martes, 13 de noviembre de 2007

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LA ARITMÉTICA DE LA SOCIEDAD CUBANA

por Jesús Arboleya Cervera

La sociedad cubana ha sido convocada al debate de sus problemas y un tema recurrente es la economía. Es lógico que así sea, toda vez que nadie puede vivir al margen de la economía y de las decisiones que se tomen en este campo, depende, en buena medida, nuestro presente y nuestro porvenir. Hacer un diagnóstico técnico de le economía cubana y determinar las soluciones a los problemas concretos es tarea de los expertos, no creo que alguien, sin los conocimientos y la información requerida, puede incursionar con propiedad en este campo. Pero los resultados de la situación económica saltan a la vista e influyen de manera decisiva en la vida política del país y en la ideología de nuestro pueblo, por lo que constituye un problema cardinal del socialismo que compete a todos.

Al margen de cualquier limitación o deficiencia que pueda señalarse, buena parte de las necesidades básicas de la población cubana están garantizadas por el Estado y ello constituye un extraordinario logro económico de la Revolución. Incluso muchos de los que reconocen los éxitos de Cuba en los campos de la educación, la salud pública y la asistencia social, no vinculan estos logros con la gestión económica y las virtudes del sistema socialista, olvidando que ningún otro país ofrece tales garantías a todo el universo de su población y que ello constituye la aspiración fundamental de la mayoría de la humanidad.

El ingreso real y la calidad de vida de los cubanos resultan incrementados por estas seguridades. Pero ello no es suficiente, el dilema de toda sociedad no está en lo alcanzado, sino en sus expectativas, y precisamente los logros de la Revolución plantean nuevos retos al desarrollo, especialmente para los jóvenes, cuyo nivel educacional y seguridades existenciales desencadenan potencialidades que determinan sus proyectos de vida. La pregunta entonces consiste en determinar, en qué medida la economía cubana está en condiciones de satisfacer estas aspiraciones y canalizarlas en función del bien colectivo del país.

El período especial determinó una economía de supervivencia, basada en la satisfacción de las necesidades elementales de la población y en la solución de los problemas inmediatos, lo que impedía cualquier planificación a mediano plazo. Desde mi punto de vista, las consecuencias negativas de esta situación resultaban inevitables; lo extraordinario, más bien, fue que no fuesen mayores, incluso
destructivas, de la Revolución, lo cual se explica a partir de la voluntad de resistencia del pueblo cubano, la confianza en la dirección del país, y las propias seguridades económicas alcanzadas, las cuales sirvieron de colchón para la crisis. Ahora, aunque no hemos superado todas nuestras limitaciones, nos encontramos en un proceso de recuperación económica, lo cual determina una nueva forma de mirar hacia el futuro y en ello radica la esencia del debate actual.

No se trata de un problema sencillo, la existencia de varios mercados que operan con dos tipos de monedas diferentes; una amplia gama de regulaciones estatales y vicios burocráticos, que complican y a veces retardan la gestión económica; problemas tecnológicos y organizativos que afectan la productividad de las empresas; falta de incentivos e insuficiencias en el salario nominal, así como niveles de corrupción bastante extendidos a escala social, se unen a la dependencia de los mercados externos, las limitaciones financieras y las inmensas dificultades comerciales generadas por el bloqueo económico, para ofrecer un cuadro sumamente complicado, que impacta sobre el andamiaje político e ideológico en que se sustenta la Revolución.

Para algunos de estos problemas, como el bloqueo y el asedio de Estados Unidos, no existe otra respuesta que la conciencia patriótica; otros tendrán difícil solución en el orden internacional vigente o dependerán de coyunturas externas, que escapan a nuestro control; pero una buena parte de ellos pueden ser resueltos por nosotros mismos y en esta capacidad para organizar la sociedad según los criterios de la inteligencia colectiva, consiste la fortaleza del socialismo respecto al apitalismo. Así es como entiendo el discurso de Fidel en la Universidad de La Habana y lo asumo como pauta para el debate que estamos llevando a cabo.

