miércoles, 18 de mayo de 2011

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DIECISIETE REPRESORES VAN A JUICIO ORAL POR SECUESTROS DENTRO DEL PLAN CONDOR
Cuando los crímenes no tenían fronteras


Los responsables argentinos de los secuestros que se cometieron como parte de la coordinación represiva de las dictaduras del Cono Sur irán a juicio. Los represores Videla, Nicolaides, Menéndez, Harguindeguy y Bussi entre los acusados.


Por Victoria Ginzberg
http://www.pagina12.com.ar/
Jueves, 29 de Noviembre de 2007


Jorge Rafael Videla, Cristino Nicolaides, Luciano Benjamín Menéndez, Eduardo Albano Harguindeguy, Ramón Díaz Bessone, Santiago Omar Riveros, Antonio Domingo Bussi y otros diez represores serán juzgados por su participación en la coordinación represiva con las otras dictaduras de la región durante la década del ’70. El juez federal Sergio Torres dispuso ayer que la causa sea elevada a juicio oral. “El Plan Cóndor resultó ser una vasta organización criminal que actuó en el Cono Sur, dirigida al secuestro ilegal de personas, su desaparición, muerte y/o tormento, sin importar los límites territoriales o nacionales de las víctimas”, señaló el magistrado en su resolución.


La investigación que Torres dio por concluida ayer se inició en 1999 y abarca los secuestros de 107 personas de diferentes nacionalidades. Los acusados, además, están procesados por “asociación ilícita”. La mayoría esperará el juicio en libertad, ya que los represores fueron excarcelados. Videla no pidió salir y Bussi, Nicolaides y Riveros, entre otros, están presos en otras causas. Los que por el momento irán a juicio son todos argentinos, aunque se había pedido la extradición de siete represores uruguayos que aún está pendiente.

Este expediente pasó por varios jueces y llegó a Torres recientemente, luego de que el juez federal Guillermo Montenegro renunciara para integrar el gabinete de Mauricio Macri. Ahora, el caso pasará a un tribunal oral, que deberá poner fecha al proceso oral y público.

En la resolución de ayer se señala que está acreditada “la existencia de un pan criminal denominado ‘Operativo Cóndor’ celebrado y ejecutado por quienes ocuparon los gobiernos de Chile, Paraguay, Uruguay, Brasil, Bolivia y Argentina cuyo objetivo central resulto ser la lucha contra los opositores mediante la sistematización de la desaparición forzada de personas, entre otros injustos”.

Según se detalla en el fallo, “dada la ilegalidad de los procedimientos” no es posible determinar con exactitud la extensión temporal del Plan Cóndor, pero “puede sostenerse que comenzó a desarrollarse luego de la instalación en Chile de la dictadura de Augusto Pinochet en 1973 y que se extendió a lo largo del tiempo que duraron los gobiernos de facto en América Latina”.

Una de las pruebas de la coordinación internacional de la represión es un documento desclasificado por el Departamento de Estado de los Estados Unidos. El papel fue enviado por el agente especial del FBI Robert Scherrer desde la embajada de su país en Buenos Aires y el 28 de septiembre de 1976: “Operación Cóndor es el nombre clave para la recopilación y el intercambio sobre los llamados ‘izquierdistas’comunistas o marxistas. Fue recientemente establecida entre los servicios secretos de América del Sud. (...) Una tercera etapa y más secreta implica la formación de equipos especiales de los países miembros, los cuales pueden viajar a cualquier parte del mundo con el cometido de castigar a los terroristas y a quienes los apoyan y hasta asesinarlos”.

El juzgado estableció tres “fases o etapas” de la organización criminal: el intercambio de información de inteligencia, la ubicación del blanco (“el subversivo”) y la ejecución o traslado del sujeto a otro país. La asociación ilícita entre las cúpulas militares se materializaba cada vez que desaparecía una persona como consecuencia de esta acción coordinada.

Graciela Rutilo Artes y su hija Carla, de nueve meses, fueron secuestradas el 2 de abril de 1976 en Oruro, Bolivia. De allí, fueron llevadas a La Paz, donde Graciela fue torturada por una comisión de la Policía Federal Argentina. El 29 de agosto, ambas fueron entregadas en la frontera Villazón-La Quiaca a las autoridades argentinas, hecho que fue comunicado oficialmente por el gobierno de Hugo Banzer a la Cruz Roja Internacional. En Argentina, Carla fue apropiada por el represor Eduardo Ruffo. Su abuela la recuperó en 1985. A Graciela la vieron en el centro clandestino de detención Automotores Orletti, que regenteaba la SIDE y era la sede del Plan Cóndor en Buenos Aires. Sigue desaparecida.

