lunes, 6 de diciembre de 2010

Cuba Che Guevara Wikileaks Twitter Wall Street Favelas

 

Año 8 Número 98 | Fecha 2010-12-02

TITULARES

Opinión

WIKILEAKS Y LA BATALLA DEL CIBERESPACIO por Angel Guerra Cabrera

TWITTER SE MOVILIZA PARA MOSTRAR CÓMO ACCEDER A WIKILEAKS 

A QUIÉN ATACA Y A QUIÉN DEFIENDE WIKILEAKS por Manuel E. Yepe

LA OFENSIVA DE LAS FAVELAS DE RÍO NO SIRVE PARA LA REVENTA AL EXTRANJERO por Pepe Escobar

LOS 13 BAKSTERS DE WALL STREET QUE DESTRUYERON AL MUNDO por Alfredo Jalife Rahme

Opinión

WIKILEAKS Y LA BATALLA DEL CIBERESPACIO

por Angel Guerra Cabrera

 La filtración por Wikileaks de más de un cuarto de millón de cables clasificados, cruzados durante más de cuarenta años entre el Departamento de Estado y sus misiones diplomáticas alrededor del mundo, ha hecho correr ya ríos de tinta de información y debate sobre el inaudito acontecimiento. Una conclusión muy importante se refiere al potencial de las nuevas tecnologías para hacer posible lo que hasta hace dos décadas no era concebible sino como el muy improbable resultado de un sofisticado aparato de información integrado por múltiples redes de personal altamente profesional convenientemente insertado en todas las regiones geográficas del planeta por alguna de las dos superpotencias de entonces. Otra, derivada de la primera, es la posibilidad que se abre de desnudar ante el mundo la conducta arrogante agresiva, injerencista, racista, criminal, en suma, del decadente y declinante imperio estadunidense.

Lo que está revelando Wikileaks hasta hoy -y esto es muy importante tomarlo en consideración- no son los cables intercambiados sobre la sucia materia operacional entre el cuartel general de la CIA, en Langley, y sus estaciones, con o sin fachada legal, dispersas por todo el mundo. Por eso, en la mayor parte de los casos no se trata de información sobre acciones y tendencias que no conociéramos o no hubiésemos intuido ya, pero como ocurre con el golpe de Estado en Honduras, lo sustantivo es -verdadero monumento al cinismo- su calificación de “ilegal” e “ilegítimo” en informe a sus superiores por el embajador yanqui en Tegucigalpa. Algo parecido ocurre con la campaña conspirativa y de descrédito internacional de Washington contra el presidente Hugo Chávez o la debilidad imperial ante la altanería de Israel pese a la dependencia de aquel de su ayuda militar y económica. De la misma manera, la constatación reiterada hasta el infinito de los obsesivos designios estadunidenses contra Irán, catalogados por Fidel Castro y numerosos expertos en geopolítica como un camino que conduce irreversiblemente a una suicida guerra nuclear.

Entre las innumerables valoraciones sobre la trascendencia de la filtración de Wikileaks, recomiendo leer la muy medular y sintética escrita por la periodista cubana Rosa Miriam Elizalde, a quien considero una de las personas más calificadas en la actualidad sobre la batalla de ideas contra la dominación capitalista en el ciberespacio. Por esa razón, citaré extensamente su texto titulado “Wikileaks humilla al Cibercomando“, publicado originalmente en la página web Cubadebate:

“El golpe es demoledor para la política imperial estadunidense, que había aprendido a convivir con los medios tradicionales, domesticándolos. Ahora estos saben que tienen que adaptarse a la nueva era del ciberespacio, con sus millones de fuentes autónomas de información, que han resultado ser una amenaza decisiva a la capacidad de silenciar en que se ha basado siempre la dominación.

