miércoles, 22 de julio de 2009

GABRIELA MISTRAL Y LA OEA (UNA VISION DE LO AMERICANO) Por JAIME bib1


GABRIELA MISTRAL Y LA OEA
(Una visión de lo americano)
Jaime Quezada

No es extraño que en los amplios y verdes jardines que rodean el edificio de la Organización de los Estados Americanos (OEA), en Washington D.C. (Avda. Constitución con la Calle 17), exista un busto marmóreo de nuestra Gabriela Mistral (1889-1957). "Poetisa de América", dice la placa conmemorativa. Poetisa ya no sólo de Chile, sino de todo un Continente. Homenaje valedero del más importante organismo regional a una mujer latinoamericana merecedora del Premio Nobel de Literatura (1945). Y toda vez que la poeta y maestra chilena estuvo allí, invitada de honor, diciendo su palabra en conferencias reveladoras de identidad y realidad americana.

Entre 1924 y 1956 Gabriela Mistral tuvo oportunidades de estar varias veces en el Palacio de la Unión Panamericana, primero, y en el Salón de las Américas de la OEA, después, recibiendo meritorios y admirativos honores y homenajes. Pero también alta tribuna continental para expresar su sentir y su desvivir de mujer americana. "En todo caso, nuestras personas no importan", dirá con don de humildad desde ese paraninfo de las Américas. "Lo que importa es que no nos derriben del cielo nuestros númenes divinos: la libertad, la paz y la democracia".

Así, Gabriela Mistral revelaba ser una autora que no sólo escribió una poesía cargada de intensidad y sentido humano, sino, y de manera muy principal, a una mujer chilena del siglo veinte que supo decir buenamente lo suyo, y en lo suyo lo de los otros, a través de su pensamiento y de su acción en los temas tutelares de una América. Y que harán de su escritura un proyectar las vivencialidades de su América. Se diría, conciencia viva de una época que resume en sus recados y ensayos el ritmo vital de Chile, la faena de una América y la visión del mundo.

Gabriela Mistral, que nace en un valle cordillerano de Chile, que se recorre el territorio patrio en andanzas educacionales ("no voy sino a los pueblos donde puedo servir"), se nos irá luego por otros países y continentes en una errancia o extranjería de vagabunda voluntaria. Pero en todo lugar será siempre fiel a sus preocupaciones y motivaciones: su país natal de Chile y su América continente nuevo, y los habitantes de ese país y de esa América en sus geografías y sus costumbres, en sus maneras de rescatar lo mal deletreado o lo mal averiguado.

Mujer de conciencia libertaria y maestra -la que más- sobre todo en una época que el asunto americano gritaba su hambre de didácticas por donde se le cogiese: "América, América. Todo por ella, porque todo nos vendrá de ella", dirá por 1922 en una pedagógica página de escritura. "Dilo todo de tu América; ¡América y sólo América! ¡Qué embriaguez para semejante futuro, qué hermosura, qué reinado vasto para la libertad y las excelencias mayores!"

Nuestra autora, amén de su trascendente obra poética y prosística, no estará ajena a las circunstancias y contingencias de su América, "la América nuestra", como dice siempre, o Nuestra América en el decir de Martí, el patriota y poeta cubano a quien mucho admiró. Los asuntos de la América no la iban a dejar indiferente estuviera donde estuviera, ya abogando por la no intervención y la autodeterminación de los pueblos, como por la necesidad de libros y bibliotecas para esos pueblos: "Una Colombia cafetera y letrada; un México petrolero y social; una Cuba azucarera e internacional; un Perú cauchero y colonial, querría yo tener puestos en volúmenes que siguieran un plan de tierra nativa: folclore rico, historia de subidos quilates, costumbre original, fauna apasionante y flora sencillamente estupenda".

