martes, 19 de junio de 2007

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AMÉRICA LATINA: EL ESPEJO FRANCÉS por Raúl Zibechi


LAS SECUELAS DEL DERRUMBE por Manuel Yepe

ÁFRICA Y EL PODER DE LAS TRANSNACIONALES por Hedelberto López Blanch

LA HEGEMONíA NO SE COMPARTE por Jorge Gómez Barata


CRÓNICA PARCIAL DE UN DEBATE EN TVE por Pascual Serrano



AMÉRICA LATINA: EL ESPEJO FRANCÉS

por Raúl Zibechi

El apabullante triunfo de la derecha francesa, en el país que protagonizó algunos de los más importantes movimientos sociales del siglo pasado, debe ser un toque de atención para los latinoamericanos. Por debajo de la euforia que regocija estos años a muchos progresistas, las distancias con los más pobres y el abandono de las posiciones históricas pueden estar abriendo el camino a las fuerzas más reaccionarias de la región.



La octava tesis de filosofía de la historia de Walter Benjamin parece describir casi a la perfección la relación entre los suburbios poblados por inmigrantes y el presidente Nicolás Sarkozy. “La tradición de los oprimidos nos enseña que ‘el estado de excepción’ en el que vivimos es la regla”, escribía poco antes de su muerte, en plena noche fascista.



El aserto inspiró al filósofo italiano Giorgio Agamben a la hora de escribir “Estado de excepción” (Adriana Hidalgo, Buenos Aires, 2004), un documentado y exhaustivo estudio de lo que considera como “una guerra civil legal” en curso en la actualidad en todo el mundo. El estado de excepción o de sitio, emancipado de la situación bélica a la que estuvo ligado orignariamente, pasó con el tiempo a ser utilizado como medida para contener desórdenes, crisis políticas y aún económicas. Considera que en la actualidad vivimos en estado de excepción permanente –agudizado luego del 11 de setiembre de 2001- que sintetiza la profunda transformación que viven las democracias.

La actualidad de su pensamiento es evidente. En Francia hace menos de dos años se aplicó el estado de emergencia durante la revuelta de las periferias como única forma de contener a los jóvenes que en tres semanas quemaron nueve mil vehículos. El jefe de Policía dio por terminada la revuelta la noche que ardieron sólo 98 autos, ya que el promedio de la última década es de 100 coches incendiados por noche. Este solo dato revela la profundidad de la “guerra social” que se libra en uno de los países más ricos del mundo; la dificultad para contener a millones de jóvenes marginalizados y la “necesidad” de medidas policiales permanentes. La represión, casi 600 procesados, vino antes que los “planes sociales” con los que inútilmente se intenta apagar los incendios.



En paralelo, las izquierdas han claudicado ante el modelo neoliberal o se enzarzan en disputas que les impiden trabajar unidas, antes y durante los procesos electorales. El abandono de la crítica al modelo y el vaciamiento del discurso de izquierda, es respondido por la gente con la deserción, lo que explica en buena medida ese 40% de abstenciones en las legislativas francesas. Mientras la derecha dice las cosas claras y promete mano dura contra los jóvenes pobres de las periferias, la izquierda mayoritaria se hace la distraída y enarbola un discurso impreciso y confuso.



La rebelión de los jóvenes pobres de las periferias francesas está en la base del apabullante triunfo electoral de la derecha. Algo similar sucedió luego de mayo del 68, cuando la sociedad atemorizada ante la revuelta votó masivamente por Charles de Gaulle, símbolo del orden. Pero la izquierda pagó caro el precio de no colocarse incondicionalmente del lado de los rebeldes: se quedó sin los votos y sin la posibilidad de forjar un potente movimiento social en el que se fusionaran los inmigrantes y los trabajadores franceses precarizados, los del más abajo con los del abajo, por usar una metáfora zapatista.