“Lo que estamos presenciando es histórico y humillante para los halcones imperiales. Con su audaz trabajo de coordinación entre los medios tradicionales y los llamados medios sociales, Wikileaks ha ganado la primera gran batalla de la ‘Era de la Información’ contra los mecanismos que en las últimas décadas han utilizado los Estados Unidos y sus aliados gubernamentales y mediáticos para influir, controlar y coaccionar…

“Lo que ha desatado las alarmas en Washington es que Wikileaks demuestra que un pequeño grupo de periodistas e informáticos, utilizando hábilmente las nuevas tecnologías y maniobrando en las redes sociales y en las aguas turbias de la comunicación transnacional, puede poner en jaque a la mayor superpotencia del mundo y a su súper-ejército ciberespacial, con 1000 hackers, un presupuesto multimillonario y una abrumadora campaña de terror, para imponer en todo el mundo, con el pretexto de la ciberseguridad, la ciberguerra”.

Y ahora viene un planteamiento fundamental de Elizalde por su valor como conclusión práctica, que hace vislumbrar lo que podríamos catalogar de enjambre de nuevas guerrillas revolucionarias del ciberespacio, trocando por computadoras lo que en otras circunstancias fueron los fusiles.

“…ciertas claves que no debería desdeñar ninguna estrategia de resistencia: el conocimiento y apropiación de las nuevas tecnologías, el valor de la trasparencia informativa, el ciberespacio como ámbito de acciones tanto ofensivas como defensivas y las extraordinarias posibilidades de internet como herramienta de lucha”.

Fuente: Cubadebate

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TWITTER SE MOVILIZA PARA MOSTRAR CÓMO ACCEDER A WIKILEAKS

 Wikileaks ya tiene alojamiento permanente: las redes sociales. Cientos de usuarios se están movilizando para crear direcciones alternativas con las que acceder a la página web. En Twitter, bajo el hastag #SaveWikiLeaks, pueden encontrarse decenas de direcciones IP o dominios, con los que acceder al polémico portal de internet.

Salvemos a Wikileaks en Twitter. Esta es la premisa bajo la que cientos de internautas han creado un hastag #SaveWikiLeaks, con la intención de ofrecer direcciones IP y dominios alternativos que enlacen a la página de Wikileaks.

La presión contra el sitio web va en aumento. Según publicaba Gawker, la ‘expulsión’ de la Red se ha dado en dos pasos: primero este jueves Amazon, empresa que alojaba los servidores de Wikileaks, decidió dejar de darles servicio; más tarde EveryDNS decidía quitarles su dominio, Wikileaks.org, que ha dejado de existir. El sitio ha tenido que recurrir a una dirección nueva (www.wikileaks.ch) con la ayuda proporcionada por el Partido Pirata suizo para obtener una url alternativa.

La empresa que proporciona el DNS a la página, radica en Francia y el gobierno francés ya ha pedido que cesen los servicios de la web de Wikileaks en el país. El ministro de Economía, Eric Besson, ha pedido a las autoridades competentes que pongan fin a la acogida de la web en Francia.

La red se ha movilizado contra estos problemas que está teniendo la página. En Twitter ya es posible encontrar cientos de mensajes con formas alternativas de acceder a la página, proponiendo direcciones ip, o dominios creados por los propios usuarios. Sin ir más lejos, la web de Julian Assange se puede visitar a través de varias direcciones IP, como http://46.59.1.2, http://213.251.145.96, http://88.80.13.160 o dominios como http://wikileaks.info/.

Parece que la web de Julian Assange seguirá pudiendo visitarse durante mucho tiempo, ya que cientos de usuarios pueden ser capaces de enfrentarse a los gobiernos en internet.

Fuente: lainformacion.com

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A QUIÉN ATACA Y A QUIÉN DEFIENDE WIKILEAKS

por Manuel E. Yepe

Por estos días es frecuente escuchar preguntas acerca de Wikileaks en todas partes: ¿Quién lo financia, a quién beneficia, a quién perjudica, cómo es posible que el imperio se muestre tan vulnerable?

