generalizada. Y eso hemos combatido, pero no basta. No ha sido suficiente. Es importante que, así como damos ejemplo de restituir la res pública, los recursos públicos, los bienes púbicos, como bienes de todos, en lo personal, en lo individual, cada compañero nunca abandone la humildad, la sencillez, la austeridad y la transparencia.

Un cuarto elemento, que yo no diría de debilidad, es el tema de la continuidad del liderazgo en regímenes democráticos. Cuando triunfa una revolución armada, la cosa es fácil, porque la revolución logra finiquitar, casi físicamente, a los sectores conservadores. Pero en las revoluciones democráticas tienes que convivir con el adversario. Lo has derrotado discursivamente, electoralmente, políticamente, moralmente, pero ahí sigue tu adversario. Es parte de la democracia. Y las Constituciones tienen límites para la elección de una autoridad. ¿Cómo se resuelve el tema de la continuidad del liderazgo? Van a decir: lo que pasa que los populistas, los socialistas, son caudillistas. Pero, qué revolución verdadera no personifica el espíritu de la época. Si todo dependiera de instituciones, eso no es revolución. Ninguna revolución late en las instituciones. No hay revolución verdadera sin líderes ni caudillos. (…)

Por último, una quinta debilidad es la frágil integración económica y continental. Hemos avanzado muy bien en integración política, pero la integración económica es mucho más difícil. Porque cada gobierno está viendo su espacio geográfico, su economía, su mercado, y cuando tenemos que leer los otros mercados, ahí surgen limitaciones. Uno habla, pero cuando tienes que ver la balanza de pagos, inversiones, tecnología, las cosas se ralentizan. Este es el gran tema. Soy un convencido que América Latina solo va a poder convertirse en dueña de su destino en el siglo XXI, si logra constituirse en una especie de Estado continental, plurinacional, que respete las estructuras nacionales de los Estados, pero que a la vez con ese respeto de las estructurales locales y nacionales, tenga un segundo piso de instituciones continentales en lo financiero, en lo económico, en lo cultural, en lo político y en lo comercial.

La derecha quiere retomar la iniciativa. Y en algunos lugares lo han logrado aprovechando alguna de estas debilidades. No debemos asustarnos, ni debemos ser pesimistas ante el futuro. Marx, en 1848, cuando analizaba los procesos revolucionarios, siempre hablaba de la revolución como un proceso por oleadas. Nunca imaginó como un proceso ascendente, continuo, de revolución. Una oleada, otra oleada, y la segunda oleada avanza más allá de la primera, y la tercera más allá de la segunda. Me atrevo a pensar que estamos ante el fin de la primera oleada. Y está viniendo un repliegue. Serán semanas, serán meses, serán años, pero está claro que como se trata de un proceso, habrá una segunda oleada, y lo que tenemos que hacer es prepararnos, debatiendo qué cosas hicimos mal en la primera oleada, en qué fallamos, dónde cometimos errores, qué nos faltó hacer, para que cuando se dé la segunda oleada, más pronto que tarde, los procesos revolucionarios continentales puedan llegar mucho más allá, mucho más arriba, que lo que lo hicieron en la primera oleada.

Tocan tiempos difíciles, pero para un revolucionario los tiempos difíciles son su aire. De eso vivimos, de los tiempos difíciles, de eso nos alimentamos. La década de oro del continente no ha sido gratis. Ha sido la lucha desde abajo, la que ha dado lugar al ciclo revolucionario. No ha caído del cielo esta primera oleada. Traemos en el cuerpo las huellas y las heridas de luchas de los años 80 y 90. Y si hoy, temporalmente, tenemos que volver a esas luchas, bienvenido. Para eso es un revolucionario.

Luchar, vencer, caerse, levantarse, luchar, vencer, caerse, levantarse. Hasta que se acabe la vida, ese es nuestro destino.

 

REPORTAJE A LEONARDO BOFF: “Nos asusta que Estados Unidos negocie dos bases con Macri”

Por Martín Granovsky (Página 12. 15-8-16)

Este tipo alto y bonachón de 77 años que conversa con Página/12 sobre su preocupación por Brasil y la Argentina es el mismo que en 1992 decidió dejar los hábitos cuando era sacerdote franciscano y el Vaticano amenazaba con ordenarle otra vez lo que ya había sufrido en 1985: el silencio. Y el silencio no era la especialidad de uno de los fundadores de la Teología para la Liberación.

Callarse sigue sin gustarle. Boff recibe a este diario en un hotel sencillo de Palermo. Al mediodía estuvo conversando con Hebe Bonafini en el programa radial del ex embajador en el Vaticano Eduardo Valdés, amigo suyo, por la 750. A las cinco de la tarde de un domingo rabioso y olímpico Boff debe ser el único ser humano que no mira tenis por televisión. Llega la fotógrafa del diario. Mientras posa le cuenta que hace muchos años explicó qué era la mística delante de un fotógrafo de O Globo. Cuando cruzó los brazos, quedó en posición de corte de mangas.

–Escribieron que yo había dado banana al Papa –narra Boff con cara divertida–. ¿Acá se dice así?

–No, pero usamos mucho el gesto.