En mayo de 1924, en su primera visita a los Estados Unidos, dejando atrás sus años de magisterio en México, Gabriela Mistral es homenajeada en la Unión Panamericana, en Washington, ocasión que dictará una muy personal y reveladora conferencia -Unión cristiana de las Américas-, hablando de su orgullo por la raza, de la igualdad del indio, de la misión de los Estados Unidos, y de religión:

"Yo no soy una artista, lo que soy es una mujer en la que existe, viva, el ansia de fundir en mi raza, como se ha fundido dentro de mí, la religiosidad con un anhelo lacerante de justicia social. Yo no tengo por mi pequeña obra literaria el interés quemante que me mueve por la suerte del pueblo. No soy, por cierto, una sufragista. Hay en ello el corazón justiciero de la maestra que ha educado a los niños pobres y conocido la miseria obrera y campesina de nuestros países". Al término de su aplaudida y elogiada conferencia, y acompañada del embajador de Chile, Beltrán Mathieu, asistirá a una recepción oficial en los salones de la Unión Panamericana.

Los decires de Gabriela Mistral, además de su notable belleza de oralidad o de escritura, tienen así la energía que da la sobriedad y la verdad de su lenguaje. Por sus recados y artículos va y viene la historia viva y sin mito de nuestros pueblos totales: "Nuestros héroes del Norte y del Sur, Bolívar como Washington, Lincoln como San Martín, parecen concebidos en una misma hora por un mismo designio, y son obreros de una faena idéntica. Nuestras constituciones, salidas de la conciencia de ellos, están iluminadas por una luz igual y destacan un perfil fraterno como las plantas que nutre un humus común" (GM: Voto en el Día de las Américas, abril, 1931).

Años antes de aquella visita primera a Washington, Gabriela Mistral tenía ya su devoción, su pensar y su sentir por lo americano. "Describe tu América", "Divulga tu América" se exigía ella a sí misma como lección educadora diaria y como norma o grito de conducta en su cartabón de maestra. "Haz amar la luminosa meseta mexicana, la verde estepa de Venezuela, la negra selva austral. Dilo todo de tu América. Di cómo se canta en la pampa argentina, cómo se arranca la perla en el Caribe, cómo se puebla de blancos la Patagonia. Divulga su Bello, su Sarmiento, su Lastarria, su Martí. Enseña el sueño de Bolívar, el vidente primero. Clávalo en el alma de tus discípulos con agudo garfio de convencimiento. Piensa en que llegará la hora en que seamos uno". (El grito, "Repertorio Americano", San José, Costa Rica, 17 de abril, 1922).

Al celebrarse el Día Panamericano o Día de las Américas, instituido por el Consejo Directivo de la Unión Panamericana para "exaltar los ideales de paz y de solidaridad continental", su Director General, Leo S. Rowe -"al doctor Rowe lo asisten tres genios de su raza: el servicio, la larga bondad, y la sencillez"- invitó a Gabriela Mistral a escribir un mensaje conmemorativo. Un 14 de abril de 1931, la autora chilena leerá en Washington, y en presencia de los representantes de las veintiuna repúblicas americanas de entonces, su Voto de la juventud escolar en el día de las Américas. Voto o compromiso de americanidad que iba mucho más allá de afanes conmemorativos:

"Nosotros, americanos del Norte y del Sur, hemos recibido y aceptado, con la unidad geográfica, cierta comunidad de destino que sería un triple destino de realizar: la riqueza suficiente, la democracia cabal y la libertad cumplida en el Continente". Y llamará a la juventud de ese Continente "a repugnar la violencia en el trato de nuestras naciones y a rechazar la injusticia como una disminución de su honra gloriosa, de la cual vivimos y seguiremos viviendo".

El tema de la América, con sus bultos corporales de cordillera a fruto tropical, constituye no sólo uno de los fundamentos de la obra toda de Gabriela Mistral, sino también uno de sus desvelos permanentes: pasión y voluntad atenta del destino del Continente nuestro. Vocacionalmente americanista (martiana, de Martí; bolivariana, de Bolívar; sarmentiana, de Sarmiento) en emocionalidad y en sentido, en acercamiento a las realidades vivas de lo humano, lo racial, lo histórico, lo geográfico, lo social, lo porvenir. Y, sobre todo, una América como expresión de unidad de pueblo a pueblo y de gente a gente: "Los miembros de la vida espiritual de nuestros países andan sueltos como las tribus que no han aprendido aún vertebración, y por sueltos, desventurados, y por desventurados, rebeldes con no sé qué suicidio resuelto en la cara".

