90 CUMPLEAÑOS DEL CHÉ. ANÉCDOTAS de GIRALDO MAZOLA.
El Skoda de Eleazar Jiménez
Sé que no doy ninguna noticia al mencionar la afición del Che por el ajedrez. Se deleitaba jugando. Creo que era para él una forma de descansar, de atenuar las múltiples preocupaciones y responsabilidades que tenía.
Era un jugador fuerte, según el argot de los aficionados; no tenía el virtuosismo de los jugadores que alcanzan títulos de Grandes Maestros o Maestros Internacionales, pero incluso estos no lo podían subestimar.
Generalmente a los aficionados -y me cuento entre ellos- nos gusta enfrentar a otros jugadores de fuerza similar a la nuestra.
Aprendía mucho cuando jugaba con Eleazar Jiménez, pero siempre perdía y rara vez le hice tablas y del mismo modo no me gustaba jugar con los que derrotaba fácilmente. Al Che le pasaba lo mismo. Como jugábamos bastante parejo nos agradaba enfrentarnos.
Antes del triunfo de la Revolución el ajedrez estaba muy poco extendido; la política de promover la masividad en el deporte provocó un cambio asombroso y fue precisamente el ajedrez la actividad deportiva que alcanzó mayor auge en un plazo más breve.
No cabe la menor duda que la influencia del Che fue decisiva en ese salto. Su asidua asistencia a los campeonatos y torneos estimularon la afición y a los jugadores cubanos más relevantes, a la vez que comprometía a la dirección del INDER a prestar adecuada atención a ese deporte, que en aquella época todavía muchos no lo consideraban como tal y subvaloraban su importancia.
Cuando comenzamos a celebrar los torneos "Capablanca in Memórian" con la asistencia de los más destacados ajedrecistas del mundo, el Che siempre encontraba tiempo para pasar por el hotel Habana Libre y extasiarse mirando las diferentes partidas de la jornada de ese día. A veces venía un momento, se iba para alguna reunión y volvía al final de la sesión.
Los torneos "Capablanca in Memórian" se organizaron muy bien desde sus inicios. El público seguía las partidas sentado detrás del área acordonada para los jugadores con un respetuoso silencio, poco típico de los cubanos, o frente a los tableros murales situados más distantes.
Dentro del área de juego propiamente dicha, además de los jugadores, árbitros y las autoridades de la Comisión de Ajedrez, el Che se movía discretamente, sin molestar a nadie, desplazándose de un tablero a otro, después de estudiar la situación de la partida.
Cuando algún jugador extranjero se levantaba para estirar las piernas mientras su contrincante pensaba su jugada, advertía su presencia ya habitual, lo saludaba y se apartaban un rato para comentar el desarrollo de las distintas partidas.
Llegó a ser una visita cotidiana a esos eventos. Conocía bien a los jugadores cubanos destacados de esa época y conversaba mucho con ellos estableciendo un clima de amistad muy fraternal con todos. Era campeón nacional Eleazar Jiménez, conocido entre los ajedrecistas y sus amigos con el apodo de "Cuco", nuestro único Maestro Internacional entonces. Era el poseedor del primer título de ese nivel que habíamos alcanzado después de Capablanca y que pronto obtendrían decenas de nuevos jugadores.
Pero en aquella época era sólo Eleazar quien lo ostentaba. Hombre apacible, de honda fibra revolucionaria, que tuvo además la virtud de ser maestro de maestros. Transmitía con absoluto desprendimiento todas sus experiencias a los jugadores más jóvenes. Tenía una gran e innata habilidad pedagógica que le facilitaba trasladar sus conocimientos y se sentía orgulloso cuando los veía emerger con mejores cualidades que las suyas.
Mulato, de Ciego de Avila, era muy sencillo y respetuoso. Conversaba con el Che cotidianamente pues al Comandante le gustaba conocer su balance del estado de las partidas de una jornada, si arribaba a la mitad de la ronda, antes de hacer su recorrido por los distintos tableros.
Un día, durante un evento, aprovechando la confianza y amistad que nos unía desde la etapa insurreccional en la cual siempre me brindo apoyo económico, albergue y aliento, me solicitó que le pidiera algo al Che para él.