–Por supuesto publicaron esa foto.

–¿Y era verdad que usted le dio banana al Papa?

–Ja, ja, no. Me hubiera gustado, pero no podía. En ese momento Juan Pablo II ya me había impuesto silencio.

El Vaticano no lo silenció de cualquier modo. En 1985 lo condenó al silencio cuando todavía era sacerdote. Antes lo juzgó el jefe de la Congregación para la Doctrina de la Fe, como se llama ahora la vieja Inquisición. Era Joseph Ratzinger, quien en 2005 sería entronizado Papa como Benedicto XVI.

–El edificio está a la izquierda de la gran plaza para quien va en dirección de la Basílica de San Pedro. Fue una experiencia terrorífica. Entre por un largo corredor al que daban pasillos con alfombras rojas. En un momento vi al fondo una puerta muy pequeña. Me agaché porque sentí que no entraría erguido. Es una zona oscura y tenebrosa. El cardenal estaba sentado en su lugar, sobre una tarima a medio metro del piso. Todo claro: él estaba por encima mío. Al costado ya se había ubicado el notario. A mí me sentaron en la misma silla donde estuvo sentado Galileo Galilei, y no es una metáfora: era la misma silla. El interrogatorio fue duro. El cardenal Ratzinger aceptó que en una parte yo pudiera hablar con él junto con dos cardenales brasileños, Paulo Evaristo Arns y Aloisio Lorscheider.

–Eligió dos cardenales progresistas.

–Sí, en un momento éramos tres contra uno. Le dijeron que la teología escrita por mí era buena para las comunidades. Ratzinger había escrito criticándola. Uno de los cardenales le dijo que lo suyo había sido como elegir a un gramático y no a un ingeniero para construir un puente. “Venga a Fortaleza, hable con los campesinos, rece con ellos y con nosotros, participe de nuestras celebraciones y después opine”, le propuso. Ratzinger temblaba. “No puedo hacerlo, no es la tradición del Santo Oficio salir de aquí.” Psicológicamente es muy fuerte porque para cada uno la Iglesia representa toda una historia y uno entonces puede sentirse solo y abandonado. Llevé el apoyo escrito de 100 mil personas en todo el mundo, incluyendo a un cardenal coreano y a otro filipino.

Mi causa era justa: la de los pobres del mundo. Sigue siendo la misma. Si no, mire lo que pasa en el continente.

–O por golpe como en Brasil o por el voto como en la Argentina, en América Latina avanzan los procesos neoconservadores. ¿Por qué?

–Hay una nueva guerra fría que se libra entre los Estados Unidos y China. China está entrando en América Latina y Brasil pertenece a los BRICS. Entonces al atacar a Brasil atacan a China y a sus enormes inversiones: solo el año pasado invirtió 54 mil millones de dólares para el ferrocarril que une el Atlántico con el Pacífico. También invirtió en puertos e infraestructura, obviamente para favorecer las exportaciones a China.

–¿Y qué quieren según usted los Estados Unidos?

–Ven mal el avance de las relaciones con China, porque ellos quieren controlar el continente. La idea llave del Pentágono es doble. Por un lado, un solo mundo, un solo imperio. Por el otro, cubrir todos los espacios. A nosotros nos asusta mucho que los Estados Unidos negocien con Mauricio Macri dos bases militares, una en la Patagonia y otra en los límites entre Brasil, Paraguay y la Argentina, cerca del acuífero de agua dulce más grande del mundo.

–¿Es cierto que el Papa dijo que el proceso golpista en Brasil es “obra de los capitalistas”?

–El Papa se acercó mucho a Dilma y Dilma se entusiasmó mucho con él. Siempre buscó saludarlo en cada viaje a Europa. Pero además el Movimiento Sin Tierra tiene el apoyo del Papa. En uno de los viajes al Vaticano a los dirigentes los acompañó una actriz brasileña, Leticia Sabatella. Letizia contó la situación y dijo que lo principal era defender la democracia, porque atacar a Dilma era atacar la democracia y la vulneración de la democracia, dijo ella, traería formas violentas de represión social. Al escucharla el Papa le dijo: “Es obra del capitalismo. Del capitalismo de Brasil y del capitalismo transnacional”.

–¿Qué cosa querrían hacer los capitalistas que no pudieron hacer antes y necesitan gobiernos conservadores?