Lo que sucedió en Francia tiene enorme actualidad para los latinoamericanos. Buena parte de las izquierdas abandonaron su identificación con los más pobres, como sucede en Brasil con el Partido de los Trabajadores, y sustituyen el compromiso con los de abajo con planes sociales asistenciales. En paralelo, los gobiernos que se proclaman progresistas o de izquierda, sobre todo los de Argentina, Brasil, Chile y Uruguay, siguen aplicando medidas que profundizan el neoliberalismo. El resultado está a la vista. El derechista (casi menemista) Mauricio Macri será el próximo gobernador de Buenos Aires. En poco más de dos años un presidente de derecha sustituirá a Lula en Brasil. En Chile sucederá lo mismo.



En la capital argentina la crisis del progresismo arranca con el incendio de la discoteca Cromañón, donde a fines de 2004 murieron casi 200 jóvenes muy parecidos los que quemaban coches en París. Ante el dolor de los familiares y amigos, que se movilizan hasta el día de hoy exigiendo responsabilidad a los políticos corruptos que autorizan discotecas que no reúnen condiciones mínimas de seguridad, los políticos progres se hicieron los distraídos. En Chile hay decenas de presos mapuches por defender sus comunidades de las empresas forestales, mientras los gobiernos de la Concertación apoyan a los usurpadores.



Similar actitud mantiene el gobierno ante los estudiantes secundarios a la vez que defiende el lucro en la enseñanza. Ni qué decir de la actitud de Lula, que apoya el agronegocio mientras libera los cultivos transgénicos y apoya a los empresarios de la caña de azúcar que mantienen relaciones de esclavitud con los cortadores.



En su ensayo, Agamben esboza, con sombrío pesimismo, un diagnóstico que en buena medida explica el “éxito” de las derechas y la parálisis de las izquierdas: “El totalitarismo moderno puede ser definido como la instauración, a través del estado de excepción, de una guerra civil legal, que permite la eliminación física no sólo de los adversarios políticos sino de categorías enteras de ciudadanos que por cualquier razón resultan no integrables en el sistema político”. En América Latina, donde los pobres sufren una guerra permanente por parte de las multinacionales de la minería, del agronegocio y la forestación, no hay más margen para la omisión: o las izquierdas se incorporan a las luchas de los de abajo y toman partido en esa “guerra civil legal”, o la lucha de éstos los debilitará a tal punto que ya no podrán sostenerse en el poder. En su lugar tal vez vuelvan las derechas, pero la responsabilidad no será de los de abajo.

Fuente: Argenpress

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LAS SECUELAS DEL DERRUMBE

por Manuel Yepe

La prensa de las grandes corporaciones, la que con alcance transnacional sirve a los intereses de los principales países desarrollados, no cesa de exaltar los avances hacia el capitalismo de los países ex socialistas que, tras el derrumbe de la Unión Soviética y la desintegración del llamado campo socialista europeo, han llevado a cabo la magna regresión política diseñada en Washington.

Las nuevas sociedades de consumo del Este de Europa han logrado avenirse con presteza a las exigencias de la globalización neoliberal "a la americana" extendida ya por Europa occidental. Sus ciudades tratan de imitar cada día más a las del oeste continental y a las de Las Américas, con filiales de las grandes cadenas de tiendas, hoteles, cafeterías, restaurantes, y un número creciente de automóviles, estaciones de servicio para ellos, anuncios publicitarios e infinidad de otras imágenes del "primer mundo", sin que en realidad sean parte de él.

Sus ofertas culturales y recreativas, antes circunscritas a producciones dentro de los esquemas del "socialismo real", incluyen ahora casi todos los programas producidos por las grandes corporaciones de cine, televisión, discográficas e impresoras que identifican la globalización y esconden las identidades nacionales.

También se parecen más en cuanto a la parte más fea del capitalismo actual, porque se han multiplicado los contrastantes cuadros de miseria en una parte de la población a causa de una desigual repartición de los ingresos que divide a la ciudadanía en sectores que abarcan desde la opulencia hasta la indigencia.

