jueves, 15 de julio de 2010

China y Argentina aplaudieron a Cristina Fernández Ernesto Che Guevara y Mao

 

MEJORA  LA  RELACIÓN  DE  ARGENTINA  CON  CHINA  POPULAR

Con el viaje de la presidenta mejoró la sintonía política y hubo más convenios 

El viaje de Cristina Fernández a China ha servido para acercar más posiciones políticas y anunciar negocios de mutuo interés. Es una buena noticia para 38 millones de argentinos y 1.360 millones de chinos.

EMILIO MARÍN 

Las relaciones diplomáticas entre los dos países recién se establecieron en 1972, cuando el socialista estaba enhebrando las alianzas necesarias para volver a ocupar su sitial en Naciones Unidas. La poltrona estaba usurpada hasta entonces por “China nacionalista” o Taiwán, el pedazo del país asiático ocupado en 1949 por el dictador Chiang Kai shek. Este venía huyendo de la China continental, perdidoso en la guerra contra Mao y el Ejército Popular de Liberación, y fue puesto a resguardo en aquella isla por Estados Unidos.

La mentira de las “dos China” se caía a pedazos en los ´70 y el general Alejandro Lanusse, en el crepúsculo de la “Revolución Argentina”, decidió establecer relaciones diplomáticas con la China verdadera. El presidente Mao y sobre todo su canciller todoterreno Chou En lai consiguieron que numerosos países, más allá del signo político de sus gobiernos, admitieran que Pekín (ahora traducida como Beijing) era la capital de China.

El mejoramiento de las relaciones comerciales, culturales y políticas con la República Popular China es un dato positivo para los argentinos, exceptuada una minoría fervientemente anticomunista que sigue creyendo que “el peligro amarillo” se cierne sobre el “mundo libre”.

Esas sectas políticas y religiosas existen en Argentina. En noviembre de 2004 unos pocos seguidores de Falun Dafa, MST y otros fueron hasta el Palacio San Martín a denostar al presidente chino. Hu Jintao era agasajado por el entonces presidente Néstor Kirchner y su esposa Cristina Fernández, y se firmaba una “asociación estratégica” entre los dos países. Las sectas fueron con carteles que acusaban al país asiático de ser una dictadura criminal que traficaba órganos y practicaba la esclavitud laboral. Otra secta política, que había calificado a la dictadura de Videla de “prosoviética”, acusaba a los Kirchner de ser un gobierno “prochino” y “prorruso”, en base a los números del comercio exterior y las supuestas relaciones de esos gobernantes y empresarios.

Esos detractores deben estar muy apenados por la buena onda entre Cristina Fernández y Hu Jintao, reunidos por más de una hora en el Palacio del Pueblo. Y sobre todo, porque los dos mandatarios, sus cancilleres Héctor Timerman y  Yang Jiechi, y otros funcionarios de las dos partes, entre ellos el ministro Julio de Vido, firmaron numerosos acuerdos comerciales.

La comitiva argentina pasó luego por Shanghai, capital económica y financiera del gigante asiático, cerrando una gira de cuatro días. Como todo es según el cristal con que se mire, se explica que el diario oligárquico “La Nación” destacara que la gira no había logrado solucionar el conflicto por el aceite de soja y que la venta por 9.500 millones de dólares de material ferroviario se había hecho sin licitación. “Gaceta Ganadera” veía el vaso prácticamente vacío. La buena relación con China Popular, como con Venezuela y Cuba, le pone la piel de ave y le merece los peores titulares.

 

La política primero

Sin embargo, el balance del viaje presidencial es muy positivo en política y en lo relativo a los negocios.

Sucede que el lobby pronorteamericano tiene que tirar mala onda sobre todo lo que signifique reforzamiento de los vínculos de Argentina con otros países tercermundistas. Y si son socialistas, tanto peor.

En enero de este año la jefa de Estado debía viajar a Beijing pues había quedado todo anudado por el canciller Jorge Taiana. Pero al final, en medio de “conflictos internos” –como ahora explicó, discreta, la viajera a su anfitrión Hu- derivados del rol nada confiable de Julio Cobos, con el affaire Martín Redrado sin definir, Cristina Fernández no quiso ausentarse una semana de la Casa Rosada en esas circunstancias.

En ese momento los eternos cuestionadores de la relación con China dijeron que la mandataria nos había dejado mal parados. Con tal de criticarla aparecían como amigos del gran país por donde sale el sol. Su cinismo no tenía límites.