–Creo que el Papa ha visto que el neoliberalismo que da más valor al mercado que al bien común produce una gran marginación y una gran pobreza. Los 40 millones que fueron sacados del hambre en Brasil comienzan a volver a su situación original. En Brasil, como se sabe, el vice que quedó como presidente interino despidió al gabinete de Dilma y atacó el ministerio de bienestar social y la reforma agraria. Los proyectos sociales tienen cada vez menos financiamiento. Cultura pasó de ministerio a una subsecretaría en Comunicación. La mitad del subsidio a las universidades públicas la cortó Temer. El Papa entendió, a mi criterio, que el golpe parlamentario sin bayonetas busca el mismo efecto que antes buscaba el golpe militar: reforzar un grupo de los grandes capitalistas nacionales articulado con los capitalistas transnacionales en función de una acumulación mayor, lo cual se haría privatizando los bienes nacionales. La producción sería para la exportación. Hay un proyecto de recolonizar América Latina para hacerla cada vez más una zona que exporte commodities y no agregue valor a sus productos. Que exportemos materias primas puras. Soja o minerales, lo que sea... América Latina suministraría bienes que en otros sitios no hay. Brasil tiene más de 70 millones de hectáreas para producir. Solo Brasil podría saciar el hambre de todo el mundo. Y nos sobra el agua. Eso caería bajo control del gran capital privatizado o internacionalizado. El Papa se da cuenta del fenómeno y de que los pobres volverán a la miseria y el hambre. Thomas Piketty, que escribió el libro sobre el capital en el siglo XXI, dice que donde entran relaciones sociales del capital lo primero que aparece es la desigualdad. El capital es bueno para el enriquecimiento y malo para la distribución y la justicia social. Es la fase última de la acumulación capitalista. Hay investigaciones muy interesantes del economista Ladislao Dowbor. Uno de sus artículos resumía una investigación suiza que revelaba la existencia de 737 megacorporaciones controlando el 87 por ciento de los flujos económicos y financieros del mundo. Ellos deciden dónde hacer inversiones, dónde robar riquezas y dólares, qué partidos apoyar y qué gobiernos desestabilizar. Paraguay, Honduras, Brasil. La tendencia también se confirma con las políticas de Mauricio Macri. En la Argentina el Estado asume una política privatista y no discute más con la sociedad. Habla con las empresas. A finales del socialismo y más aún cuando cayó, Ronald Reagan y otros presidentes se propusieron aplicar el capitalismo puro, porque ya no hacía falta balancear nada. No hay sociedad sino individuos. Y los individuos se comen a los otros, no coopera entre ellos. José Graziano, director de la FAO, informó que hasta la crisis de 2008 había 800 millones de hambrientos y ahora hay cerca de mil millones. La acumulación de la riqueza se concentra en un polo cada vez más pequeño.

–¿Por qué mencionó especialmente a Macri en su descripción?

–Porque uno no puede analizar la Argentina o Brasil solo desde uno de los dos países ni analizar a los dos países más grandes de Sudamérica sin analizar el intento de los Estados Unidos de alinear a los países dentro de la estrategia imperial. Brasil tiene un mercado de más de 200 millones de habitantes. En 13 años de PT en el poder quedó demostrado que hay dos proyectos en juego. Los dos quieren ser democráticos. Pero la democracia neoliberal es para pocos. Hace políticas ricas para los ricos y pobres para los pobres.

–En el relato sobre la visita de Leticia Sabatella usted citaba cuántos ultrarricos hay en Brasil.

–Siempre recuerdo esa cifra: 71.440 super ricos que controlan más de la mitad del Producto Bruto Interno. Sobre 210 millones de habitantes. El Banco Mundial ya dijo que la acumulación más grande del capital se hace en Brasil. Son los capitalistas más antipopulares y más antisociales, tienen gran parte de las fortunas afuera, en paraísos fiscales, y operan por sociedades off shore. Es un ejemplo, justamente, de los dos tipos de democracia. La reducida, de Estado mínimo y mercado máximo, con el ataque a los proyectos sociales. El otro tipo de democracia, que en Brasil fue el de Lula, es el de democracia inclusiva, abierta a todos. El de los 71.440 super ricos es un dato del IPEA, el Instituto de Pesquisa Económica Aplicada. Es muy serio. La correlación mundial de fuerzas no permite que podamos impedir la acumulación del capital. Pero al menos podemos ponerle algún límite. Debemos hacerlo.

 

 

 

LA SITUACIÓN EN BRASIL

1-      EROSIÓN DE LA CONFIANZA Y DESACREDITACIÓN DE BRASIL

Mark Weisbrot* (vaconfirma.com,ar, 9-8-16)

La imagen de Brasil está mancillada y se deteriora aún más cada semana, con escándalos crecientes que implican a las esferas más altas del gobierno. En junio renunció el tercer ministro del gobierno interino, acusado de corrupción. Inoportunamente se trata del ministro de Turismo, en momentos en que el gobierno enfrentaba llamados de expertos internacionales en salud pública que reclamaban que las Olimpíadas se pospusieran o se movieran debido al virus del Zika.

A eso se suma el presidente interino Michel Temer, quien tuvo la sagacidad política “unificadora” de designar un gabinete compuesto en su totalidad por hombres blancos ricos (en un país donde la mitad de la población es afrodescendiente o racialmente mezclada). Quince de sus 23 ministros supuestamente son objeto de investigaciones judiciales, y el mes pasado él mismo fue implicado directamente en un escándalo de corrupción. A él ya antes se le había impedido — por un período de ocho años — presentarse como candidato en elecciones por haber violado la ley de financiamiento de campañas electorales. Esta es la gente que está tratando de deponer a la presidenta electa Dilma Rousseff, no por cargos de corrupción sino por utilizar un mecanismo de contabilidad que también fue usado por otros gobiernos anteriores.