Sin dudas, hay mucha gente en estos países que aprecian del capitalismo la movilidad social sin freno que se anuncia como la principal virtud de ese orden social, porque abre amplio espacio para una lucha de fieras entre individuos en pos de un ascenso al que inevitablemente, a escala de la sociedad, corresponderá otro movimiento a la inversa, descendente.

Como, a mediano o largo plazo, unos suben y otros bajan, estas reglas del juego burgués para la repartición de la riqueza –antes inexistentes en esos países- benefician a un selecto número de los más hábiles y perjudican a los demás. Comoquiera que estos países se han incorporado a la Unión Europea después que los del occidente continental, para obtener los beneficios que promete su incorporación –casi todos relacionados con la formación de una nueva clase burguesa-, han tenido que hacer muchas concesiones que recaen directamente sobre la calidad de vida de sus pueblos.

Muchos indicadores de salud, educación, recreación, seguridad social y otros que figuraban entre los mejores del mundo, tuvieron que ser ofrendados a cambio de otros no tan gloriosos. Según un reciente informe de la Oficina de Naciones Unidas contra el Delito y las Drogas (ONUDD), estos países han pasado a encabezar las listas en cuanto los problemas del tráfico de personas para objetivos relacionados con la explotación sexual, los trabajos ilegales, el abuso de menores y otros crímenes. El informe muestra que los flagelos de la pobreza, el desempleo, el hambre y la represión se citan como principales motivaciones que aprovechan los criminales traficantes para ofrecer su "protección" a personas vulnerables, mediante la migración ilícita. Los flujos del tráfico de personas tienen a la explotación sexual como su forma principal, así como las mujeres y los niños constituyen la mayoría de las víctimas.

En cuanto a los países de origen de los perjudicados que llegan a Europa Occidental se citan a Albania, Rumania, República Checa, Lituania, Bulgaria, Letonia, Polonia y Hungría. También se informa a menudo de la "importación" de esclavos de países de la ex Unión Soviética, como Ucrania, la Federación Rusa y Moldavia. (De América Latina aparecen entre los que encabezan estos tristes listados Colombia, la República Dominicana, Brasil, Guatemala y México. También Nigeria, de África).

En realidad, no está claro cual será la suerte que les espera a estas naciones ex socialistas europeas al integrarse plenamente a la Europa subordinada a los Estados Unidos. Según el prisma de las grandes corporaciones euro occidentales, vienen a aportar un mercado de poco menos de 500 millones de consumidores en las condiciones de una economía totalmente abierta a la inversión extranjera directa con amplias garantías jurídicas, escasas restricciones aduaneras, mano de obra sumamente calificada y niveles de remuneración relativamente bajos.

Washington, que considera a estos países sus "trofeos de la guerra fría", preferencia las ventajas políticas que de ellos puede extraer. En primer lugar, dentro de la propia Europa, donde ahora cuenta con un número mayor de incondicionales -al menos circunstancialmente- y, en segundo lugar, en el escenario mundial, donde ya utiliza a algunos de ellos como aliados en algunas de las peores causas en las que con tanta frecuencia se involucra la diplomacia estadounidense.

El anticomunismo promovido por Estados Unidos a través de los partidos políticos conservadores y no pocos renegados que han escalado posiciones relativamente importantes en la vida política de estas naciones a base de mostrar total sometimiento a los dictados de Washington, ha abierto el camino al resurgimiento del fascismo en Europa de la mano de la globalización a la americana.

Pero, así como se concretan cada vez más los síntomas de una gradual rehabilitación y ensalzamiento de las SS nazis, en el viejo continente se recuperan también las fuerzas progresistas, presentes en los movimientos sociales, obreros, antiglobalización, antibélicos y de lucha por la Paz, apoyados por los partidos políticos comunistas, socialdemócratas, socialistas, y muchas otras fuerzas de la izquierda o la fluctuante centro izquierda que ejercen influencia en las masas.

Sobre los escombros de una fallida experiencia que dejó muchísimas enseñanzas, se ven síntomas de un resurgir de ideas avanzadas en Europa y quizás, esta vez, nuestros pueblos del sur, que fueran menospreciados no pocas veces por algunos de sus insignes teóricos de la izquierda, les podrán mostrar el camino correcto.

