viernes, 17 de diciembre de 2010

Soy totalitario, comunista, marxista y leninista.

Por qué soy totalitario
Soy totalitario. Más, soy comunista, marxista y leninista. Abogo por un Estado totalitario.
Jaime Richart | Para Kaos en la Red | Hoy a las 11:38 | 679 lecturas | 12 comentarios

 

  Creo firmemente que la libertad individual debe sacrificarse a la causa de la sociedad, de la humanidad y de la su­pervivencia del planeta. Pero no voy ahora a soltar aquí un discurso sobre comunismo. Me limitaré a decir por qué lo soy. Marx y Engels, (estudiaba yo sociología y economía) y luego mi observación directa, me convencieron hace mucho tiempo de que el castigo que inflige el ca­pitalismo a la sociedad no es una fatalidad, es decir, un hecho irre­fragable; que la sociedad puede organizarse de otra manera; que la sociedad humana puede, y debe, vertebrarse a lo largo de bases ra­cionales y distribuir la riqueza y las cargas entre todos los que habi­tan en ella equitativamente, no abandonándolas a la falsa suerte y al instinto depredador del más fuerte.

 

  Dicen que ha fracasado el comunismo. No, el comunismo no ha fracasado. Lo que ha fracasado es el socialismo de salón, la social­democracia. Pues ambos se limitan a poner parches a los desmanes del capitalismo y a los turbios manejos de quienes lo fuerzan. Lo hacen así -dicen- para no perder la libertad que nos venden, real para unos pocos, ilusoria para la inmensa mayoría.  

 

  El socialismo real, el comunismo, no ha fracasado por más que se derrumbara el muro de Berlín. Le llamaron el muro de la vergüenza. Pero la vergüenza no estaba al otro lado. La vergüenza estaba, y está, a este lado. Y el muro se derrumbó por la terrible presión de los métodos que el mercantilismo y el capitalismo, asociados a la re­ligión y a la violencia explícita o solapada acostumbran, ejerció so­bre la sociedad comunista. Desde fuera y por dentro.

 

A fin de cuen­tas el mantenimiento del comunismo exige un pulso firme. Como lo exige la racionalidad, pues la inteligencia, la cordura y el miramiento que a veces tienen los individuos sobre sus congéneres están sólo hilvanados. Lo fácil y lo cómodo es dejarse arrastrar por las corrien­tes conducidas por los que mantienen ese mismo pulso, pero en este caso en bene­ficio de unos cuantos bajo la amenaza constante de descargar la fuerza bruta.

 

  Lo que ha de hacer este país y el mundo entero occidental que de­sean acabar con los abusos del capitalismo y las falsedades de la democracia es, tomar otro rumbo. El seguido hasta ahora conduce a los abismos.

 

  Es cierto que somos muchos los detractores del capitalismo demo­crático y de la democracia capitalista y que nos pasamos la vida de­nun­ciando las injusticias, las lacras, las miserias, los abusos, las menti­ras y las barbaridades de ambos, pero no conseguimos abso­luta­mente nada. No sólo eso, es que injusticias, lacras, miserias, abu­sos, mentiras y barbaridades arredran y van a más. Y, además, no nos decidimos a dar un paso al frente para acabar con ellos.

 

Y tampoco tenemos capacidad para corregirlos ni atempe­rarlos; ni para conseguir una justa distribución de la riqueza, ni una mejora en el bienestar colectivo, ni un avance mínimo en la igual­dad. Todo lo contrario. Cada vez peor es el reparto de la tarta social, cada vez hay más malestar, cada vez más desigualdad. Y cualquier tiempo futuro será peor...

 

  Obsérvese que todos cuantos ostentan y protagonizan el liderazgo, sea en la política, en la economía, en el empresariado o en el perio­dismo, los primeros se pasan las legislaturas y las décadas prome­tiendo reformas o exigiéndolas, que nunca llegan, los segundos buscando soluciones que nunca encuentran, los terceros blindán­dose sus beneficios, y los últimos denunciando inútilmente las trope­lías de los tres grupos anteriores y de las suyas propias.

 

Y obsér­vese también que en la democracia capitalista y en el capitalismo democrático los únicos que gozan de verdadera libertad son preci­samente todos ellos: políticos, expertos, periodistas de postín y opulentos. El resto pasa su vida como espectador y sufriendo los embates de los saqueos sistemáticos o coyunturales de los otros, te­niendo a menudo que humillarse para salir simplemente adelante...

 

  Por eso el mundo precisa de un golpe de timón que impida la de­bacle. Ya va siendo hora de que las gentes de izquierda, de verda­dera izquierda, que tienen un sentido muy acusado de lo que precisa globalmente la sociedad a la que pertenecen, de lo que precisan enormes porciones de humanidad y el mundo entero, se decida. Ya es hora de que se den cuenta de que el capitalismo, y cuantos le sirven, no hacen más que asegurar la perdurabilidad del sistema aberrante; que no hacen más que fingir que intentan corregir o re­mediar los efectos de lo que es su voluntad desigualitaria y de po­der, pero no hacen absolutamente nada para eliminar las causas. Y ¿por qué?, pues, sencillamente, porque si el capitalismo se devora a sí mismo constantemente, también tiene las claves para renacer una y otra vez como de las cenizas renace el Ave Fénix.

  La única alternativa a todo este desaguisado que son el capita­lismo democrático y la democracia capitalista es, el modelo totalita­rio comu­nista. Y quien no lo vea así, es que no le van tan mal las cosas por el momento y por eso sólo se revuelve cuando se queda sin trabajo o sin la prestación del desempleo. Pero díganoslo y así podre­mos separar a los justos de los inicuos. Lo demás es palabre­ría, verborrea y logorrea de histéricas e histéricos.

 

  Y vuelvo al principio: es inútil la réplica de que el comunismo ha fracasado. Es preferible el partido único, inteligente y con voluntad igualitaria, a presenciar cómo muchos partidos tratan de hacerse pedazos entre sí, cómo destrozan la convivencia, cómo impiden la paz en otros países que ocupan y devastan... cómo, poco a poco, están haciendo imposible la vida en el planeta. Y si Marx y Engels estuvieran equivocados y el comunismo de su teoría y de su praxis hubiera sido un error, lo que hay que hacer es reinventarlo. Pero el mundo no puede seguir así...

 

  Otro dato: en los países del entonces llamado "telón de acero", tras la necia euforia que produjo el derrocamiento del comunismo y su reemplazo por la novedad, para ellos, del flamante capitalismo, al ver años des­pués el corrosivo efecto de este bárbaro sistema, al menos un cua­renta por ciento de los cuatrocientos millo­nes que los habitan desearía regresar al comunismo.

 

  Por todo lo dicho, creo tener el derecho de pediros, a la manera que he visto mendigar en Italia: "Fate bene per voi" (ayudaos a vo­sotros mismos) o a la manera en que Ciro exhor­taba a sus soldados: "Quien me ame, que me siga", que seáis co­munistas.