De: Roberto Oscar Martinez [mailto:calambreperico@hotmail.com]
Martes, 23 de Marzo de 2010
24 de marzo de 2010
A 34 años del golpe
| A los H.IJ.O.S, en sus 15 años: La batalla por la verdad, por un pedacito de felicidad “¿Que es un hombre sin su historia? Un producto de la naturaleza, nada personal. La historia de la personalidad es más antigua que el producto de la naturaleza, comienza antes que el destino individual, puede preservar o destruir lo que en nosotros es y seguirá siendo naturaleza”. H. Arendt. “La felicidad más digna de la tierra consiste en seguir viviendo pese a todo lo que nos han quitado”. H. Arendt. Para los H.I.J.O.S. construir su historia fue algo más que una simple configuración de relatos, imágenes y palabras; fue además el vehículo de comprensión e interpretación, fue la voluntad de recordar y transmitir esos recuerdos, fue ver también que el dolor puede ser el motor de la lucha. Es sentir que ese dolor por lo que les quitaron, siempre está –existe- y no lo quieren expulsar, olvidar. En 1995, a casi 20 años del golpe, estos jóvenes empezaron a tomar la posta de las Madres, las Abuelas, los Familiares. Se denominaron: Hijos e Hijas por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio. El hecho de la desaparición de personas transformó la realidad argentina de un modo irreversible, lo que sucedió es irrevocable; ha sucedido para siempre, esta es la más real de las desgracias. “El día que desapareció mi papá, relata Fernando, se rompió una realidad que nunca pude volver a reconstruir. Con la desaparición de mi viejo, se me borró del frente una realidad que yo vivía día a día y empecé a vivir en un mundo de sub realidad. Vivía pensando que no era cierto lo que yo estaba viviendo. Y con eso un montón de cosas, mis sueños, mis objetivos. A los 8 años, uno puede tener muchos objetivos, pero palpables son pocos. Se me borró una realidad que tenía en frente para empezar a vivir en una nebulosa en la que no sabía como manejarme”. Los H.I.J.O.S. al principio, en un intento desesperado por reconstruir y transmitir el horror, lo que alcanzan a ver, lo que pillan, nunca es algo completo, siempre son sólo detalles, rasgos, anécdotas… Sin embargo siguen y buscan y hablan y escriben y marchan y gritan y gritan cada vez mas fuerte y empiezan a encontrar sus rostros, sus nombres, sus ser… En el relato, en la narración, en lo colectivo encuentran la identidad. Estos chicos que en tiempos del terrorismo de Estado en realidad todavía no habían vivido nada, cuya vida carecía aún de contenido personal, empiezan a arreglárselas consigo mismos y con el mundo como pueden, para luego empezar a comprender, a encontrarle sentido al vivir. Ni siquiera en la desesperación dejan de buscarle sentido a lo que ocurre. Estos chicos que no habían creído que algo pudiera golpearlos fueron sorprendidos, y ahora sólo existe ese único hecho “ese instante que ha detenido el tiempo y la vida”. Quedan mal parados, sin saber dónde está la realidad o como probarse a sí mismo su realidad, porque no habían podido saber con antelación que el dolor puede ser una confirmación; que la infelicidad, la pérdida, la privación, el exilio pueden ser la materialización de que han tenido algo en las manos. Lo que les ocurrió no se puede olvidar; tiene una precisión innegable, intangible. Los H.I.J.O.S. –y con ellos todos- van a continuar, para siempre, viviendo las consecuencias del pasado y “no queda otra cosa que decir la verdad, dar testimonio, recoger la magnifica cosecha de la desesperación”. Conocen el pasado y por lo tanto tienen el deber de comunicarlo, de manifestarlo en toda su profundidad. Asumiendo el más digno de los compromisos: escribir las historias de los que ya no están, y con el deber heredado en todo el cuerpo, seguir la lucha. Son ellos, los HIJOS, el mayor testimonio. Son la confirmación de una existencia, lo presente de lo precedido, lo presente del porvenir. Una declaración de vida. La VIDA de H.I.J.O.S. puede ser narrada porque ellos se empecinaron en tener una historia; aferrados a la historias de sus padres, sus hermanos, sus familiares, sus compañeros, se obligaron a escribir la suya. Dignamente le pelearon al destino y se dieron la posibilidad de vivir, de mostrarse quien era quien, sabiendo lo que todos sienten y los que a todos les falta. Mientras estas líneas son escritas una imagen las recorre: María sube las escaleras de Comodoro Py. Avanza, sin detenerse, mira para atrás y atrás estamos TODOS. Cierra el puño, lo eleva al cielo y el grito le explota en la cara ¡PRESENTES!... multiplicándose, amplificándose, en la eternidad; cada vez más: ¡30.000 COMPAÑEROS DESAPARECIDOS PRESENTE! ¡AHORA Y SIEMPRE! ¡AHORA Y SIEMPRE! R. M. Córdoba, Marzo de 2010. |
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