Manuel E. Yepe Menéndez es abogado, economista y politólogo. Se desempeña como Profesor en el Instituto Superior de Relaciones Internacionales de La Habana.

Fuente: Cubarte

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ÁFRICA Y EL PODER DE LAS TRANSNACIONALES

por Hedelberto López Blanch

El agotamiento de los recursos naturales en varias partes del orbe, la concentración de capitales en las naciones desarrolladas con el surgimiento de grandes monopolios industriales que necesitan inexorablemente de materias primas y el desigual intercambio comercial entre países pobres y ricos, entre otros factores, han motivado que gobiernos occidentales y sus compañías transnacionales dirijan la vista hacia el continente africano.



Un artículo del profesor Silvio Baró, del Centro cubano de Estudios de África y Medio Oriente (CEAMO), indica que África puede ser considerada como un notable reservorio de una gran cantidad de minerales y metales (se estima que más de 60) y constituye el principal suministrador mundial de algunos de ellos como en los casos del oro, minerales del grupo del platino, diamantes, uranio, manganeso, cromo, níquel, bauxita y cobalto. Algunos economistas señalan que en el continente se encuentra aproximadamente el 30 % de las reservas de minerales y metales aún sin explotar a nivel mundial.



Durante 500 años de explotación colonial las capitales europeas, además de dividir arbitrariamente los territorios en ese continente, también los organizó de forma que de cada uno se pudieran obtener las materias primas y los productos que necesitaban sus metrópolis.



Debido al saqueo y a la explotación político-económica-social, tras la descolonización, las economías Áfricanas han dependido mayoritariamente de sus producciones agrícolas atrasadas y de la explotación de algunos recursos minerales como diamantes, oro, cobre, uranio y otros, los que además, han sido controlados por compañías transnacionales.



De esa forma, Zambia, la República Democrática del Congo y Sudáfrica exportan la mayor cantidad del cobre existente en el mercado mundial; Guinea y Ghana la bauxita; Sudáfrica y Namibia el uranio; Sudáfrica, Zimbabwe y Botswana, el níquel y el cobalto; República Democrática del Congo, Rwanda y Uganda, el molibdeno, tantalio y niobio; Sudáfrica, Liberia y Mauritania, el hierro



En África y en la zona de la antigua Unión Soviética se hallan las reservas mundiales de minerales estratégicos para diferentes industrias de los cuales Estados Unidos es completamente dependiente.



Pese a los recursos que dispone África, sus producciones solo corresponden al 2 % del comercio mundial, fundamentalmente porque sus materias primas se venden a bajos precios mientras que las importaciones de equipos industriales, de construcción, telecomunicaciones, etc, se pagan a precios exorbitantes aunque sus componentes de fabricación proceden casi todos del continente africano.



El intercambio desigual es otra de las formas de neocolonización impuestas por los organismos internacionales dominados por Estados Unidos, Europa y Japón.



El profesor Baró puntualiza en su trabajo que "en el caso del cromo, Estados Unidos depende de las importaciones procedentes de Sudáfrica y Zimbabwe, países que concentran el 98% de las reservas mundiales. La República Democrática del Congo produce más del 60 % del cobalto mundial, mineral del cual la principal potencia mundial importa el 65 % de sus necesidades. En el caso del manganeso, este país recibe el 39 % de sus importaciones tan sólo de Sudáfrica, nación que posee el 75 % de las reservas mundiales.



La situación se hace más peliaguda para la primera potencia mundial pues Washington a finales de 1990 dependía de las importaciones de unos 100 minerales, 67 de los cuales se utilizan en la producción de material bélico, según indica Major G. Jackson en su libro Strategic materials and U. S. vulnerability: 90 % para un conjunto de minerales estratégicos; 98 % para el cobalto que se emplea en la fabricación de motores de aviones; 82 % del cromo que se utiliza en las industrias metalúrgica, química y otras de similar importancia; 73 % para los metales del grupo del platino de significación para las industrias electrónica, de telecomunicaciones y aeroespacial.



