Che reclama que se eviten excesos en la
crítica, y que no se subestimen la capacidad técnica, el empeño y la
voluntad de acertar de numerosos involucrados en los países del socialismo
europeo. Pero denuncia de manera categórica la apelación a tomar “como arma
para luchar contra el capitalismo, las armas del capitalismo”. Las
motivaciones de “la sociedad donde la filosofía es la lucha del hombre
contra el hombre, de los grupos contra los grupos y la anarquía de la
producción” no podrán ser despertadas y utilizadas eficazmente para servir
a una sociedad basada en el poder socialista. Esta exige control riguroso y
conciente, “la colaboración entre todos los participantes como miembros de
una gran empresa (el conjunto de la economía), en vez de ser lobitos entre
sí dentro de la construcción del socialismo”.
Opina que en vez de ir al fondo de los problemas, la práctica y el
pensamiento de estos socialistas se dejan llevar a la seguridad aparente de
acudir a lo ya probado. Las reformas pueden relucir como “descubrimientos”
que remediarían la falta de motivaciones suficientes en los actores
económicos y lograrían la subordinación de la producción para el consumo a
las demandas de sus consumidores, relacionar la rentabilidad con la venta
del producto, etcétera. Esos experimentos y ensayos de política económica
son, sin embargo, remedos de lo que el capitalismo hace eficazmente, porque
lo universaliza y porque corresponde a las relaciones fundamentales de su
sistema. Existe una lógica que caracteriza a cada sociedad: si la
olvidamos, pagaremos un precio muy caro.
Punta del Este,
1961
Por otra parte, Che invita a no olvidar nunca la situación concreta de la
cual ha partido Cuba en su transición socialista. No somos ilusos,
advierte, estamos tratando de edificar efectivamente el socialismo
“saliendo de una etapa semicolonial… de todos los vicios, de todas las
taras que nos dejó el capitalismo, con la misma gente, con todos nosotros
con mentalidad capitalista, hace unos años pensando siempre cuánto íbamos a
ganar”. La debilidad que padece Cuba no debe atribuirse a la utilización de
un sistema financiero determinado: “son debilidades de una economía que ha
cambiado su composición, su característica”.
El Che insiste, incansable, en desbaratar la imputación que se hace a sus
ideas de mantener un desprecio “idealista” por el interés material, un
simplismo que busca devaluarlas y rehuir la discusión. Nadie en sus cabales
desconoce la fuerza y el arraigo del interés material, instalado a lo largo
de la historia de las sociedades de dominación y multiplicado y
refuncionalizado por el capitalismo. La elección está entre utilizarlo
llana y acríticamente ―aunque se lamente que sea nocivo—, o utilizarlo como
un mal necesario, sin depender de él. Ser creativo desde la situación
concreta e inevitable, y organizar un proceso de erradicación paulatina de
los comportamientos económicos egoístas e individualistas. Ir forjando otro
mundo de actuaciones y valores, que pueda reunir diferentes estímulos,
implantar la norma que en nombre del deber social reconoce o reprocha, al
mismo tiempo que retribuye o no a partir del grado de cumplimiento, o el
estímulo a la capacitación dado por su conversión en requisito para pasar a
un nivel superior. Instrumentos como los citados, dice el Che, persiguen la
toma de conciencia de tipo mecánico en el individuo; hay que perseguir, a
la vez, la toma de conciencia de tipo dinámico, una de cuyas formas
fundamentales es el trabajo voluntario.
La creación de otra realidad desde la existente, sin lo cual no hay
revolución socialista, tiene que incluir el espíritu crítico, fomentar la
independencia de los criterios y la capacidad de pensar y valorar con
cabeza propia, y aprender a distinguir los caminos, sus implicaciones y sus
resultados. Es impresionante la vitalidad y la hondura alcanzados por
aquel análisis teórico que permitía, en medio de la tormenta de la Revolución,
señalar los graves peligros de copiar mecánicamente y no ver las
deficiencias del socialismo existente, y salirle al paso a la resignación a
lo que existe, la rutina y el seguidismo. El Che aprendió ―al mismo tiempo—
a reflexionar sobre la circunstancia en curso, la actuación inmediata, los
métodos y los fines mediatos, y a teorizar acerca de los asuntos
fundamentales.