Pero quedaron otra vez en evidencia, porque Taiana y luego su sucesor Timerman pudieron arreglar el viaje para el 12 de julio. La relación amistosa entre los dos países no sufrió ni un rasguño; es más, el dueño de casa definió a la visitante como “gran amiga” de China.

Esos vínculos no deben ser evaluados en términos mercantilistas, de cuánto se vendió o se compró. Ante todo interesa la política. ¿A la parte oriental le importó la mandataria argentina? Sí. ¿Cómo se puede demostrar ese interés? Muy sencillo: tuvieron reuniones con ella y su comitiva las más importantes autoridades nacionales, como el presidente Hu, el primer ministro Wen Jiabao, el máximo asesor político Jia Qinglin y el viceprimer ministro Hui Liangyu.

Es obvio que los visitantes otorgaban importancia al periplo, desde que los embarcados fueron la presidenta, el canciller, el ministro de Planificación, la ministra de Industria Débora Giorgi, el secretario de Transporte Juan Pablo Schiavi y el de Industria, Eduardo Bianchi, además de un lote de 70 empresarios y varios legisladores.

Si bien la venta de material ferroviario chino fue el centro de los anuncios, eso no puede desplazar del primer lugar a los acuerdos políticos. Cristina reiteró que hay una sola China, que es la aspiración nacional más sentida por los 1.360 millones de personas de ojos rasgados. Y Hu reiteró su solidaridad con la soberanía argentina en las Malvinas, un tema central pese a la desmalvinización desarrollada desde el 14 de junio de 1982.

Hubo otras coincidencias centrales: el Estado debe invertir y gastar para salir de la crisis mundial desatada en 2008 en Estados Unidos; no habrá soluciones a partir de ajustes y recesiones; se deben reformar los organismos financieros internacionales, regular el movimiento de los capitales y buscar una moneda internacional diferente al dólar estadounidense.

 

Desojizar la relación”

Además de los gestos políticos, también importa la cantidad y calidad de convenios comerciales. Y de esto también hubo.

El Belgrano Cargas renovará locomotoras, vagones, vías y durmientes, estaciones, etc, con lo que reafirmará su condición de ramal cerealero por excelencia. En la Capital la Línea A de subtes tendrá coches nuevos para dar de baja a los que datan de 1912. Y está proyectado unir la estación Retiro de Subte con la Terminal aérea de Ezeiza, como ocurre con grandes ciudades del mundo, verbigracia París.

Hablando de subtes, se incluyó la apertura de este sistema en “La Docta” con un proyecto por 1.800 millones de dólares, razón por la cual estuvo en la comitiva el intendente cordobés Daniel Giacomino.

El ferrocarril San Martín tendrá coches y locomotoras nuevas. Y para el Roca se electrificará el tramo entre La Plata y Berazategui.

Según el secretario de Transporte, Schiavi, este paquete significará 9.500 millones de dólares, que serán aportados por bancos de China, a 19 años de plazo y con un interés bajo. La presidente lo llamó “interés inexistente hoy en el mundo” (la enviada de “La Nación” lo estimó en 8 por ciento anual).

En principio luce como un buen acuerdo para Argentina, cuyo sistema ferroviario y de subte mejoraría mucho, y también para China, que no practica la beneficencia.

Los críticos del gobierno nacional han deslizado toneladas de escepticismo sobre los instrumentos firmados en Beijing. Pero los hechos muestran la evolución del comercio bilateral, que desde 2003 hasta 2008 se cuadriplicó.

Cuando Kirchner inició su mandato, las exportaciones argentinas a China fueron de 2.729 millones de dólares y las importaciones alcanzaron a 447 millones de la misma moneda. En 2008, esos rubros habían crecido a 5.180 millones y 6.781 millones respectivamente, o sea que el comercio bilateral sumaba 12.000 millones de dólares, frente a los algo más de 3.000 millones del inicio.

Frente a esa espiral en ascenso, el cese de compras de aceite de soja por la parte china, siendo importante, no puede ser “el árbol que oculte el bosque”. Los orientales argumentan que ese aceite tiene más solvente hexano del que permiten sus leyes. Los negociadores argentinos creen que fue una represalia por haber dispuesto nuestro país un dispositivo antidumping contra 18 productos asiáticos.

Como sea, tal diferendo será tratado por una comisión de alto nivel y no puede avinagrar el buen talante de las relaciones sino-argentinas. Como dijo la presidenta argentina: “hay que desojizar la relación con China”. La idea es vender no sólo soja y aceites sino también productos con mayor valor agregado, que generan más empleos aquí.