Leonardo
Boff*
La
película está siendo ampliamente discutida. Hay razones en pro, otras en
contra, y varias de ellas suponen intereses ocultos de su productor Fernando
Meirelles, lo que me parece prejuicioso. Muchas críticas a la película (la
mayoría la ven con anteojos ideológicos sin limpiarlos antes) muestran lo que
en filosofía se llama ignoratio elenchi (ignorancia del
asunto), lo que dificulta un juicio serio y más justo de la película en
cuestión. Aunque ya he escrito sobre ella, retomo el discurso para profundizar
en algunas de las cuestiones subyacentes a Dos Papas y así
apreciarla mejor.
Un
lugar privilegiado de observación
Tengo
que confesar, sin ninguna pretensión, que estoy en un lugar privilegiado de
observación porque he podido conocer a ambos personajes, Joseph Raztinger y
Jorge Mario Bergoglio. Esto me permite juzgar con otros criterios la
película Dos Papas.
Con
referencia al Papa Benedicto XVI por la amistad que tuvimos y por el hecho de
que, como cardenal Presidente de la Congregación para la Doctrina de la Fe (ex
Inquisición), tuvo la ingrata misión institucional de
interrogarme en un proceso doctrinal ―por el cual pasaron personas notables
como Galileo Galilei, Giordano Bruno y otros― sobre mi libro Iglesia:
carisma y poder. Él actuó de acuerdo con el rito prescrito para el
Gran Interrogador (anteriormente el Gran Inquisidor) con la seriedad y
competencia requeridas. Y yo, como interrogado, debía responder a las
acusaciones hechas al libro (no a mí como persona) de la
manera más convincente posible. Cada uno estaba en su posición institucional,
pero eso no significaba romper los lazos de aprecio mutuo y amistad. No los
rompimos. Tanto él como yo supimos distinguir las diferentes esferas. Mi
defensa, después del interrogatorio, no les pareció a los 13 cardenales
votantes suficientemente convincente. Así que recibí varias sanciones, la mayor
de ellas fue el "silencio obsequioso".
Creo
que Benedicto, al frente de la Iglesia, se comportó más como un teólogo
académico alemán (escribió varios libros como Papa) que como Guía de una
comunidad de más de mil millones de fieles. Esta misión era, a mi modo de ver,
ajena a su carácter. Él realmente quería ser un teólogo, no un jefe del Estado
Vaticano.
Con
referencia al Papa Francisco, nos conocimos como teólogos en 1972 en una
reunión organizada por la Confederación Latinoamericana de Religiosos (CLAR) en
el Colegio Máximo jesuita de San Miguel, en las afueras de Buenos Aires. Él
guardó la foto de la reunión y, como Papa, tuvo la amabilidad de enviármela y
recordarme que habíamos hablado de la hermenéutica francesa moderna, cosa que
yo había olvidado por completo.
Al
elaborar la encíclica ecológica Laudato Si: sobre el cuidado de la Casa
Común (2015), le ofrecí colaboración, prontamente aceptada, ya que él
sabía que yo había estado escribiendo durante años sobre el tema, ampliando el
horizonte de la Teología de la Liberación. El eje de este tipo de teología
es "la opción no excluyente por los pobres contra su pobreza, a
favor de la justicia social y su liberación". Dentro de los
diversos tipos de pobres ―pensaba y pienso yo― deberíamos incluir al Gran
Pobre, el más explotado de todos, la Tierra viva, sin cuya preservación se invalidaría
cualquier otro proyecto. De ahí nació una vigorosa eco-teología de la
liberación. El Papa Francisco se dio cuenta de esta centralidad y atendió
la solicitud de muchos teólogos que, junto conmigo, le hicimos este
llamamiento.