No es difícil descubrir que quien queda más dramáticamente expuesto en los documentos sustraídos por Wikileaks es el actual, ahora impopular, gobierno de Estados Unidos y, quizás por ello, la inusitada acción fue recibida con aprobación jubilosa en casi todas partes del mundo porque constituía un aporte de pruebas para la denuncia de sucios manejos imperiales contra los pueblos.

Diríase que la opinión pública aprobaba de antemano aquel gesto heroico de sustraer, a lo Robin Hood, papeles secretos del gobierno de Estados Unidos que ponían de manifiesto el irrespeto a la independencia de otras naciones y a la soberanía de los pueblos con que la política nacional y la diplomacia estadounidense asumen un papel que pretende ser de líder del mundo, para difundirlos en todo el mundo.

Obviamente, tal ejercicio habría significado una extraordinaria conmoción en los procedimientos informativos establecidos.

Muchos pensaron incluso que tales revelaciones podrían ser el preludio del fin del imperio estadounidense o del fin del capitalismo. Era difícil suponer que tan inconcebibles testimonios de la violencia y del desprecio con que Estados Unidos maneja sus relaciones, no solo con sus enemigos sino también a sus amigos y asociados, fueran a quedar impunes a la luz del derecho internacional.

Las primeras revelaciones que pudieron ser apreciadas por la opinión pública mundial, por su carácter sensacionalista, hicieron pensar que las expectativas se justificaban, pero bien pronto se pudo saber que el hecho no era, como se creía, algo parecido a una absoluta libertad de difusión de la información que escapara de las reglas de control impuestas por Washington.

Pronto se hizo evidente que, por algún motivo, la disciplina que ha venido rigiendo a la supuesta libertad de prensa en el hemisferio, no había cedido en el caso del evento Wikileaks.

No se sabe bien cómo ocurrió que los dirigentes de Wikileaks aceptaron que la publicación de los documentos que había logrado sustraer para hacerlos del libre conocimiento de los pueblos, serían seleccionados o censurados por una agrupación de cinco de los medios más representativos de la gran prensa occidental que ha respetado históricamente las regulaciones impuestas por Estados Unidos. Se pudiera suponer que el acoso a quefue sometido por las autoridades estadounidense de relaciones exteriores e inteligencia el máximo dirigente de Wikileaks, fue responsable de que el cediera en esto, cual ante una retorcida de brazo.

Esos cinco medios fueron los diarios The New York Times, El País, Le Monde, Der Spiegel y The Guardian, de Estados Unidos, España, Francia, Alemania e Inglaterra, respectivamente.

Se supone que estas cinco publicaciones llegaron a una suerte de pacto con WikiLeaks sobre la base de que, antes de hacer público los documentos, advertirían al Departamento de Estado y se pondrían de acuerdo entre ellas para que los textos publicados se mantuvieran dentro de ciertos parámetros “éticos” acordados.

O sea, a diferencia de lo que anteriormente ocurría con las informaciones confidenciales reveladas por Wikileaks, en esta ocasión se había instrumentado una filtración o “censura” a cargo de varios medios acostumbrados a regirse por la disciplina informativa establecida por Washington para los grandes medios occidentales que se identifican como la “mainstream media” informando, previamente a su publicación, a la administración estadounidense.

Pero más allá aún de estas dudas acerca de la naturaleza verdadera de la operación Wikileaks, están las dudas acerca de cuáles serán las fuerzas internas o elementos en Estados Unidos que están detrás del asunto o que han propiciado su ocurrencia.

No son pocos los que atribuyen la paternidad de la audaz hazaña periodística a la extrema derecha de Estados Unidos, las fuerzas neoconservadoras que perdieron, con la asunción de Barack Obama, el control total que ejercieron desde la administración de Ronald Reagan hasta la de George W. Bush.

