viernes, 24 de septiembre de 2010

Caso Fraile y hábitos de secuestrar y torturar en Córdoba Argentina

El Caso Fraile.

Por Gustavo Morello sj. (*)

Córdoba.

El 3 de agosto de 1976 fueron secuestrados de su domicilio en Bulevar los Alemanes 851, un sacerdote norteamericano, James Weeks y cinco seminaristas, cuatro argentinos: José Luis Destéfani, Alejandro Dausá, Alfredo Velarde, Daniel García Carranza; y uno chileno Humberto Pantoja.

Todos pertenecían a la congregación católica de los Misioneros de La Salette. Los llevó un grupo de los Servicios de Inteligencia de la Policía de la Provincia, el conocido D2, que los alojó en la central policial que en esos años funcionaba en el Cabildo. Estaban ocasionalmente en la casa, y no fueron secuestrados, dos personas más. Un anciano con serios problemas de salud y una mujer norteamericana, Joan Mc Carthy, consagrada a tareas de promoción religiosa y humana en el norte argentino. A Mc Carthy la dejan en la casa con la consigna de ir a La Voz del Interior, en la avenida Colón, avisando que "Montoneros había hecho justicia revolucionaria".

La Persecución A Los Católicos.

Es muy probable que la patota haya ido a matarlos pero la presencia de estas personas cambiaron los planes. La suposición tiene fundamentos: en octubre de 1975 habían puesto una bomba en el Arzobispado y secuestrado al padre Paco Gutiérrez.

Primatesta denunció el accionar de grupos paramiliatares en enero de 1976, luego de intentar una mediación entre las organizaciones guerrilleras y el gobierno nacional. En febrero asesinaron en San Isidro al padre Soares y a cuatro laicos que colaboraban con él. El 9 de mayo habían asesinado a la doctora Maggi, decana de la Universidad Católica de Mar del Plata, colaboradora del Obispo Pironio quien en 1975 se había ido del país amenazado por la Triple A.

 A mediados de mayo, Primatesta y Angelleli fueron a ver a Menéndez para quejarse por los hostigamientos que recibía la iglesia riojana. En esos días secuestraron a Mónica Mignone y a un grupo de catequistas del Bajo Flores, Capital Federal, junto con los jesuitas que allí trabajaban.

En junio desaparecen dos seminaristas de la congregación de los asuncionistas en la localidad de San Miguel, provincia de Buenos Aires. El 4 de julio asesinaron a 5 palotinos en el barrio de Belgrano. El 18 asesinarían a los curas Carlos de Dios Murias y Gabriel Longueville en La Rioja, y una semana más tarde fusilarán, frente a su familia, a Wenceslao Pedernera, un campesino que colaboraba con Angelleli. 

Joan Mc Carthy logra avisar en el arzobispado cordobés lo que había sucedido, poniéndose en contacto tanto con el obispo auxiliar monseñor Rubiolo, como con un sacerdote vinculado al movimiento de los Cursillos de Cristiandad, Vicente Zueco. 

Las gestiones de este sacerdote, más las llevadas a cabo por la propia congregación, encabezadas por el superior regional Rolando Nadeau, lograran primero legalizarlos y luego de unos meses su liberación.

Los Torturadores Católicos.

Después de dos días de vejámenes e interrogatorios en el Cabildo, fueron llevados a la Penitenciaría por un breve lapso, el suficiente para ser humillados nuevamente y enterarse por otros presos políticos, que Angelelli había sido asesinado en el mismo día en que los llevaron al D2.

Finalmente fueron alojados incomunicados en el pabellón destinado a presos políticos de la cárcel de Encausados. Además de los abusos del sistema carcelario semioficial (estuvieron detenidos por el "Área 311", una jurisdicción militar no reconocida por las propias leyes del Proceso), fueron sometidos a sesiones de tormento en La Perla. En una de las sesiones uno de los seminaristas vio un afiche en la pared que, bajo el título "Caso Fraile", tenía sus nombres.

En ese centro clandestino fueron interrogados por un grupo de tareas especializado en la iglesia cordobesa, con amplios conocimientos de teología y del campo religioso local. Los torturadores, que tenían como apodos "el cura" y "monseñor" o "Juan XXIII", querían información sobre Quito Mariani, párroco de "La Cripta", los claretianos de Alta Córdoba y el padre Drewniack, los grupos universitarios, las enseñanzas del salesiano Gastaldi, los trabajos en las villas y su conexión con la iglesia de Córdoba, dirigida por el "Cerdo Rojo". Así se referían a Primatesta.

La Liberación. 

El primero en ser liberado, el ciudadano norteamericano, activa en su país las redes católicas que tuvo a su alcance para alertar a la comunidad internacional sobre lo que sucedía en la Argentina y lograr la liberación de sus compañeros. Como su familia trabajaba en el Partido Demócrata, se pusieron en contacto con Edward Kennedy y Robert Drinan. Este último, un jesuita que era diputado y en noviembre de 1976 visitaría Córdoba con la delegación de Amnesty International. Drinan nunca olvidará el nivel de hostilidad sufrido en Córdoba, a pesar de haber hecho visitas del mismo tenor a Vietnam, El Salvador y Sudáfrica.

A fines de septiembre fue liberado un argentino que tenía votos canónicos, y la primera semana de octubre los otros tres argentinos.

El ciudadano chileno quedó preso hasta abril, por investigaciones sobre delitos comunes y supuestas irregularidades en su ingreso y residencia en el país.

En ese mes de octubre, durante una misa en la que celebraban la liberación en una iglesia de barrio Yofre, pasaron algunos autos disparando armas de fuego, por lo que decidieron irse por un tiempo a los Estados Unidos. Después de un año en esa condición, algunos volvieron y otros pidieron asilo político.

La Justicia.

El año pasado, el Poder Judicial de la Nación dictó una Orden de Procesamiento para iniciar el juicio a los presuntos secuestradores.

Algunos de ellos están muertos, otros en prisión. Los que protagonizaron esta dolorosa situación desean que la justicia, largamente esperada, cierre esta herida. Cada una de las víctimas sobrelleva el dolor como puede. Uno no ha hablado nunca más con sus compañeros, dos han motorizado el caso ante la Justicia y otros dos se han presentado como testigos, pero no querellantes.

Si bien todos quieren que los responsables sean juzgados y condenados, algunos esperan que esto ayude a no olvidar, mientras otros prefieren olvidar lo sucedido.

Más allá de las formas personales que cada uno tiene para continuar con su vida, como sociedad será una nueva oportunidad para indagar sobre las múltiples tensiones que atravesaron a la Argentina de los años setenta.+ (PE/Hoydia.com.ar)

(*) Investigador. Autor del libro Cristianismo y Revolución, los orígenes intelectuales de la guerrilla argentina.

PreNot 9103
100924
 

Agencia de Noticias Prensa Ecuménica
54  291 4526309. Belgrano 367.
Cel. 2914191623
Bahía Blanca. Argentina.
www.ecupres.com.ar
asicardi@ecupres.com.ar