Es cierto que todos los principales partidos políticos brasileños han incurrido en actos de corrupción. Pero la presidenta Dilma Rousseff es la primera mandataria en la historia del Brasil que dotó a los fiscales de esa autoridad para perseguir a los funcionarios corruptos, y que caiga quien caiga. Ahora queda claro que el objetivo principal de las fuerzas de la oposición que quiere destituirla es impedir que la justicia investigue y procese a los miembros de la oposición y sus aliados.

Brasil además detenta ahora la infame distinción de ser el país con mayor número de activistas ambientales asesinados. Es poco probable que el nuevo gabinete de derechas, estrechamente asociado a los intereses del agronegocio, vaya a hacer mucho para impedir esos asesinatos.

Irónicamente, el propósito declarado de este gobierno era restaurar la “confianza”, en primer lugar de los inversionistas y particularmente de los inversionistas extranjeros. Pero lo que ha ocurrido es lo contrario: la recesión se sigue profundizado, el gobierno está cada vez más enredado en escándalos de corrupción y su reputación internacional va en caída libre. El consejo editorial del New York Times, que no se conoce por ser partidario de ningún gobierno de izquierdas latinoamericano, ha titulado así dos de sus editoriales de las últimas semanas: “Medalla de oro en corrupción para Brasil” y “Crisis política del Brasil se agrava”.

Brasil fue considerada internacionalmente una estrella en ascenso durante la mayor parte de los sucesivos gobiernos del Partido de los Trabajadores, entre otras cosas por sus logros a nivel nacional, tras haber reducido la pobreza a más de la mitad y triplicado en una década el crecimiento del PBI por habitante, hasta que cayó en recesión en 2014. Es cierto que Dilma cometió el error de aceptar el dogma obsoleto — todavía muy popular en los reportajes actuales sobre Brasil — de que la austeridad fiscal, los recortes a la inversión pública y el aumento de las tasas de interés podrían de alguna manera concitar la confianza de los inversionistas, y que eso compensaría con creces los impactos negativos de la austeridad en la economía del país.

Pero el gobierno interino le ha apostado todo a la austeridad, y ha generado toda la confianza inversionista que merece una gran y rolliza república bananera. Si el Senado sigue adelante y vota a favor de la destitución de la presidenta electa, eso podría precipitar al país a un largo período de deterioro económico, comparable a las décadas perdidas de 1980 y 1990.


(*) Es codirector del Centro de Investigación en Economía y Política (Center for Economic and Policy Research, CEPR) en Washington, D.C. y presidente de la organización Just Foreign Policy.

 

 

2-      Hermanos gemelos

 Por Emir Sader (Página 12, 21-8-16)

La estrecha alianza establecida entre los gobiernos de Argentina y Brasil a partir de la instalación de los gobiernos de Lula y Néstor Kirchner rompió con el largo proyecto norteamericano de afianzar su poder sobre el continente jugando a un país en contra del otro. Incluso en los años 90, EE.UU. hacía que ese juego funcionara en la negociación de las deudas de los dos países –así como México–, impidiendo, con el beneplácito de los presidentes de entonces, que la coordinación de los más grandes deudores del continente los fortaleciera en contra del FMI, el Banco Mundial, el Club de Paris, y la Secretaria del Tesoro de EE.UU.

La alianza establecida entre Lula y Néstor Kirchner fue un hito en las relaciones entre los dos países. A partir de aquel momento, se asumieron como hermanos gemelos, con destinos e intereses comunes.

Entonces se fortaleció el Mercosur y se expandieron los procesos de integración regional hacia Unasur, el Banco del Sur, el Consejo Sudamericano de Defensa y el Celac.

Nunca EE.UU. estuvo tan aislado de Latinoamérica como a partir de aquel momento. Fue una marca notable en la historia del siglo XXI de nuestro continente. Los movimientos sociales, partidos de izquierda, gobernantes, intelectuales de los dos países, entidades como Clacso, Alas, entre tantas otras, se han movieron de forma similar y coordinada, con la conciencia de cómo los procesos históricos de los dos países están articulados estructuralmente, de cómo los destinos de los dos países caminan irreversiblemente juntos. Quedó claro de que hacia donde van Argentina y Brasil, va a ir América Latina.

No es un accidente que las operaciones de retorno de la derecha a los gobiernos de los dos países reciba un apoyo tan inmediato y entusiasta de Washington, con visitas y acuerdos de las autoridades norteamericanas, recibidas por los gobernantes de los dos países con la actitud subalterna que había caracterizado a esos países en gran parte del siglo pasado. EE.UU. tiene conciencia de lo que significa para sus planes internacionales romper el aislamiento que sufría en Latinoamérica y, al contrario, poder contar con gobiernos –por más antipopulares que sean, por más que sean producto de maniobras antidemocráticas– para debilitar al Mercosur, a Unasur, a Celac, y al mismo tiempo que dar oxígeno a la Alianza para el Pacifico.

Ese cambio en la correlación de fuerzas en la región, simultaneo, hace que el péndulo del continente tienda hacia el otro lado. El Mercosur siente los efectos de las trasformaciones, así como el clima político general en la región. Uruguay, Bolivia, Ecuador y Venezuela, reaccionan, de forma solidaria, conscientes de cómo los cambios ponen en cuestión los destinos mismos del conjunto del continente.

