miércoles, 16 de marzo de 2011

Josephine Baker en Cuba Zenaida Díaz Cubarte

 

Joséphine Baker en Camagüey

 Nueva entrevista a la maestra Zenaida Díaz

 

Por Adys Cupull y Froilán González

 

Las visitas de Joséphine Baker a Cuba dejaron una huella imborrable en la  artista y a la vez  creciente simpatía y  solidaridad con los cubanos, que siempre manifestó.

Muchas anécdotas sobreviven al tiempo y al olvido. Se dice que exigió que en su camerino se colocaran espejos en todas las paredes, que se extendiera una alfombra roja hasta el escenario y la presencia de rosas rojas y que esparció un perfume francés que envolvió a  los asistentes.

Su debut fue descrito por  Nicolás Guillén y publicado  en el periódico El Nacional de Caracas. El Poeta  además de condenar  la discriminación  racial sufrida por la gran vedette en el Hotel Nacional, narró  que  la estrella de Follies Bergére, debutó  en el Teatro América ante una sala apolética de público que la recibió de pie con una ovación realmente torrencial. Relató que a pesar de sus cincuenta y cuatro años, todavía era Josefina Baker, ágil, viva, llena de fuego y brío y que cuando un espectador desde las gradería le preguntó por los platanitos, respondió:"¡Me los comí cuando la guerra!".

Guillén describió este espectáculo como sigue:

"Y siguió la danza, ceñido su maravilloso cuerpo por un traje blanco casi polar, casi antártico; un traje de nieve herida por el sol y lleno de piedras luminosas. ¿Brillantes? Parece que sí... Sobre los hombros abríase una capa blanca y negra, que la vedette movía como las alas de una gigantesca mariposa. El ensemble - lo ha declarado ella misma- costó treinta mil dólares. No es extraño, porque su vestuario completo vale dieciocho millones de francos.

"Cada aparición de Josefina es así una especie de orto solar. Apenas sale, y ya se levanta de entre la audiencia un murmullo admirativo, como una niebla de palabras. Centenares de ojos la recorren ambiciosamente de la nuca a los pies. En seguida llena el escenario con su presencia sensual, con su ancha sonrisa, con sus ojos picarescos rebosantes de fresca gracia popular, con su voz calida, pastosa, que es como una mano acariciando sabiamente las zonas más sensibles de la piel. El murmullo entonces se transforma en una angustia cargada, fosfórica, que estalla por ultimo en una tempestad de relámpagos y truenos. Así ocurre una tarde, y otra, con el teatro de bote en bote, las taquillas agobiadas por una fila interminable de hombres y mujeres y la admiración de La Habana ciñéndola y apretándola hasta la asfixia."1)

Guillén refirió que Josefina Baker fue amiga de Eliseo Grenet y que al día siguiente de llegar a La Habana visitó el cementerio para dejar un ramo de rosas sobre la tumba del autor de Mamá Inés.

 La cuarta visita de Joséphine Baker a Cuba se produjo  en enero de 1966, como participante especial en la Conferencia Tricontinental a la que asistieron delegados de alrededor de 100 naciones de África, Asia y América Latina. Estaba feliz con la invitación y declaró a la prensa que aquel evento «simboliza aquello que siempre he deseado para toda la Humanidad: el entendimiento entre todos los continentes sin prejuicios.
Actuó en el Teatro García Lorca, y compartió el concierto con el popular Ignacio Villa o «Bola de Nieve». Fue en este viaje cuando la gran artista visitó la ciudad de Camagüey, donde la atendió entre otros, la maestra de artes plásticas cubana   Zenaida Díaz, a quien entrevistamos la primera vez sobre su Taller para niños, en  la Casa Guayasamín de La Habana Vieja  y ahora especialmente  para esta crónica, describe su encuentro con la actriz:

 

"Yo trabajaba en Camagüey, era responsable de cultura  de los Comités de Defensa de la Revolución y  formaba parte de la Comisión  de recepción para atender a personalidades  que llegaban a la ciudad, a través del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos. 

 

"Cuando ella llegó, estuvo tres días  en la ciudad, en el hotel que se encuentra en la calle de Avellaneda. Luego la pasaron para el Gran Hotel de CamagüeySu presentación estaba preparada para  el teatro Principal, el mejor de la provincia y se había creado una gran expectativa para verla. Cuando visitó el teatro preguntó por la capacidad  y expresó que  por su tamaño y el costo de las entradas muchas personas no podrían asistir.