En febrero de 1939, en su tercera visita a los Estados Unidos, Gabriela Mistral dicta en el Palacio de la Unión Panamericana (Washington) su conferencia Geografía humana de Chile. Una geografía que iba a la par con la otra, su física geografía que se conoció y se recorrió en una especie de beneplácito en el bien ver, en el bien pensar, en el bien hacer. Y leerá, como textos inéditos, sus soberbios poemas Salto del Laja, Volcán Osorno y Lago Llanquihue. Poemas que, de alguna recreadora manera, venían a ser la prolongación permanente en su memoria del país natal, y que irán después a integrar su libro póstumo Poema de Chile (1967).

Ocho años después, en marzo de 1946 y ya laureada con el Premio Nobel de Literatura ("Lo de Estocolmo", dirá ella), el Consejo Directivo de la Unión Panamericana la recibe en una sesión extraordinaria en su honor. "Este lugar me remece viejas memorias. Hace veinticuatro años me recibió la Unión Panamericana y después volvió a abrirme estas puertas ágiles", evocará la ilustre invitada al leer su discurso La faena de nuestra América. Y mencionando al embajador brasileño, señor Martins, presidente del Consejo Directivo, continuará diciendo: "Os afirmo mi fe en vuestra institución y me fío a ella en cuanto a entidad válida para la hora de la tormenta o del simple peligro. Es faena vuestra –y nunca la tuviste mayor- el conservar liberado el continente del delirio universal, de la miseria física y de la depresión fatalista y aceptadora de todo, que es su consecuencia".

Y con sus dignidades y sus verdades de siempre, afirmará estar "atenta a uno de los deberes inmediatos que es la paz, pero asegurando una paz casada con la justicia social y, además, con justicia económica, y en una proporción que no sea de gramos, pues lo que pedimos es no sólo ser ayudados con el dólar y la maquinaria, sino ser entendidos, sobre todo comprendidos. Solamente así se nos ayudará con eficacia y sin dejo de superioridad y mayordomía". Por esto, también, esta chilena de Chile que era la Mistral, hablaba, y con una no oculta irónica descripción, de las armonía de las tres Américas desiguales: "la América patrona, la América casi doméstica, que es la Central, y la América en tratamiento de domesticidad que es la que sigue". Y esto lo dice por 1928, el año mismo de la intervención de los "mariner" norteamericanos en los asuntos internos de Nicaragua. Gabriela Mistral, en artículos que publica de la prensa de la época, apoyará la causa sandinista por principios de respeto a la no intervención y a la autodeterminación de los pueblos. De ahí que Augusto César Sandino ("el héroe heroico como no me toque ver otro", decía ella), en una acción de gratitud, declarará a Gabriela Mistral, desde las selvas de la Segovia, una "benemérita del ejército sandinista". Tal fue su adhesión al patriota nicaragüense de los años treinta.

Los muchos y sorprendentes recados que de la América escribió Gabriela Mistral, son su admirativa muestra de adhesión, casi fisiológica, a los más variados asuntos del Continente. Esos recados o muy singularísimos textos prosísticos, testimonian su palabra-pensamiento, su palabra-verdad, su palabra-ígnea. Importa en Gabriela Mistral tanto el pretérito como el futuro de su América, tanto el ahora como el día que viene, es decir, el destino todo de un Continente.

Recuérdese que la Academia Sueca, al otorgarle el Premio Nobel de Literatura (1945), señalaba, en uno de sus fundamentos, que la poesía de Gabriela Mistral estaba "inspirada en poderosas emociones y que ha hecho de su nombre un símbolo de las aspiraciones idealistas de todo el mundo latinoamericano".