En textos no públicos, el Che expuso más libremente sus juicios.
Consideraba que la URSS había comprometido de manera fatal el futuro de su
transición socialista cuando convirtió en permanente la Nueva Política
Económica que el país se había visto obligada a adoptar en medio de una
crisis interna terrible, poco después del final de la Guerra Civil. Esa
conclusión la extrajo de sus profundos estudios del proceso de los primeros
años del poder soviético y el pensamiento de Lenin y otros bolcheviques. En
los meses que siguieron a la retirada del Congo ―el tiempo en que
permaneció en Tanzania y Praga— escribió mucho, ordenó y expuso ideas y
organizó numerosos textos. Un trabajo fundamental de ese periodo son estos
Apuntes críticos a la economía política. Más de doscientos comentarios del
Che a la más reciente edición del Manual de Economía Política, texto
docente oficial soviético, constituyen el núcleo central del libro, que
reúne también un gran número de textos del Che, casi todos procedentes de
sus cuadernos de notas, su correspondencia y la transcripción de
grabaciones. La gran mayoría permanecía inédita.
El Che ―que admiraba a Lenin tanto como el que más— entró resueltamente a
analizar los hechos y las posiciones dentro de la Revolución y la Rusia
bolchevique, en busca de las experiencias y el conocimiento. Lo cierto,
escribe, es que en 1921-1922 el país fue pasando “a las relaciones de
producción que configuran lo que Lenin llamaba capitalismo de estado, pero
que en realidad también puede llamarse capitalismo premonopolista en cuanto
al ordenamiento de las relaciones económicas.” Con la muerte de Lenin,
dice, “se pierde el riquísimo acervo de su pensamiento revolucionario y
queda el reflejo de su postrer impulso por el camino de la retirada”.
La confrontación principal que existe en el mundo no es en modo alguno la
que repiten las declaraciones y los organismos de la URSS y el movimiento
comunista, con sus supuestas tres fuerzas revolucionarias: primera, el
llamado sistema socialista mundial; segunda, el proletariado de los países
capitalistas desarrollados; y tercera, las luchas por la independencia y la
democracia nacional en el Tercer Mundo. En realidad, dice el Che, el
imperialismo no agoniza: “ni siquiera ha aprovechado al máximo sus
posibilidades en el momento actual y tiene una gran vitalidad (…) La
tendencia es a invertir capitales propios en el aprovechamiento de las
materias primas o en la industria ligera de los países dependientes.” La
aguda competencia en su seno “provoca una incesante marea de innovaciones
técnicas…”
De la unión entre los proletarios a escala mundial proclamada por las
declaraciones, dice: “Falso de toda falsedad. No hay punto de contacto
entre las masas proletarias de los países imperialistas y los dependientes;
todo contribuye a separarlos y crear antagonismos entre ellos (…) el
oportunismo ha ganado una inmensa capa de la clase obrera de los países imperialistas.”
Sobre las revoluciones: “También es falso que el proletariado (…) sea el
que cumpla el papel dirigente en la lucha de liberación en la mayoría de
los países semicoloniales”. Ya no se puede admitir la idea de que la
burguesía nacional sea un factor progresivo en las luchas revolucionarias:
“La lucha contra la burguesía es condición indispensable de la lucha de
liberación, si se quiere arribar a un final irreversiblemente exitoso”.
