Fotos: Rodolfo Blanco Cué. Especial de la AIN | El encanto de las muñecas de trapo Por Yaniuska Macías Rivero Cultivar la fantasía infantil mediante el juego de roles, donde niños y niñas devienen mamá y papá de muñecas o muñecos, motiva la obra de Carmen Soto González, directora del proyecto sociocultural Carsueños. Las manos y el corazón de esta mujer engendran la maravilla desde su taller, situado en la plaza Rosa la Bayamesa, de la ciudad de Camagüey, y espacio para aprender no solo del arte de la muñequería, sino de valores humanos y la familia, en aras de lograr hombres y mujeres dignos en las generaciones venideras. Para Carmen constituye urgencia revitalizar, desde nuevos criterios, el juego a La casita, tan necesario para que niñas y niños desarrollen sentimientos como la solidaridad, el amor, el respeto y las normas de convivencia, imprescindibles para vivir y comportarnos como seres humanos. «Nosotros queremos que niños y niñas tengan una muñeca o muñeco de trapo como cómplice en el horario de sueño, a la hora del juego; actualmente ya no ves eso, ahora tienes que tocar las casas para saber que hay niños y los encuentras frente a la computadora o al televisor», señala Carmen. El municipio de Sierra de Cubitas vio florecer esta idea, surgida a inicios de los años 90 en pleno período especial, por la necesidad de crear juguetes y adornos tradicionales para la comunidad, los círculos infantiles, los hogares de ancianos y las casas de niños sin amparo familiar. Así, muñecos y hermosas cestas con remedos de frutas cubanas confeccionadas a base de papier maché, cruzaron el océano y llegaron hasta la Argentina, como parte del movimiento solidario Chau Bloqueo, el cual apoyó el proyecto desde sus inicios. De su abuela, con la gran trenza torcida detrás de la nuca y el rostro agradable y tierno, siempre mimosa, y que la regañaba cuando lo merecía, le viene a la protagonista de Carsueños la inclinación por este arte, y con solo 10 años ya confeccionaba sus muñecas en la máquina de coser que le habían regalado. «Esa formación aportó a mi vida resultados muy positivos y la inquietud de saber cómo eran las primeras muñecas que entraron a Cuba, cuántos tipos de ellas existen… y son conocimientos que ahora puedo transmitir de generación en generación», dice Carmen. Unir y ayudar, esas palabras identifican el quehacer de este proyecto comunitario para fortalecer, mediante el intercambio sociocultural, las virtudes humanas en el encuentro diario con niños y personas con discapacidad que encontraron en esa labor otra manera de ser útiles. Y es que en ese taller la muñequería deviene terapia ocupacional para pacientes psiquiátricos, ciudadanos con desventaja social y discapacitados, quienes tienen en el colectivo a la gran familia y, al decir de Carmen, «le imprimieron una connotación especial al arte de hacer muñecas». «Me gusta mucho que las personas no trabajen por plantillas, sino que conciban sus propias muñecas, tengan su propio sello; la creación es muy importante, esa imaginación de cada persona nos hace crecer, hacer cosas nuevas, no repetitivas». Según Carmen Soto González, las muñecas solo pueden hacerse con amor, y el agradecimiento por esa pasión depositada en cada obra y de las personas que comparten junto a ella esta labor, lo encontrará siempre a su paso por quienes quedan complacidos con tanta dedicación. |