Ignorar
este núcleo central de la Teología de la Liberación, la opción preferencial por
los pobres, y atribuirlo al marxismo es incurrir en ignoratio elenchi y
reproducir la narrativa de los dictadores militares de Chile, Argentina, Brasil
y El Salvador. Esto se repite todavía hoy en grupos conservadores y
reaccionarios, incluso ocupando altos cargos del gobierno actual.
Bergoglio,
sin ser profético, salvó a muchos perseguidos
No
voy a abordar el tema de la relación del Papa Francisco con la dictadura
militar argentina. El Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel, quien
también fue víctima de tortura, dio su testimonio cabal a los críticos más
duros, presentando incluso la larga lista de los salvados por la acción del
entonces superior jesuita y más tarde cardenal de Buenos Aires Jorge Mario
Bergoglio. Lo máximo que podemos conceder es que él no era una figura
profética, como lo fueron los obispos Novak, Angelleli, Esaine y otros. Pero
nunca colaboró ni tuvo connivencia con el sistema de opresión y liquidación de
los opositores del régimen, de los más crueles de América Latina. Su estilo era
otro, actuar en silencio, pero valientemente.
Como
Papa Francisco, recibí de él algunas cartas agradeciéndome los materiales que
le había enviado. Y sigo enviándole otros a través de uno de sus secretarios
(no vía la Curia porque existe el riesgo de que nunca se los entreguen). Casi
siempre responde. La última me llenó de satisfacción, porque le había escrito
que en el texto final del Sínodo Panamazónico de 2019 se estaba incurriendo en
el cristomonismo (solo Cristo), olvidando en gran medida la figura del Espíritu
Santo. Este, argumentaba yo, llega siempre antes que el misionero, pues
encuentra en los pueblos a evangelizar el amor, la solidaridad, el perdón y
otros valores humanos que forman el núcleo del mensaje de Jesús. Me dio las
gracias por el comentario y dijo que lo usaría. Para mi sorpresa, en su
discurso a los cardenales de la Navidad de 2019 afirmó que alguien le dijo que
el misionero es esperado por el Espíritu Santo cuando llega al país de misión,
porque Él ya estaba presente allí por el amor y por los demás valores humanos.
Dato
curioso: un Papa no solo vive predicando; necesita cierta distensión, beber
mate por la mañana y también cultivar el humor. Así que sigue y
anima a su equipo de fútbol el San Lorenzo y adora la música folclórica
argentina, que me parece excelente, especialmente Mercedes Sosa con la que
trabajamos juntos para hacer la Carta de la Tierra. Le envié al Papa, para
distraerlo un poco, un mensaje de texto de San Francisco en el que aconsejaba a
los frailes que dejaran un rincón en sus jardines para que crecieran las malas
hierbas, porque a su modo también alaban a Dios. El Papa Francisco puso este
punto de humor en la encíclica, en el número 12.
La
gran pregunta subyacente en la película
¿Cuál
es la gran pregunta detrás de la película Dos Papas? No entenderla
significa no entender la película en profundidad. Se trata de presentar dos
modelos de Iglesia: uno bien retratado por el Papa Benedicto XVI y el otro por
el Cardenal Bergoglio. luego Papa Francisco. Además, perfilar dos formas
diferentes de ser humano, de realizar cada uno su humanidad.
Cabe
destacar que los diálogos no son meramente inventados. Quienes conocen la
teología de ambos identifica pronto lo que escribieron o dijeron públicamente.
Corresponden a su respectiva visión de la Iglesia. Es su punto de verdad
El
modelo de Iglesia de Benedicto XVI: Vuelta a la Gran Disciplina
El
modelo de la Iglesia de Benedicto XVI es el de la Iglesia tradicional, cuya edad
de oro fue la Edad Media, que culminó en el Concilio de Trento (1545-1563) y en
el Concilio Vaticano I (1869-1870). Este modelo tiene como eje articulador el
poder sagrado (sacra potestas), piramidal y desigualmente distribuido
(los laicos abajo no participan en este poder), en cuya cabeza está el Papa,
infalible en materia de doctrina y moral, con un poder “ordinario, supremo,
pleno, inmediato y universal” (canon 331). Si tachamos la palabra Papa y
ponemos Dios, es ad litteram. ¿Puede un ser humano siempre limitado
presentarse con un poder ilimitado, no siendo Dios?