En un libro que saldrá próximamente en varios países, con el título Las vías abiertas de América Latina, que yo coordiné, con análisis sobre Argentina, Bolivia, Brasil, Ecuador, Uruguay Venezuela, se abordan los procesos vividos por esos países en este siglo, como interpretación indispensable, hechas desde adentro de esos procesos, para enfrentar las crisis y buscar formas positivas de superación. Un análisis general de Álvaro García Linera da el marco general de la situacion del continente, mientras que textos de Ricardo Forster, Manuel Canelas, Emir Sader, René Ramírez, Constanza Morera y Alfredo Serrano, enfocan la situación de cada país.

La conciencia de la naturaleza de la nueva situación enfrentada por el continente, así como la coordinación de los esfuerzos de todos los países, es condición indispensable para enfrentar la contraofensiva imperialista protagonizada por las derechas de nuestros países. La gran mayoría de las fuerzas que se oponen a los proyectos de restauración conservadora tienen conciencia de ello, aunque existan, absurdamente, quienes se suman a la lucha en contra del golpe en Brasil, pero no lo hacen hacia un gobierno absolutamente similar en sus intentos macabros, como el Mauricio Macri en Argentina.

Si hasta recién se ha avanzado de forma más o menos empírica en esos países, promoviendo los más grandes avances que hemos tenido simultáneamente en nuestra historia, ahora solo podremos seguir avanzando a partir de una conciencia clara de las razones por las que hemos logrado esos avances, cómo nos enfrentamos a los obstáculos impuestos por la derecha y de qué forma podremos construir un nuevo ciclo de avances, que sólo podrá se dar a partir de la coordinación –política, social, económica, intelectual– de los que nos jugamos, por entero, en todos los países, sin restricciones, para que América Latina retome el camino de la construcción de sociedades más justas, solidarias, soberanas y humanistas.

 

No fue un error, el presidente piensa así

Héctor Mauriño (vaconfirma.com.ar, 14-8-16)

               

El Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina (UCA) informó que en el primer trimestre del gobierno de Cambiemos se sumaron 1,4 millones de personas a la pobreza.

El diputado nacional del Frente Renovador Marco Lavagna, un exponente moderado del opoficialismo, sostuvo que el aumento de tarifas lanzado por el gobierno nacional “fue brutal” y se hizo “sin medir el más mínimo impacto”.

El índice de precios al consumidor del Congreso, conocido como IPC-Congreso y tenido por bueno cuando el actual gobierno era oposición,  reflejó un avance de 2,4% respecto de junio, echando por tierras las expectativas, cada vez más flacas, de que la inflación baje al menos un poquito.

El ex presidente del Banco Central y miembro del equipo económico del Frente Renovador Aldo Pignanelli, advirtió que la inflación es del 45% anual y comienza a haber “un estado de frustración muy grande en la población”, porque “están aplicando las mismas políticas que llevaron a la crisis de 2001”.

El semanario británico The Economist, considerado poco menos que por palabra sagrada por la clase gerencial que hoy gobierna la Argentina, advirtió en su último número que "la luna de miel de Mr Macri está llegando a su fin" tras un "torpe manejo del tarifazo”.

También esta semana, el presidente fue interpelado en Mar del Plata por un grupo de manifestantes que quería acercarse al lugar donde habló para plantearle que “los más humildes no pueden afrontar el ajuste feroz. El asunto terminó, una vez más, como en Cresta Roja o en La Plata, en una violenta represión con gases y balas de goma.

Por si faltaba algo, la vicepresidenta Gabriela Michetti quedó imputada por las sospechas sobre el origen del dinero que le robaron de su casa el día del balotaje presidencial.

No hay duda de que no fue una buena semana para el gobierno. Al analizar el devenir de los acontecimientos, todo parece indicar que fue tan rápida la ofensiva antipopular y antinacional que encabeza Mauricio Macri como vertiginoso parece ser su deterioro.

Esta semana, también, Macri se prestó a una entrevista para el portal norteamericano BuzzFedd en la que dijo que no sabe si los desaparecidos “fueron 9.000 o 30.000, si son los que están anotados en un muro o muchos más” y rindió homenaje a la teoría de los dos demonios, al aludir al terrorismo de estado bajo el apelativo de “guerra sucia” creado justamente por la dictadura.

En su liviandad, Macri recuerda aquello que dijo -en aquel caso injustamente- Sarmiento sobre Rosas: “hace el mal sin pasión”.

 Con la gravedad que le confiere ser presidente, plantea algo tremendo como si se tratara de una banalidad, una puja por el resultado de un partido de fútbol. “No me quiero meter en ese debate”, dice en relación a los desaparecidos como si recién bajara de un plato volador y ese tema le fuera totalmente ajeno.

Relativizar, desde la primera magistratura de la Nación, la mayor tragedia de la historia argentina, así como al pasar, sin mayor énfasis ni pasión, ¿no es hacer el mal?