En los últimos años, el descubrimiento de grandes yacimientos petroleros en África ha motivado que Estados Unidos y las transnacionales hayan acudido con mayor fuerza y presencia hacia ese continente.



La gran inestabilidad en el Medio Oriente, (principal suministrador de petróleo hacia Occidente) provocada por las constantes agresiones de Israel contra el mundo árabe y las guerras desatadas por Estados Unidos contra Iraq y Afganistán, han motivado que Washington busque otras zonas para adquirir el ansiado combustible.



El ex subsecretario de Estado para África, Walter Kansteiner, al igual que el vicepresidente Richard Cheney han expresado abiertamente que "el petróleo africano es de interés estratégico nacional para nosotros y lo será aún más en el futuro".



Datos oficiales indican que la extracción petrolera en los países del Golfo de Guinea (Nigeria, Congo, Gabón, Camerún y Guinea Ecuatorial) sobrepasa los 4,5 millones de barriles diarios, sin contar Angola. Estados Unidos importa el 15 % y Europa el 24 % de su consumo de petróleo de esta región. Para el 2015 Washington cubrirá el 25 % de sus necesidades del combustible procedente del Golfo de Guinea, una zona más segura y alejada del convulso Medio Oriente, que cuenta con grandes reservas de crudo de primera calidad y además, mucho más cercano a sus costas.



Para instrumentar todo este complejo plan de abastecimiento, Estados Unidos cuenta con la presencia en ese Golfo de las transnacionales norteamericanas Exxon Mobil, Chevron, Maraton Oil, Amerada Hess y Ocean Energy.



La falta de modernas tecnologías, financiamiento y especialistas calificados han motivado que estos países firmaran contratos que no favorecen al desarrollo económico y social de sus pueblos pero sí son muy favorables para las compañías transnacionales.



Mientras las grandes compañías extraen riquezas de África que van a parar a los países desarrollados, estos últimos han recortado drásticamente las contribuciones de ayudas ofrecidas a ese continente para paliar las enormes dificultades que confrontan.

Según African Monitor, una organización independiente creada en el 2005 para evaluar el cumplimiento de las promesas hechas por los países industrializados, los ingresos reales por ayuda a ese continente han caído del 0,7 % del Producto Interno Bruto de cada país a solo el 0.3 %.

De la experiencia padecida por África se impone la necesidad de incrementar las relaciones Sur-Sur en busca de formas que beneficien a las naciones en desarrollo sin tener que padecer el saqueo indiscriminado de sus riquezas naturales por parte de las transnacionales y de los gobiernos occidentales.



Selección en Internet: Cristina Coto Pérez

Fuente: Rebelión

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LA HEGEMONíA NO SE COMPARTE

por Jorge Gómez Barata

En el ámbito internacional, la capacidad de un presidente norteamericano para cumplir sus promesas, es proporcional a su influencia en el Congreso. Nadie lo supo mejor que Woodrow Wilson que pasó meses en Europa elaborando el Tratado de Versalles y los entendimientos para crear la Sociedad de Naciones y, al regreso, el Senado no aprobó lo uno ni lo otro.

Otras veces, la aprobación congresional también se utiliza como trampa cazabobos, consistente en hacer promesas e incluso adoptar compromisos para luego ignorarlos con la excusa de la no aprobación por el Congreso. Así ocurrió con el Tratado SALT II, suscrito en 1979 entre Carter y Bréznev.

Las promesas de ayuda económica a países que sufren desastres naturales, de asistencia para el desarrollo y de ayuda económica para la transición al capitalismo, realizadas en los días de la debacle socialista a Rusia y a los países de la ex Europa Oriental y que nunca fueron cumplidas, podrían llenar decenas de cuartillas.

Nada hace pensar que la acogida, a primera vista, positiva de Bush a la contraoferta del presidente ruso Vladimir Putin, respecto a permutar el proyecto de instalación de un súper radar en la República Checa por la explotación conjunta de las instalaciones rusas en Azerbaiján, signifique un compromiso.