Suponen que la contundente derrota del partido demócrata en las elecciones de medio término, abrió los apetitos de las fuerzas neoconservadoras de golpear al herido hasta asegurar su exterminio y el regreso de la ultra derecha al poder real en las elecciones de 2012, o antes.

Otras muchas respuestas se plantean a las preguntas acerca de las motivaciones reales del fenómeno Wikileaks cuyos objetivos difícilmente pudieran calificarse de nobles o positivos, aunque su acontecer haya sido recibido con júbilo por quienes consideran merecida una sanción al presidente Barack Obama por su pobre actuación a favor de quienes lo eligieron en apoyo a su discurso renovador.

Fuente: Moncada, Grupo de Lectores en el Mundo

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LA OFENSIVA DE LAS FAVELAS DE RÍO NO SIRVE PARA LA REVENTA AL EXTRANJERO

por Pepe Escobar

A pesar de que podrían tener su atención concentrada en la dañina batalla de la guerra fría librada por las dos Coreas, es seguro que los analistas del Pentágono están prestando mucha atención a lo que sucede en las húmedas y calurosas favelas de Río de Janeiro. Después de todo, esto se está revelando como un remix tropical sin precedentes de la larga –infinita– guerra del Pentágono aplicada a la pobreza urbana global.

 

Para comenzar, consideremos la cronología. Hace una semana dos importantes bandas de narcotraficantes de Río –el Comando Rojo y Amigos de Amigos (ADA)– lanzaron una serie de ataques terroristas urbanos quemando coches y autobuses y atacando comisarías; todo el asunto fue orquestado por algunos de sus dirigentes encerrados en una prisión de máxima seguridad fuera del Estado, básicamente como reacción a un programa del gobierno de 2008 que hasta ahora ha establecido Unidades de Policía Pacificadora (UPP) en 13 de las 1.000 favelas de Río.

 

A diferencia de casos anteriores, la reacción de la policía de Río fue rápida – fuerza máxima en las calles-. Luego la policía militarizada aumentó sus operaciones, el gobierno central envió marines y después unidades del ejército, y la policía federal también entró en la refriega. Una medida esencial fue la transferencia de los dirigentes de las bandas a una instalación de máxima seguridad aún más remota, cerca de la selva amazónica, a 3.500 kilómetros de Río.

 

El jueves pasado un contingente de 200 miembros del Batallón de Operaciones Especiales (BOPE) –una especie de SWAT brasileño– tomó la favela de Vila Cruzeiro, mientras al menos 300 duros matones partían a pie y en motocicletas hacia el cercano y vasto complejo de favelas de Alemao, grande como 10 vecindarios de Río, con una población de 400.000 personas.

 

Las unidades de la policía y el ejército comenzaron a rodear el complejo –el plazo para que los traficantes se “rindieran con los brazos en alto al ponerse el sol” expiró el viernes (los pocos que se rindieron fueron convencidos por sus familias y sacerdotes cristianos)-. Finalmente, el domingo por la mañana, llegó la autorización para invadir el Alemao, que fue conquistado en menos de dos horas por 2.600 policías y soldados utilizando tanques y camiones de personal armado del cuerpo de marines, apoyados por helicópteros.

 

En un eco distante de las ‘oleadas’ estadounidenses en tierras pastunas, los especialistas del BOPE han admitido de manera realista que encontraron en los cerros mucha menos resistencia de la que esperaban. Ahora están firmemente establecidos en la cima de un cerro –con una vista estratégica de todas las áreas circundantes-; una bandera brasileña ondea ahora en el lugar, simbolizando la recuperación por el Estado de lo que hasta ahora era un territorio ingobernable.

 

Por lo menos 200 narcotraficantes podrían ocultarse todavía en casas de familiares, con civiles como escudos humanos. Policías y militares han prometido que allanarán las 30.000 casas del complejo de favelas –cada equipo tendrá asignado su propio perímetro-. Una cantidad inmensa de drogas –incluidas al menos 40 toneladas de marihuana y 200 kilos de cocaína– y numerosas armas han sido confiscadas, y muchas más lo serán.


