domingo, 5 de febrero de 2017

medio siglo de terrorismo y asesinatos selectivos red que opero en Estados Unidos y en todo el mundo Chaubloqueo Museo Che Guevara

HISTORIA DE LA BUENA...!

 

 

 

 

OPERACIÓN 40

 

por Fabian Escalante

 

La historia de Cuba durante los últimos 50 años está preñada de agresiones, crímenes,

bloqueos, leyes asesinas y acciones terroristas por parte de Estados Unidos. Conocer

aquellos hechos, posibilita a las nuevas generaciones de cubanos, poder enfrentar con

éxito las políticas que el poderoso vecino del Norte proyecta sistemáticamente

contra nuestra invicta Revolución.

 

Una de las páginas de aquella historia, es la denominada “operación 40”, que

en su accionar por más de una década, realizó actividades de todo tipo contra

Cuba: subversivas, terroristas, asesinatos,  narcotráfico, cabildeos en el congreso

norteamericano etc. en la que se vieron involucrados muchos de los políticos

cubano-americanos que han conformado lo que se denominó “la mafia cubana

de Miami”, uno de cuyos representantes fue Jorge Más Canosa, colaborador de

la familia del presidente George W.  Bush y “líder” de los congresistas Lincoln

Díaz Balart, Ileana Ross, Marco Rubio, Robert Menéndez y demás

politiqueros miamenses.

 

La operación 40 fue un aparato creado por la CIA en 1960 para organizar un sistema

de contrainteligencia dirigido a descubrir y eliminar a los agentes e informantes de

la seguridad cubana en Miami, durante los preparativos de la invasión de Bahía de

Cochinos, en abril de 1961 y que después devino en estructura de terror y muerte.

 

En el testimonio del Inspector General de la CIA Lyman Kirkpatrick a la comisión

creada por el Presidente Kennedy que investigó las causas del fracaso de la invasión

de Bahía de Cochinos, aparece un retrato de la misma:

 

“Sin embargo en ciertos aspectos, el “Frente Revolucionario Democrático”,

FRD[1] demostró ser un instrumento útil. Un ejemplo de esto fue el servicio de

contrainteligencia y seguridad que, bajo estrecho control del proyecto, se

convirtió en una eficiente y valiosa unidad de apoyo del FRD a la base de la CIA

en Miami y al Proyecto[2].

A mediados de marzo de 1961, esta organización de seguridad comprendía 86

empleados, de los cuales 37 fueron entrenados como oficiales de caso. El servicio

graduó cuatro cursos de su propio centro de entrenamiento, cuyo jefe de

instrucción era un policía….”

 

Por su parte, José Raúl Varona González, uno de los mercenarios

 capturados en Girón, jefe de inteligencia militar de la Brigada 2506

 expresó en los interrogatorios realizados:

 

“En el mes de marzo (1961), alrededor del día 7, llegó a la base de

 Retalhuleu, (Guatemala) el señor Vicente León al frente de 53 hombres

 diciendo que él había sido enviado por la oficina de Joaquín Sanjenis,

 jefe de la inteligencia civil, con una misión que decía se llamaba

 “operación 40”, la cual incluía la inteligencia civil dentro de las

 ciudades que serían ocupadas. Añadió que ellos eran un grupo especial

 e independiente que no tenía que ver en nada con la Brigada y que

 irían en la retaguardia ocupando pueblos y ciudades…Su misión era

 ocupar los archivos de los cuerpos de inteligencia, edificios

 públicos, bancos, industrias y capturar a los jefes y líderes en todas

 las ciudades e interrogarlos…. Estos señores que componían la

 operación 40 fueron seleccionados por el señor Joaquín Sanjenis en la

 ciudad de Miami y llevados a una finca cercana, donde tomaron unos

 cursos y fueron sometidos al detector de mentiras….”

