jueves, 3 de abril de 2008
guerrillero boliviano de la retaguardia del Che Guevara falleció. Tania Tamara Bunke Bider, Paco Venezuela, Peredo Antonio
El sobreviviente de la Retaguardia
" ÉL aceptó continuar la lucha "
Por Froilán González y Adys Cupull
José Castillo Chávez, quien aparece en El Diario del Che en Bolivia como Paco, ha fallecido en la Ciudad de La Paz, el 14 de marzo del 2008. La noticia la leímos a través de un artículo del periodista y Senador Antonio Peredo. El relato causa tristeza y obliga a pensar en las actitudes de los hombres. Hay personas que mueren antes de desaparecer físicamente, porque lo que se lleva dentro es como una sentencia, más dolorosa que la propia muerte. Paco fue herido, apresado, interrogado, vejado, torturado y condenado a 30 años de prisión. Amnistiado durante el gobierno del general Juan José Torres, salió al exilio. Era muy joven cuando ingresó en la guerrilla, nunca olvidó aquella epopeya y vivió incomprendido por muchos, criticado por otros y despreciado por los que consideraron que su actitud después de la captura no fue correcta.
Fue un importante colaborador en el necesario esclarecimiento de los hechos históricos, sobre todo en lo acontecido al grupo de la Retaguardia, de la cual fue el único sobreviviente de la emboscada del día 31 de agosto de 1967 en el vado de Puerto Mauricio, en el Río Grande.
Lo conocimos en 1983 en la ciudad de La Paz, conversamos varias veces y publicamos parte de su testimonio en el libro De Ñacahuasú a La Higuera, que aparece en las páginas desde 336 hasta 344 de la primera edición publicada en La Habana en 1989 y de la 341 a la 348 de la edición boliviana del 2007.
En la primera entrevista le manifestamos que nos interesaba especialmente su relato desde la separación de la guerrilla hasta la emboscada, que después de ese acontecimiento si le resultaba difícil tratarlo, podía no hacerlo, dado que su actitud era muy cuestionada. Paco accedió a dar su testimonio sin limitaciones del tiempo, ni del detalle de los hechos.
Seleccionamos el siguiente párrafo de la entrevista, publicada en nuestro libro:
"Yo formaba parte de la resaca, porque cuando estábamos en el campamento con el Che, había pedido salir de la guerrilla y había mantenido esa posición; pero Julio ( se refiere a Mario Gutiérrez Ardaya) habló conmigo para saber que por qué no me sentía capaz de seguir la lucha. Le expliqué que no estaba convencido, y me cansaba mucho, nunca había estado en el monte. El Che se enteró y dijo que quería verme y hablar conmigo. Me llamó y me preguntó. Yo le dije que me sentía mal, que no sabía, que no podía caminar y algunas cosas más le dije porque así las pensaba. Entonces el Che me preguntó que si tenía miedo y yo le respondí que sí. Él me dijo que en la primera oportunidad que se presentara me sacaría, pero que no sabía cuando y mientras, debía estar en la resaca. Cuando Joaquín dijo: que podíamos quedanos si queríamos, yo acepté continuar".
Guardamos sus relatos íntimos y plenos de sentimientos profundos, veraces, lo que pudimos corroborar y verificar.
Fue de gran ayuda para comprender aquellos difíciles momentos del año 1967. La Historia de la Retaguardia de la Guerrilla, comandada por Joaquín (Juan Vitalio Acuña), no se podrá escribir de forma completa sin el relato testimonial de Paco.
Sin protagonismo, ni justificaciones o exageraciones se refirió a los hechos desde su compromiso con Moisés Guevara para viajar a Ñacahuasú. Manifestó un profundo respeto y admiración por los compañeros de lucha, especialmente por Tania (Haydeé Tamara Bunke), y detalló los momentos desde que el grupo quedó separado de la Vanguardia en Bella Vista hasta el trágico final.
Paco tenía amplios conocimientos de las características de los bolivianos que se incorporaron a la guerrilla, sus datos y precisiones fueron de gran utilidad para la investigación histórica, juntos acudimos al encuentro con algunos de los familiares de los guerrilleros, con otros no fue posible con él porque se negaban a recibirlo, pero ayudó a esclarecer nombres, precisar direcciones o informaciones en general.
Se comprometió a prestarnos ayuda durante nuestra estancia en Bolivia (1983-1986), recorrió y exploró varios lugares antes de nuestra llegada a esos parajes hinóspitos y duros.
Viajó a la zona donde cayeron Marcos y Víctor, y ubicó el lugar donde fueron enterrados, actualizó la situación de los campesinos que les prestaron ayuda, todo en el más completo anonimato, sin pedir nada a cambio. Creó las condiciones para que después pudieramos llegar hasta allí.
Cuando en el 2007 regresamos a Bolivia, invitados por las autoridades de ese país para participar en la Feria Internacional del Libro en la ciudad de La Paz, lo buscamos, pero nuestros amigos no sabían donde vivía, por ello la noticia de su muerte, divulgada a través del justo y sentido comentario de Antonio Peredo nos conmovió.
Recordamos sus ojos, y nos parece estar observando esa mirada, de la que habla Antonio, reflejaban el pesar y dolor de un hombre noble. Nunca nos mintió, y con asomadas lágrimas en los ojos, afirmó que hubiera preferido morir junto a sus compañeros de lucha e ideales, cuyos recuerdos perduraban en su memoria, seguramente por eso fue a la histórica lavandería de Vallegrande en 1997, y calladamente como había vivido, limpió el terreno y dejó flores a modo de despedida y respeto.