María Claudia García Iruretagoyena y su esposo, Marcelo Ariel Gelman, fueron secuestrados el 24 de agosto de 1976 en Buenos Aires y llevados a Orletti. Marcelo fue asesinado. A María Claudia, que tenía 19 años y estaba embarazada de ocho meses, la trasladaron a Montevideo, donde nació su hija, que fue apropiada por un policía uruguayo. La niña recuperó su identidad, su madre sigue desaparecida.

Edgardo Enríquez Espinosa se fue de Chile en marzo de 1976 para escapar de la persecución de la DINA (policía secreta de Augusto Pinochet). Pero fue detenido en Buenos Aires el 10 de abril. Fue visto en Campo de Mayo. Luego, habría sido trasladado a Chile.

Alejandro José Logoluso fue secuestrado el 18 de marzo de 1977 en Asunción, Paraguay. El 26 de mayo el gobierno de Alfredo Stroessner lo entregó al servicio de inteligencia del Ejército argentino. Lo trajeron a Buenos Aires en un avión birreactor de la Armada Argentina, con matrícula 5/T/30 0653, piloteado por el Capitán de Corbeta José Abdala. La precisión surge de un documento del Archivo del terror de Paraguay.

Videla, “en su carácter de Presidente de la Nación Argentina, durante el período comprendido desde el 24 de marzo de 1976 hasta el 29 de marzo de 1981”, deberá responder como máximo responsable de más de cien casos como estos. Lo acompañarán otros diecidéis represores.
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Cóndor, el laberinto del horror

 

Por Stella Calloni *
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Jueves, 29 de Noviembre de 2007

 

En marzo de 1980 fue asesinado en una iglesia de la capital de la República de El Salvador el arzobispo monseñor Oscar Arnulfo Romero, después de haber demandado que los soldados de ese país desobedecieran “la orden inmoral” de matar al pueblo. Lo asesinaron de un certero disparo en el pecho, con proyectiles de dispersión, cuando oficiaba una misa.

Varios medios en el mundo y especialmente de Europa mencionaron que se trataba de un “coletazo” de la Operación Cóndor, la coordinadora criminal de las dictaduras del Cono Sur en los años ’70.

En México, con el periodista y escritor Gregorio Selser comenzamos a buscar la mayor cantidad de datos sobre esta operación típica de la contrainsurgencia en el esquema de la Doctrina de la Seguridad Nacional de Estados Unidos, que significó para nosotros la siembra de las dictaduras en los años ‘70.

Los datos más importantes sobre Cóndor, que mencionó –sin nombrarla– Rodolfo Walsh en su extraordinaria Carta a la Junta Militar Argentina, surgieron del juicio realizado en Estados Unidos por el asesinato del ex ministro del gobierno de Salvador Allende, el economista Orlando Letelier, y su secretaria Ronny Moffit en Washington en septiembre de 1976. Este caso ofreció, en ese momento, las mayores pistas sobre esa operación de contrainsurgencia que asoló al Cono Sur y borró fronteras, trasladando los comandos de la muerte por varios países y continentes.

De esos días data uno de los principales documentos básicos de la Operación Cóndor, enviado a Washington desde la Embajada de Estados Unidos en Buenos Aires, por un oficial del FBI, el coronel Robert Scherrer –ya fallecido– donde explicaba con precisión de qué se trataba este accionar contrainsurgente en sus tres fases de persecución, vigilancia, secuestros, intercambios y asesinatos de las víctimas elegidas.

Lo que resultaba difícil en la investigación posterior era entrecruzar la cantidad de documentos, versiones y testimonios que fueron surgiendo desde entonces.

Pero con el final de las dictaduras, comenzaron a aparecer más evidencias. En diciembre de 1992 se descubrieron los llamados Archivos del Horror, de la dictadura de Alfredo Stroessner en Asunción, Paraguay, a instancias del ex detenido político Martín Almada y la decisión de un joven juez paraguayo, José Fernández.

En esos archivos aparecieron algunos documentos básicos sobre la Operación Cóndor y testimonios inobjetables para finalmente hacer llegar algunos casos –con todos los elementos probatorios– a la Justicia y además demandar las aperturas de archivos desclasificados en Estados Unidos.