Eleazar nunca me pidió nada, excepto mi valoración sobre la situación política en algún momento dado o mi criterio sobre una decisión que iba a tomar. Me sorprendió además su balbuceo para explicarse. Por fin, me refirió que la actividad ajedrecística que realizaba, compartida todavía con su trabajo como contador en una empresa de transporte interprovincial, le tenían su tiempo sumamente ocupado y ya no le era posible desplazarse en guagua y cumplir sus compromisos, cada vez más crecientes, con el ajedrez. Eso después se resolvió cuando se dedicó por entero al ajedrez como profesor en la Universidad de La Habana y vinculado a la Comisión Nacional de Ajedrez.
En síntesis, necesitaba que lo autorizaran a comprar un auto; había conocido que se estaban vendiendo a técnicos y cuadros de la industria unos pequeños autos Skoda, de Checoslovaquia, y quería que yo se lo planteara al Che. Le pregunté por qué él mismo no se lo decía si conversaban frecuentemente y él sabía que el Che lo apreciaba. Incluso traté de convencerlo que era mejor que él mismo se lo planteara, pero ni modo, como dirían los mejicanos.
Me insistió, reiteró la necesidad que tenía, pero no quería decírselo él. Accedí. Después me di cuenta que no le había pedido nunca nada al Che y me sentí en una situación embarazosa.
Al día siguiente coincidí con el Che en el Capablanca. Solíamos, cuando nos veíamos allí, comentar las partidas. Ese día llegó con poco tiempo, dio una vuelta rápida por los tableros, me vio y me preguntó sobre una partida que había concluido y comentamos algo sobre otra que estaba muy tensa pues los dos jugadores habían consumido la mayor parte de su tiempo y hacían presurosos las últimas jugadas.
Allí mismo le hablé del asunto. Quizá debí esperar otra ocasión. Brevemente le dije lo que quería Eleazar, aderezándole mi opinión y recordándole lo que una vez le había contado de su actitud política antes y después del triunfo revolucionario.
Con cierta picardía en los ojos me dijo: "Cuando deje de hacer tantas tablas, se decida a empezar a ganar y deje de ser tan conservador jugando, vamos a pensar en eso". Se fue enseguida porque llevaba prisa y miraba con frecuencia el reloj para no llegar tarde a donde iba.
Me dejó parado en el medio del salón con aquella difícil respuesta. Cuando miré a mi alrededor vi que Eleazar, sentado delante de su tablero, con ambas manos en las sienes y los codos en la mesa nos había estado observando a pesar que su partida no era fácil: jugaba contra el ex campeón mundial Mijail Tal.
El Che tenía cierta razón pero en aquellos tiempos Eleazar era el jugador cubano de más posibilidades, encabezaba el equipo cubano cuando salía a torneos y tenía que enfrentarse desde esa posición con los jugadores extranjeros más estelares, que habían sido o eran campeones mundiales o habían participado en las eliminatorias para esos campeonatos.
Es cierto que en su cotejo final en un torneo hacía muchas tablas, pero también era cierto que para esos mismos jugadores no era fácil derrotar a Eleazar.
Su estilo de juego era muy sólido, con un gran dominio teórico, y sus contrincantes, de primera línea, no eran tampoco presa fácil. Una tabla con esos experimentados jugadores no era para desdeñar.
Esa noche le dije a Eleazar lo que me respondió el Che. Me escuchó con atención y me pareció que esperaba cualquier respuesta menos esa. No me hizo comentarios sobre lo que dijo sobre el auto, pero sí sobre su propio juego, quizá herido en su orgullo de jugador, y con suma calma me dijo: "El Che dice eso pero su propio juego es más cauteloso que el mío".
Días después coincidí de nuevo con el Che en ese torneo. Venía con más tiempo y estaba muy jovial. Desde que me vio me llamó y me preguntó si le había dicho a Eleazar lo que me dijo y si iba a ser más agresivo. "Ayer hizo tablas de nuevo; ahora le di una vuelta y me parece que está mejor".
Cuando le trasmití la respuesta de Eleazar sobre su propio juego, que maticé con el lenguaje de un contrincante habitual disfrutando esa valoración, exclamó: "¿Conservador yo? ¡Ni jugando al ajedrez!"
Eleazar estaba complicado en su partida pero pocos minutos después terminó con otras tablas. Me dije, "hoy no es el mejor día para hablar del Skoda", pero el Che pensaba otra cosa. Cuando lo vio libre se le acercó y yo me les uní. Le preguntó por la partida recién concluida, diciéndole a la vez que le parecía que había logrado ventaja, con una sutil duda sobre la decisión de hacer tablas. Cuco explicó como desde una posición determinada la aparente ventaja suya estaba muy comprometida por debilidades estructurales de los peones en un flanco y así, era necesario equilibrar para no llegar a un final donde todo indicaba que su contrario tendría una mejor posición y ciertas posibilidades de ganar.