Pocos fueron los amigos que lo visitaron en su lecho de muerte. Murió humilde y pobre, de la misma forma en que transcurrió su vida, incluyendo la etapa de su exilio en Venezuela. Hacía años, había aceptado continuar la lucha al lado de su pueblo, defendiendo a los explotados y discriminados. De esa forma preferimos recordarlo.
FIN
ESCRITO DE ANTONIO PEREDO. 15 DE MARZO DEL 2008.
Ayer, 14 de marzo de 2008, murió José Castillo, después de una penosa enfermedad que lo mantuvo internado en un hospital durante varias semanas. Sus amigos y compañeros reunieron algún monto para comprar el sarcófago y, en un vehículo prestado, sus restos partieron a Oruro, donde vive su familia y donde será enterrado.
Unos cuantos, muy pocos, sentimos pena por su muerte y vergüenza por no haberlo atendido en los días de su postración. Con 70 años cumplidos, quedaba muy lejos el tiempo en que, con otros jóvenes convencidos, tomó las armas para luchar por la liberación nacional. Después de unos cuantos años, la sombra se extendió sobre los sobrevivientes quienes, con sus méritos y miserias, con sus valores y defectos, estuvieron decididos a morir por este pedazo de tierra en la que nacieron. Esta parcela que la hicieron grande y la hicieron suya, hasta abarcar América Latina toda, con nada más que su decisión.
Castillo Chávez
Los datos dicen que nació en Challapata, más allá de Huanuni, en el camino a Potosí. Se hizo carpintero y tapicero. Trabajó en Uyuni, en los ferrocarriles, y en diversos talleres artesanales de Oruro. Como muchos de nosotros, militó en el Partido Comunista, del que se separó en 1965, cuando se produjo la escisión chino-soviética. Tenía 29 años cuando se integró a la guerrilla, en el grupo de Moisés Guevara. Transcurría marzo de 1967, muy poco antes de que se produjera la primera acción guerrillera.
Fue incorporado a la retaguardia y siguió la suerte de ese grupo hasta caer en la emboscada de Vado del Yeso o Puerto Maldonado el 31 de agosto de aquel año. Fue el único sobreviviente, luego que el otro combatiente que no fue abatido, Maymura, se negara a renegar de sus convicciones, por lo que fue abatido despiadadamente.
Paco
Ese es el nombre con el que se inscribió entre los combatientes de la columna que dirigió el Comandante Ernesto Che Guevara. No era fornido ni podía esforzarse demasiado. Pero estaba allí, en ese escabroso confín de Bolivia, donde una cincuentena de combatientes no sólo provocó la movilización de un ejército comandado por sus más altos jefes, sino también unidades operativas militares estadounidenses y asesores de espionaje cubano-norteamericanos.
Sin quejarse, Paco se mantuvo en el puesto asignado, llegó hasta ese vado y salió con heridas. Lo hicieron caminar hasta Valle Grande, según relata Eusebio Tapia. Sufrió largos y tensos interrogatorios hasta su enjuiciamiento junto a Regis Debray y Ciro Bustos, juicio que concitó la atención mundial.
Compartió la prisión en Camiri con esos dos conocidos personajes y con los bolivianos Salustio Choque Choque y Eusebio Tapia, todos ellos condenados a 30 años de cárcel. A fines de 1970, el general Juan José Torres (que asumió el gobierno en octubre, luego del frustrado golpe de Rogelio Miranda) los liberó en una operación comando, para evitar la reacción de sus propios camaradas de armas que no lo hubieran permitido, de haberse apercibido con anticipación.
Durante varios años debió vivir tratando de pasar desapercibido. Finalmente se fue a Venezuela, donde trabajó como pudo y en lo que bien hallaba.
Otra vez José
Volvió a la patria. Los traumas de aquella tragedia de la prisión a la libertad censurada, de ésta al exilio y de allí al retorno. Trabajaba en lo que sabía y nunca olvidó. Construía muebles con el mismo empeño con el que quiso construir un país nuevo. Con el esmero de la dedicación humilde que sabe que su obra no será grandiosa, pero necesaria con toda seguridad.
Así lo recuerdo en 1997, 30 años después de la epopeya de Ñancahuazú, haciendo arreglos minuciosos en el terreno próximo a la lavandería donde fue mostrado a Valle Grande y al mundo entero, el cadáver del Che que quisieron desaparecer pero había sido rescatado finalmente aquel '97. Dibujó breves senderos, arregló algunos espacios verdes que coloreó con flores y limpió los accesos. Pausadamente, tomándose su tiempo, estuvo un mes en esa tarea. No pidió nada. No reclamó ninguna compensación y, para nosotros, sigue siendo un misterio cómo vivió aquel tiempo.
Tuvimos muchos encuentros. Sus traumas se entreveían en su mirada triste, en su voz cansina. Pero había un brillo tembloroso en sus ojos, cuando hablábamos del Che, que era el tema recurrente de nuestras conversaciones.
Paco se había ido hace muchos años. Ayer se fue José. Te recuerdo hoy, para que te recuerden, porque fuiste siempre uno de los innominados que soñaron con la liberación nacional.