Este
modelo fue esencial en la configuración de Europa, lo que resultó en la
responsabilidad de las más altas autoridades de la Iglesia de defenderlo para
preservar la identidad de Europa y la cultura europea, que se globalizó. Este
modelo creó los instrumentos de su reproducción, la teología manualista, el
estilo apologético, especialmente, el estatuto de los seminarios, que no
existían antes. Allí se formaron los candidatos al sacerdocio, en una
perspectiva agresiva y defensiva contra las Iglesias reformadas y contra los
nuevos enemigos: los dos iluminismos. El primer iluminismo, más teórico, con su
espíritu crítico contra todo autoritarismo, el contrato social y la
introducción de las libertades civiles y los derechos de los ciudadanos. Y el
segundo iluminismo, más práctico y transformador: el socialismo y el marxismo.
Ante esta realidad cambiada, la reacción vino bajo el lema: "Vuelta a
la Gran Disciplina". En otras palabras, tratar de restaurar la
síntesis medieval bajo la égida del factor religioso y orientado moralmente por
la Iglesia.
Juan
Pablo II vio que en Polonia (semper fidelis), ocupada por marxistas
ateos, la Iglesia era la gran fuerza de oposición, resistencia y reafirmación
de la identidad polaca, profundamente católica. Al ser elegido Papa, llevó esta
misión a toda la Iglesia. Encuadró las diferentes tendencias para conseguir una
Iglesia unida contra dos enemigos fuertes: el marxismo ateo, que conocía por
experiencia personal, y la modernidad, que desplazó a Dios del centro de la
sociedad y en su lugar colocó la sacralidad de la persona y sus derechos. La
modernidad y la posmodernidad se presentan como seculares (no secularistas),
defensoras de las libertades de conciencia, de religión, de cultura y de los
derechos de todos.
Innegablemente
carismático, hasta el punto de galvanizar multitudes, la visión de Iglesia del
Papa Juan Pablo II fue, sin embargo, muy conservadora. Las innovaciones del
Concilio Vaticano II (1962-1965) que ajustaron el ritmo de la Iglesia con el
mundo moderno se relativizan y reinterpretan desde el poder sagrado,
concentrado en él, el Papa, y en la jerarquía eclesiástica. Generó una
mentalidad temerosa e incluso negativa frente a los avances del mundo moderno,
una iglesia cual castillo asediado por enemigos que supuestamente quieren
destruirla.
Sus
seguidores (varios movimientos conservadores como el Opus Dei, Soldados de
Cristo, Comunión y Liberación entre otros) constituyen la base eclesial y
social que sustentó su proyecto de Iglesia. Encontró en el cardenal Joseph
Ratzinger (en Alemania se mostraba progresista), un teólogo que se convirtió a
la línea de Juan Pablo II y en un fervoroso guardián de la ortodoxia. A pesar
de su finura, mostró posiciones severas contra los críticos de ese modelo
conservador de Iglesia.
Se
señaló especialmente a la Teología de la Liberación, que se interpretó como una
especie de caballo de Troya, a través del cual el marxismo penetraría en
América Latina. Es necesario defender al pueblo, manteniendo esta corriente
teológica bajo estricta vigilancia, se argumentaba en el Vaticano,
repercutiendo en muchos de sus seguidores, cardenales, obispos, teólogos,
sacerdotes, religiosos e incluso laicos. Esta estrategia se mantuvo e incluso
se reforzó cuando se convirtió en el Papa Benedicto XVI.
