martes, 10 de abril de 2007

Los apodos de Ernesto Che Guevara

De las autodefiniciones del Comandante Ernesto Guevara de la Serna tal vez la más simpática de recordar sea la que se concedió cuando divagaba por el Continente en la búsqueda del Che: se describió "socialudo".

En carta a su madre, desde algún lugar entre Ecuador y Panamá, en su segundo periplo por América en 1953, se despachó como "socialudo, curiosa mezcla de socialista y boludo", según Julia Constenla, periodista argentina autora de "Celia, la madre del Che".

Durante su breve e intensa vida –solo necesitó 39 años para ingresar a la eternidad- el médico y exministro argentino-cubano Ernesto Guevara utilizó varios apodos: el más celebre de todos, Che, por la muletilla argentina de origen guaraní (significa persona). Lo bautizó Che el revolucionario cubano Antonio "Ñico" López, con quien se conoció en Costa Rica antes de que los hermanos Fidel y Raul Castro entraran en su vida en México. Che para acá, che para allá, muy pronto se quedó Che. En Guatemala también se encontró con la mujer que lo llevó a México y sería su primera esposa, la peruana y exiliada del partido Apra, Hilda Gadea.

En justicia el primero que utilizó el apodo Che para referirse al joven Guevara fue él mismo. En sus "Notas de viaje" y seguramente por las frecuentes referencias a los dos argentinos, escribió camino a Santiago de Chile: "Pero todo tiene su fin y Los Angeles nos daba el último adiós. El Che Chico y el Che Grande (Alberto y yo) muy seriamente estrechaban las manos amigas mientras el camión iniciaba su marcha hacia Santiago, llevando en su lomo poderoso el cadáver de la Poderosa II".

Su amigo Alberto Granado, compañero del viaje en motocicleta que lo llevaría por Argentina, Chile, Bolivia, Perú, Colombia y Venezuela en 1952, conocía su afición por el escándalo, según algunos biógrafos "Tenía varios apodos. También lo llamaban el "Loco" Guevara. Le gustaba jugar al chico malo… Por ejemplo, se jactaba de bañarse muy poco. Por eso también lo llamaban el "chancho" ("el cerdo"). Solía decir cosas como: ‘hace veinticinco semanas que no lavo mi camiseta de rugby. El sobrenombre se lo puso su amigo Carlos Figueroa, (Calica) estudiante de derecho.

De los primeros apodos, el que más mortificaba a su padre de pretensiones aristocráticas, era chancho (de la Serna era finalmente el apellido del ultimo virrey del Perú, derrotado y capturado por el Mariscal Antonio José de Sucre, a órdenes del Libertador Simón Bolívar, en la Batalla de Ayacucho que selló la Independencia de América el 24 de noviembre de 1824).

Chancho era por el cerdo o marrano o puerco, como dicen en Cuba incluso para referirse a su deliciosa carne. Para disimular o para divertirse a costa de su padre, quien siempre le reclamaba compostura, incluso firmaba sus cartas con una variante china: "Chang-Cho".

El chancho adquirió status en la revista de rugby Tackle, dirigida y fundada por él, que alcanzó la prodigiosa edición de once números. Todo un record aun entre periodistas profesionales. Los artículos los firmaba Chang-Cho. La misma o peor indignación causó a la oposición cubana, en su condición de presidente del Banco Nacional, cuando rubricó los billetes con el famoso monosílabo Che.

En Guatemala, en una fatigosa correría en busca de un puesto de médico en 1954, volvió a salir el chancho. "Me he convertido en un verdadero chancho, lleno de polvo y asfalto de la cabeza a los pies, pero estoy realmente contento", escribió.

En realidad el primer nombre de guerra fue Fúser, apócope del Furibundo Serna (otra alusión a la mamá, Celia de la Serna) por su rudeza en el juego del rugby. Sus propias notas de viaje y la película "Diarios de motocicleta" reivindican al Fuser y al pelao.