COIN tropical

Los analistas del Pentágono reconocerán de inmediato que se trata de un territorio MOUT –siglas en inglés de Operaciones Militares en Terreno Urbanizado-. Y los expertos de Rand Corporation con base en Santa Mónica –que ayudaron a establecer la estrategia para la guerra de Vietnam en los años sesenta– podrían confundir este complejo de favelas de Río con una “zona liberada de chabolas urbanas” cuando en realidad, hasta ahora, era una zona abandonada por el poder estatal. En todo caso, la pandilla de Rand estaría pensando obviamente en la Ciudad Sadr de Bagdad, donde el Ejército Mahdi de Muqtada al-Sadr convirtió la vida en un infierno para el ocupante estadounidense. (No es sorprendente que el miserable bulevar principal de Ciudad Sadr se apodara Vietnam Street.)

 

Sobre todo, los estrategas militares estadounidenses no dejarán de reconocer que lo que acaba ocurrir en Río ilustra lo que el Journal of the Army War College “profetizó” hace años; que “el futuro de la guerra está en las calles, alcantarillas, rascacielos y en las casa expandidas que forman las ciudades arruinadas del mundo”.

 

Bastantes especialistas de la policía y de los militares de Río subrayan que, de hecho, se trata de una operación urbana nunca vista, ni siquiera en Iraq (y ciertamente no en Gaza, donde un ejército de ocupación podría utilizar las mismas tácticas contra una población atemorizada que vive en chabolas). Algunas unidades del ejército brasileño habrán utilizado su experiencia como parte de la fuerza de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas en Haití –pero nunca han tenido que despejar una favela en Puerto Príncipe-.

 

La toma de la favela de Vila Cruzeiro y del complejo de favelas Alemao también corresponden a una clásica operación de contrainsurgencia (COIN) al estilo de David Petraeus –como en “capturar, despejar, mantener y construir”-. “Capturar ha sido rápido como un rayo; “despejar” puede tardar días, si no semanas; “mantener” es una promesa solemne de las autoridades estatales y federales; pero “construir” es una propuesta mucho más compleja y a largo plazo.

 

Hay motivos para creer que COIN al estilo brasileño podría tener éxito donde la versión estadounidense no fue exactamente exitosa, ni en Bagdad, ni en el triángulo suní o el sur de Afganistán. La rápida, masiva y coordinada demostración de fuerza desestabilizó al crimen organizado; el elemento sorpresa fue clave. Además, tal vez por primera vez en Río, esta invasión policial/militar de una favela no fue considerada como la acción de un ejército de ocupación, sino del Estado reafirmando su voluntad y el empoderamiento de sus ciudadanos respetuosos de la ley.

 

El espectáculo de tanques por las calles terminó por vender toda la operación a un público cansado, hastiado –no sólo a la sociedad en general, sino también a los propios habitantes de las favelas-. Y el espectáculo de los señores de la droga otrora poderosos corriendo como cucarachas desmitificó su poder. Así pues, a los narcotraficantes les faltó el elemento del “pez en el agua” de Mao Zedong; a diferencia de los talibanes en tierras pastunas, simplemente no pudieron contar con apoyo popular local, o por lo menos con la “ley del silencio” al estilo mafioso que impusieron. Incluso las propias familias de los narcotraficantes les aconsejaron que se rindieran (los que no lo hicieron podrían estar tratando de escapar por el sistema de alcantarillado).


Los antecedentes

El Estado brasileño tardó por lo menos cuatro decenios en reunir la voluntad política necesaria para esta ofensiva en masa, combinada con una amplia coordinación policial/militar y el apoyo generalizado de la opinión pública, para derrotar a una de las tres principales narco-bandas de Río.