En
la película, el Papa Benedicto XVI representa este tipo de Iglesia que tiene su
lógica y coherencia, pero que va en contra del curso global del mundo. No tenía
ninguna posibilidad de prosperar porque la Iglesia era más una cisterna de
aguas muertas que una fuente de agua viva. Decepcionaba a muchos creyentes
hasta el punto de que muchos abandonaron la Iglesia. Cuando el Papa Benedicto
XVI se dio cuenta de que la atmósfera interna de la iglesia en general y del
Vaticano en particular había sido envenenada por los delitos de pedofilia,
estafas financieras dentro del Banco del Vaticano e incluso la prostitución de
los prelados de las altas curias, sintió que su fuerza se debilitaba. “Hay que
cambiar todo eso”, dice claramente en la película. Reafirmó que no merecía
permanecer sentado en la silla de Pedro sin la energía suficiente para los
cambios necesarios. Y en un gesto noble y desprendido, renunció.
Papa
Francisco: la Teología de la Liberación llega al centro de la Iglesia
Con
el Papa Francisco comienza un nuevo estilo de ejercer el pontificado y se
proyecta un modelo de la Iglesia muy diferente del tradicional. La Iglesia en
América Latina ha sido siempre una Iglesia-espejo de la
europea. Poco a poco, sin embargo, se fue liberando hasta convertirse en
una Iglesia-fuente: con un estilo diferente de vivir la fe,
encarnada en las culturas locales, indígenas, afrodescendientes y populares.
Creó su perfil de una Iglesia pobre y despojada con su propia teología, bajo el
nombre de Teología de la Liberación. Por supuesto, todavía hay partes de la
Iglesia-espejo ligadas al estilo tradicional de ser sacerdote y de organizar
las diócesis y las parroquias. Pero no es por ese estilo por el que el
cristianismo latinoamericano ha atraído la atención del mundo, sino gracias a
su compromiso con los pobres, contra los regímenes dictatoriales y contra las
torturas sistemáticas a presos políticos y a presos comunes, y por la defensa
de los derechos humanos.
Con
el Papa Francisco comienza un nuevo estilo de ejercer el pontificado y proyecta
un Concilio Vaticano II que trató de la Iglesia dentro del mundo moderno, del
mundo desarrollado y se reconcilió con él. En América Latina, los obispos en
las diversas asambleas continentales (Medellín, Puebla, Aparecida) se dieron
cuenta de que este mundo desarrollado es la principal causa de opresión de las
grandes mayorías de América Latina, indígenas humillados, masas abandonadas,
clases oprimidas y mujeres sometidas.
La
pregunta en América Latina es otra: ¿cuál es el lugar de la Iglesia dentro del
submundo, del mundo subdesarrollado? Llegaron a la conclusión de que su misión
es una evangelización liberadora. Liberar a los pobres que gritan es un gesto
evangélico y al mismo tiempo político. La liberación debe hacer del pobre el
protagonista de su propia liberación a partir del capital simbólico de su fe.
Esto requiere un proceso de concientización y de organización al que Paulo
Freire, quien siempre se entendió como uno de los fundadores de la Teología de
la Liberación, ayudó enormemente en la pastoral de las Iglesias. De esta manera
surgió un cristiano consciente y simultáneamente un ciudadano crítico y
participante.
La
liberación exige un método por el cual el oprimido extroyecta al opresor que
lleva dentro de sí, para ser libre y probar otro tipo de sociedad liberada,
donde el amor y la convivencia fraterna no sean tan difíciles. No hay opción
por los pobres y su liberación sin amar primero a estos pobres, su forma de
ser, su cultura y finalmente asociarse como aliados secundarios con sus luchas.
Esta opción costó la vida a muchos sacerdotes, religiosas, agentes pastorales
laicos, e incluso a dos obispos, Angelleli de Argentina y Oscar Arnulfo Romero
de El Salvador, hoy santificado. Es una iglesia que tiene muchos mártires.