El apodo de Francotirador se lo alternaba con su amigo el abogado Argentino Ricardo Rojo, quien lo encontró en La Paz, Bolivia, en 1953, en su segunda América y fue el responsable de que no buscara a Granado en Venezuela, donde podía trabajar en la especialidad médica de su preferencia, sino que fuera a Guatemala donde se cocinaba la revolución del presidente Jacobo Arbenz. Después Rojo trató de disuadirlo para regresar a Argentina pero ya volaba con instrumentos propios. Sin duda conoció, por su cercanía con él, pero especialmente con su mamá, muchos secretos de Guevara, a quien incluso le decía Chancho cuando ya era el implacable comandante de la revolución cubana.

El encuentro en Centroamérica debía ser inolvidable. Rojo circulaba con unos amigos nuevos en una Ford 46 hacia el sur, camino a Costa Rica, y Guevara viajaba de Panamá a Guatemala. Viajaba era un decir porque iba a pie: "De pronto distinguimos dos siluetas chapaleando en el barro. No cabía duda: dos hombres caminaban dificultosamente por el borde de la carretera, en dirección contraria a la que llevábamos.. Eran Ernesto Guevara y Gualo García, con las bolsas de viaje a la espalda, calados de lluvia hasta los huesos, chorreándoles agua y transpiración sobre la cara".

Oficializado el Che en la historia de Cuba, pero como una reafirmación, consultó al respecto a Fernando Barral, un amigo de infancia, republicano español y médico que residía en Hungría. Después de confirmarle su identidad (Barral había preguntado en Budapest si aquel comandante cubano era el "Loco" Guevara), el "Loco" Guevara le escribió una nota y se despidió así:
"Saludos a tu familia de este superviviente de una época pasada y un abrazo fraternal del Che".
En el último renglón agregó, a manera de postdata: "Qué te parece mi nuevo nombre".
Se sabe que antes de viajar al Congo estuvo trás la organización de la guerrilla en la provincia argentina de Salta en 1963 , al mando del periodista Jorge Masseti (argentino) a quien se sumaron varios cubanos y argentinos. Si Masseti era el Comandante Segundo era porque alguien era el Comandante Primero, o como se denominara, o sea el mismo Che.

En Congo y Bolivia
En la clandestinidad de la guerrilla portátil del Congo –la "guerra" duró de abril a noviembre de 1965- se llamó Tatú ("Tres"). De Praga, rumbo a Cuba, salió un extraño personaje. Según el pasaporte era Ramón Benitez, como narra el periodista mexicano Paco Ignacio Taibo II en Ernesto Guevara, también conocido como el Che.

A Bolivia nunca llegó el Che, ni Ernesto Guevara, en noviembre de 1966. Procedente de Cuba, vía España, con escala en Brasil, en un vuelo de Iberia arribó finalmente un irreconocible vejete, medio calvo, bien afeitado, ingeniero de profesión, con pasaporte uruguayo: Adolfo Mena. También fue Fernando o Mongo.

Se alojó en el hotel Copacabana de La Paz. En la habitación se hizo un autorretrato, del cual lo único que se reconoce es el puro cubano. Tenía una carta de presentación de la Organización de Estados Americanos-OEA que le había conseguido Tania, la alemana de origen argentino Haydee Támara Bunke. (Tania heroina que muere junto a sus otros compañeros guerrilleros al cruzar "Vado del Yeso" a raíz de una emboscada que un campesino traidor y el ejército boliviano les tienden). Guevara luego, en la guerrilla, primero fue Ramón y después se convirtió otra vez en el famoso y perseguido Che.

El dibujo del pintor argentino Ciro Bustos, de un Guevara semicalvo y con una barba de pocos días y la declaración de el filósofo francés Regis Debray ambos hechos prisioneros después de verse con Guevara pudieran haber acelerado la suerte de los guerrilleros.

Bastará decir Che para que en todo el planeta se reconozca la imagen y presencial del audaz revolucionario. Salió cierta su temprana premonición de 1959, en el mensaje al amigo Julio Castro, el gaucho, cuando se despidió así: "… alguien a quien llaman y a quien la historia llamará…Che".
Atrás quedaron Fuser, Pelao, el "loco" Guevara, Chang-Cho, Francotirador, Tato, Ramón y todos los demás. El apodo más universal del pequeño condotieri del siglo XX, como se llamó en la carta de despedida a sus padres, Che, se convirtió en la identidad del rebelde más famoso del mundo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

El autor de Los apodos del Che Guevara es el escritor colombiano Jaime Horta