Los activos
intangibles de Cuba
Los activos que el establishment
global quiere ocultar
Por Erasmo Magoulas
“No vivo en una sociedad perfecta”,
dice Pablo Milanés en uno de sus textos. Aunque esto es una obviedad, muchas
veces hay que traerlo a colación cuando se habla de Cuba, y se refuta sobre el
tema, contra ese relato y discurso que quiere evaluar sociedades sin matices,
maniqueamente, sin áreas grises. Esas evaluaciones llenas de estereotipos
y prejuicios, donde los complejos grupos humanos tienen sólo dos posibilidades,
o son perfectos o son engendros monstruosos. Generalmente en éstas
evaluaciones, se hace referencia casi exclusivamente a los activos materiales
que ofrece una sociedad. Aquellos activos que hacen nuestra vida más cómoda, más
ágil, más veloz, -aunque no sepamos hacia donde vamos-, a ese prejuicio e
imaginario que nos plantea que el desarrollo social y humano, pasa por las
ύnicas y exclusivas categorías de producir y consumir más, sin límites, sin
conciencia sobre nuestros actos individuales y de conjunto.
Nos encierran en su relato y en su
matriz, de como evaluar (dentro de los parámetros culturales del discurso
hegemónico) el hecho político, vivir en la polis, vivir en comunidad,
darle un propósito, un ordenamiento y una organicidad a ese vivir, y por
supuesto nos implantan un canon de valores. En ese canon aparecen ύnica y
exclusivamente los valores del tener y del poder hacer lo que se nos plazca (en
la medida que más tengamos), y en eso se delimitan sus interpretaciones del
desarrollo y la libertad.
Por eso es tan importante la batalla
cultural para Cuba, y para todos nosotros, los que vamos bregando por aquello
de que “un otro mundo es posible, necesario, e imprescindible”.
Desde hace poco más de un año comencé
a estudiar griego. Mi profesor y amigo, Constantinos (Costas), planeaba un
viaje a Cuba por un par de semanas. Como sabía que su alumno había residido en
la isla por casi tres años, me pidió algunos consejos. Se los di. Costas compró
su paquete turístico “Varadero sol y playa”, pero como Costas es un atrevido,
dejo a su compañera Anamarí en la playa y se fue para La Habana, con su
escasísimo conocimiento del Castellano. En el Centro Histórico de la Habana
Vieja, se topó con la Iglesia Ortodoxa griega, con el Presbítero y dos
feligreses cubanos, cubanos sin una gota de Hellas. Para grata sorpresa de
Costas, los dos cubanos hablaban un perfecto y fluido Griego. Quedaron en
encontrarse al día siguiente, para llevarlo a Guanabo, donde vive otro
compatriota de Costas, combatiente de la ύltima gesta de liberación de
1956-1959, y Capitán del Ejército Rebelde.
No hubo transacciones, no hubo
cálculos y tampoco hubo indiferencia. Costas nunca sintió eso que algunos
cínicos de adentro y de afuera de la Isla, le adjudican como patrimonio
exclusivo y maleza endémica del archipiélago, el jineterismo. Por el contrario,
lo que Costas vivió con felicidad, fue encontrar a dos cubanos de pura cepa,
con los cuales se pudo comunicar como si estuviera en Attica, el Peloponeso, o
Tesalia; y de los que percivió un sincero interés por la Grecia arcaica,
clásica y por las desventuras que afronta la actual.
Eso es lo que nos da la
cultura, la posibilidad de una profunda interacción humana. Interacción que en
otras sociedades está en vías de extinción, o tan pauperizada, que se limita a
un superficial intercambio de formalidades, instrumentalmente
funcionales.
El acumulado histórico de activos
intangibles de Cuba es de una magnitud tal, que ningύn otro país puede
competir, porque el mejor no compite, el mejor es simplemente eso. ¿Quién se
puede atrever con Cuba en ética, humanismo, coherencia con la verdad y
solidaridad? Repasar los 54 años de vida de la Revolución, es transitar por una
secuencia de logros en el campo de la espiritualidad (sin ser una sociedad
confesional), del humanismo, de la lucha contra la discriminación, de la
democratización y polularización de la solidaridad, desde el trato entre
vecinos de una misma cuadra, hasta la epopéyica participación de más de 400 mil
voluntarios en Angola y Namibia.
Como dice Rex Nettleford, “es
relativamente fácil construir una nación, es mucho más difícil moldear una
sociedad”.
Sociedad que se fue moldeando en el
ejemplo de sus líderes, siguiendo los preceptos éticos del Apóstol…”con los
pobres de la Tierra, quiero yo mi suerte echar”, en los abrazos a Sékou Touré,
Amílcar Cabral, Ho Chi Minh, Agostinho Neto, Hugo Chávez, Evo Morales, Nelson
Mandela, para sólo traer a algunos de los mejores, de eso que podemos llamar
los campeones de la integridad ética de la especie humana.
Los valores éticos, esa conjunción de
lo que la Grecia de Pericles llamaba política (πολιτική), y cultura
(πολιτισμός), tiene en la Cuba revolucionaria un peso específico
ejemplarmente demoledor, para las acciones moralmente reprobables del Imperio.
Como ejemplo de lo que afirmo, traigo
el caso de los 5 Héroes cubanos. La luz de sus acciones en favor de la vida es
exaltada en Cuba, como ejemplo de dignidad, heroísmo, entrega incondicional; y
la lucha por su liberación, Cuba la ha globalizado, en una cadena de
solidaridad que cruza los cinco continentes. Mientras que las furtivas muestras
de honestidad, por parte del Sargento Bradley Manning, y el informático de la
CIA Edward Snowden, el Imperio las quiere hacer desaparecer a perpetuidad en la
oscuridad de una celda, o bajo el bombardeo de uno de sus drones.
¿Quiénes son los Bárbaros (βάρβαροι)?