Suponiendo que al presidente le agradara, las posibilidades de que tal oferta sea aceptada son remotas. Antes habría que pasar por encina de los mandos militares, renuentes a compartir informaciones y tareas de semejante sensibilidad, someter cualquier arreglo a la Cámara y el Senado y cubrir una miríada de otros tramites en los que, en caso de que la hubiera, sería ahogada cualquier voluntad de cooperación.

Aún cuando la aceptación de los criterios filosóficos e ideológicos y la identidad respecto a la organización y el funcionamiento político de la sociedad, identifiquen a la Rusia postsoviética con los Estados Unidos, los esfuerzos por establecer una alianza esencial con los norteamericanos, no han prosperado.

En términos estratégicos, para Estados Unidos, Rusia, núcleo de la ex Unión Soviética, es un país derrotado del que se espera el sometimiento, tal como ocurrió con Alemania y Japón que fueron ocupados como resultado de la II Guerra Mundial y su vida política reorganizada por los norteamericanos y con sus reglas. En los primeros años posteriores a la debacle, pareció que Rusia tendría un destino análogo.

La Unión Soviética fue despedazada territorialmente y su economía desvastada; cientos de fabricas, centros de investigaciones y laboratorios fueron cerrados, sus elites científicas y académicas se dispersaron, las fuerzas armadas perdieron sus bases y emplazamientos en Europa Oriental, Asia Central, Ucrania, Bielorrusia, Armenia, el Lejano Oriente y otros lugares; los arsenales, incluidos los nucleares y las grandes flotas quedaron en varios países.

Con la economía en quiebra, el comercio exterior desorganizado y quebrantadas sus alianzas económicas y políticas y sin dinero para investigar y fabricar nuevos sistemas de armas, submarinos y aviones, los norteamericanos esperaban que el tiempo hiciera lo suyo, las armas se obsoletizaran y el poderío ruso colapsara. No ocurrió así.

Obedeciendo a un instinto afirmado en el alma de su pueblo del modo como que se graban los cuños al acero de Damasco, acudiendo a sus mejores legados y tradiciones, refugiadas ahora en el nacionalismo, los rusos encontraron fuerzas para remontar la cuesta y en unos pocos años retornaron a los escenarios internacionales, si bien no con la potencia, la voluntad y los compromisos de la Unión Soviética, con capacidad para hacerse escuchar.

Se trata de una situación que Estados Unidos no esperaba y para la cual no se prepararon y que explica su prisa por cercar otra vez a Rusia de bases y emplazamientos. El próximo paso será amenazarla.

Es obvio que Estados Unidos no está dispuesto a compartir la hegemonía y, con independencia de cierta tolerancia e incluso de algunas formas de colaboración y coordinación política; en la tesitura actual, no existen posibilidades de alianzas esenciales y duraderas con Rusia.

Europa Occidental, especialmente Gran Bretaña, Alemania, Japón y la España de Aznar son ejemplos de las “alianzas” aceptables para Estados Unidos.

Hasta que punto pueda Rusia resistir o ceder, son alternativas de pronóstico reservado.

Fuente: Por Esto

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CRÓNICA PARCIAL DE UN DEBATE EN TVE

por Pascual Serrano

El pasado 13 de junio participé en un debate en TVE 2 en el programa Enfoque, presentado por Elena Sánchez. Estaban también el diputado y secretario de Relaciones Internacionales del Partido Popular, Jorge Moragas, cuyo principal mérito es no haber podido entrar en Cuba con un visado de turista para hacer política; el escritor y columnista de Libertad Digital, Horacio Vázquez Rial, y la secretaria de Estado para Iberoamérica, Trinidad Jiménez. Entre el público pudieron hacer uso de la palabra representantes de las comunidades ecuatorianas, bolivianas y venezolanas en España.