Ella, que se consideró modestamente una tradicionalista fue, sin embargo, una mujer de su tiempo y una adelantada, en muchos casos, a ese tiempo. Su Chile natal y su América nutricia no eran sólo un aleluya de gracia y epifanía, sino también un testimoniar y un denunciar –y en frase de ella- "los agrios materiales de la realidad". Así sea la hondura y la belleza de sus certeras y elocuentes palabras. Así sea también su desvivir y su hacer historia crítica y ciudadana de una época:

En este amplio y pluralísimo mapa mistraliano, hay mucha historia verdadera y humana y mucho cívico devenir ciudadano contemporáneo. "No soy una patriota ni una panamericanista que se endroga con las grandezas del Continente. Me lo conozco casi entero, desde Canadá hasta la Tierra del Fuego. He comido en las mejores y las peores mesas. Tengo esparcida en la propia carne una especie de limo continental. Y me atrevo a decir, sin miedo de parecer un fenómeno, que la miseria de Centroamérica me importa tanto como la del indio fueguino y que la desnudez del negro de cualquier canto del Trópico me quema como a los tropicales mismos". (La faena de nuestra América, discurso en el Consejo Directivo de la Unión Panamericana, Washington, 19 de marzo, 1946).

En abril de 1956, y ya con notorio y delicado estado de salud, Gabriela Mistral asiste, especialmente invitada, a una reunión extraordinaria de la OEA, entregando un mensaje americanista a los países miembros: "Vivo en lo equinoccial de lo americano y cuanto he dicho y diga arranca de mi pasión por las cosas esenciales que amo y defiendo: la cultura, la democracia, la libertad y la unidad necesaria de la América". Es su último acto público. Meses antes (10 de diciembre 1955) había estado en la Asamblea General de las Naciones Unidas, en Nueva York, con ocasión de celebrarse el séptimo aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos Básicos.

Palabra de razón y de verdad tendrá entonces, y sólo meses después, el Secretario General de la OEA, don José A. Mora, lamentando el fallecimiento de Gabriela Mistral (enero, 1957): "Nosotros, los de la Unión Panamericana que nos sentimos infinitamente enriquecidos por su poesía y su personalidad calurosa y estimulante, lloramos su muerte, pero también sabemos que vivirá por siempre en sus poemas, que son su legado a la humanidad".

Así fue, así es. "Poetisa de la América", como dice aquel busto que recuerda a Gabriela Mistral en la OEA. Pero también fiel ciudadana de esa América en su tiempo y en este tiempo.

No es extraño que en los amplios y verdes jardines que rodean el edificio de la Organización de los Estados Americanos (OEA), en Washington D.C. (Avda. Constitución con la Calle 17), exista un busto marmóreo de nuestra Gabriela Mistral (1889-1957). "Poetisa de América", dice la placa conmemorativa. Poetisa ya no sólo de Chile, sino de todo un Continente. Homenaje valedero del más importante organismo regional a una mujer latinoamericana merecedora del Premio Nobel de Literatura (1945). Y toda vez que la poeta y maestra chilena estuvo allí, invitada de honor, diciendo su palabra en conferencias reveladoras de identidad y realidad americana.

Entre 1924 y 1956 Gabriela Mistral tuvo oportunidades de estar varias veces en el Palacio de la Unión Panamericana, primero, y en el Salón de las Américas de la OEA, después, recibiendo meritorios y admirativos honores y homenajes. Pero también alta tribuna continental para expresar su sentir y su desvivir de mujer americana. "En todo caso, nuestras personas no importan", dirá con don de humildad desde ese paraninfo de las Américas. "Lo que importa es que no nos derriben del cielo nuestros númenes divinos: la libertad, la paz y la democracia".

Así, Gabriela Mistral revelaba ser una autora que no sólo escribió una poesía cargada de intensidad y sentido humano, sino, y de manera muy principal, a una mujer chilena del siglo veinte que supo decir buenamente lo suyo, y en lo suyo lo de los otros, a través de su pensamiento y de su acción en los temas tutelares de una América. Y que harán de su escritura un proyectar las vivencialidades de su América. Se diría, conciencia viva de una época que resume en sus recados y ensayos el ritmo vital de Chile, la faena de una América y la visión del mundo.

Gabriela Mistral, que nace en un valle cordillerano de Chile, que se recorre el territorio patrio en andanzas educacionales ("no voy sino a los pueblos donde puedo servir"), se nos irá luego por otros países y continentes en una errancia o extranjería de vagabunda voluntaria. Pero en todo lugar será siempre fiel a sus preocupaciones y motivaciones: su país natal de Chile y su América continente nuevo, y los habitantes de ese país y de esa América en sus geografías y sus costumbres, en sus maneras de rescatar lo mal deletreado o lo mal averiguado.

