martes, 9 de agosto de 2011

HIROSHIMA Y NAGASAKI DEL POETA PERUANO CARLOS GARRIDO CHALÉN

 

 DESDE SU OLOR A HORNO Y MALA RACHA 

(Del Poemario NO SE LEER PERO ME ESCRIBEN de Carlos Garrido Chalén)

 

No se leer, pero me escriben

               las garzas sobrevivientes de Hiroshima:

en carta vienen volando hacia mi nido

               con las palomas pico de oro y azul de Nagasaki.

 

Vuelan hacia mí en estampida, 

              mientras el fuego consume la hojarasca.

              

Me escriben en hiragana y katakana

               con su dolor abrevando en sus mortajas.

 

Me escriben con palabras que no entiendo

               que proceden del silencio y de la nada

               como ese cigarro que se extingue

               presuroso y rendido en la batalla.  

 

Me escriben desde su olor a carne que musita,

               vestidas de agua verde y de cucarda.

              

Vienen tiznadas  de explosión, exangües y marchitas

               y tengo que entenderlas con el alma.

 

El Ota me enseña a comportarme

               y en su gramática me hablan sus cascadas.

 

Las asordó el estruendo de la pólvora

               e intentan sobrevivir a la redada.

 Hay temblor en sus alas y en sus ojos.

               Y es de uranio y de plutón

               la voz que callan.  

.

No sé leer, pero me escriben desde su olor

               a horno,

               a bomba nuclear y mala racha.

 

               .

 

 

ME ACLIMATO EN EL FRAGOR DE SUS FANTASMAS

 

(Del Poemario NO SE LEER PERO ME ESCRIBEN de Carlos Garrido Chalén)

 

 

No sé leer, pero me escriben,

                las palomas mensajeras del ocaso.

Me escriben haciendo señas en el cielo:

                y en su agonía mordaz

                se afea el alba.

 

No sé leer

                y me embrollo cuando canto

                y se emborracha de acertijos mi palabra.

 

Todo me aturde, y me anonada la tristeza.

                y los pájaros de Hiroshima

                me llevan a su andada.

¿Qué hay más allá del dolor

               de esa estocada cruel e inacabable?.

 La respuesta la escriben las torcazas.

 

Más allá están las cartas nunca leídas del paisaje calcinado,

del espanto de los cuerpos que se agitan

                 en la canonjía perpleja de la maña.

Y aunque no sé leer

                 en el idioma de la avifauna

entiendo lo que ellas mecieron en su pesar

                 convidadas insolentes de la lágrima.

                

No sé leer, pero discierno

                 lo que dicen los búhos que se callan 

y entiendo por eso  aquel gorjeo

                 que transita en los gansos cuando cantan,    

               

Vienen a verme trayéndome en su tarde

                 el negro azul, la máchica inmoral

                 de la masacre.

Y sufro su dolor y a toda la humanidad

                que cunde en llanto

y me aclimato en el fragor de sus fantasmas.

 

 

 

LOS PÁJAROS QUE NO HABLAN DE CAPITULACIÓN EN LOS NOGALES

 

(Del Poemario NO SE LEER PERO ME ESCRIBEN de Carlos Garrido Chalén)

 

 

No sé escribir, pero me escriben decapitados

                     los pájaros de Hokaido y Lamaguchi,

                     de Kagoyima, Oíta y Toiama.

                     De Tokio, Totori y Yizuoka.

Se juntan con los de Ehime, Guifu y Fukuyima.

Con los de Ibariki, Hiroyima, Iuate y Miiazaki.

Búhos manchú y patos mandarines,

                     cucos, gansos blancos y barnaclas.

Todos al unísono: desde Akita y Aoomori,

Juntos desde Niigata, Nagano y Nagasaki.

Son los pájaros que nunca se rindieron

                     ni hablaron de capitulación

                     en los nogales.

 

 

 

LA LLUVIA TÓXICA LES MARCHITÓ EL ALMA

(Del Poemario NO SE LEER PERO ME ESCRIBEN de Carlos Garrido Chalén)

 

 

 

El 06 de agosto de 1945 el  “Enola Gay”

lanzó sobre Hiroshima un little boy,

                       de uranio y de pináculo:

un ruido ensordecedor llenó de bramido

                       las trompetas

                       y en el cántaro del dolor

                       se encapotó la llaga.

 

Una columna de humo gris-morado

                      salió del berenjenal

(a un millón de grados centígrados infernales)

                      y en la chinela se afeó la báscula.

 

El 9 de agosto, a las 11 de la mañana,

                      el espectáculo de la aniquilación nuclear

                      se repitió en Nagasaki,

y Kyushu se llenó de aturdimiento:

el bombardero B-29, “Bock’s Car”, lanzó sobre la ciudad el fat boy,

                      de muerte y de plutonio

                      y los pájaros

                      huyeron

                      vertiginosamente

                      hacia la nada.                      

 La lluvia tóxica les marchitó el alma

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