La condena al terrorismo de estado es fundacional en esta democracia. Junto con la subordinación del poder militar al poder civil -que Macri también relativiza-, la defensa irrestricta de los derechos humanos y la condena a todas las formas de opresión, forma parte indisoluble del acervo cultural argentino desde 1983.

Por cierto hay una minoría, cuyos intereses expresa entre otros el diario oficialista La Nación, que pone en duda esos valores porque sus integrantes son en buena medida por los que auspiciaron el golpe cívico militar y se sienten por encima del conjunto de la sociedad.

En realidad, Macri ya dijo cuando era candidato que se iba a terminar “el curro de los derechos humanos”, pero ahora que es presidente y representa los intereses de una minoría, que hable de “guerra sucia” y niegue los desaparecidos es mucho más grave. Suena a severa advertencia.

El negacionismo de Macri no es un error de los muchos que comete a diario en su sorprendente desconocimiento y desprecio por las cuestiones que preocupan a la gente. Es un acto deliberado. Todos en su gobierno expresan lo mismo, desde el ex secretario de Cultura de la municipalidad de Buenos Aires Darío Lopérfido, eyectado precisamente por sus temerarias declaraciones, hasta el secretario de Derechos Humanos de la Nación, Claudio Avruj, interesado en poner en un pie de igualdad a los familiares de las víctimas con los de los victimarios.

Macri, desearía “no entrar” en este debate que la sociedad argentina ya tiene saldado -sólo aguarda que se haga justicia-, porque si entra tendría que admitir que está del lado de los represores y no de sus víctimas, como buena parte de los de su clase.

No puede decirlo con todas las letras porque el grueso de la sociedad lo condenaría. Pero mientras tanto no renuncia a correr el arco un poquito cada día. No hay duda de que si lograra imponer su proyecto retrógrado, apelaría a la mentada reconciliación o a cualquier otro argumento falaz para dar por cerrada la etapa de la justicia. No lo hace porque no puede.

Cada vez que Macri trata de avanzar sobre esta sólida conquista moral de los argentinos, miles de personas se movilizan espontáneamente para cerrarle el paso. Como ocurrió cuando un juez servil intentó humillar a Hebe de Bonafini -que para el presidente es “una desquiciada”-, o al día siguiente se sus insólitas declaraciones al portal estadounidense, con la multitud que acudió a acompañar a las Madres en la ronda 2.000 de la Plaza de Mayo.

Como se puede advertir por las malas noticias que el gobierno tuvo que digerir esta semana, sus políticas devastadoras tocan límites concretos.

Puede ser que, a diferencia de lo que planteaba Alfonsín, con la democracia de Cambiemos no se cure, no se coma, ni se eduque, pero si ni siquiera se condena el terrorismo de Estado es probable que la gente empiece a pensar que no sirve para nada.

 

 

Un camino peligroso

Por Oscar Laborde* (Página 12, 29-7-16)

En la campaña electoral del entonces candidato Mauricio Macri, prácticamente no hubo referencias a lo que se proponía en el tema de política exterior, solo algunas generalidades como “acercarse al mundo”. Pero después de su triunfo mostró el verdadero plan que llevaría adelante.

Primero, con la designación de Susana Malcorra como canciller. Conocida en el mundo diplomático por su nula experiencia en el tema de las relaciones exteriores, antes de su ingreso a las Naciones Unidas esta ingeniera electrónica venía del sector privado. En 2004 fue designada para encabezar el Programa Mundial de Alimentos, sin que mediara una solicitud de la Cancillería de su país. A poco de andar, se vio su dependencia con el Departamento de Estado norteamericano, incluso a través de las filtraciones de los Wikileaks, donde aparecen las órdenes que permanentemente le daba la embajadora norteamericana ante dicho organismo, Susan Rice.

Quedó claro, inmediatamente, la intención del gobierno argentino no sólo de distanciarse de la región sino de colaborar en el desmembramiento del Mercosur. Los gestos del presidente Macri fueron inequívocos: pedido de aplicar la carta democrática a Venezuela, que contempla incluso la separación del país acusado; ausencia en la cumbre de presidentes de la Celac; demora en el traspaso de la presidencia pro tempore del Mercosur a Venezuela; trabas al ingreso efectivo de Bolivia; falta de aporte absoluto a los diputados del Parlasur; todo sumado a la no presencia de dignatarios de la región en los festejos del Bicentenario de nuestra Independencia.

La integración regional construida en los últimos años, y que nos protegió de de los acontecimientos negativos que vivía el mundo, sufre el desinterés y la desatención del gobierno argentino, conviviendo, por otra parte, con permanentes elogios a la Alianza del Pacífico, a la cual Argentina ingresó como observador, participando el presidente Macri en su última Cumbre.

Además de esa actitud hacia la región, en las declaraciones, en las prioridades y en los hechos, como en el episodio del hundimiento de un barco pesquero chino, nos estamos alejando de los Brics y los Brics se están alejando de nosotros.

