jueves, 16 de septiembre de 2010

Despertador Americano México Padre Miguel Hidalgo Bolívar San Martín

El Despertador Americano

 

Por Adys M. Cupull y Froilán González

 

Sentimos el deber de  recordar al Padre Miguel Hidalgo y Costilla,  en el Bicentenario de la lucha por la  Independencia de México, de él  habló y escribió José Martí.

 

Es en La Edad de Oro,  el periódico que dedicó a los niños de América, donde  se refiere a Tres Héroes,  Simón Bolívar, Miguel Hidalgo y José de San Martín. 

 

Afirmó  que Hidalgo fue el fundador del periódico El Despertador Americano,  nombre que  hemos escogido  para el título de este artículo que  rememora el 16 de septiembre de 1810, fecha en que fue proclamado el Grito de Independencia  de Dolores.

 

Dice José Martí:

 

    “México tenía mujeres y hombres valerosos que no eran muchos, pero valían por muchos: media docena de hombres y una mujer preparaban el modo de hacer libre a su país. Eran unos cuantos jóvenes valientes, el esposo de una mujer liberal1, y un cura de pueblo que quería mucho a los indios, un cura de sesenta años. Desde niño fue el cura Hidalgo de la raza buena, de los que quieren saber. Los que no quieren saber son de la raza mala. Hidalgo sabía francés, que entonces era cosa de mérito, porque lo sabían pocos. Leyó  los libros de  los filósofos del siglo dieciocho, que explicaron el derecho del hombre a ser honrado, y a pensar y a hablar sin hipocresía. Vio a los negros esclavos, y se llenó de horror. Vio maltratar a los indios, que son tan mansos y generosos, y se sentó entre ellos como un hermano viejo, a enseñarles las artes finas que el indio aprende bien: la música, que consuela; la cría del gusano, que da la seda; la cría de la abeja, que da miel. Tenía fuego en sí, y le gustaba fabricar: creó hornos para  cocer los ladrillos. Le  veían lucir mucho de cuando en cuando los ojos verdes. Todos decían que hablaba muy bien, que sabía mucho nuevo, que daba muchas limosnas el señor cura del pueblo de Dolores. Decían que iba a la ciudad de Querétaro una que otra vez, a hablar con unos cuantos valientes y con el marido de una buena señora1). Un traidor le dijo a un comandante español que los amigos de Querétaro trataban de hacer a México libre. El cura montó a caballo, con todo su pueblo, que lo quería como a su corazón; se le fueron juntando los caporales y los sirvientes de las haciendas, que eran la caballería; los indios iban a pie,  con  palos y flechas, o con hondas y lanzas. Se le unió un regimiento y tomó un convoy de pólvora que iba  para los españoles. Entró triunfante en Celaya, con músicas y vivas. Al otro día juntó el ayuntamiento, lo hicieron general, y empezó un pueblo a nacer. Él fabricó lanzas y granadas de mano. El dijo  discursos que dan calor y echan chispas, como decía un caporal de las haciendas. Él declaró libres a los negros. Él les devolvió sus tierras a los indios. Él publicó un periódico que llamó El Despertador Americano. Ganó y perdió batallas. Un día se le juntaban siete mil indios con flechas, y al otro día  lo dejaban solo. La mala gente quería ir con él para robar en los pueblos  y para vengarse de los españoles. Él les avisaba a los jefes españoles  que si los vencía en la batalla que iba a darles los recibiría en su casa como amigos.

 

¡Eso es ser grande! Se atrevió a ser magnánimo, sin miedo a que lo  abandonase la soldadesca, que quería que fuese cruel.  Su compañero Allende tuvo celos de él, y él le cedió el mando a Allende. Iban juntos buscando amparo en su derrota cuando los españoles le cayeron encima.

 

 A Hidalgo le quitaron uno a uno, como para ofenderlo, los vestidos de sacerdote. Lo sacaron detrás de una tapia, y le dispararon los tiros  de muerte  a la cabeza. Cayó vivo, revuelto en la sangre, y en el suelo lo acabaron de matar.

