martes, 10 de abril de 2007

Che Guevara se conduele por muerte de un tío

CARTA DESDE ECUADOR
Testimonio de Edelmira Moore de la Serna

Por Froilán González y Adys Cupull.

Ante la imposibilidad de viajar a la hacienda de Edelmira Moore de La Serna, distante unos cuatrocientos kilómetros de la capital argentina, Guillermo, su hermano, la invitó a Buenos Aires para encontrarnos allí; era septiembre de 1994. Edelmira nos recibió con mucha amabilidad; sus botas, sombrero y ropa típica de las hacendadas, resaltaban su elegancia y encanto. Su palabra firme y decidida, nos hizo imaginar a una amazona moderna v culta, y además, domadora de sus caballos a los cuáles ella personalmente lleva a las ferias y exposiciones. Nos advirtió que no comparte las ideas de su primo Ernesto, aunque lo respeta. Ama la naturaleza, el campo, la lluvia. En esa intimidad, tal vez, sin proponérselo, Edelmira nos acercó al Che.


Su relato amoroso, tierno, aparece en nuestro libro Recuerdos de Familia, hoy, respondiendo al pedido y agradecimiento de varios lectores argentinos, hondureños, mexicanos, italianos y chinos que saben amar, continuamos con los relatos de la familia del Che.

Edelmira Moore de a Serna relató:

Mis recuerdos, son limitados y escasos, los hijos de mi tía Celia salían con sus primos los Córdova, todos ellos eran considerados como muy liberales. Por ejemplo, las chicas podían salir solas con sus novios y eso en aquella época no se estilaba. Mi tía era muy vivaz, muy divertida, con mucha vida, le gustaba el campo, preparar la carbonada. (Guisado compuesto de carne desmenuzada, choclos, zapallo, patatas y arroz).

Mi padre no quería, porque cuando Celia cocinaba se demoraba mucho la comida, pero eso a ella no le importaba, no tenía horarios. Las discusiones entre ambos nos divertían a todos. Así que a Ernestito lo recuerdo de chico, porque de chico lo dejé de ver. Yo fui una nena de familia, muy protegida, muy aparte de ellos. Mis primos llevaban una vida muy divertida, hacían lo que deseaban y mi madre me educó con un poco de temor, no me permitía reunirme con mis primas porque eran de ideas de avanzada, tanto los Guevara como los Córdova.

Yo he sentido mucho respeto por Ernesto, porque aunque no compartí ni comparto para nada sus ideas, me impresionó mucho cuando supe que había muerto y que le habían cortado las manos. Si él hubiera caído en el combate, hubiera sido una muerte coherente con sus ideas, que no son las mías.

Mis tíos y tías se opusieron al casamiento de mi tía Celia con don Ernesto, pero ella se fue a vivir con su tía Mercedes Lacroze Llosa, que era su tutora. Mi madre la amparó para que se casara, porque ésa era la voluntad de mi tía y había que respetarla. Se casó en el departamento de mi madre, en la calle Peña. Yo conservo la foto de bodas de mi tía Celia, tal vez nunca la hayan visto, se la voy a entregar. También conservo la primera foto que le tomaron a mi primo Ernesto, porque fue enviada a mi madre con una dedicatoria que dice: "Para, que te adelantes a conocer el sobrino: te manda un abrazo él y yo. Tu Celia. Iremos el 11. Es lo único que conoce el sobrinito, el parque de Rosario y lo conoció hoy 5. Manyá que piernas papa he echado". También se la entrego.

Además, tengo aquí unos documentos y árbol genealógico de la familia, que pueden ser de utilidad para ubicar fechas y personas. Guillermo me habló que quieren una copia de la carta que Ernestito nos envió desde Ecuador cuando falleció nuestra madre.

Guayaquil 28/10/53.

Querido Pato:

Te escribo desde esta ciudad ecuatoriana sin reponerme de la dolorosa sorpresa que me dio el hermano de Trevino, con quien me encontré de casualidad en un barco argentino que había ido a visitar.

La carencia absoluta de noticias de mi casa hicieron posible el que ignorara lo ocurrido.

Me imagino el golpe que para los muchachos y vos habrá sido la muerte de la pobre Edelmira y, aunque a la distancia, quiero acompañarlos en lo posible, hacerles saber que en este mal trance, están junto a Uds. los parientes que, como yo, estaban un poco alejados del trato diario con ella.

Es muy difícil llevar unas palabras de aliento en circunstancias como ésta y más lo es para mí, que por razones emanadas de mi posición frente a la vida, no puedo siquiera insinuar el consuelo religioso que tanto ayudé) a Edelmira en sus últimos años. Sólo puedo recordar frente a la muerte de la mujer y la madre, los años de cariño que brindó mientras vivió, entregándose completamente a la familia que era su gran tesoro y su fuente de alegrías en los últimos años. Pero es tonto que vaya yo a hacer su panegírico.

Me acerqué a ustedes para mostrarles mi pena, ahora creo que lo mejor es no tocar más ese punto.

Un gran abrazo para vos y tus hijos, con todo ca­riño de tu sobrino. Ernesto.

Esta carta va por vía de mi casa porque desconoz­co tu dirección exacta.

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