Mientras tanto, nos visitó el presidente Barack Obama y Macri se entrevistó con los mandatarios europeos David Cameron, Francois Hollande y Angela Merkel manteniendo compromisos de abrir nuestra economía, sin ningún beneficio ni condición a cambio. En el caso de la entrevista con el primer ministro británico fue todavía más grave, ya que se ignoró el reclamo de soberanía de nuestras Islas Malvinas, dejando un antecedente en los códigos diplomáticos muy delicado. Luego de años de avanzar y contar con el respaldo de decenas de países y organismos de todo el mundo, esta postura desbarató todo lo realizado.

Pero, ¿cuáles serán las consecuencias prácticas de este giro copernicano que colabora con el desmembramiento del Mercosur, perjudica la integración regional y nos aleja de los Brics?

Se debilita el intercambio intrarregión, que es más del 40 por ciento de nuestro comercio exterior. Nos distanciamos de Venezuela, que adquiere gran cantidad de productos manufacturados y nos vende muy poco. Se bloquea el ingreso de Bolivia al Mercosur, una economía en expansión y potencial comprador de lo elaborado en nuestro país. Esto hace un cóctel muy peligroso para nuestra industria nacional y para nuestra economía.

El alineamiento con Estados Unidos en torno a la Alianza del Pacifico conlleva un riesgo gigantesco de primarización económica, donde lo “exportable” son los commodities y no los productos industriales. Además, el debilitar o directamente abandonar el Mercosur sería enviar a grandes sectores económicos como el de automotores, alimentos procesados, textil, calzado, al derrumbe, ocasionando, inevitablemente, un duro crecimiento en el desempleo.

En los encuentros del presidente Macri con mandatarios de los países centrales no se obtuvo un solo compromiso de inversión ni de compra de productos argentinos. La situación de Brasil y los gestos con Rusia y especialmente hacia China, nos distancia de uno de los motores de la economía mundial como son los Brics.

Se debilita la Unasur y la Celac, organismos de reciente creación que tuvieron gran vitalidad, dándonos una presencia que nunca habíamos tenido en la política mundial y que han colaborado en la unidad de nuestros países y en la solución de conflictos e intentonas golpistas.

En el tema de soberanía de Malvinas, el Brexit permitiría una gran oportunidad para forzar al Reino Unido para que cumpla con la resolución de la ONU de constituir una mesa de diálogo. Pero los gestos y dichos del gobierno demuestran que no está entre sus prioridades ese justo e histórico reclamo.

Se está transitando un camino sumamente peligroso, que puede traer consecuencias muy duras para nuestro país y para nuestro pueblo.

*Director del Instituto de Estudios de América latina-CTA.

 

Traición a la Patria

 Por E. Raúl Zaffaroni * (Página 12 10-8-16)

Creemos llegado el momento de requerir un mínimo de seriedad en las afirmaciones jurídicas insólitas difundidas por los medios masivos de comunicación social, al menos en cuanto a la invocación del tipo de traición a la Patria, esgrimido como recurso para desarchivar la imputación del fiscal Nisman, pues semejante pretensión excede por años luz el límite de lo jurídicamente opinable, al tiempo que pone en serio riesgo el objetivo preambular de asegurar la paz interior.

Todos los absolutismos del mundo, desde los tiempos de la Roma imperial, manipularon el concepto de traición para matar a todos sus enemigos políticos: basta recordar que el Tribunal del Pueblo nazista, bajo la idea de deslealtad, asesinó a miles de personas.

La Revolución Inglesa y el Iluminismo le habían puesto un freno a este deporte letal. Montesquieu advertía que es suficiente que la definición de este crimen fuese vaga para que el gobierno degenere en despotismo.

Los ingleses también habían sido generosos colgando opositores. Blackstone citaba a Montesquieu para propugnar la contención de esta práctica. Los norteamericanos le hicieron caso y definieron la traición en la Constitución, aclarando que only eso era traición y nada más, aunque después consideraron traición también a alguna rebelión armada.

En 1853 copiamos esa fórmula en nuestra Constitución. El dispositivo cambió de número, pero siempre con el mismo texto (art. 103 original, 33 de 1949, actual 119).

Se ha dicho que se usó este artículo contra Perón en 1956. No es cierto. El juez de facto Botet, en la dictadura de 1955, procesó a Perón y de paso a casi todo el peronismo, retorciendo el actual art. 29 y combinándolo con la famosa asociación ilícita, que hoy se aplica a Milagro Sala. Pero no usó el texto del 119. Esto es una novedad del ultimísimo tiempo.

En efecto: hubo muchos despropósitos jurídicos, pero la pretensión de manipular el 119 es de nuestros días.

Una cosa es abusar irresponsablemente del lenguaje para injuriar con esa calificación, lo que lamentablemente sucedió varias veces, pero otra muy diferente y mucho más grave, es pretender que la calificación tiene algún asidero jurídico, que es lo que hoy parece que se pretende.

Toda la doctrina constitucional argentina sostiene que ese artículo es una garantía y que no puede hacerse ninguna extensión arbitraria. No hay constitucionalista que diga otra cosa. Joaquín V. González quizá haya sido el más claro, pero se puede citar a otros muchos: Bidart Campos, Zarini, Vanossi, etc.

Tampoco hay penalista que haya escrito sobre el tema que no le asigne la misma naturaleza de garantía. Sin embargo, hoy se pretende manipular el concepto por fuera de la Constitución y, lo más insólito, es que nadie parece alarmarse demasiado.