 

Le cortaron la cabeza y la colgaron en una jaula, en la Alhóndiga misma de Granaditas,  donde tuvo su gobierno. Enterraron los cadáveres descabezados.

 

Pero México es libre”2)

 

Ahora se  informa sobre los festejos por el Bicentenario de la Independencia.  José Martí se refirió también a los  festejos de las fechas patrióticas de México y detalló en su escrito titulado  El Día de Juárez dedicado al Benemérito de las Américas, como veía la fiesta de aniversario, fue publicada en el periódico Patria, el 14 de julio de 1894, afirmó que:

 “...México  ratifica cada año ante el mundo – con su derecho creciente de  república trabajadora y natural-- su determinación de ser libre. Y lo será, porque domó a los soberbios. Los domó Juárez, sin ira.”3

 

Describió como estaría la ciudad  aquel día de fiesta:

 

“… estará colgada  de banderas la ciudad de las estatuas de bronce y de las casas de azulejos. Los niños de las escuelas  marcharán como soldados. Las niñas, vestidas de blanco, llevarán al mausoleo del  indio ramos de flores. El pensamiento y la riqueza de la ciudad irán a pie a la tumba, detrás del  Presidente que prepara  el país híbrido para la república real y sensata. Las mujeres hermosas de Puebla y de Guadalajara, de Monterrey y Veracruz, aplaudirán a los marciales “cuerudos”, a los soldados fieles a la libertad…”4

 

Así deseamos  que celebre  México en  cada ciudad, en los campos, en las montañas, que sea izada la bandera del águila mexicana de paz, en las  fronteras, al norte,  al sur, en las costas, anunciando al mundo el derecho creciente, de pueblo trabajador y unido, a ser respetado, a ser libre e independiente. 

Sin embargo,  el sacrificio de ese hermano pueblo no puede ser  inútil.

 

José Martí,  alertó: “¡Oh México querido! ¡Oh México adorado, ve los peligros  que te  cercan! ¡Oye el clamor de un hijo tuyo, que no nació de ti! Por el Norte un vecino avieso se cuaja; por el Sur &. &. Tú te ordenarás: tú entenderás; tú te guiarás: yo habré muerto, oh México, por defenderte y amarte, pero si tus manos flaqueasen, y no fueras digno de tu deber continental, yo lloraría, debajo de la tierra, con lágrimas que serían luego vetas de hierro para lanzas,_como un hijo clavado a su ataúd, que ve que un gusano le come a la madre las entrañas”.5)

 

A doscientos años de su Independencia, México sufre.   Su gran hijo José Martí está clavado a su ataúd, un gusano le está comiendo las entrañas a la madre mexicana. 

 

Viene del Norte revuelto y brutal,   para  robar  a los pueblos,  y  verlo  esclavo y  sin tierras.

 

Cada día la prensa anuncia las incontrolables bandas que asesinan  mujeres, jóvenes, y niños, el  cementerio para los  inmigrantes asesinados en la frontera que separa el territorio que fue de México, y  luego arrebatado por Estados Unidos a donde ahora sus legítimos dueños no pueden entrar, porque un  extenso muro rodeado de alambradas, bloques de cemento, cercas eléctricas, carros patrulleros y policías con ametralladoras, perros,  bastones y gases, lo impiden; ha cambiado todo, se observan las cruces del cementerio donde yacen miles de muertos, como parte del nuevo paisaje en la línea divisoria.

 

Voces dignas denuncian el tráfico  creciente de seres humanos, violaciones, drogas, prostitución,  crimen; y el  alarmante tráfico de armas llegadas desde el Norte para los narcotraficantes y el  crimen organizado. 

  

 

1   Doña Josefa Ortiz de Domínguez, Heroína de la Independencia de México.

                   Esposa del Corregidor  de Querétaro. Miguel Domínguez

2.- José Martí,  Tres Héroes .  Editorial Nacional de Cuba, 1964   T.18 P 306 y 307  

 

3.- JOSÉ Martí, El Día de Juárez, edición crítica,  Pedro Pablo Rodríguez Centro de Estudios Martianos P13 y14

4.- ibidem

5.-José Martí, "México", T. 22 p. 19