El
Papa Francisco fue educado cuando era estudiante de teología en el Colegio
Máximo en San Miguel en este conjunto de visiones. Las incorporó. Como
cardenal, renunció al palacio cardenalicio, al automóvil oficial, a los
privilegios de su cargo. Usaba el autobús y el metro y caminaba mucho a pie por
las “villas miseria” de Buenos Aires. Vivía en un pequeño apartamento y
cocinaba su propia comida.
Cuando
llegó a Roma y fue elegido Papa, introdujo esta revolución de hábitos en los
antiguos edificios lujosos y renacentistas de la Ciudad del Vaticano. Decidió
vivir en una casa de huéspedes y hace fila para comer, como todos los demás.
Su
modelo de Iglesia es, como él mismo lo define: una Iglesia en salida
permanente de sí misma hacia el mundo, los pobres, los refugiados y
las periferias existenciales. Es equivalente a un hospital de campaña,
abierto para atender a todos. Denuncia, como ninguno de los papas anteriores, a
los productores de desigualdades y de injusticias en el mundo: los adoradores
del dinero, los especuladores, los enemigos de la vida y de la Madre Tierra, a
la que devastan debido a su acumulación. No usa la palabra capitalismo, pero
todos entienden a qué se refiere.
En
su mensaje enfatiza: Jesús no vino a fundar una nueva religión, ya había muchas
en el Imperio Romano. Él vino a crear el hombre nuevo y la mujer nueva. Él vino
a enseñarnos a vivir el amor incondicional, la misericordia
sin límites y la solidaridad a partir de los últimos En lugar de dogmas y
doctrinas, que respeta, privilegia el encuentro vivo con Cristo, con las
personas, especialmente las que son invisibles. Escandaliza a no pocos obispos al
predicar, incluso exigiendo, una pastoral de la ternura en lugar del miedo al
castigo eterno. La misericordia y su tonus retus predicada
siempre de nuevo viene acolitada por la empatía y el hambre y la sed de
justicia. Se siente un hombre entre otros hombres.
Sospecho
que creará una nueva genealogía de papas venidos del fin del mundo, donde vive
la mayoría de los católicos. Solo el 25% se encuentra en Europa, el 52% en
América y el resto en África y Oceanía. Hoy por hoy, el cristianismo es una
“religión” de lo que una vez se llamó el “Tercer Mundo”, que un día tuvo su
origen en el Primer Mundo. A través del “Tercer Mundo” pasa el futuro de la
Iglesia Católica incluso en términos numéricos. Aquí es donde el cristianismo
muestra sus virtualidades latentes, en la defensa de los pobres y el cuidado de
la Casa Común. Un argumento más para que postulemos un Papa que venga desde
donde la Iglesia se encarna en las culturas locales y despierta la esperanza en
los condenados y ofendidos, desesperados por el hambre y la miseria.
Estos
dos modelos de la Iglesia subyacen en los diálogos de la película Dos
Papas. Se enfrentan entre sí. Pero lentamente se van alineando.
Cada
uno de los papas tiene un peso en su conciencia: Bergoglio podría haber
encontrado otra manera distinta de la institucional que tomó para salvar a los
dos jesuitas que trabajaban en los barrios bajos y liberarlos del secuestro
anunciado. Ambos sufrieron fuertes torturas. Uno de ellos, el padre Yorio, a
quien conocí en Quilmes, en las afueras de Buenos Aires, no conseguía librarse
del sentimiento de que había sido abandonado por su superior religioso. Trataba
sinceramente de comprender los impasses por los que había pasado su superior,
pero en los que, con creatividad, podría haber actuado de manera diferente.
Este fue el peso que el Papa Francisco llevaba en su biografía.
Al
Papa Ratzinger le pesaba en la conciencia el haber enviado una carta a todos
los obispos, bajo secreto pontificio, para que no entregasen a los sacerdotes
pedófilos a la justicia civil con el fin de no empañar el buen nombre de la
institución de la Iglesia. Debían confesar su pecado y ser trasladados a otro
lugar. ¿Y las víctimas, los niños inocentes y sus familias cómo quedarían? Esto
no fue suficientemente tenido en cuenta por el Papa Benedicto XVI. La pedofilia
no es solamente un pecado. Es también y mucho más un crimen.