Mujer de conciencia libertaria y maestra -la que más- sobre todo en una época que el asunto americano gritaba su hambre de didácticas por donde se le cogiese: "América, América. Todo por ella, porque todo nos vendrá de ella", dirá por 1922 en una pedagógica página de escritura. "Dilo todo de tu América; ¡América y sólo América! ¡Qué embriaguez para semejante futuro, qué hermosura, qué reinado vasto para la libertad y las excelencias mayores!"

Nuestra autora, amén de su trascendente obra poética y prosística, no estará ajena a las circunstancias y contingencias de su América, "la América nuestra", como dice siempre, o Nuestra América en el decir de Martí, el patriota y poeta cubano a quien mucho admiró. Los asuntos de la América no la iban a dejar indiferente estuviera donde estuviera, ya abogando por la no intervención y la autodeterminación de los pueblos, como por la necesidad de libros y bibliotecas para esos pueblos: "Una Colombia cafetera y letrada; un México petrolero y social; una Cuba azucarera e internacional; un Perú cauchero y colonial, querría yo tener puestos en volúmenes que siguieran un plan de tierra nativa: folclore rico, historia de subidos quilates, costumbre original, fauna apasionante y flora sencillamente estupenda".

En mayo de 1924, en su primera visita a los Estados Unidos, dejando atrás sus años de magisterio en México, Gabriela Mistral es homenajeada en la Unión Panamericana, en Washington, ocasión que dictará una muy personal y reveladora conferencia -Unión cristiana de las Américas-, hablando de su orgullo por la raza, de la igualdad del indio, de la misión de los Estados Unidos, y de religión:

"Yo no soy una artista, lo que soy es una mujer en la que existe, viva, el ansia de fundir en mi raza, como se ha fundido dentro de mí, la religiosidad con un anhelo lacerante de justicia social. Yo no tengo por mi pequeña obra literaria el interés quemante que me mueve por la suerte del pueblo. No soy, por cierto, una sufragista. Hay en ello el corazón justiciero de la maestra que ha educado a los niños pobres y conocido la miseria obrera y campesina de nuestros países". Al término de su aplaudida y elogiada conferencia, y acompañada del embajador de Chile, Beltrán Mathieu, asistirá a una recepción oficial en los salones de la Unión Panamericana.

Los decires de Gabriela Mistral, además de su notable belleza de oralidad o de escritura, tienen así la energía que da la sobriedad y la verdad de su lenguaje. Por sus recados y artículos va y viene la historia viva y sin mito de nuestros pueblos totales: "Nuestros héroes del Norte y del Sur, Bolívar como Washington, Lincoln como San Martín, parecen concebidos en una misma hora por un mismo designio, y son obreros de una faena idéntica. Nuestras constituciones, salidas de la conciencia de ellos, están iluminadas por una luz igual y destacan un perfil fraterno como las plantas que nutre un humus común" (GM: Voto en el Día de las Américas, abril, 1931).

Años antes de aquella visita primera a Washington, Gabriela Mistral tenía ya su devoción, su pensar y su sentir por lo americano. "Describe tu América", "Divulga tu América" se exigía ella a sí misma como lección educadora diaria y como norma o grito de conducta en su cartabón de maestra. "Haz amar la luminosa meseta mexicana, la verde estepa de Venezuela, la negra selva austral. Dilo todo de tu América. Di cómo se canta en la pampa argentina, cómo se arranca la perla en el Caribe, cómo se puebla de blancos la Patagonia. Divulga su Bello, su Sarmiento, su Lastarria, su Martí. Enseña el sueño de Bolívar, el vidente primero. Clávalo en el alma de tus discípulos con agudo garfio de convencimiento. Piensa en que llegará la hora en que seamos uno". (El grito, "Repertorio Americano", San José, Costa Rica, 17 de abril, 1922).