 

Como ya se mencionó, el jefe de la operación 40 fue José Joaquín

 Sanjenis Perdomo, ex jefe de la policía del Palacio Presidencial en

 época de Carlos Prío y sus colaboradores más cercanos fueron: Félix

 Gutiérrez, Orlando Piedra, Mariano Faget, Bernard Baker, Eugenio

 Hernández, Félix Rodríguez, Ignacio y Guillermo Novo, Luis Posada,

 Orlando Bosh, Ricardo Morales Navarrete, Virgilio Paz, José Dionisio

 Suarez, Alvin Ross, Pedro Luis Díaz Lanz, Frank Sturgis, Gerry

 Hemmings, Felipe Rivero y otros más que posteriormente fueron

conocidos por sus acciones criminales y terroristas.

 

Todos fueron veteranos de la invasión mercenaria y varios de ellos,

 oficiales destacados de los aparatos represivos de la dictadura de

 Fulgencio Batista, que como antes se refirió, entre sus misiones

 fundacionales estuvo la vigilancia  de la comunidad cubana de Miami en

 busca de agentes cubanos, por cierto con muy poco éxito. Luego, cuando

 Girón, vinieron en las ultimas embarcaciones, como “escuadrón de la

 muerte” con la misión de asesinar a los líderes  revolucionarios y

 capturar la documentación de los eventuales colaboradores políticos

 del gobierno. ´

 

Después de la derrota  de Girón, regresaron a la madriguera y

 continuaron con la vigilancia sobre la comunidad cubana  y además

 recibieron la encomienda por la CIA de “liquidar” a todos aquellos que

 resultaran sospechosos, entiéndase exilados de tendencia progresistas,

 acusados de proyectar “un comunismo sin Fidel”.

 

En 1963, varios de sus elementos participaron en el complot para

 asesinar al presidente Kennedy el 22 de noviembre, entre los cuales se

 estaban: Eladio del Valle, Herminio Díaz, Sergio Arcacha, Antonio

 Veciana, Carlos Bringuier, Frank Sturgis, Gerry Hemmings, Orlando

 Bosh, Pedro Luis Díaz, David Morales, y Howard Hunt.

 

En 1965 el grupo se había ampliado extraordinariamente, recibía del

 gobierno, es decir la CIA, 2 millones y medio de dólares anuales para

 financiar sus actividades, además de un amplio apoyo logístico. Sus

 tareas eran variadas y se extendían desde la organización de

 “protestas” frente a empresas, consulados o embajadas relacionadas con

 Cuba hasta la ejecución de operativos contra embarcaciones comerciales

 con destino o provenientes de la Isla.

 

En 1967, investigadores norteamericanos relacionaron a varios de estos

 sujetos con el asesinato del candidato a la presidencia Robert Kennedy.

 

En esos años, la Operación 40 dependía de la División de Asuntos

 Domésticos de la CIA, que comandaban Tracy Barnes y Howard Hunt

 quienes la reorientaron a labores de contrainteligencia a escala

 nacional, particularmente sobre cubanos o norteamericanos

 eventualmente relacionados a Cuba, usurpando funciones al FBI. Otra

 misión priorizada entonces, fue la eliminación física de líderes

 políticos hostiles a Estados Unidos en América del Sur o colaborar con

 dictaduras locales, como la de Anastasio Somoza en Nicaragua o Alfredo

 Stroessner en Paraguay.

 

Paralelamente casi desde sus inicios, el narcotráfico fue uno de sus

 “negocios” priorizados, aprovechando a los hombres que tenían

 diseminados por el continente y la red de aviones, casas de seguridad

 con que contaban en la Florida, donde funcionarios venales o ex

 colaboradores de la guerra contra Cuba, prestaban sus servicios para

 tales empeños. Así se construyó un complejo y eficiente “mecanismo” de

 traslado y distribución de drogas a escala nacional.

 

En 1967 la Operación 40 recibió la misión de colaborar con la captura

 y asesinato del Comandante Ernesto Guevara en Bolivia, de manera que

 varios de sus agentes partieron para diferentes puntos de la geografía

 latinoamericana.

 

Luis Posada Carriles, junto a Ricardo Morales Navarrete en Venezuela,

 fundaba la DISIP, (policía secreta) responsabilizada con la represión

 del movimiento revolucionario en ese país y base de operaciones para

 el apoyo para la lucha anti guerrillera; Antonio Veciana en la Paz,

 Bolivia desde una “cubierta” en las oficinas de la USAID, atendía una

 importantísima misión que consistía en descubrir las zonas donde

 operaba la guerrilla del “Che”.