El
punto culminante de la película es cuando ambos revelan el peso que llevan. Se
abren y se dan recíprocamente la absolución. Ambos se sienten aliviados y
reconciliados consigo mismos.
La ideología divide, el diálogo
aproxima.
Estimo
que uno de los propósitos principales de la película fue revelar la verdadera
condición humana de ambos Papas: su dimensión de sombra y su dimensión de luz.
Esta es la verdadera condition humaine de todo ser humano:
somos sapiens y demens, sim-bólicos y dia-bólicos,
amables y groseros. Y esto simultáneamente. ¡Ay de nosotros si reprimimos la
dimensión sombría! Ella volverá furiosa. Tenemos que integrarla humildemente
mientras le damos primacía a la dimensión de la luz. De lo contrario, evitamos
el desarrollo de nuestra humanidad plena que incluye luz y sombra.
Pero
hay momentos en que el horizonte desaparece: es la “noche oscura y terrible” de
la que habla el místico San Juan de la Cruz, que ni siquiera perdona a los
papas. La sutileza de la película también muestra esta dimensión angustiante.
No tienen certezas totales. Están en el camino de buscar más luz para poder
caminar.
La
película revela maravillosamente cómo, paso a paso, emerge la humanidad de uno
y del otro. Aprendieron a escuchar, a dialogar y a tratar de comprender las
diferencias. Lentamente, las discusiones van desapareciendo, a medida que la
ideología separa y el encuentro une. Es entonces cuando irrumpe la
verdadera humanidad en cada uno de ellos. Uno toca el piano, el otro tararea
una canción de los Beatles. Finalmente, ya no actúan como papas. Son humanos,
el hombre Joseph Ratzinger y el hombre Jorge Mario Bergoglio. Ensayan unos
pocos pasos de tango, posibles para dos personas mayores. Es inimaginable que
un erudito alemán como el profesor Ratzinger se entregue a la libertad corporal
y dé unos pasos de baile argentino.
Lo
que une a las personas no son los acuerdos doctrinales. Estos permanecen en los
documentos pero no llegan al corazón. El encuentro de las personas, cara a
cara, los ojos en los ojos, transforma la realidad conflictiva en una realidad,
a pesar de las diferencias, realmente reconciliada.
Tal
vez esta sea la gran lección que derivamos de la película Dos Papas.
En un mundo de odio, de desgarro de las ideologías, lo que nos llevará en la
dirección correcta y a superar las debilidades de la existencia humana es y
será siempre el rescate de nuestra humanidad entera, compleja y ambigua,
ayudándonos uno al otro a desentrañar lo que está escondido en él y de lo cual
solo tal vez nunca podrá ser liberado. Mas vale la filosofía africana de Ubuntu:
“Yo solo soy yo a través de ti”.
El
cristianismo como religión y camino de Jesús
Finalmente,
cabe una reflexión para aquellos que encuentran difícil vivir la fe cristiana
hoy. El cristianismo no nació como una iglesia constituida, sino como “el
movimiento de Jesús” o “el camino de Jesús”, así lo relatan las fuentes
originarias del Nuevo Testamento. Curiosamente en los Hechos de los Apóstoles
al cristianismo se le llama en griego: hairesis tou Christou: la
“herejía de Cristo”, es decir, “el grupillo de Cristo”. Solo más tarde en
Antioquía pasó a ser llamado cristianismo.
Brevemente
yo diría: el cristianismo aparece como religión visible
y como ética humanitaria.
Utilizando una metáfora: el cristianismo es similar a una bicicleta.