Quizá el más grave de estos problemas, como fue advertido por Raúl el pasado 26 de julio, es que el salario nominal de la inmensa mayoría de las personas no es suficiente para garantizar otros aspectos de la economía familiar; como alimentos, ropa y artículos de consumo, los cuales no se obtienen en cantidades suficientes mediante el mercado normado y otras formas de distribución social, lo que impide que se cumpla el principio básico socialista, de que cada cual reciba acorde con su aporte a la sociedad.

La aparente paradoja es que, a pesar de esto, la gente no pasa hambre, anda desvestida o vive debajo de los puentes, por lo que resulta evidente que existen otras formas de ingreso individual, más allá del salario nominal y las subvenciones estatales, que compensan en alguna medida las insuficiencias del salario. En este campo entran las remesas, ya sea de familiares que viven fuera del país o de residentes que realizan trabajos en el extranjero de manera permanente o eventual; el trabajo por cuenta propia, actividades comerciales y prestaciones de servicios particulares; las propinas en algunos sectores; los pagos adicionales que reciben los que trabajan en empresas extranjeras; los ingresos resultantes de cobros no autorizados por servicios estatales; el incremento arbitrario de precios; así como el desvío de insumos y producciones que van a parar al mercado negro.

Como puede observarse, una parte de estas actividades están autorizadas por el Estado, pero la mayoría de ellas funcionan al margen de las disposiciones y leyes vigentes, creando una especie de economía paralela, en la cual participa, de una forma u otra, casi toda la población, lo que hace prácticamente inútil los esfuerzos encaminados a establecer un orden, mediante inspecciones, mecanismos represivos o llamados de naturaleza política.

Tal situación tiene implicaciones éticas muy negativas para toda la sociedad, toda vez que aquí se mezclan desde la evasión a medidas restrictivas y burocráticas que chocan con la realidad, hasta actividades realmente delincuenciales, donde prima el robo, el abuso y la corrupción. Otro problema es que muchos de los productos que se desvían ilegalmente hacia el consumo individual, constituyen
inversiones destinadas a la producción y el desarrollo, lo que origina un círculo vicioso que reproduce constantemente las dificultades.

Aplicada la simple aritmética a esta ecuación, podemos concluir que, toda vez que no existen niveles de pobreza extrema, los recursos totales alcanzan para satisfacer buena parte de las necesidades globales, por lo que el problema, al menos en parte, radica en la organización de la economía. De aquí los reclamos, bastante generalizados, de revisar el sistema administrativo existente en el país y hacerlo más participativo, no solo para que la gente se sienta más comprometida con las decisiones que se toman, sino porque en ello radica, según mi punto de vista, la esencia del socialismo.

Claro está que resulta más fácil decirlo que hacerlo, ya que no existen recetas probadas para la organización de la economía en el socialismo y la participación de las masas en su gestión, máxime cuando en el caso de Cuba, se agrega el ingrediente de que ciertos aspectos de la economía constituyen problemas de seguridad nacional, toda vez que hacia su funcionamiento van dirigidas las principales agresiones de Estados Unidos.

Plenamente consciente de esta problemática, el Che pensó sobre este asunto y nos dejó algunas ideas que vale la pena analizar:

"(Los) obreros, el pueblo en general, decidirán sobre los grandes problemas del país (tasa de crecimiento, es decir acumulación-consumo, tipos fundamentales de producción, obras sociales, artículos perecederos o de largo uso), en las localidades decidirán sobre problemas concretos (los que rebasan su ámbito)1 , pero el plan y la producción será obra de los especialistas y no puede cambiarse por voluntades individualizadas, aunque sean en forma colectiva. El quid está en considerar la organización económica como una gran maquinaria; el pueblo tiene derecho a dictarle las normas a esa maquinaria y vigilar que las cumpla, pero no introducirse en su engranaje. En este marco, el papel de los sindicatos debe ser nulo y la misma institución desaparecerá."