Para ello la CIA facilitó el contacto con una empresa aérea, la “Mark

 Hurd Aerial Surveys Inc” utilizada en Vietnam y otras latitudes en

 labores exploratorias bajo cubierta. Noche tras noche partiendo de la

 base Howard en el Canal de Panamá, realizaba misteriosos vuelos

 nocturnos para descubrir el desplazamiento de los guerrilleros, por

 medio del calor que emitían sus cuerpos, en las noches frías de la

 región o descubrir sus necesarias fogatas, provistos de una novísima

 tecnología destinada a esos fines. Cada película tomada era enviada

 urgentemente a California, donde los operativos de la CIA iban

 lentamente componiendo los movimientos de la columna guerrillera.

 

Estos pilotos también utilizaban pequeñas pistas aéreas, que en su

 época fueron construidas para la búsqueda de petróleo, utilizando

 radiotransmisores que servían de faros para la navegación.

 Adicionalmente, un destacamento de rangers bolivianos fue entrenado en

 la “zona del Canal de Panamá” y varios asesores de origen cubano,

 capitaneados por Félix Rodríguez Mendigutía y Gustavo Villoldo, se

 destinaron  con las informaciones recopiladas, a perseguir y

 finalmente aniquilar a los guerrilleros y asesinar al Che.

 

En 1970  los “pupilos” de Sanjenis, se dedicaban –según el  FBI—

“intensamente al tráfico de estupefacientes en colaboración con la

 familia mafiosa de Santos Traficante”. En esa época, uno de los aviones

 a cargo de la Operación 40 se estrelló al sur de la Florida ocupando el

 FBI varios kilogramos de cocaína y heroína a bordo. Poco después, dos

 integrantes de la Operación  40  Juan Restoy  y Alonso Pujols Jr,

veteranos de Girón fueron aprendidos por estas actividades.

 

En ese tiempo, el Procurador General norteamericano John Mitchell

 declaró a los medios de prensa que con esas capturas se desarticulaba

 una de las más importantes redes nacionales de traficantes de drogas,

 pero, desafortunadamente para el gobierno, Restoy “escapó” de la

 cárcel y fue asesinado por personas desconocidas, lo que dio origen a

 un rumor en la comunidad cubana que había sido ejecutado para que en

 sus declaraciones no involucrara a la CIA en el contrabando.

 

Sanjenis se “retiró”, en 1972 luego de recibir una medalla por sus

 servicios a la CIA, aunque varios informantes aseguraron que antes de

 entregar los expedientes de sus pasadas actividades los copiaron y

 entonces se dedicaron a la extorsión de personas en el exilio.

 

En 1974 el FBI conoció  qué 4 cubanos de la operación 40 se reunieron

 en las Vegas con el mafioso Antony  Spilotro de la “familia” de Chicago

 quien actuando desde una joyería, supervisaba los negocios de sus

 asociados. La nueva misión de estos “libertadores” era organizar una

 red de distribución en el sur de Miami, respaldada por el gánster

 Santos Traficante. A su vez, según el informe del FBI, éstos cubanos

 estuvieron relacionados con Fernando Penabaz, para entonces cumpliendo

 condena federal por iguales motivos.

 

En 1974, poco después de iniciado el conocido escándalo político de

 “Watergate” donde 5 miembros activos de la operación 40[3]  fueron

 arrestados mientras colocaban micrófonos en las oficinas del Partido

 Demócrata, José Joaquín Sanjenis Perdomo falleció de “muerte natural”

 y cosa extraña, su familia no fue notificada de su deceso hasta

 después de las honras fúnebres.

 

Probablemente a causa de la necesidad de borrar las huellas, la CIA

 después del proceso de Watergate, disgrego la operación 40 y su

 “núcleo”–según el  FBI-- fue distribuido en dos direcciones, un destacamento de 30

 hombres se destinó a una unidad especial de la DEA denominada Deacon

 I, que bajo el mando del coronel Lucien Conein, debía “luchar contra

 el narcotráfico” con métodos “irregulares”, entre los que se

 encontraban infiltrar, controlar y eliminar, es decir asesinar, a los

 líderes y capos claves de los principales carteles de la droga en

 Latinoamérica.