Al celebrarse el Día Panamericano o Día de las Américas, instituido por el Consejo Directivo de la Unión Panamericana para "exaltar los ideales de paz y de solidaridad continental", su Director General, Leo S. Rowe -"al doctor Rowe lo asisten tres genios de su raza: el servicio, la larga bondad, y la sencillez"- invitó a Gabriela Mistral a escribir un mensaje conmemorativo. Un 14 de abril de 1931, la autora chilena leerá en Washington, y en presencia de los representantes de las veintiuna repúblicas americanas de entonces, su Voto de la juventud escolar en el día de las Américas. Voto o compromiso de americanidad que iba mucho más allá de afanes conmemorativos:

"Nosotros, americanos del Norte y del Sur, hemos recibido y aceptado, con la unidad geográfica, cierta comunidad de destino que sería un triple destino de realizar: la riqueza suficiente, la democracia cabal y la libertad cumplida en el Continente". Y llamará a la juventud de ese Continente "a repugnar la violencia en el trato de nuestras naciones y a rechazar la injusticia como una disminución de su honra gloriosa, de la cual vivimos y seguiremos viviendo".

El tema de la América, con sus bultos corporales de cordillera a fruto tropical, constituye no sólo uno de los fundamentos de la obra toda de Gabriela Mistral, sino también uno de sus desvelos permanentes: pasión y voluntad atenta del destino del Continente nuestro. Vocacionalmente americanista (martiana, de Martí; bolivariana, de Bolívar; sarmentiana, de Sarmiento) en emocionalidad y en sentido, en acercamiento a las realidades vivas de lo humano, lo racial, lo histórico, lo geográfico, lo social, lo porvenir. Y, sobre todo, una América como expresión de unidad de pueblo a pueblo y de gente a gente: "Los miembros de la vida espiritual de nuestros países andan sueltos como las tribus que no han aprendido aún vertebración, y por sueltos, desventurados, y por desventurados, rebeldes con no sé qué suicidio resuelto en la cara".

En febrero de 1939, en su tercera visita a los Estados Unidos, Gabriela Mistral dicta en el Palacio de la Unión Panamericana (Washington) su conferencia Geografía humana de Chile. Una geografía que iba a la par con la otra, su física geografía que se conoció y se recorrió en una especie de beneplácito en el bien ver, en el bien pensar, en el bien hacer. Y leerá, como textos inéditos, sus soberbios poemas Salto del Laja, Volcán Osorno y Lago Llanquihue. Poemas que, de alguna recreadora manera, venían a ser la prolongación permanente en su memoria del país natal, y que irán después a integrar su libro póstumo Poema de Chile (1967).

Ocho años después, en marzo de 1946 y ya laureada con el Premio Nobel de Literatura ("Lo de Estocolmo", dirá ella), el Consejo Directivo de la Unión Panamericana la recibe en una sesión extraordinaria en su honor. "Este lugar me remece viejas memorias. Hace veinticuatro años me recibió la Unión Panamericana y después volvió a abrirme estas puertas ágiles", evocará la ilustre invitada al leer su discurso La faena de nuestra América. Y mencionando al embajador brasileño, señor Martins, presidente del Consejo Directivo, continuará diciendo: "Os afirmo mi fe en vuestra institución y me fío a ella en cuanto a entidad válida para la hora de la tormenta o del simple peligro. Es faena vuestra –y nunca la tuviste mayor- el conservar liberado el continente del delirio universal, de la miseria física y de la depresión fatalista y aceptadora de todo, que es su consecuencia".

Y con sus dignidades y sus verdades de siempre, afirmará estar "atenta a uno de los deberes inmediatos que es la paz, pero asegurando una paz casada con la justicia social y, además, con justicia económica, y en una proporción que no sea de gramos, pues lo que pedimos es no sólo ser ayudados con el dólar y la maquinaria, sino ser entendidos, sobre todo comprendidos. Solamente así se nos ayudará con eficacia y sin dejo de superioridad y mayordomía". Por esto, también, esta chilena de Chile que era la Mistral, hablaba, y con una no oculta irónica descripción, de las armonía de las tres Américas desiguales: "la América patrona, la América casi doméstica, que es la Central, y la América en tratamiento de domesticidad que es la que sigue". Y esto lo dice por 1928, el año mismo de la intervención de los "mariner" norteamericanos en los asuntos internos de Nicaragua. Gabriela Mistral, en artículos que publica de la prensa de la época, apoyará la causa sandinista por principios de respeto a la no intervención y a la autodeterminación de los pueblos. De ahí que Augusto César Sandino ("el héroe heroico como no me toque ver otro", decía ella), en una acción de gratitud, declarará a Gabriela Mistral, desde las selvas de la Segovia, una "benemérita del ejército sandinista". Tal fue su adhesión al patriota nicaragüense de los años treinta.