2 Quizá, guiándonos por esta fórmula, encontremos el justo balance entre la participación popular en la economía, las exigencias técnicas de la administración y los problemas de seguridad del país. Por un lado, el Estado administrará la economía en función de los intereses colectivos, incluyendo los criterios de seguridad, pero estos intereses colectivos de manera general deben ser definidos y
controlados por el pueblo, ya que, al decir también del Che, "(las) masas deben tener la posibilidad de dirigir sus destinos, resolver cuánto va para la acumulación y cuánto al consumo, la técnica económica debe operar con estas cifras y la conciencia de las masas asegurar su cumplimiento".

3 Como lo entiendo, el problema consiste en que en un país subdesarrollado, no existe suficiente excedente económico para invertir en el desarrollo y, a la vez, resolver plenamente las necesidades del consumo social. Las decisiones económicas implican, por tanto, sacrificios que deben ser asumidos de manera consciente por la población. Al decir del Che, es el "deber social del individuo el que lo obliga a actuar en la producción no su barriga".

4 En resumen, la participación en la economía constituye un aspecto esencial del desarrollo de la conciencia política en el socialismo.

Al menos formalmente y, en ocasiones, en la práctica, la política cubana no se aleja de estos criterios. La discusión del presupuesto cada año por parte de la Asamblea Nacional, las asambleas de producción en las fábricas y diversas convocatorias a discutir problemas económicos por toda la sociedad, como los parlamentos obreros en pleno período especial o la convocatoria actual, son ejemplos que explican esta intención. No obstante, la falta de sistematización, la ausencia de debates constructivos y el burocratismo que a veces ha imperado en estos procesos han limitado su eficacia, impidiendo que sean reconocidos como mecanismos reales de participación popular en las decisiones económicas.

Organizar la economía en función de las necesidades del individuo y hacerlo de la manera más igualitaria posible, constituye una diferencia cualitativa del socialismo respecto al capitalismo. En el socialismo, por su propia naturaleza, el Estado tiene la función de administrar la economía y ninguna otra instancia puede, de manera realista, suprimir este papel, sin caer en las redes del mercado. Pero la forma en que se ejecuta esta administración, puede ser tan variada como exijan las condiciones concretas de cada país.

Todos sabemos que el Che fue un defensor de la centralización estatal en la economía, un criterio básicamente correcto, toda vez que ello permite un uso más racional de los recursos y la aplicación de las tecnologías y las técnicas de administración más avanzadas, pero el Che se cuidó en aclarar que "(esta) centralización no significa un absoluto; para hacerla inteligentemente debe hacerse de acuerdo a las posibilidades" y también dijo que "el concepto de la centralización no puede interpretarse como el concepto de mecanización del individuo (lo cual) va contra todo desarrollo".

5 No constituye una herejía, por tanto, que se estudien los mecanismos administrativos existentes y se adecuen a las necesidades concretas de determinados sectores o zonas del país. Incluso, sin cerrar los ojos a los posibles efectos políticos de estas medidas, en ocasiones puede resultar necesario para el propio funcionamiento económico del socialismo, que se combine la gestión estatal con otras formas de propiedad individual o colectiva, si estas se ajustan a las necesidades del país y no escapan del control social.

La clave está en concebir el socialismo como un proceso, una revolución permanente definida por el tránsito del capitalismo al comunismo, cuya forma depende de las condiciones específicas de cada país. Lo que si es indispensable en el socialismo, es que este proceso vaya acompañado del desarrollo de una conciencia colectivista, que distancie a las personas del individualismo que sirve de base ideológica al capitalismo.

Esta conciencia se concreta en la decisión voluntaria de los individuos, de renunciar a ciertas ventajas personales inmediatas, en función del bien colectivo y el desarrollo de toda la sociedad, todos los otros atributos de la conciencia socialista parten de esta premisa. Es por ello, que la economía en el socialismo es una expresión más de la política, una cualidad esencial del sistema, que no funciona sin la participación popular, que la convierta en un proyecto colectivo. En ello radica la democracia socialista.

[1] Creo que debe decir los que no rebasan su ámbito.

[2] Ernesto Che Guevara: Apuntes críticos a la economía política,
Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2006, pp. 183 y 184. Las
demás notas corresponden a esta misma obra.

El autor es Doctor en Ciencias Históricas. Profesor Titular Adjunto de
la Universidad de la Habana y el ISRI.

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