Pero esto sólo es el comienzo.

El nexo entre el crimen y la política en Brasil amalgamó durante mucho tiempo a la policía, el aparato judicial, el ejecutivo, el legislativo, la empresa privada y los criminales en torno a los mismos negocios sucios. Es lo que se ha descrito como “el Estado delincuente brasileño”. Los cabecillas –incluidos alcaldes, senadores, jueces, policías y fiscales– ganaron cantidades mucho más impresionantes de dinero que, por ejemplo, las redes del narcotráfico basadas en las favelas.

 

El proceso comenzó durante las dictaduras militares de los años sesenta en Latinoamérica, que estimularon un auge del crimen organizado creando el marco institucional para la libertad de los criminales. Bajo la lógica de la Guerra Fría –por cortesía del Pentágono– la prioridad de las dictaduras era la represión interna. La “micro criminalidad” se consideraba irrelevante. El resultado de por lo menos dos décadas de negligencia fue catastrófico. La policía se quedó sin capacidad de investigación.

 

La anarquía social, los gobiernos inestables y la concentración de una cantidad absurda de riqueza fueron los rasgos de la era neoliberal posterior a la dictadura. El crimen floreció no sólo en Brasil sino en toda Suramérica; en Colombia se establecieron poderosas mafias regionales. En Italia, la legendaria operación Mani Pulite (Manos limpias) se convirtió en el paradigma de la represión de actividades de la mafia en el marco de una democracia. En Brasil, como de costumbre, las cosas fueron y siguen siendo mucho más complicadas.

 

La dictadura militar terminó en 1984; fue el mismo año en el que un huracán de cocaína comenzó a propagarse por la sensual tropical Río, es decir, narcotraficantes brasileños/colombianos que descargaban cocaína pura a precios ridículos en un incipiente mercado de consumo. La explosión de la demanda condujo a la consolidación de un grupo llamado Comando Rojo, extremadamente poderoso en las favelas de Río y asociado con narcotraficantes colombianos y paraguayos.

 

Luego, en los años noventa, la globalización “turbo-cargó” un remix con efectos especiales –por cortesía de las mafias italiana y rusa-, que por su parte se diversificó en secuestros y tráfico de armas. En Colombia, la fragmentación de los cárteles de la droga llevó a una proliferación de bandas más pequeñas, mucho más difíciles de detectar. Y lo mismo sucedió en Brasil. La banda Comando Rojo, por ejemplo, engendró un grupo disidente.

 

Ahora, cuando Brasil se lanza colectivamente en un impulso importante por llegar a ser un protagonista global esencial, parece existir consenso en que el momento es adecuado para comenzar a afrontar la situación general. Será un camino largo y tortuoso, lleno de callejuelas traicioneras, en las favelas, antes del Mundial de Fútbol de 2014 y de los Juegos Olímpicos de Verano de 2016 –en los que Río será la súper estrella-. De modo que se impone la limpieza.

 

Esto no sólo significa que se envíen los tanques a tomar una favela. Lo que viene después es la auténtica prueba: purgar el sistema penal de una corrupción abismal; cambiar la legislación que protege de muchas maneras a los criminales; patrullar mejor las fronteras del país para reducir al mínimo el flujo continuo de drogas y armas; pagar salarios más decentes a los agentes de policía; tratar de romper las conexiones entre los rufianes de las favelas y los mandamases “invisibles”; invertir en infraestructura y servicios para la gente pobre; dejar de estigmatizarla sólo porque es pobre; invertir fuertemente en educación. Mientras tanto, un poco de MOUT no hará ningún daño. Pero –que lo sepa el Pentágono– sólo porque no se trata de un ejército de ocupación.

 

Pepe Escobar es autor de “Globalistan: How the Globalized World is Dissolving into Liquid War”  y “Red Zone Blues: a snapshot of Baghdad during the surge”. Su último libro es: “Obama does Globalistan” .