Se le explicó que la actividad era gratis, pero respondió que quería hacerlo en una plaza pública para que todos los que quisieran verla pudieran hacerlo. No logramos convencerla y fue necesario preparar el escenario en la plaza.

Antes de actuar, pidió frutas, porque las necesitaba, le gustaba bailar con platanitos, que luego lanzaba al público. Como no sabían para qué era, le trajeron una cesta de piñas y dije: ¡No!  Ella lo que quiere son platanitos. Cuando bailó,  fue un asombro como los tiraba al público y los repartía. Ella dijo que estaban muy lindas las piñas pero que no se la podía tirar a nadie.

Aquella actuación  fue al aire libre, y se cambiaba  con gran ligereza, se quitaba la ropa y se ponía otra  muy rápidamente, yo estaba cerca  para lo que necesitara. El día que se iba, citaron para las seis de la mañana. pero como yo vivía cerca del hotel,  me levanté como a las dos de la madrugada y como no podía dormirme me fui para el hotel y uno de los empleados me dijo: ¿Quién le avisó a usted?.

 Me dice que había una orden de no hacer pasar a nadie antes de las seis. Y era que ella se iba antes, no sé de dónde venía el avión. Me habían dicho que estuviera a las seis, pero como yo no podía dormir fui a esperar que saliera.

Ella me vio y se puso muy contenta y me llamó, dijo: ¡Zen, Zen! Yo tenía en las manos el periódico donde  había salido, compré tres, se los entregué y le dije: fírmame uno.  Estaba contenta.

Y como era tan temprano, mientras esperaba dijo: Bueno, vamos a caminar y comenzamos a pasear por allí, en el mismo hotel. Hablamos mucho, dijo que quería conocer toda Cuba, que teníamos  un dirigente extraordinario, que Fidel lo hacía todo por el  pueblo, resaltó el sacrificio no solo por Cuba, sino por otros países, También elogió al Che, a quien adoraba, me preguntó varias veces por él, ya en este tiempo  no se encontraba en Cuba

Ella me habló de los encantos de la ciudad de Camagüey, de la hospitalidad de las personas, de la cultura del público que asistió a su presentación o los que se encontraba en las calles o en el hotel. Contó que lamentaba irse de Cuba pero que tenía deseos  de estar en su rancho, "tengo deseos de estar con mis hijos, tienes que ir a mi rancho, para que veas a mis niños".

En el momento que le pido la firma en el periódico dice: "No, Zenaida es muy largo, Zen es más corto, y escribió: Para Zen Díaz, con amistad  de tu hermana, Joséphine, 1966.

El periódico original  se encuentra en el  Museo Municipal de Gaspar Betancourt, mi pueblo,  corresponde al momento en que ella llegó a Camagüey, nos pusimos en fila para que pasara, como ven  yo estoy con una cartera, a su lado, la niña que la mira es la hija de un compañero del ICAP. Era alta, delgada de facciones muy finas.  Junto a la foto esta escrito:

"La mimada artista, que se ha ganado la admiración de todo nuestro pueblo, fue recibida por los compañeros del Partido, la Federación de Mujeres Cubanas, los Comités de Defensa de la Revolución, el Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos, la Coordinación  Provincial de varias organizaciones: Cultura, CTC, y otros organismos."

(Nota publicada  en el periódico Adelante)

Una de sus obras más importantes fue  la adopción de doce niños de diferentes países  y etnias, a los que llamó hijos, esa era su Tribu del arcoiris, el rancho, era el Castillo de Melandes en Castelnaud, La-Chapelle, Dordoña, Francia. Sostenía y quería demostrar como todos podemos constituir una familia, no importa la raza, el color, el origen, es la gran familia que debe ser la humanidad y Joséphine Baker  lo logró.  

Ella dedicó su vida a dos grandes compromisos: el arte y la lucha por la justiciaNos despedimos en el aeropuerto,  ahí me  dijo emocionada: "Quiero mucho a Cuba, la quiero" 

Después conocí que invitada por el presidente Fidel Castro, regresó en ese verano con sus hijos adoptivos para disfrutar una estancia en una playa cercana a La Habana.

 

1.-Nicolás Guillén, Prosa de prisa.Tomo II  pp.88-89. Editorial Arte y Literatura, La Habana 1975.

Fotos: 

-Copia del periódico donde aparece la dedicatoria a Zen. 

-Zenaida Díazcon su hija

-La testimoniante y  sus niños