La rueda delanterarepresenta el cristianismo como religión, con
ritos, celebraciones, misas, sacramentos y devoción a los santos. No todos se
identifican hoy con esta forma de expresar la fe. Felices los que lo logran,
porque el contacto con lo sagrado alimenta las dimensiones profundas e ignotas
de nuestra psique, tan bien estudiadas por la escuela de C. G. Jung y sus
discípulos.
Pero
el cristianismo también puede expresarse a través de la rueda trasera.
Es el cristianismo como ética, como una forma de ser que se guía por el sueño y
la propuesta humanitaria de Jesús: la centralidad del amor, la empatía con los
que sufren, la fidelidad a la verdad, el desapego de la acumulación obsesiva de
bienes materiales y la capacidad de perdonar. Este camino es el más original y
significa una propuesta de vida, seguida por muchos incluso sin afiliarse a una
confesión cristiana o seguir un camino religioso. Viven el sueño del Nazareno
en medio de la mundanidad del mundo. Son cristianos, no por la práctica
religiosa, sino por la práctica de la ética de la transparencia, del amor, de
la solidaridad a partir de los últimos y de la alegría de vivir en este hermoso
y radiante planeta y de convivir aceptando las diferencias sin hacerlas
desigualdades. Podemos ser humanos de tantas formas.
Creo
que la película apunta más en esta dirección humanitaria: escuchar atentamente
a los demás, apertura al diálogo, disposición a aceptar críticas y el deseo de
cambiar.
Salimos
más humanizados y espiritualizados después de ver la película Dos Papas.
Solo por este efecto beneficioso valió la pena el esfuerzo de sus productores y
actores para concebirlo y producirlo. Merecería un Oscar por el mensaje actual
y esperanzador que irradia, sin mencionar la deslumbrante belleza de sus
imágenes y la música siempre adecuada a las escenas.
Vale la pena ver la
película Dos Papas para dejarse cuestionar por ella,
enriquecer la manera propia de vivir humanamente y alimentar la espiritualidad.
*Leonardo
Boff es teólogo, filósofo y ha escrito Francisco de Asís y Francisco de
Roma, 2014.
Traducción
de Mª José Gavito Milano
El bloqueo a Cuba (que
abarca mil facetas todas inhumanas y genocidas) ha sido incorporado por los
habitantes del planeta como algo normal, malo pero aceptado, tras medio siglo
es parte del paisaje de este mundo globalizado por el TERROR que impone Estados
Unidos de mil formas. Brutalmente
con invasiones periódicas, crímenes selectivos, torturas permitidas por el
Senado Norteamericano, campos de concentración y tortura como Guantánamo,
ocupación en cantidad de países mediante bases militares autorizadas, ó
directamente impuestas violentamente como Guantánamo. También a diario y minuto a minuto,
influenciando subliminalmente a miles de millones de seres humanos mediante
periodistas mercenarios, escritores, poetas y artistas de todas las ramas
que se venden por dólares o por exhibirse entre los "habitantes de
primera". El resultado de este teorema es sencillo SOMOS COMPLICES
de un crimen que consiste en haber apartado, aislado, agredido, calumniado y
perjudicado a una población de once millones (hoy) de habitantes, por el solo
hecho de poseer la menor mortalidad infantil de las tres Américas y la mayor
cantidad de médicos por habitante de las tres Américas. Y se podrían
llenar páginas con estadísticas que demuestran cual es el mejor sistema social
del mundo y porqué se quiere acabar con el ejemplo cubano. Eladio
González toto director fundador del primer museo suramericano
Comandante Ernesto Che Guevara de Buenos Aires.
CHAUBLOQUEO. "El objetivo primo de la guerra
psicológica es crear, en el o los adversarios, un clima mental, una serie de
sentimientos que, conduciéndolos por las sucesivas etapas del miedo, del
pánico, de la desorientación, del pesimismo, de la tristeza, del desaliento, en
fin, los lleve a la derrota." Dr. Ramón Carrillo Ministro de Salud de la
Nación 1946-1954 - presidencia Perón.