Al salir del Congo y verse obligado a esperar, Che se entrega a una tarea
que constituye el inicio de una nueva fase de su obra. Siente la necesidad
de llegar a conclusiones sobre el socialismo realmente existente, asunto
crucial para todos en el mundo, y también de ofrecer una alternativa desde
las ideas de los revolucionarios marxistas de los países que han sufrido o
sufren el colonialismo y el neocolonialismo, que ahora quieren pelear por
la liberación total de las naciones y de las personas, y por el avance de
la revolución mundial. “Es un grito dado desde el subdesarrollo”, escribe
en “La Necesidad de este libro”, breve introducción para los Apuntes que
contiene planteamientos trascendentales. Se refiere en ella a la obra
monumental que dio origen al marxismo, las nuevas situaciones de la época
imperialista, los aportes extraordinarios de Lenin y la detención ulterior
del desarrollo de la teoría marxista. Enseguida expone las razones por las
cuales hace la crítica de la Economía Política:
Creemos importante la
tarea porque la investigación marxista en el campo de la economía está
marchando por peligrosos derroteros. Al dogmatismo intransigente de la
época de Stalin ha sucedido un pragmatismo inconsistente. Y, lo que es
trágico, esto no se refiere solo a un campo determinado de la ciencia;
sucede en todos los aspectos de la vida de los pueblos socialistas, creando
perturbaciones ya enormemente dañinas, pero cuyos resultados finales son
incalculables (…) Nuestra tesis es que los cambios producidos a raíz de la
NEP han calado tan hondo en la vida de la URSS que han marcado con su signo
toda esta etapa. Y sus resultados son desalentadores: la superestructura
capitalista fue influenciando cada vez en forma más marcada las relaciones
de producción, y los conflictos provocados por la hibridación que significó
la NEP se están resolviendo hoy a favor de la superestructura. Se está
regresando al capitalismo.
Che espera serenamente el repudio a su posición y la acusación de
anticomunismo y oportunismo, el rechazo de los que se sentirán heridos en
su cariño y su lealtad, y también el sobresalto sincero de otros “ante este
cúmulo de razones nuevas y diferentes”. Pero confía en que muchos podrán
sentirse atraídos por este “intento de retomar la buena senda”. A ellos se
dirige el libro, “y también a la multitud de estudiantes cubanos que tienen
que pasar por el doloroso proceso de aprender ‘verdades eternas’ en las
publicaciones que vienen, sobre todo, de la URSS, y observar cómo nuestra
actitud y los repetidos planteamientos de nuestros dirigentes se dan de
patadas con lo que leen en los textos”.
Un largo camino había recorrido Ernesto Guevara en una década. La
Revolución había sido su maestra. En la guerra y desde el poder
revolucionario se desarrolló su estatura como combatiente, dirigente y
pensador, y ahora él ―como reclamara Lenin 60 años antes— debía, en justo
pago, enseñarle algo a la Revolución. Y lo logró. La aventura socialista de
un pequeño país aislado producía un pensamiento capaz de continuar el
trabajo excepcional mediante el cual Carlos Marx había encontrado ideas
capaces de subvertir el control de las ideas de la sociedad por la clase
dominante. Che escribió: “nosotros aportamos nuestro modesto granito de
arena”. Y a los compañeros cercanos más estudiosos les pidió componer un
“manual” cubano. Pensó seguramente que los que compartían su posición
continuarían la campaña de difusión de las actitudes y las ideas más
revolucionarias, que con tanto ardor y sistematicidad él llevó a cabo en su
última etapa en Cuba.
El acierto y el alcance de los planteamientos del Che acerca de la esencia
y el destino del socialismo realmente existente solo se comprobaron 25 años
después. Pero cuando hacia el final del siglo pareció que todo lo logrado
por la humanidad se perdería, incluso la esperanza, el Che regresó.
Celebramos ese regreso, que evidencia la resistencia de los pueblos y el
valor permanente de las ideas y del ejemplo. Sin embargo, el pensamiento
del Che siguió encontrando escollos y ha tenido que ir ganando espacios
paulatinamente. Uno de esos avances es esta labor de establecimiento,
organización y edición tan tenaz y tan importante, que va entregando uno
tras otros textos suyos, palabras que son luces y armas para el
entendimiento y para la acción, tan necesarios frente a los desafíos
actuales.
Palabras en la presentación de los libros de Ernesto Che Guevara Apuntes
críticos a la Economía Política y Retos de la transición socialista en Cuba
(1961-1965), de la Editorial de Ciencias Sociales del Instituto Cubano del
Libro, durante la 22 Feria Internacional de Libro de La Habana, en La
Cabaña, 18 de febrero de 2013. La compilación y selección de ambas obras
―que aparecieron por primera vez en 2006 y 2009 respectivamente— estuvo a
cargo de la Dra. María del Carmen Ariet García, del Centro de Estudios Che
Guevara.
Fernando Martínez
Heredia es Filósofo y ensayista cubano. Premio Nacional de Ciencias
Sociales.
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