 

La otra, encabezada por Orlando Bosch, Luis Posada, Alvin Ross, José

 Dionisio Suarez, Felipe Rivero, los hermanos Novo Sampol etc,  debían

 organizarse en una transnacional del terrorismo, algo que la CIA

 denomino “Comando de Organizaciones Revolucionarias Unidas” CORU, el

 cual se dedicó atacar, asesinar diplomáticos cubanos y atacar empresas

 que comerciaban con Cuba, al tiempo que ajustaba las cuentas a todos

 aquellos exilados de la comunidad que tuvieron posiciones blandas con

 respecto a las relaciones con la Isla, iniciando a partir de entonces,

 una campaña denominada la “guerra por los caminos del mundo” que en

 los años setenta sembró el terror en el Continente y en el mismo

 exilio cubano; causante de números crímenes de lesa humanidad, el más

 conocido, el derribo de un avión cubano de pasajeros en pleno vuelo,

 todo ello, con el pleno respaldo de las autoridades norteamericanas,

 que facilitaron los medios y refugio seguro a los terroristas.

 

Entonces, ¿la operación 40 se extinguió en la fecha que formalmente

 señaló la CIA o en una metamorfosis infinita, aún vive y actúa?

 

 

 

OPERACION 40       2da Parte

 

Tras la publicación de la primera parte de este trabajo, un lector,

 nos hizo llegar la información que señalaba a José Joaquín Sanjenis

 Perdomo, el jefe de la Operación 40, como el portero del edificio

 Dakota de Nueva York, en el momento (1980) en que fue asesinado John

 Lennon.  Según otras fuentes consultadas, Sanjenis o José Perdomo, como

 se hacía llamar entonces, era en efecto el portero de la mencionada

 edificación y quien disparó al inmortal cantante de rock, ocasionando

 su muerte.

 

Como se recordará en mi anterior trabajo concluía con la pregunta:

 Entonces,  ¿la operación 40 se extinguió en la fecha que formalmente señaló la

 CIA o en una metamorfosis infinita, aún vive y actúa?.

 

Motivado por la inquietud del lector y la pregunta antes referida,

 reexaminé archivos, accedí a nuevas fuentes y tras consultar personas

 que en su momento conocieron informaciones relativas a este operativo,

 obtuve los siguientes resultados.

 

La operación 40 -cuyo criptónimo era AM/OT-fue creada en los comienzos

 de  1960 a propuesta del jefe de la CIA Alan Dulles y la supervisión de

 Richard Nixon, entonces vicepresidente de Estados Unidos. A sugerencia

 de George Bush padre, para sustentar el operativo se designó a Félix

 Rodríguez Mendigutía como recaudador de fondos, entre las empresas

 norteamericanas que habían sido afectadas por la Revolución cubana.

 

Más tarde, como ya se mencionó, fue la policía secreta de la CIA en la

 comunidad cubana exilada, destacamento encargado de la limpieza de

 “comunistas” en los territorios que ocuparan los brigadistas y luego

 grupo de operaciones especiales que se encargaban desde la

 organización de “protestas públicas” en consulados y embajadas con

 relaciones con Cuba, hasta el asesinato de personas calificadas por la CIA como peligrosas.

 

Desactivada formalmente en 1974 al calor del escándalo de “Watergate”

 y las investigaciones del comité del senador Frank Church, que conoció

 sobre los complots de la CIA para asesinar líderes políticos

 extranjeros, experimentó una metamorfosis que dio origen a dos grupos,

 uno en la DEA al mando del coronel Lucien Conein que tenía como

 finalidad “operaciones especiales” y el otro liderado por Orlando Bosh

 y sus asociados responsabilizados con las campañas terroristas que por

 entonces se planeaba incrementar, no solo contra Cuba, sino a escala

 continental y que adicionalmente les posibilitó a estos matarifes

 eliminar a varios de sus competidores dentro Estados Unidos.