Los muchos y sorprendentes recados que de la América escribió Gabriela Mistral, son su admirativa muestra de adhesión, casi fisiológica, a los más variados asuntos del Continente. Esos recados o muy singularísimos textos prosísticos, testimonian su palabra-pensamiento, su palabra-verdad, su palabra-ígnea. Importa en Gabriela Mistral tanto el pretérito como el futuro de su América, tanto el ahora como el día que viene, es decir, el destino todo de un Continente.

Recuérdese que la Academia Sueca, al otorgarle el Premio Nobel de Literatura (1945), señalaba, en uno de sus fundamentos, que la poesía de Gabriela Mistral estaba "inspirada en poderosas emociones y que ha hecho de su nombre un símbolo de las aspiraciones idealistas de todo el mundo latinoamericano".

Ella, que se consideró modestamente una tradicionalista fue, sin embargo, una mujer de su tiempo y una adelantada, en muchos casos, a ese tiempo. Su Chile natal y su América nutricia no eran sólo un aleluya de gracia y epifanía, sino también un testimoniar y un denunciar –y en frase de ella- "los agrios materiales de la realidad". Así sea la hondura y la belleza de sus certeras y elocuentes palabras. Así sea también su desvivir y su hacer historia crítica y ciudadana de una época:

En este amplio y pluralísimo mapa mistraliano, hay mucha historia verdadera y humana y mucho cívico devenir ciudadano contemporáneo. "No soy una patriota ni una panamericanista que se endroga con las grandezas del Continente. Me lo conozco casi entero, desde Canadá hasta la Tierra del Fuego. He comido en las mejores y las peores mesas. Tengo esparcida en la propia carne una especie de limo continental. Y me atrevo a decir, sin miedo de parecer un fenómeno, que la miseria de Centroamérica me importa tanto como la del indio fueguino y que la desnudez del negro de cualquier canto del Trópico me quema como a los tropicales mismos". (La faena de nuestra América, discurso en el Consejo Directivo de la Unión Panamericana, Washington, 19 de marzo, 1946).

En abril de 1956, y ya con notorio y delicado estado de salud, Gabriela Mistral asiste, especialmente invitada, a una reunión extraordinaria de la OEA, entregando un mensaje americanista a los países miembros: "Vivo en lo equinoccial de lo americano y cuanto he dicho y diga arranca de mi pasión por las cosas esenciales que amo y defiendo: la cultura, la democracia, la libertad y la unidad necesaria de la América". Es su último acto público. Meses antes (10 de diciembre 1955) había estado en la Asamblea General de las Naciones Unidas, en Nueva York, con ocasión de celebrarse el séptimo aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos Básicos.

Palabra de razón y de verdad tendrá entonces, y sólo meses después, el Secretario General de la OEA, don José A. Mora, lamentando el fallecimiento de Gabriela Mistral (enero, 1957): "Nosotros, los de la Unión Panamericana que nos sentimos infinitamente enriquecidos por su poesía y su personalidad calurosa y estimulante, lloramos su muerte, pero también sabemos que vivirá por siempre en sus poemas, que son su legado a la humanidad".

Así fue, así es. "Poetisa de la América", como dice aquel busto que recuerda a Gabriela Mistral en la OEA. Pero también fiel ciudadana de esa América en su tiempo y en este tiempo.


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Luis E. Aguilera

Director Nacional
Sociedad de Escritores de Chile
Presidente
Sociedad de Escritores de Chile (SECH),
Filial Región de Gabriela Mistral-Coquimbo
Fonos (56-51) 227275 (56-51) 243198
Celular 90157729
luiseaguilera.57@gmail.com
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