jueves, 29 de septiembre de 2011

Che Guevara y el Desertor cubano

Che Guevara y el Desertor cubano de la producción Giraldo 

Colegas de los Museos Che Guevara de Argentina:  reciban este aporte del compañero Giraldo Mazola Collazo, quien en Cuba tuvo contactos con Ernesto Guevara y los describe con calidez y  sinceridad admirables.  

                                                                                                                                       Eladio González   toto   director Buenos Aires

 

Desertor de la producción

Relaté antes porque no trabajé directamente subordinado al Che.

Al comenzar a dirigir el ICAP me vi ante tareas para las que no tenía suficiente experiencia y que por su contenido y características requerían que mantuviera permanente contacto con la mas alta dirección del país; era algo muy atractivo pero a la vez me ponía tenso y exigía un esfuerzo extraordinario para estar a la altura de la confianza depositada en un joven revolucionario y no defraudarla.

Tuve que aprender a dirigir y crear ese organismo sobre la marcha, vertiginosamente, con la mayor eficacia posible. Era un trabajo de una intensidad tremenda, que no dejaba tiempo para el descanso pero que me apasionó al igual que a los demás jóvenes que nos enfrascamos en esa interesante actividad.

Volví a ver al Che después de aquel primer encuentro ocurrido a principios de 1960 a finales de ese mismo año. Fue una tarde que recibió varias delegaciones latinoamericanas; había concertado cinco entrevistas sucesivamente. Yo llevé la primera delegación, participé en el encuentro y me quedé para las demás.

No creía que pudiera acordarse de mí y me había propuesto recordarle en algún momento oportuno aquella primera entrevista y por qué estaba ahora en esta responsabilidad.

Cuando abrieron la puerta del salón de reuniones donde iba a recibirnos entré con el jefe de la delegación para presentárselo; estaba sonriente en la puerta y le fui introduciendo a los demás en la medida que iban pasando.

Antes que pasaran todos me preguntó quien yo era y le dije: "Mazola, el Director del ICAP". Me observó, no dijo nada y siguió saludando a los visitantes. No le dije lo que había planeado porque me pareció que no era el momento y además porque a pesar de haberme repetido muchas veces lo que iba a decirle, no me salió.

Nos sentamos y les dio la bienvenida. Les dijo que había sido informado de los lugares que habían visitado preguntando sus impresiones por alguno de ellos y dando las suyas en un diálogo muy informal y agradable. Luego les preguntaba por la situación de su país, precisando con cada uno que hablaba de donde era, a que se dedicaba, cual era su organización política, etc.  

Al rato parecía una charla entre viejos amigos. El Che mencionó los esfuerzos que hacíamos en ese momento en la transformación de la agricultura y les preguntó si ya habían visto a Fidel y ante la respuesta negativa añadió que no se extendería sobre eso pues seguramente él lo haría. Le hicieron muchas preguntas sobre su vinculación con los expedicionarios del Granma, su experiencia guerrillera, la situación política en Cuba y en América Latina y sus soluciones.

Sus respuestas pausadas, con sólidos argumentos, convincentes, parecían una conferencia magistral en una universidad.

El tiempo transcurría sin darnos cuenta y ya llevábamos más de dos horas; se suponía que yo debía estar al tanto de eso pero me había sumergido, junto a los interlocutores del Che, en sus reflexiones. Reaccioné y miré el reloj; ya la siguiente delegación debía estar esperando casi media hora.

Aproveché una pausa y se lo mencioné lo más discretamente posible. Asintió pero no me dijo que se lo debí haber advertido antes. Respondió otras dos preguntas y cortésmente les explica que no deseaba hacer esperar a los otros visitantes, bromeó con uno de ellos, se paró y ellos también mientras siguieron hablando animadamente.

De pronto me alude: "Yo estaría más tiempo con Ustedes. Quizá podamos vernos otra vez antes de que se vayan. Yo me ocuparé de localizarlos. "El" -y apuntó con un movimiento de la cabeza hacia mí,- organizó estas reuniones y no nos dio mucho tiempo".

"Es un desertor de la producción. Iba a trabajar en algo concreto vinculado a la producción de medicamentos pero decidió irse para, como se dice, ah, el ICAP, y dedicarse a darnos más tareas a los que trabajamos".

Me sorprendió el calificativo pero más aún que se acordara de mi cuando sólo habíamos tenido un contacto que yo no podía olvidar pero que no me parecía que él podía recordar.

Le dije con circunspección: "Comandante, Ud. debe saber que yo no decidí irme de ningún lugar, me dijeron que me ocupara de esto y eso hago."

Hizo un gesto de incredulidad, acompañado con ambas manos dirigido a los visitantes y se despidió de ellos en la puerta.

Allí avisé con un ayudante para que trajeran a la otra delegación y aproveché esa oportunidad para explicarle como fue el proceso de constitución del ICAP, mi designación, mi vocación por la medicina, lo interesante que era el plan con los laboratorios y también la importancia de esta ventana abierta que era el ICAP para defender y divulgar nuestros logros y realidades.

Parece que la delegación se demoró en llegar o que hablé muy rápido pero le "disparé" todo el discurso que había pensado y muchas otras cosas que se me ocurrieron que escuchó sin hacer comentarios.

Saludó a la nueva delegación, menos numerosa y comenzó otra interesante conversación con ellos. Al final, sin esperarlo tampoco, volvió a surgir mi calificativo de desertor de la producción como si no hubiera oído lo que le expliqué antes y también lo repitió de forma parecida en las siguientes entrevistas.

No hice más aclaraciones porque la historia se repetía con más perfección y detalles.

Debo confesar que al principio no me gustaba el mote y cuando hablaba del asunto ensayaba una sonrisa que debía ser similar a la de un perro comiendo calabaza caliente. Incluso pensé que la broma no era buena para la responsabilidad que tenía y para el nuevo organismo, pero en el transcurso de la tarde me fui dando cuenta que, por el contrario, usaba la anécdota para relacionarme de alguna forma con él y resaltar con sus chanzas la importancia del nuevo organismo creado por la revolución.