De eso se trató investigar Cóndor. De acumular la mayor cantidad de información posible y sistematizarla para que fuera útil a la Justicia y a los familiares de las víctimas. En realidad es un verdadero laberinto de la muerte, de enorme complejidad porque abarca varios países.

Pero quizás esa complejidad, el hecho de que la Operación Cóndor fue tan selectiva en la elección de las víctimas, además de los rastros que se iban dejando a pesar de la impunidad con que se actuó, hayan sido su verdadera debilidad.

A esto se agrega el hecho de que los comandos de acción estuvieron además integrados por grupos paramilitares, organizaciones como las fascistas de Italia, la OAS (el ejército Secreto de Francia), la Triple A en Argentina, los grupos terroristas cubanos de Miami, lo que dejó otra puerta entreabierta a las filtraciones que se producen en esos mundos de la mafia y el crimen.

Trabajar en el esquema de Cóndor requiere de un inmenso esfuerzo colectivo, que de ahora en adelante necesitará de un trabajo conjunto de todos los investigadores sobre el tema, porque de vencer impunidades se trata. Y en estas horas los pasos que está dando la Justicia abrirán una enorme caja de Pandora y dejarán al descubierto todo lo escondido bajo las alfombras malditas de la impunidad.

* Periodista y escritora, autora de los libros Los años del Lobo: Operación Cóndor y Operación Cóndor, pacto criminal.
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El papel de Estados Unidos


Por Luis Bruschtein
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Jueves, 29 de Noviembre de 2007


Los únicos personajes de fuera de la región que aparecen en los diferentes documentos de la Operación Cóndor son Henry Kissinger en alguna reunión internacional, sobre todo con los militares chilenos, y algunos contrarrevolucionarios cubanos que trabajaban para la CIA. También estos personajes aparecieron muy relacionados con Michael Townley en el asesinato en Washington de Orlando Letelier, que había sido canciller de Salvador Allende y en el funcionamiento del campo clandestino Automotores Orletti, en Buenos Aires, donde fueron torturados y asesinados dos empleados de la Embajada de Cuba.“La Operación Cóndor es un esfuerzo cooperativo de inteligencia y seguridad entre muchos países del Cono Sur para combatir el terrorismo y la subversión. Los miembros originales incluían a los servicios de inteligencia de Chile, Argentina, Uruguay, Paraguay, Brasil y Bolivia, mientras que Perú y Ecuador se integraron recientemente”, decía un cable que la CIA envió a las embajadas norteamericanas en estos países en 1977 y que fue recientemente desclasificado.

La CIA conocía desde 1974 la existencia de la Operación Cóndor, porque lo primero que hizo su impulsor inicial, el jefe de la DINA chilena, el general Manuel Contreras, al que le gustaba llamarse Cóndor 1, fue conversarlo con Henry Kissinger. Los norteamericanos siempre estimularon este “intercambio”, pero desconfiaban de la capacidad de los dictadores sudamericanos, pese a que delegaban en ellos las operaciones en el terreno. Sobre todo pensaban que las operaciones debían realizarse en corto tiempo, porque de lo contrario sería inevitable el escándalo internacional que revertiría sobre Estados Unidos. En la reunión con Contreras, Kissinger trató de ponerles un plazo, aunque sin ejercer demasiada presión.

Kissinger manejó la política exterior norteamericana desde 1969 hasta 1976 y después mantuvo una fuerte influencia durante la presidencia de Ronald Reagan, entre 1980 y 1988. Este Premio Nobel de la Paz fue el principal instigador del golpe contra Allende en Chile y fue un gran amigo y encubridor de los demás dictadores sudamericanos. Durante su gestión prácticamente desaparecieron los gobiernos democráticos en América latina. Es difícil saber si se trató de una gran conspiración, pero son innegables los lazos entre todas esas dictaduras que solamente podían subsistir con el beneplácito de Washington. Cuando los dictadores argentinos justificaban sus atrocidades porque estaba en desarrollo la Tercera Guerra Mundial lo decían porque veían a Estados Unidos como la cabeza de la alianza que los incluía. Es un error echar afuera las culpas de nuestras tragedias. Pero también sería hipócrita no reconocer el papel nefasto que jugó Estados Unidos en América latina durante esa época, con la excepción del gobierno de Jimmy Carter.
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