De: Pio Celestino [mailto:plcefe@aol.com]
Enviado el: sábado, 14 de julio de 2018 18:31
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The karmic weight of Brazilian history
Leonardo Boff
Eco-Theologian-Philosopher
Earthcharter Commission
The grave magnitude of the Brazilian crisis is such that we lack means of explaining it. Trying to go beyond the classic approaches of critical sociology or history, I have invoked the explanatory capacity of the psychoanalytical categories of "light" and "shadow;" generalized as personal or collective anthropological constants. I tried out a possible understanding that comes to us from the theory of chaos, an important chapter of the new cosmology, because from this chaos, in a situation of the highest complexity and relationship interaction, life as we know it arose, including our life. This has proven to be capable of identifying that Powerful and Loving Energy that sustains everything, the Generating Principle of all Beings, and of opening to Him with veneration and respect.
I ask myself what other category in the repository of human wisdom could shed light on the darkness in which we all are now submerged. Then I remembered a telling dialogue between the great British historian Arnold Toynbee and eminent Japanese philosopher Daisaku Ikeda, that took place over several days in London. (cf. Choose life, Elige la vida, Emece. Buenos Aires 2005) Toynbee and Ikeda both believe that karma is real, be it personal or collective. Putting aside the different interpretations that have been given to karma, it seemed to me that this is a category of the highest antiquity, used by Buddhism, Hinduism, Jainism and Spiritualism to explain personal and collective phenomena.
Originally, Karma was a Sanskrit term meaning strength and movement, centered in the word "action" that provokes a corresponding"reaction". This collective aspect seemed important, because I do not know (I could be wrong) of any conceptual category in the West that explains the historic evolution of entire communities and their institutions in their positive and negative dimensions. Perhaps, given the strong individualism that is typical of the West, the conditions needed to give rise to a sufficiently embracing concept have not yet been present.
Each person is marked by the actions taken in life. This affects not only people, but the whole environment. It is about a sort of ethical current account whose balance is in constant flux, according to the good or bad actions realized; the "debits" and "credits". Even after death, the person, in Buddhist belief, carries this account into all future rebirths, until the negative ledger diminishes to zero.
Toynbee gives it another twist that is illuminating and seems helpful in understanding our history. History is comprised of inter-related networks, into which each person is inserted, linked to those that preceded the person and those in the present. There is a karmic functioning in the history of a people and its institutions, according to the levels of goodness and justice, or evil and injustice they produced over time. This is a kind of a heritage that remains, impregnating everything. The hypothesis of the many rebirths is not necessary, because the network of connections guarantees the continuity of a people's destiny (p.384). The karmic realities impregnate institutions, landscapes, shape the people and mark the singular style of a people. This karmic force operates throughout history, marking the facts, be they beneficial or malignant. C.G.Jung somehow noted that in his archetypical psychology.
Let's apply this karmic law to our situation. It is not hard to recognize that we carry a very heavy karma, derived in great part from the genocide of the Native nations, the super exploitation of the slave work force, the injustices perpetrated against large parts of the Black and Mestizo populations, relegated to the peripheries with families destroyed and corroded by hunger and disease. The Way of the Cross of suffering of those sisters and brothers of ours has more stations than the Way of the Cross of the Son of Man, when He lived and suffered among us. There is no need to mention the other evils.
Both Toynbee and Ikeda agree: "modern society (us included) can only be cured of its karmic charge through a spiritual revolution in the mind and heart" (p.159), along the line of compensatory justice and healing politics with just institutions. Without this minimal justice the karmic charge will not be dissolved. But that alone is not enough. There must be love, solidarity, compassion and a profound humanity for the victims. Love will be the most effective motor because, deep down, "love is the last reality" (p.387). A society that is not capable of effectively loving and of being less perverse will never overcome a history so marked by its karma. This is the challenge of our present crisis.
This is what the masters of humanity teach, such as Jesus of Nazareth, Saint Francis of Assisi, the Mahatma Gandhi, Martin Luther King, Jr, the Dalai Lama and Pope Francis. Only good karma redeems the reality of the force of evil karma..
If Brazil does not make this karmic reversion, Brazil will keep struggling from crisis to crisis, destroying her own future.
Leonardo Boff
06-24-2018
Free translation from the Spanish sent by
Melina Alfaro, alfaro_melina@yahoo.com.ar.
Done at REFUGIO DEL RIO GRANDE, Texas, EE.UU.