Traducido del inglés  por Germán Leyens y revisado por Caty R.

Fuente: Asia Times On Line

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LOS 13 BAKSTERS DE WALL STREET QUE DESTRUYERON AL MUNDO

por Alfredo Jalife Rahme

Antecedentes

El aclamado libro 13 banqueros: la captura de Wall Street y el próximo desastre financiero, de Simon Johnson y James Kwak, es una lectura obligada para quienes deseen penetrar los dédalos de las finanzas anglosajonas y conocer a los culpables inimputados de la grave crisis global.

Ambos autores publican el portal The Baseline Scenario, de consulta exigida, y su libro dio pie a un nuevo sitio muy crítico de las hazañas y sañas financieras tan socorridas en Wall Street: The Fourtheent Banker (El Decimocuarto Banquero), algo así como un llanero solitario que vigila el bien común de los ciudadanos.

El decimocuarto Banquero es, desde luego, más decente que los otros “13 banksters” –banqueros gansteriles, como el ingenio popular los apoda– puestos en la picota.

El menos conocido, James Kwak, es un empresario de software y ha sido consultor de la polémica empresa trasnacional McKinsey & Co., que asesora a varios gobiernos del mundo.

El británico Simon Johnson, experto en crisis financieras, fue el principal economista en jefe del FMI (de marzo de 2007 hasta agosto de 2008; curiosamente, hasta 15 días antes de la polémica quiebra de Lehman Brothers el 15 de septiembre) y ahora pretende redimirse de su pasado nada edificante como profesor de la cátedra Ronald A. Kurtz de la Escuela de Alta Dirección Sloan del MIT y miembro prominente del influyente centro de pensamiento Peterson Institute for International Economics.

Simon Johnson conoce como pocos las entrañas del sistema financiero que opera en Wall Street, que ahora vilipendia desde fuera, quien se había ya soltado sorprendentemente en un ensayo demoledor: El golpe silencioso (The Atlantic Monthly, mayo de 2009), donde desnudó que los financieros de Wall Street habían capturado al gobierno de Estados Unidos. Una de sus conclusiones se centra(ba) en que la recuperación fracasaría si no se somete a la oligarquía financiera que sigue bloqueando las reformas esenciales.

Hechos

Los “13 banksters” han ejercido un miedo aterrador en la indigente clase política paralizada por un estribillo tan tonto como mendaz: los bancos son demasiado grandes para quebrar (too big to fail), porque de otra manera arrastrarían al país entero a su ruina, lo cual Simon Johnson y James Kwak se esmeran persuasivamente en refutar y quienes, al contrario, aconsejan reducirlos a su justa dimensión, en tamaño y alcances, para permitírseles que quiebren (small enough to fail) y así evitar a los ciudadanos rescates masivos que afectan su patrimonio en última instancia.

Los parasitarios y depredadores banksters de Wall Street –13 en la contabilidad de Simon Johnson y James Kwak, quienes extrañamente dejan de lado a sus similares al otro lado el Atlántico, específicamente a los banqueros esclavistas Rothschild y a su operador conspicuo, el megaespeculador George Soros, quien navega con bandera de filántropo– no solamente crearon la crisis financiera sino que se aseguraron un rescate para su exclusivo beneficio y en detrimento del bien común.

Los autores enjuician que, pese a la calamidad financiera de 2008, Estados Unidos se encuentra secuestrado por el parasitismo depredador de su plutocracia bancaria, que se ha vuelto todavía más gigantesca, más adicta a sus apuestas de casino, y más insolente para aceptar con humildad su sana regulación.

Los banksters mantienen asfixiado al país entero (y, por ende, a la mayor parte del mundo), que se hunde en una mayor recesión, limítrofe con la depresión, y en un cada vez peor desempleo, intolerable para la armonía social.