La primera parte del art. 119 dice terminantemente que la traición contra la Nación consistirá únicamente en tomar las armas contra ella, o en unirse a sus enemigos prestándoles ayuda y socorro. Como lo subrayan todos los juristas argentinos que escribieron sobre esto, dice únicamente.

También por unanimidad, todos los doctrinarios del derecho penal, de todos los tiempos y de las ideologías más variopintas, afirman que esa definición presupone una guerra internacional. Vaya alguien a una biblioteca y lea a Gómez, Soler, Núñez, Fontán Balestra, González Roura, Levene, Creus, por citar sólo a algunos de los que ya no están entre nosotros.

En todo lo anterior no hay media biblioteca que diga otra cosa: no hay ningún folleto, salido de la pluma de algún constitucionalista o penalista argentino, que diga algo diferente.

La Nación Argentina fue víctima de una agresión, pero una agresión es una victimización, no una guerra. En último caso, la agresión internacional habilita al estado agredido a una guerra defensiva, pero esto nunca lo hizo la Nación Argentina, sino que se limitó a seguir los pasos procedentes conforme al derecho internacional, reclamando la extradición y sanción de eventuales responsables. No hay guerra de uno, la guerra siempre es entre dos.

El derecho internacional procede como el penal en caso de legítima defensa. Si alguien le propina un puñetazo a otro, se trata de una agresión ilegítima y el agredido puede defenderse, pero si no responde, no hay ninguna legítima defensa, sino sólo la agresión sufrida.

Nunca hubo una guerra con Irán, ni siquiera un preparativo. Jamás nuestros militares se prepararon para atacar a Irán. Por suerte, no hubo ni la más mínima intención bélica por parte de la Nación Argentina agredida.

El art. 18 constitucional prohíbe la pena de muerte por causas políticas, y si faltase el 119, esta disposición hubiese sido burlada, porque cualquier causa política hubiese podido ser considerada traición. Son dos disposiciones complementarias, pero que tienen un único objeto históricamente bien definido: evitar la confusión de cualquier delito con la traición, con lo cual la Constitución quiso erigir un obstáculo a toda tentativa de regresión a los sangrientos episodios de las luchas fratricidas del siglo XIX.

Nuestros constituyentes no copiaron el art. 119 sólo por mera imitación, sino también –y fundamentalmente– porque perseguían el objetivo de obstaculizar una regresión a los fusilamientos fratricidas. No lo evitaron, pero buena intención no les faltó.

Cuidado con esta creatividad perversa: la Constitución dice claramente que la traición es únicamente lo que ella dice y nada más, como garantía para todos los ciudadanos. Es expresa la voluntad constitucional de que nadie –al calor de cualquier circunstancia– manipule la estricta definición de la traición, sabiamente consagrada por nuestra Constitución desde 1853, porque eso implica abrir las compuertas a represalias y venganzas políticas ilimitadas, o sea, legitimar una regresión a tiempos de guerra civil, por fortuna superados.

Si bien los últimos tiempos nos acostumbran a despropósitos, este es de muy alto calibre, pudiendo decirse que con la tentativa de manipulación del artículo 119 constitucional se ha descompuesto el termostato jurídico. Aquí es bien válido el pará la mano con decir cualquier disparate peligrosísimo y pretender que eso es derecho.

* Profesor Emérito de la Universidad de Buenos Aires.

 

 

 

Club de Cultura Socialista de Neuquén      Remitimos adjunto el boletín correspondiente a agosto: 

Contenido temático del Boletín Marcha No. 175

El presente boletín está dedicado exclusivamente a nuestros países de América del Sur. Comenzamos con un artículo del vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, que tituló “Luchar, vencer, caerse, levantarse; hasta que se acabe la vida”; este artículo está formado por ideas esenciales para entender la realidad actual, por lo que recomendamos enfáticamente su lectura por parte de socios y amigos del Club.

Continuamos con reportaje a Leonardo Boff, sacerdote franciscano hasta 1992 y uno de los principales teóricos de la Teología de la Liberación, realizado por Martín Granovsky y que tituló con una de sus frases: “Nos asusta que Estados Unidos negocie dos bases con Macri”. A continuación pasamos al análisis, dentro del marco general expuesto por García Linera, de la situación particular de Brasil y de nuestro país. Para el caso de Brasil seleccionamos dos artículos: “Erosión de la confianza y desacreditación de Brasil” de  Mark Weisbrot y, luego el del intelectual brasileño Emir Sader, cuyo trabajo tituló “Hermanos gemelos”.

Para el análisis de la situación argentina elegimos los siguientes artículos: “No fue un error, el presidente piensa así” de Héctor Mauriño, el trabajo titulado “Un camino peligroso” de Oscar Laborde, dedicado a la política externa del gobierno y finalmente, cerrando el presente boletín, el artículo de Raúl Zaffaroni, “Traición a la Patria”.

Esperamos que la selección de artículos resulte de utilidad y del agrado de nuestros socios y amigos, a quienes invitamos a sumarse al grito de ¡Libertad ya para Milagros Sala!




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