 

El grupo destinado a la DEA se organizó en una unidad operativa

 denominada Deacon I al mando del susodicho Conein, mercenario y

 veterano agente de la OSS y la CIA, quien había dirigido en 1963 el

 asesinato de los hermanos Ngo Diem, entonces gobernantes en Vietnam

 del Sur, y a partir de 1975, se dedicó asesinar a jefes de los

 carteles latinoamericanos que dirigían el contrabando de drogas hacia

 Estados Unidos, infiltrando a sus hombres, que luego actuando de

 mediadores cobraban comisiones para hacer fluir la droga, de manera

 que ésta llegara puntualmente a Estados Unidos. Después, en 1982 fue

 parte del grupo organizado por el Teniente coronel Oliver North,

 asesor de seguridad nacional, para dirigir la guerra contra la

 Nicaragua Sandinista y entonces, dada su vasta experiencia en el

 contrabando de drogas, junto a Félix Rodríguez Mendigutía, Luis Posada

 Carriles y Rafael “Chichi”  Quintero,  organizó la red de narcotráfico más

grande hasta entonces y que luego fue conocida por el escándalo del

“Irán-Contra”. En 1989 este “eximio” patriota murió plácidamente en su

cama a los 79 años.

 

El grupo de Bosh, en los inicios de los setenta,  encabezando a los

exilados más recalcitrantes, con la anuencia de las autoridades

norteamericanas y la CIA recrudecieron las acciones terroristas contra

personal e instituciones cubanas radicadas en terceros países. Entre

ellos, Poder Cubano, Movimiento Insurreccional de Recuperación

 Revolucionaria, Movimiento Nacionalista Cubano, Acción Cubana, Frente

 de Liberación Nacional, Omega 7 y RECE, fueron las más notables y

 agresivas.

 

En 1976 en República Dominicana se fundó, a instancias de la CIA, el

 Comando de Organizaciones Revolucionarias Unidas (CORU), que agrupó a

 las mencionadas organizaciones y líderes, encabezados por Orlando

 Bosch, Felipe Rivero, Alvin Ross, José Dionisio Suárez, Luis Posada

 Carriles, los hermanos Guillermo e Ignacio Novo Sampol y otros.

 

El hecho significó la integración, por primera vez en esta historia de

 agresiones, de una red de terrorismo internacional que se proponía

 llevar la guerra  contra Cuba a cualquier rincón del universo. Ellos

 mismos la denominaron “la guerra por los caminos del mundo”.

 

El secuestro de pescadores en aguas jurisdiccionales cubanas se hizo

 una práctica habitual. Durante el primer semestre de 1971, los

 guardacostas norteamericanos secuestraron en diferentes ocasiones a

 pesqueros cubanos con decenas de tripulantes y los condujeron a Miami

 para inducir su deserción, sabotear su trabajo y aterrorizar a sus

 familiares. A finales de ese mismo año, comandos terroristas

 bombardearon el puerto oriental cubano de Boca de Samá, donde

 resultaron muertas dos personas y cuatro heridas, entre ellas una

 niña. Pequeñas lanchas, barcos de ferrocemento o embarcaciones de

 mayor calado fueron atacados  por lanchas piratas que se aproximaron a

 nuestras costas durante todo el decenio.

 

El 4 de abril de 1972 explotó una bomba en el consulado cubano en

 Montreal, Canadá, hiriendo de muerte a uno de sus diplomáticos; el año

 siguiente se caracterizó por el envío de cartas explosivas a las

 embajadas de Cuba en España, Perú y Argentina, entre otras. Se

 colocaron bombas o se lanzaron artefactos explosivos contra las sedes

 diplomáticas cubanas en México, Canadá, Jamaica, España y Francia.

 

En 1974, tras colocar dos bombas en Caracas, Venezuela,  Bosch y

 varios de sus secuaces visitaron a dictador chileno Augusto Pinochet

 en Chile y les ofrecieron su concurso para el asesinato de los líderes

 políticos disidentes a los golpistas, a cambio de un reconocimiento

 internacional. Para ello coordinaron con el Gral. Manuel Contreras

 jefe de la DINA[4] y coordinador de la operación Cóndor, que por

 entonces comenzaba  - guiado de la mano de la CIA -  a dar sus primeros

pasos para aunar los servicios policiacos de las dictaduras suramericanas

en su lucha contrarrevolucionaria.