El parasitismo depredador se (con)centra en seis megabancos: Bank of America, JPMorgan Chase, Citigroup, Wells Fargo, Goldman Sachs y Morgan Stanley, que controlan increíblemente más de 60 por ciento (¡así, con dos dígitos!) del PIB de Estados Unidos.

La opinión pública estadunidense se encontraba furiosa por las recientes noticias de la aseguradora mafiosa AIG, rescatada por 185 mil millones de dólares con dinero de los contribuyentes, cuando un viernes 27 de marzo de 2009 Obama convocó a la Casa Blanca a 13 banqueros de las principales instituciones financieras de Estados Unidos que se encontraban al borde de la quiebra oficial.

Durante la reunión Obama soltó dos frases imperdibles :1) mi administración es lo único que queda entre ustedes y la horca (sic); y 2) ayúdenme a ayudarles.

Como antes Daddy Bush y Bill Clinton, Obama prefirió la horca para los ciudadanos que para los “13 banksters”, quienes 20 meses más tarde lo traicionaron en las elecciones intermedias.

Visto en retrospectiva, el rescate bancario de Obama, más que una ingenuidad, resultó en su suicidio político.

Los dos autores comentan que pese al papel central de estos bancos en haber causado la crisis financiera y la recesión, Barack Obama y sus consejeros decidieron que estos eran los bancos de quienes dependía la prosperidad (¡súper sic!) económica del país.

Por lo visto, los círculos del poder en EU usan con incontinencia la palabra prosperidad, como el desastre que infligió a México la ASPAN, Alianza para la Prosperidad (¡súper sic!) y Seguridad (sic) de América del Norte”.

Por cierto, todos los consejeros de Obama también lo han abandonado.

Simon Johnson y James Kwak escudriñan el poderoso sistema financiero de Estados Unidos, cuyos 13 banqueros se atrevieron a combatir ferozmente –luego de haber sido rescatados con el dinero público, obviamente– las muy benignas reformas de Obama: En los pasados 30 años se habían convertido en una de las industrias más poderosas de la historia de la economía de Estados Unidos, y una de sus poderosas fuerzas políticas en Washington.

Sale sobrando insistir en las lubricaciones de compraventa de las (in)conciencias de la clase política de parte de los banqueros de inversiones quienes, inclusive, ocupan puestos de primer nivel en la Casa Blanca y en la Secretaría del Tesoro (léase: Goldman Sachs) y han impuesto su ideología consensuada al sistema bipartidista con la innovación destrabada y los mercados financieros desregulados son buenos para Estados Unidos y el mundo (sic), lo cual sintetizan en el apotegma: políticos van y vienen, pero Goldman Sachs se queda.

Aducen que las donativos a las campañas electorales y la puerta revolvente entre el sector privado y los servicios gubernamentales le otorgaron a Wall Street influencia en Washington.

¿Cual influencia? Son precisamente los 13 banksters de la plutocracia quienes en realidad gobiernan Estados Unidos.

Conclusión

En su artículo en la revista The Atlantic Monthly, Simon Johnson no pierde sus reflejos condicionados heredados del FMI y se pronuncia por la nacionalización (¡súper sic!) de los megabancos en problemas, su limpia –de acuerdo con el FMI, su aséptica higienización costaría 1.5 billones de dólares (lo cual se me hace muy poco para el tamaño del cataclismo)–, su reducción de tamaño y su reprivatización ulterior.

El mayor problema radica en que el gobierno de EU (lo cual es extensivo al G-7, que aplicó la desregulada globalización financierista) carece de control alguno sobre la nueva tiranía posmoderna del siglo XXI: la plutocracia bancaria.

O los ciudadanos sometemos a los bancos o los parasitarios banqueros depredadores acabarán por destruirnos.

No es sencillo: se trata de un golpe de Estado ciudadano contra una de las peores dictaduras de todos los tiempos: la bancocracia neoliberal.

Fuente: La Jornada

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Cubarte, 2008.