jueves, 15 de julio de 2010

Las Bases de como morir de frío argentino Ciudad Autónoma del procesado Macri

 

Antes de que llegue el frío

 

Por Oscar Taffetani   

Miércoles, 14 de Julio de 2010 08:33

JuanBautistaAlberdi1(APe).- Con excitación morbosa los medios anuncian que llega una ola de frío polar y la noticia se clava como un puñal en los oídos de los más pobres, de los desahuciados, de ésos que apenas tienen manera de abrigarse.       

Cuevas y agujeros, galerías del subte, locales y depósitos, lo más impensado puede convertirse en refugio de pibes o viejos sin casa.

Hasta que se vaya el frío. O al menos, hasta que el sol preste unas horas de compañía.

Raleados ejércitos del trabajo marchan a su labor desde temprano. Con el rabillo del ojo, pasajeros y transeúntes ven los bultos, esos montones de trapos y papeles que dicen que allí abajo hay un ser humano. Tal vez un viejo. O un niño.

Esta mañana, el periodista que ayer hablaba de la ola de frío pasó a hablar de la ola de inseguridad. Nunca habla de la ola de abandono. Nunca habla de la ola de injusticia.

Demasiados monumentos


Empleados municipales, utilizando una hidrolavadora, borran los graffitis y asean el bronce de Juan Bautista Alberdi, en Plaza Constitución. Pronto se cumplirá el bicentenario del nacimiento del procer. Y habrá flores. Y discursos.

El arquitecto que diseñó el monumento hizo construir una amplia cripta en su base, para que funcionara allí una biblioteca. Pero nunca se hizo la biblioteca. Hoy la cripta es un depósito polvoriento, donde se guardan trastos y herramientas.

No muy lejos de Alberdi está Castelli. Inauguraron su estatua para la época del Centenario. Eberlein, autor de la pieza, decidió ponerla sobre un pedestal de granito negro con dos bajorrelieves de bronce. Cien años después, ya no hay pedestal de granito, ni bajorrelieves.

Más de 400 monumentos tiene Buenos Aires. Y los restauradores municipales no dan abasto para limpiarlos y ponerlos en condiciones, cuando se acercan los aniversarios. Demasiados monumentos, tal vez.

Entre Wheelwright y Barrick


“Proteged a empresas particulares para la construcción de ferrocarriles. Colmadlas de ventajas, privilegios, de todo lo imaginable, sin deteneros en los medios (…) Dejad que los tesoros de afuera, como los hombres, se domicilien en nuestro suelo (…) que cada afluente navegable reciba reflejos civilizadores de la bandera de Albión” (
Bases, capítulo XV)

No cuesta hallar en los escritos de Alberdi la ideología que se haría carne (y sangre) en el Ochenta, con el ferrocarril inglés y el inmigrante europeo ocupando violentamente las tierras y desalojando a sus dueños originarios.
Pero además, con una circunstancia personal indefendible y agravante: que Alberdi fue abogado y apoderado de la Wheelwright, una de las primeras empresas ferroviarias y mineras de Sudamérica, que obtuvo importantes concesiones en Chile y la Argentina (una Barrick Gold, pero del siglo XIX).

Neorrealismo y utopía


En las adyacencias del monumento a Alberdi hay sólo eso: cosas que yacen. Yacen, por ejemplo, bolsitas con restos de pegamento, una droga mortal que se vende en las ferreterías, sin límite de edad ni condición. Otras veces, yacen cuerpos rotos. Pibes que no llegaron al día siguiente. Pibes que no.

La cripta del monumento, diseñada por Carlos Corvo, tiene ventanas para que entre la luz. Eso es porque debía ser una biblioteca. Y no cualquier biblioteca: una biblioteca de Derecho Constitucional (puesto que Alberdi, las Bases, la Constitución bla bla). Habría que revisar la idea de este monumento. Es defectuosa. Porque las criptas no se llevan bien con las bibliotecas. Y menos que menos, con la democracia. La democracia bien entendida es igualdad. Y mejor entendida, es justicia.

En
Milagro en Milán, perla del neorrealismo italiano, el ángel llamado Totó invita a la vieja Lolotta, al atleta, a la novia abandonada, a la estatua que se mueve y a los niños del asentamiento a fundar una ciudad, una nueva ciudad, y a pensar desde cero sus calles y sus plazas.

Dado que los chicos tienen que aprender aritmética, las calles se llamarán “2x2=4” ó “2x3=6”. ¿Próceres? No habrá. ¿Héroes? Sí los habrá.

Pero héroes con minúscula: héroes de la vida cotidiana.

Contagiados de ese espíritu, se nos ocurre que la cripta del monumento a Alberdi, en Plaza Constitución, debería dejar de ser una cripta. Habría que iluminarla, abrir sus puertas y recibir allí a los pibes de la plaza.   

Una taza de leche caliente, en lugar de la bolsita con pegamento.    Y una enfermera, un médico, un voluntario, que se detengan a mirar eso que el Estado debería mirar y no mira.

Eso sería construir la ciudad de todos.    Y prepararse - prepararse de verdad - antes de que llegue el frío.