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El peso kármico de la historia de Brasil
Leonardo Boff
La amplitud de la crisis brasilera es de tal gravedad que nos faltan categorías para dilucidarla. Tratando de ir más allá de los clásicos abordajes de la sociología crítica o de la historia, me he valido de la capacidad explicativa de las categorías psicoanalíticas de "luz" y de "sombra" generalizadas como constantes antropológicas, personales y colectivas. Ensayé una comprensión posible que nos viene de la teoría del caos, capítulo importante de la nueva cosmología, pues de este caos, en situación de altísima complejidad y juego de relaciones, irrumpió la vida que conocemos, inclusive la nuestra. Esta se ha mostrado capaz de identificar aquella Energía Poderosa y Amorosa que sustenta todo, el Principio Generador de todos los Seres y abrirse a Él con veneración y respeto.
Me preguntaba qué otra categoría estaría en el repositorio de la sabiduría humana que pudiera traernos alguna luz en las tinieblas en las cuales todos estamos sumergidos. Entonces me acordé de un sugerente diálogo entre el gran historiador inglés Arnold Toynbee y Daisaku Ikeda, eminente filósofo japonés (cf. Elige la vida, Emecé. B.Aires 2005), que se realizó durante varios días en Londres. Ambos creen en la realidad del karma, sea personal, sea colectivo. Prescindiendo de las distintas interpretaciones que se le han dado, me parecía haber encontrado aquí una categoría de la más alta antiguedad, manejada por el budismo, el hinduismo, el jainismo y también por el espiritismo para explicar fenómenos personales y colectivos.
Karma es un término sánscrito originalmente que significa fuerza y movimiento, concentrado en la palabra "acción" que provoca su correspondiente "reacción". Este aspecto colectivo me pareció importante, porque, no conozco (puedo estar equivocado) en occidente ninguna categoría conceptual que dé cuenta del devenir histórico de toda una comunidad y de sus instituciones en sus dimensiones positivas y negativas. Tal vez, debido al arraigado individualismo, típico de Occidente, no hemos tenido condiciones de proyectar un concepto suficientemente abarcador.
Cada persona está marcada por las acciones que ha praticado en la vida. Esa acción no se restringe a la persona sino que connota todo el ambiente. Se trata de una especie de cuenta corriente ética cuyo saldo está en constante cambio según las acciones buenas o malas realizadas, vale decir, los "débitos y los créditos". Incluso después de la muerte, la persona, en la creencia budista, carga con esta cuenta por más renacimientos que pueda tener, hasta poner a cero la cuenta negativa.
Toynbee le da otra versión que me parece iluminadora y nos ayuda a entender un poco nuestra historia. La historia está hecha de redes relacionales dentro de las cuales se inserta cada persona, ligada a las que la precedieron y a las presentes. Hay un funcionamento kármico en la historia de un pueblo y sus instituciones según los niveles de bondad y justicia o de maldad e injusticia que produjeron a lo largo del tiempo. Este sería una especie de campo mórfico que permanecería impregnándolo todo. No se requiere la hipótesis de los muchos renacimientos porque la red de vínculos garantiza la continuidad del destino de un pueblo (p.384). Las realidades kármicas impregnan las instituciones, los paisajes, configuran a las personas y marcan el estilo singular de un pueblo. Esta fuerza kármica actúa en la historia, marcando los hechos benéficos o maléficos. C.G.Jung en su psicología arquetípica notó de alguna forma tal hecho.
Apliquemos esta ley kármica a nuestra situación. No será difícil reconocer que somos portadores de un pesadísimo karma, en gran escala, derivado del genocidio indígena, de la superexplotación de la fuerza de trabajo esclavo, de las injusticias perpretadas contra gran parte de la población negra y mestiza, lanzada a la periferia, con familias destruidas y corroídas por el hambre y por las enfermedades. El viacrucis de sufrimiento de esas hermanas y hermanos nuestros tiene más estaciones que el del Hijo del Hombre cuando vivió y padeció entre nosotros. No hace falta mencionar otras maldades.
Tanto Toynbee como Ikeda concuerdan en esto: "la sociedad moderna (incluídos nodotros) solo puede ser curada de su carga kármica a través de una revolución espiritual en la mente y el corazón" (p.159), en línea de justicia compensatoria y de políticas sanadoras con instituciones justas. Sin esta justicia mínima no se deshará la carga kármica Pero ella sola no es suficiente. Es necesario el amor, la solidaridad, la compasión y una profunda humanidad para con las víctimas. El amor será el motor más eficaz porque, en el fondo él "es la última realidad" (p.387). Una sociedad incapaz de amar efectivamente y de ser menos malvada jamás deconstruirá una historia tan marcada por el karma. Este es el desafío que la crisis actual nos suscita.
Es lo que pregonan los maestros de la humanidad, como Jesús, San Francisco, Dalai Lama, Gandhi, Luther King Jr y el Papa Francisco. Solo el karma del bien redime la realidad de la fuerza kármica del mal.
Si Brasil no hace esta reversión kármica permanecerá de crisis en crisis, destruyendo su propio futuro.
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