El tema era “¿Hacia donde va Latinoamérica?” y se centraba en el avance de la izquierda en países como Venezuela, Bolivia y Ecuador, si bien se introducía –como no- con la noticia de la no renovación de la licencia al canal de televisión RCTV en Venezuela. Cualquiera pensaría que es la primera vez que no se renueva una licencia a pesar de que sucede un hecho similar todos los meses en Europa y América.

Comenzó Trinidad Jiménez reconociendo que se trataba de una decisión administrativa legal si bien afirmó que se sentía preocupada por la medida ya que, según ella, desaparecía una emisora y eso disminuía la pluralidad. Ninguna de esas afirmaciones es correcta, no tiene por qué desaparecer RCTV ya que puede seguir emitiendo por cable y satélite y en abierto habrá una nueva televisión, TVes, que será pública, tal y como la española en la que estábamos debatiendo. Recordé también la participación de ese canal en el golpe de Estado de abril de 2002, apoyado por el gobierno español de José María Aznar.

Por otro lado, no corresponde al gobierno de España pronunciarse en términos de preocupación sobre una decisión legal y soberana de otro país, como ningún gobierno se pronunció cuando en España se conceden las licencias de televisión, se decide renovar o no renovar. Jiménez precisó que no es lo mismo el gobierno de Bachelet o Kirchner que el de Morales o Chávez. Efectivamente no lo son, el gobierno argentino mantiene el reparto de licencias de televisión que se estableció en la dictadura y el de Venezuela es el propuesto por un gobierno democrático. Parece que a mis contertulios el primero no les crea ningún problema y el segundo les molesta.

Jorge Moragas insistía en la habitual tesis de la derecha de que Venezuela se está convirtiendo en una dictadura que arrastra a toda la región mediante su influencia en Bolivia y Ecuador porque Chávez está inspirado en Fidel Castro y controlando todos los poderes, en especial el poder judicial y el electoral. No es verdad porque, el poder judicial tiene la misma independencia o más que en España, mediante un sistema de funcionarios de carrera que ingresan por concurso-oposición. En cuanto al denominado Poder Electoral, lo elige la Asamblea Nacional por mayoría de dos tercios.

En la misma línea se pronunciaba la ciudadana venezolana que participó del público, quien se preguntaba qué podían hacer ante la deriva totalitaria de su país. Es evidente que la principal diferencia entre la derecha y la izquierda es que cuando la primera no gana las elecciones tiene como único objetivo y discurso decir que se está sufriendo una dictadura, es decir, democracia sólo es cuando gobiernan ellos. Es la desesperación que viven al no poder recurrir a los tradicionales golpes de Estado norteamericanos de décadas pasadas que lograban mantenerlos siempre en el poder, por las buenas o por las malas.

El escritor Horacio Vázquez se hizo la pregunta de qué sucedería en España si Rodríguez Zapatero expresase su intención de cambiar la Constitución para poder ser presidente vitalicio como pretende Chávez. Me permití recordarle que la intención del presidente venezolano es no limitar el número de mandatos presidenciales para que él, o cualquier otro ciudadano, se pudiera presentar cuántas veces quisiera como candidato a presidente, es decir, tal y como sucede en España y en el resto de Europa. Rodríguez Zapatero no debe hacer esa reforma porque ya está así establecido en nuestra Constitución.

Tras una divagación de qué calificativo usar para denominar a esos gobiernos a los que no quieren llamar “de izquierda”, me permití sugerir que, al menos, observáramos cómo les iba a los ciudadanos. Por ejemplo con los programas de alfabetización que han permitido erradicar el analfabetismo en Venezuela con un proyecto educativo cubano y próximamente en Bolivia y Nicaragua, y llevar médicos a rincones de esos países donde los pobres nunca tuvieron acceso a la sanidad. Todo ello con recursos procedentes del aumento de los impuestos a las multinacionales que extraen los recursos naturales de esos países, petróleo en Venezuela y gas en Bolivia. Evidentemente, según del lado en que uno se sitúe, con los ciudadanos pobres o con las multinacionales, tendrá un concepto u otro de esos gobiernos.

Fuente: www.pascualserrano.net