 

En los propios Estados Unidos, se realizaron numerosas acciones

 terroristas.

Entre 1973 y 1976 el FBI investigó 103 atentados dinamiteros y seis

 asesinatos cometidos por estos grupos en los Estados Unidos. Consideró

 que constituían “la red terrorista más peligrosa de cuantas operaban

en esa nación”.[5]

 

La ola de atentados y crímenes se generalizó en este decenio. Ni la

 prensa ni el gobierno de los Estados Unidos pudieron ignorar el

 descontrol que permitía moverse a esos grupos. Guerras intestinas,

 delaciones, antagonismos de grupos extremistas contra los

 conciliadores, amenazas de muerte a figuras del exilio y a

 periodistas, alianzas que se enfrentaban, antiguos ajustes de cuenta

 entre gánsteres y batistianos, escapaban a los dispositivos policiales

 y políticos.

 

El 12 de abril de 1974, a las 9:25 de la noche, cuatro disparos

 acabaron con la vida de José Elías de la Torriente Ajuria, acusado de

 incumplir sus promesas de “liberar a Cuba” y de embolsarse los dineros

 recogidos para ello; unas semanas después colocaron una bomba en el

 auto de Ricardo Morales Navarrete, alias El Mono, considerado el autor

 del atentado al ex capitán del Ejército Rebelde devenido

 contrarrevolucionario miamense, Juan Constanzo Palau. Por esas fechas

 apareció muerto Ernesto Rodríguez Díaz, cabecilla del Movimiento

 Demócrata Cristiano. El 21 de febrero de 1975 fue asesinado Luciano

 Nieves, propugnador de una corriente de coexistencia, y el 31 de

 octubre voló por los aires el auto del gángster, ex senador batistiano

 y torturador, Rolando Masferrer Rojas.

 

En abril de 1976 Emilio Milián, un comentarista político radial,

 perdió ambas piernas en un atentado. El día 13 fue asesinado Ramón

 Donestévez, partidario de cambiar la hostilidad con Cuba, quien ya

 había sufrido otros atentados. El 23, Rafael Betancourt, activista por

 la reanudación de las relaciones, detectó una falsa bomba bajo el

 asiento de su auto. El 14 de mayo fue ultimado frente a su casa Héctor

 Soto; un francotirador liquidó al emigrado Andrés Purriños, vinculado

 a Alpha 66, y el 29 apareció asesinado en los pantanos de los

 Everglades Jesús González Cartas, El Extraño, gángster, asesino y

 extorsionador.

 

Juan José Peruyero, un veterano dirigente de la Brigada 2506 dedicado

 al tráfico y la venta de drogas, fue ultimado a tiros. En ese propio

 año el CORU planificaba liquidar a Miguel Ángel Peraza, quien había

 testimoniado contra la organización en un juicio celebrado en Miami.

 En 1975 se hizo frecuente el empleo de artefactos explosivos;

 aparecieron colocados en el aeropuerto internacional de Miami, en dos

 oficinas de correos del condado Dade, en la oficina de Seguridad

 Social, en un edificio del gobierno federal, y en un banco.

 

A pesar del interés del gobierno de los Estados Unidos para lograr que

 estas organizaciones actuaran fuera de su territorio, no alcanzaron a

 escapar a esa vorágine de terrorismo y asesinatos. En realidad, las

 organizaciones contrarrevolucionarias en el exterior nunca quisieron

 limitar su accionar en territorio norteamericano; además tenían

 cuentas pendientes que ajustar entre ellos mismos.

 

En 1976 colocaron una bomba en la Academia de Música y otra en el

 PalladiumTheatre, ambos en Nueva York; en abril, otra bomba explotó en

 la Universidad de Miami, donde hablaría la activista

 afronorteamericana Angela Davis. Organizaciones terroristas como el

> Frente de Liberación Cubano, Comandos 0 y Poder Cubano se

> responsabilizaron con estos hechos.