La explicación la hizo moviendo las piezas en el tablero y respondiendo preguntas de otros jugadores cubanos y fue convincente; los demás se fueron y el Che bromeando y con afecto le dijo que iba a establecer un récord de tablas para llegar al tema que quería: "Así que tú dices que yo soy conservador jugando" Eleazar le aclaro enseguida :"No precisamente conservador, su juego es cauteloso, cerrado y a jugadores de similar fuerza no es fácil ganarle pero tampoco Usted puede imponérseles fácilmente'
Con rapidez puso todas las piezas sobre el tablero y le dijo: "Mire Usted hace habitualmente esta apertura de dama; utiliza estas variantes de ataque de acuerdo a la respuesta del contrario. Son buenas, sólidas y generalmente las juega bien pero todas conducen a un equilibrio en el medio juego y a una ventaja posicional después, que puede dar la superioridad material de un peón, pero en un juego muy cerrado.
Usted nunca usa aperturas como ésta o ésta, -y mientras explicaba hacía las primeras jugadas de cada una- que provocan un juego abierto más movido y riesgoso para quien no domina todas las alternativas que son muchas. Su defensa habitual contra la apertura de dama es... -y de nuevo diferentes variantes- ...y contra la apertura de peón rey juega así....Como ve no usa ésta ni ésta otra defensa que le dan una dinámica más activa al juego. El Che lo observaba e interrumpía para aclarar alguna variante defensiva que había usado y sumergido ya en la explicación, preguntaba por qué era malo un movimiento calificado así por Eleazar en una de esas defensas y de nuevo Cuco ofrecía otras explicaciones. En fin, toda una disección de su estilo de juego, visto por Eleazar.
Para mí fue muy interesante pues había jugado mucho con el Che y no podía hacer esa valoración global. Pensé incluso que me iba a servir para vencerlo más fácilmente después, pero no fue así. No logré esa ventaja de dicha disertación. No me era fácil vencerlo y generalmente nuestras partidas llegaban al final con una ventaja mínima pues casi nunca dejaba una pieza descuidada, ni era posible alcanzar una superioridad apreciable.
Allí no se habló del auto. Eleazar también le habló de su propio juego y le reprodujo las posiciones de dos o tres partidas tablas en ese mismo torneo contra varios de los mejores jugadores. En eso invertimos más tiempo. Después nos separamos y seguimos viendo el desarrollo de otras partidas.
No pasaron muchos días cuando de la oficina del Che me llamaron para que localizara a Eleazar y le diera la dirección y el nombre del funcionario que debía ver para que le vendieran el auto Skoda.
Cuando Eleazar lo recogió se percató al llegar a su casa que debajo del asiento del chofer había una mocha y un sombrero de guano. El Che le recordaba de ese modo otra conversación que habían tenido sobre el trabajo voluntario en la que Eleazar explicaba que debido a su actividad le era muy difícil asistir a movilizaciones quincenales en la zafra y el Che le insistía que siempre era posible programar eso. Cuco le mostró sonriendo a su esposa el recordatorio y al mes siguiente se fue a cortar caña.
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Tania la argentina que murió en la guerrilla del Che https://youtu.be/mgtVfWNyGAA Cubanos resucitan a guerrillera argentina del Che en Bolivia.
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la revolucion en Argentina que quiso el Che Museo Ernesto Che Guevara Primer Museo Suramericano en Buenos Aires CABA Argentina
Izquierdista entusiasta, y compañero revolucionario Eladio Gonzalez muestra el contenido de su afamado museo Che Guevara en Caballito, Buenos Aires..
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informó el Museo " ERNESTO CHE GUEVARA " de Caballito, CABA
calle Rojas 129, esq. Yerbal, Buenos Aires (AAC 1405) Argentina
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Tel. 4 903 3285 Irene Rosa Perpiñal - Eladio González (Toto)
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¡ Salven a los argentinos !..... "las ballenas".
Las Islas Malvinas fueron, son y serán siempre ARGENTINAS.
Guantánamo es cubano ¡ fuera los norteamericanos de allí ! invasores colonialistas como los ingleses.
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