> 

 

 

La ola de asesinatos y atentados aterró a los turistas y a los

 residentes de Miami. Se hizo necesario que el equipo del FBI se

 reforzara con agentes de las oficinas centrales en Washington; pero

 los crímenes no se detuvieron.

En julio de 1977, un extenso plan de actividades terroristas a

 desarrollarse en Miami fue descubierto por las autoridades cubanas e

 informado a sus homólogos estadounidenses mediante nuestros

 diplomáticos ante la ONU. Ni a uno solo de los terroristas mencionados

 en el informe se le molestó.

Siguieron actuando con toda impunidad. Más tarde fue asesinado, en

 Queens Boulevard y calle 53, en el barrio de Queens, Nueva York, el

 diplomático cubano Félix García; le hicieron cuatro disparos desde una

 motocicleta al lado de su auto. En 1979 asesinaron a Carlos Muñiz

 Varela, joven dirigente de la Brigada Antonio Maceo que propiciaba los

 viajes a Cuba y el acercamiento de la comunidad cubana  con la Isla.

 Estos crímenes han quedado impunes.

 

Aquella ofensiva no era sólo contra Cuba. Estaba inscrita en la

 estrategia terrorista desplegada por los Estados Unidos en América Latina.

 

Así pudieron cometerse con impunidad los asesinatos del general chileno Carlos Prats

y su esposa, en Argentina; el intento de asesinato, en Roma, Italia, de Bernardo Leighton,

líder demócrata-cristiano y su esposa; y el asesinato en Washington en 1976 del ex

canciller Orlando Letelier y su secretaria Ronny Moffit, con la participación

directa de contrarrevolucionarios cubanos.[6]

 

 

Esta “guerra por los caminos del mundo” realmente no conoció fronteras

 ni coberturas diplomáticas. Las embajadas cubanas fueron un objetivo

preferido de los ataques terroristas. 

El 23 de julio 1976 intentaron secuestrar al Cónsul cubano en Mérida y

asesinaron a su acompañante, el técnico de la pesca Artañán Díaz;

secuestraron y desaparecieron —en contubernio con las autoridades

argentinas— a dos diplomáticos cubanos en ese país; ametrallaron la

sede diplomática en Colombia; llevaron a cabo un atentado con explosivos en la

embajada guyanesa en Trinidad y Tobago. Estas acciones terroristas contra nuestros

funcionarios y sedes diplomáticas tuvieron como uno de sus momentos culminantes

la destrucción total, en abril de 1976, a causa de una potente bomba, de los locales

de la embajada cubana en Portugal. Murieron dos  diplomáticos: Adriana Corcho y

Efrén Monteagudo

 

La Misión Cubana ante la ONU ha sido quizás la representación

 diplomática más afectada por las acciones de los terroristas de origen

 cubano radicados en los Estados Unidos: en siete ocasiones la atacaron

 con artefactos explosivos. El 6 de junio de 1976 una potente bomba

 estalló en la puerta del edificio, escapando milagrosamente con vida

 el personal. Amenazas de agresión, planes de secuestro contra

 funcionarios cubanos ante la ONU, un plan en 1977 para asesinar al

 propio Embajador y a dos secretarios que fue neutralizado, y una bomba

 que no llegó a explotar bajo el automóvil de aquel, son algunas de las

 principales acciones contra esa sede.

 

En julio de 1976 elementos contrarrevolucionarios colocaron una bomba

 en el equipaje de un avión de pasajeros de la aerolínea Cubana de

 Aviación en Jamaica, que hizo explosión en tierra; colocaron

 artefactos explosivos en una oficina de la British West Indian

 Airlines que tenía negocios con Cuba y en el auto del gerente de

 Cubana de Aviación en Barbados; pusieron una bomba en Air Panamá, en

 Colombia, y en el vehículo del funcionario colombiano encargado de las

 relaciones con Cuba; ubicaron otra en el aeropuerto de Panamá y una

 más en las oficinas de Cubana de Aviación,  y la atroz voladura en

 pleno vuelo de un avión comercial cubano el 6 de octubre de 1976, que

 costara la vida a 73 personas inocentes. Solo unos meses después, en

 1977, fue denunciado un plan terrorista que pretendía atacar aviones

de Cubana de Aviación e Iberia, en los aeropuertos de Madrid, Caracas

 y República Dominicana.

 

En resumen, en ese aterrador decenio se ejecutaron un total de 377

acciones terroristas de todo tipo: asesinatos de diplomáticos y otros

funcionarios, bombas en embajadas y otras instalaciones cubanas,

secuestro de pescadores, ataques piratas, incursiones armadas contra

objetivos costeros, asesinatos de líderes del exilio que propiciaban

un acercamiento con su patria.

 

Por otra parte, un recuento de los asesinatos selectivos y conocidos

 realizados contra líderes políticos por la operación 40 o sus

 ramificaciones muestran los siguientes: intentos de envenenamientos

 durante los años 60 y

61 contra Fidel Castro en Nueva York y la Habana respectivamente; el

asesinato en 1963 del presidente norteamericano John F. Kennedy;

atentado con bazuca en 1964 en la sede de la ONU en Nueva York contra

el comandante Ernesto Guevara y su posterior asesinato a finales de

1967 en  Bolivia; asesinato en 1968 del candidato presidencial Robert.

F. Kennedy; cinco intentos homicidas contra Fidel, durante su viaje a

Chile en 1971; el asesinato al siguiente año del general chileno

Carlos Pratts y su esposa, en Argentina; el atentado en 1975 al

chileno Bernardo Leighton en Roma, asesinato en 1976 del ex canciller

chileno Orlando Letelier en Washington; el derribo en 1976 de un avión

cubano en pleno vuelo, que provocó la muerte de 73 personas; el

asesinato de John Lennon en Nueva York durante 1980 y quien sabe

cuántos crímenes más todavía desconocidos.

 

La guerra que Estados Unidos desató contra Nicaragua durante la década

 de los ochentas hizo modificar la estrategia terrorista de la CIA y

 los servicios de inteligencias norteamericanos, que hasta entonces se

 fundamentaba las “operaciones autónomas” es decir, ejecutarlas fuera

 de su territorio, que le posibilitara  “negar plausiblemente” los

 dramáticos y terribles resultados.

 

Las guerras de finales de siglo contra Yugoslavia e Irak y más tarde,

a comienzo de este, contra Libia, Irak, Afganistán, Siria, Palestina,

los territorios del Kurdistán, les posibilito comprender que no era

necesario ocultarse tras las espaldas de otros, que había que

organizar sus propios ejércitos paramilitares y privados que hicieran

 el trabajo sucio, incluso, asesinar-de manera aséptica- desde un

 avioncito sin piloto; pero además y lo más importante, difundirlo

 públicamente al Mundo, exaltar en los medios masivos a sus “asesinos”

 disfrazados de libertadores, esa era y ha sido la nueva estrategia.

 Las cárceles privadas, los centros de tortura clandestinos, en fin,

 todo lo execrable del Imperio, puesto en colores para el gran cine y

 la Televisión con sus interminables series.

 

La Operación 40 fue el balón de ensayo, el instrumento que sirvió para

 que Estados Unidos y las demás potencias imperiales, elevaran el

 terrorismo de estado a una nueva dimensión, en la cual todo aquel que

 disienta puede ser asesinado y desacreditado, en su mal llamado “Mundo Libre” y “democrático”.

 

 

[1]Frente Revolucionario Democrático, organismo político pantalla de

 la CIA, destinado a aglutinar a la colonia de exilados cubanos

 liderado por Manuel Antonio de Varona Loredo.

 

[2]Proyecto, así era denominado la operación para derrocar al gobierno

 revolucionario.

 

[3] Bernard Baker, Frank Sturgis, Virgilio Paz,  Eugenio Hernández  y

 James Mc Cord

 

[4] DINA, Dirección  de Inteligencia Nacional

 

[5] Citado por José Luis Méndez Méndez: Los años del terror, Editorial

 de Ciencias Sociales, La Habana, 2006.

 

[6] Los hermanos Ignacio y Guillermo Novo Sampol fueron condenados por

 estos crímenes a cadena perpetua y liberados más tarde por las propias

 autoridades norteamericanas.

 




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